Debido a sus frustraciones en el Medio Oriente y el papel importante de los mafiosos de «Iran-contragate» y otros ultra-neoconservadores en la segunda administración bushiana, el imperialismo estadounidense tiene en la mira América Latina. Ahora que se notan las condiciones casi insurreccionales creadas por los diversos y desiguales movimientos sociales latinoamericanos y el fracaso del […]
Debido a sus frustraciones en el Medio Oriente y el papel importante de los mafiosos de «Iran-contragate» y otros ultra-neoconservadores en la segunda administración bushiana, el imperialismo estadounidense tiene en la mira América Latina. Ahora que se notan las condiciones casi insurreccionales creadas por los diversos y desiguales movimientos sociales latinoamericanos y el fracaso del ALCA y su ala militar Plan Colombia/Plan Patriota/Plan Puebla Panamá, el imperialismo patrocina un creciente terrorismo económico y paramilitar contra los pueblos latinoamericanos, volviendo a su práctica tradicional de guerras sucias y bioterrorismo. [1]
Los ultra-neoconservadores — gente como John Negroponte y su asistente Lt. Gen. Michael Hayden, Alberto Gonzales, Steven Hadley, John Bolton,Otto Reich, Paul Wolfowitz, Elliot Abrams, Marc Grossman, Stephen Cambone, Douglas Feith y Gen. William G. Boykin – creen que hay un nuevo «eje del mal»- Brasil, Venezuela, Uruguay, y Cuba. Muchos de estos altos oficiales son criminales convictos y confesos, y sus líderes Bush II, Cheney, Rice, y Rumsfeld son criminales de guerra.
Estos veteranos y defensores de la creación de escuadrones de muerte y redes de tortura hablan más frecuentemente de supuestos «Estados-fallidos», como Bolivia u otros que lógicamente necesitarán una intervención militar abierta o disfrazada, tal como se continúa en Haiti. El nuevo jefe de la CIA, Porter Goss, con su larga experiencia en «Operaciones Especiales», ha puesto Venezuela, Colombia, Haiti, Cuba, México, y ahora Bolivia en su lista de «países inestables» en 2005, con énfasis sobre el problema de la creciente alianza cubana-venezolana.
En realidad, Washington ya había lanzado durante la primera administración bushiana una nueva guerra sangrienta contra los pueblos con una serie de intervenciones relativamente clandestinas bajo el mando de las operaciones secretas del SOCOM (Mando Secreto de Operaciones Especiales), famoso por haber dirigido la desestabilización e invasión de Irak. [2] Se destaca la militarización de la frontera colombiana-venezolana, resultando en matanzas de sindicalistas y ciudadanos venezolanos llevadas a cabo por militares y paramilitares colombianos; el secuestro del representante de relaciones exteriores de la guerrilla colombiana FARC Rodrigo Granda en Caracas, estilo Plan Condor; y un intento frustrado de golpe de estado en las afueras de Caracas por las mismas fuerzas de Colombia disfrazadas como militares venezolanos.[3]
El imperialismo ha entregado 3.3 mil de millones de dólares en ayuda militar al gobierno del presidente colombiano Álvaro Uribe y entrena y arma soldados y fuerzas especiales colombianos, operando desde cinco nuevos bases militares con casi mil soldados estadounidenses y cantidades de mercenarios o «contratados». Utiliza Colombia no solamente para desestabilizar al gobierno democrático y popular de Venezuela sino también para facilitar el control de la rica biodiversidad de las zonas amazónica y centroamericana y sus recursos naturales.
Venezuela y Cuba son los blancos más obvios, pero otros países con recursos naturales importantes incluyendo mano de obra barata, como Bolivia, Ecuador, y México, no son excluidos. Los presidentes estadounidenses de ambos partidos nunca han podido tolerar cualquier intento de crear una alternativa a su sistema capitalista. Ya que se ha confirmado un nuevo yacimiento petrolífero en territorio marítimo cubano, las grandes compañías industriales y financieras atrás del imperialismo quisieran derrumbar la Revolución Cubano más que nunca.
En su llamamiento de «un cambio de régimen» el Reporte de la Comisión Powell de mayo de 2004 declara la guerra contra el pueblo cubano y amenaza a reducirlo a condiciones de esclavitud parecida a la de los años cincuenta del siglo pasado cuando los cubanos se levantaron contra el régimen del dictador Batista, una esclavitud basada en salarios miserables, racismo, sexismo, y un control violento impuesto por los militares y la policía. Aquel estilo de esclavitud y control ya existe en mucho del resto del continente, como el resultado de la globocolonización neoliberal y militarización de la región.
El imperialismo incorpora a su alta tecnología de nuevos métodos de reprimir protestas populares, de «contra-inteligencia», y de desinformación, el uso de grupos paramilitares y escuadrones de la muerte en un intento de aterrorizar a los pueblos latinoamericanos. Todo esto está relacionado con el notable incremento de la violencia contra las mujeres, l@s gay y transexuales, las minorías étnicas y las organizaciones progresistas. Además, el imperialismo ha eliminado las restricciones que prohibieron el uso de asesinato por la CIA y tiene en la mira líderes como Evo Morales del Movimiento hacia el Socialismo (MAS) en Bolivia y los presidentes Hugo Chávez y Fidel Castro. [4]
A causa de la crisis económica en América Latina y el crecimiento de su odiosa deuda externa y debido al impacto del neoliberalismo con su desmantelamiento de la nación-estado, los espacios para los supuestos «progresismo» y «nacionalismo» casi han desaparecido. El fracaso de la alianza gubernamental de centro-izquierda en Argentina en 2001 y las dificultades de los gobiernos de Lula en Brasil y Kirchner en Argentina, que son reflejo de esa nueva realidad, han favorecido la emergencia de la alternativa transnacional bolivariana patrocinada por Chávez, a la cuál Lula y Kirchner, a pesar de sus concesiones al neoliberalismo, se va uniendo cada vez más.
El proceso revolucionario de base de Venezuela y el Presidente Chávez han influido mucho el resto del continente con su convocatoria hacia una nueva unidad bolivariana sin precedentes desde las proclamas independistas de Simón Bolívar y José Martí. Ahora, la exigencia es la de una segunda y verdadera independencia – en esta ocasión no sólo política sino económica y militar.[5]
En la reunión de noviembre de 2004 que mantuvieron los ministros de defensa americanos, 16 países votaron contra la propuesta de Rumsfeld de imponer una fuerza multilateral de intervención en Colombia e integrar las fuerzas armadas latinoamericanas y estadounidenses para combatir al «terrorismo internacional». El voto provocó un impulso al llamamiento previo de Chávez para construir un bloque militar regional en defensa de la soberanía nacional de la «Gran Patria» contra el imperialismo. Echar los bases militares estadounidenses de Latinoamérica como ya se ha hecho en Venezuela es una parte clave del nuevo internacionalismo bolivariano.
Chávez no dice «Patria o Muerte» sino «Unión o Muerte» – la Gran Patria soñado por Bolívar, ya tomando una incipiente forma en la Unión de Sur América y otros intentos recientemente lanzados. Estos incluyen la propuesta de un Fondo de Emergencia Social y el ALBA – Alternativa Bolivariana para las Américas. El objetivo del ALBA es la ayuda mutua para eliminar la pobreza. Cuba, Venezuela y algunos otros países ya están cooperando en distintas maneras con el ALBA y están recibiendo petróleo venezolano a precios reducidos y médicos y maestros cubanos en barrios pobres.
En tal espíritu de unión Chávez ha tomada la iniciativa de lanzar el Petrosur, la Televisora del Sur (Tele Sur, o Tele Sud en Brasil), y otros proyectos rarísimos en la historia. Uno es designar el año 2005 «Año de la Ofensiva y Progreso de la Unidad de los Pueblos de Latinoamérica y del Caribe», convocando un Foro de los Trabajadores del Sector Energético para finales de año. Otro es una «red de redes en defensa de la humanidad» que integran intelectuales y artistas de 52 naciones con las luchas populares y los Foros Sociales.
En su discurso concluyendo el quinto Foro Social Mundial en Porto Alegre, Brasil, Chávez repitió su admiración por Trotski y Mao, enfatizando la necesidad de internacionalizar la revolución y crear un nuevo socialismo para el siglo veinti-uno porque otro mundo no es posible dentro del capitalismo ni en una sola nación. En Venezuela hay una aceleración de la reforma agraria; una profundización de la democracia participativa; una refundación de la institucionalidad del Estado incluyendo una campaña contra la corrupción; una nueva Ley de Responsabilidad Social de Radio y TV; y una fortalecida autodefensa contra el imperialismo, incluyendo una alianza informal con Cuba significando, en efecto, que si el imperialismo agrega a una tendrá que agredirlos a las dos.
Los ultra-neoconservadores en Washington no son estúpidos. Se dan cuenta de que hay métodos menos bélicos y más sofisticados de intervención. Estos incluyen el uso de los fondos del National Endowment for Democracy (NED), la CIA, y el Pentágono, entre otros, para pagar varios agentes y mercenarios en la cooptación y desviación de los movimientos populares; la desestabilización del centro-izquierda o de los gobiernos populista-nacionalistas; la «reparación» o eliminación de los «Estados-fallidos» de la región; y las conspiraciones de los grandes medios de desinformación para estimular movilizaciones contrarrevolucionarias.[6]
Un ejemplo es Bolivia, donde los movimientos sociales siguen ganando batallas contra la privatización del agua (Cochabamba 2000, El Alto 2003) y la batalla contra la entrega del gas a las grandes empresas extranjeras sin regalías de 50%. Aquellos gigantescos movimientos, cada vez más unificados, ya han tumbado el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada («Goni») y paralizado lo de su sucesor Carlos Mesa. Por eso el imperialismo está financiando un movimiento «autonomista/independista» en Santa Cruz, para la división de la nación o, como ya ha ocurrido con el chantaje de la renuncia de Mesa, el retorno del Estado a la vieja alianza derechista de «Goni». Se disfraza el intento bajo el lema de un pluralismo que reconoce la diversidad étnica y regional del país.
Otro ejemplo es el caso de Ecuador. Allí, aliándose con la nueva burguesía de Guayaquil, el imperialismo trata de desviar movimientos sociales hacia un cambio popular aparentemente «progresista» que no resultará en una avanza de las fuerzas populares sino su derrota. La idea es tratar de crear una alternativa al Presidente Gutiérrez si es que él no pueda controlar la creciente movilización popular en su contra – un tipo de Gutiérrez-ismo sin Gutiérrez.
El imperialismo combina tales intentos de cooptación y desviación con su táctica principal: la criminalización de los actos de protesta. Sin embargo, esto puede salir el tiro por la culata, avivando futuras insurrecciones sociales en países como Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, e incluso Brasil donde el poderoso MST (Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem-Terra) ha lanzado «o abril vermelho» en contra del virtual entierro de la reforma agraria.
A la vez, el imperialismo sigue usando la deuda exterior de los países latinoamericanos, ya pagada más de una vez, como un arma fundamental. Solamente un club de deudores declarándose contra el pago de la deuda al país con la mayor deuda del mundo puede romper este círculo vicioso que ha hecho imposible la reforma agraria y otras reformas en Brasil y otras naciones.
Es importante subrayar la dialéctica de poder y debilidad en el imperialismo estadounidense. El poder militar es innegable, pero hay debilidades estructurales. Estas vulnerabilidades son económicas, políticas y aún militares, fácilmente vistas en Irak. Debido al fracaso del neoliberalismo y a las nubes que se extienden por el horizonte de la crisis económica mundial, el capitalismo contemporáneo refuerza todas las formas posibles de jerarquización y, de manera más obvia, las que se basan en el género y la raza. Busca una «solución final» a sus problemas de la forma más jerarquizada existente, es decir, la militar.
En cambio, los movimientos anti-guerras están resurgiendo en las calles de muchos países. Además, soplan de América Latina los vientos de cambio y resistencia popular, con fuertes y necesarias tendencias de unificación e internacionalismo, estilo bolivariano y martiano. [7]
Si José Martí estuviera vivo hoy, nos ofrecería de nuevo su vida, esta vez: «a impedir a tiempo con la segunda verdadera independencia de Nuestra América que se extiendan por todo el planeta los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre la humanidad.»
James D. Cockcroft es miembro de la ONG canadiense Alternatives y del Instituto Internacional para la Investigación y Formación de Amsterdam, el Dr. James D. Cockcroft es profesor en internet de la State University of New York y un emprendedor especialista en América Latina. Es uno de los organizadores de la campaña internacional en Defensa de la Humanidad y uno de los jueces del Tribunal Benito Juárez de la sociedad civil que se reune en abril de 2005 en México para juzgar el terrorismo estadounidense contra Cuba. Ha escrito 35 libros, entre los que se encuentran América Latina y Estados Unidos: historia y política país por país (México & Buenos Aires: Siglo veintiuno editores, 2001, y La Habana: Ciencias Sociales, 2004); La esperanza de México (México: Siglo veintiuno editors, 2001); y Precursores intelectuales de la revolución mexicana (México: Siglo veintiuno editors, 23a ed. 2003.) Su correo electrónico es : [email protected]
[1] Desde hace años en países andinos (y en Cuba en el caso de la fiebre dengue, entre otros) el gobierno estadounidense ha llevado a cabo un bioterrorismo contra campesinos cultivando coca y otros cultivos. Mientras tanto, Monsanto y un puñado de compañías farmacéuticas se está aprovechando de los derechos de «patentes de propiedad intelectual relacionados al comercio», reconocidos por la OMC, para saquear la flora y fauna – la famosa «bio-piratería». Ésta incluye el pillaje de los conocimientos científicos de grupos indígenas, una tradición de 500 años que ha beneficiado mucho al desarrollo de la medicina occidental.
[2] Cómo una parte del Pentágono mandado por Rumsfeld, SOCOM es la cúspide de las operaciones militares imperialistas, arriba del Comando Sur y del Comando Norte (que unifica las fuerzas armadas de Méjico, Canadá y Estados Unidos bajo el mando de oficiales estadounidenses.) El SOCOM y sus Fuerzas Especiales no tienen controles jurídicos y están financiadas para hacer lo que quieren en cualquier parte del mundo bajo el pretexto de una guerra «contra el terrorismo». Cómo ha dicho Rumsfeld, «la libertad significa ser libre para hacer la maldad». Se supone que el Programa TIA (Total Information Awareness), rechazado por el Congreso hace algunos años, ya estará delegado al Pentágono. Es un proyecto de control social a escala planetaria que no respetará fronteras y vida privada y usurá una tecnología muy avanzada como «micro-vigilancia». Véanse el artículo por Seymour Hersh en New Yorker, 24 y 31 de enero de 2005, y Thierry Meyssan, «Ojo del Pentágono,» Entorno, 17 de febrero de 2005.
[3] Después del incidente del secuestro de Granda el Presidente Chávez encontró con el Presidente Uribe para declarar la crisis bilateral «superado». Según Uribe, Cuba hizo un papel importantísimo. Según Chavez, «sólo la unión de los dos pueblos, preconizada históricamente por Simón Bolívar, hará posible el avance en el desarrollo y en el mantenimiento de la paz».
[4] Véase «Llaman al magnicidio en la TV de Miami,» www.bovmiami.org. En solamente el año 2001, más que 15,000 militares latinoamericanos fueron capacitados por el gobierno estadounidense en la renombrada Escuela de las Américas de triste fama por su entrenamiento de dictadores de las guerras sucias.
[5] Para más información sobre «la segunda revolución por la independencia» de América Latina, véase James D. Cockcroft, «América Latina y Estados Unidos: historia y política país por país«, en especial la «conclusión».
[6] Ya bien conocido es el apoyo de los medios de comunicación a las campañas mafiosas, de ultraderecha e imperialistas, para provocar incidentes y desinformación con el fin de tratar de derrocar a gobiernos progresistas como los de Venezuela y Cuba. El acto de provocación, realizado en 2004 por EE.UU., de enviar al espacio aéreo cubano una plataforma volante C-130 para transmitir desde «Radio y TV Martí» es sólo uno de esos intentos.
[7] En esto hay que notar los papeles claves de las y los indígenas, la juventud, las mujeres, los pobres, el campesinado, y las y los nuevos sindicalistas. Ellas y ellos han hecho posible el giro hacia el centro o centro-izquierda en las últimas elecciones, aunque una vez elegidos muchos presidentes puedan apoyar el moribundo modelo económico neoliberal. Véase James D. Cockcroft, «Vientos de cambio e internacionalismo desde Latinoamérica», www.rebelion.org, 04-01-2005.