Silencio o retraso que arroja luz sobre la realidad política del país y que llena de sombras cualquier expectativa para conocer la verdadera voluntad de los habitantes de aquel país. Tarea a priori difícil, cuando se daba por seguro que la participación no superó el 41%, diez puntos menos que en 2002, una abstención récord. […]
Silencio o retraso que arroja luz sobre la realidad política del país y que llena de sombras cualquier expectativa para conocer la verdadera voluntad de los habitantes de aquel país.
Tarea a priori difícil, cuando se daba por seguro que la participación no superó el 41%, diez puntos menos que en 2002, una abstención récord. A la apatía a la hora de votar se ha sumado esta vez el llamamiento al boicot de grupos de izquierda, soberanistas amazighs (berebers) y de los islamistas e ilegalizados de Justicia y Caridad.
Opción esta última respecto a la que se presentaba como alternativa y freno el Partido Justicia y Desarrollo (PJD) que, pese a verse perjudicado por los cambios en las circunscripciones por parte del Gobierno y por la irrupción teledirigida por este último de otras dos formaciones islamistas menores, aspiraba a convertirse de largo en la primera fuerza. Los datos no oficiales matizaban estos augurios y les otorgaban alrededor de medio centenar de escaños, lejos de los 70 a que aspiraban.
Caciques y clientelismo
Más aún, el PJD veía peligrar su primer puesto de la mano de la histórica formación nacionalista de derechas Istiqlal y del Movimiento Popular, partido clientelista que toma su fuerza de la población rural bereber.
El politólogo Mohamed Darif define a estas formaciones como «máquinas electorales que que llegan en época electoral a las aldeas y los pueblos y luego desaparecen».
El PJD denunció la «corrupción» y la «desorganización» en torno a los comicios. Denuncia contundente, y creíble, que contrasta con su dinámica diaria de contemporización con el régimen y frente a la cuál se sienten totalmente desafectas las clases populares que apoyan al movimiento Justicia y Caridad.
Y es que el viernes se dirimía también la primacía en el seno del islamismo marroquí.
Otros analistas atribuyen también sus no tan buenos resultados a la desmovilización de sus votantes, confiados en su anunciada victoria. La ausencia en las urnas de las clases medias urbanas habría perjudicado al PJD y a la Unión Socialista de Fuerzas Populares (en el Gobierno), verdadera derrotada en los comicios al perder 15 escaños.
En el seno de la USFP ya suenan voces que exigen una refundación del partido.