El jeque Adel está rodeado de varias decenas de personas, entre ellas niños, a las que esta tarde da un curso sobre lo que está permitido y lo que no según el texto coránico. Esta sesión suave, celebrada en la mezquita de Awn Allah, en el distrito At´tadhamoun, prepara otro curso dado entre dos oraciones […]
El jeque Adel está rodeado de varias decenas de personas, entre ellas niños, a las que esta tarde da un curso sobre lo que está permitido y lo que no según el texto coránico.
Esta sesión suave, celebrada en la mezquita de Awn Allah, en el distrito At´tadhamoun, prepara otro curso dado entre dos oraciones por el jeque Ahcen. Este último, que afirma haber hecho las guerras de Afganistán y de Sudán, predica desde hace meses en esta mezquita y consagra sus enseñanzas a convencer a su auditorio de la guerra necesaria entre los creyentes (los del interior de la mezquita) y los impíos (los del exterior de la mezquita).
Antes del 14 de enero esto era impensable, dada la prohibición de acceder a las mezquitas fuera de las horas de oración. Los islamistas, que creen que ha llegado su hora, aprovechan ahora la libertad, tal como hacen esos imanes que ni siquiera están reconocidos por los servicios de asuntos religiosos, afirma Mohamed Ali Ameri, habitante del barrio y miembro de una célula local del organismo de salvaguarda de la revolución. Con sus 380.000 habitantes, At´tadhamoun es la mayor urbanización de Túnez.
Es la barriada pobre que no figura en los mapas turísticos, la de los parias. Raros son los taxis que aceptan ir allí. ¿Se trata de una etiqueta que se ha pegado abusiva e injustamente a At´tadhamoun? Mohamed Ali está convencido de ello pero, en cualquier caso, el paro, la pauperización, el analfabetismo, la criminalidad y la insalubridad, frutos de muchos decenios de marginación, hacen del barrio tierra fértil para la propaganda islamista. Las cadenas de televisión de Irán, Arabia Saudita o Qatar han entrado en los hogares desde hace años y preparado el futuro electorado de An Nahdha y Tahrir. Por otra parte, el velo islámico es dominante entre las mujeres de At´tadhamoun, gracias a las prédicas de Amrou Khaled y otros teleimanes.
Nuestro guía, con el que atravesamos el barrio, es taxativo: «An Nahdha controla ya At´tadhamoun, a través del Consejo local de salvaguarda de la revolución; domina también las mezquitas gracias a los imanes que son sus deudores y al marketing político contante y sonante, empleado para sobornar a la población. Las deudas en las tiendas de comestibles son pagadas por militantes del partido de Ghanouchi, para gran satisfacción de las familias deudoras», añade Mohamed Ali. Esta solicitud atrae mucha simpatía a An Nahdha, que aumenta fuertemente sus adhesiones.
Pero el movimiento de Ghanouchi no tiene el monopolio del discurso islamista en At´Tadhamoun. El partido islamista Tahrir, no admitido, reivindica también su influencia allí. Los militantes de esta sensibilidad, cada vez más numerosos, se afirman en la acción.
Fitna
El 3 de julio, con el pretexto de impedir a los «descreídos» penetrar en At´tadhamoun, militantes del Partido Comunista (POCT) fueron agredidos físicamente por islamistas cuando intentaban organizar una reunión en un pabellón deportivo. Otros barrios populares, como El Mallacine y Kabbalia, son también objetivo de la propaganda islamista. «Utilizan un silogismo simple y eficaz: el modo de vida tunecino es el producto de Ben Ali, todo lo que ha hecho Ben Ali está corrompido, así pues este modo de vida está corrompido», testimonia el abogado Fakher Gafsi. Propagan la idea de que el laicismo es kofr (apostasía) y nuestro interlocutor teme que el pueblo comience a adoptar estas ideas.
El jueves 7 de julio, tuvieron lugar dos acontecimientos que confirman el enfrentamiento ya inevitable entre los dos campos opuestos. En la mezquita Zitouna y ante centenares de fieles, los ulemas abrieron fuego contra la autora de la película Ni Allah, ni maître (Ni dios, ni dueño), Nadia Fani, y llamaron al gobierno a impedir los «ataques contra la sacralidad de dios y la dignidad del pueblo tunecino y su identidad arabo-musulmana». El mismo día, alrededor de un millar de personas se manifestaron en Túnez para protestar contra los actos de violencia contra artistas e intelectuales. Mujeres, hombres, personalidades políticas y del movimiento asociativo, artistas y periodistas tomaron parte en esta marcha de los demócratas contra el extremismo religioso y por la defensa de las libertades y de la democracia.
¿Cómo hemos llegado hasta esta situación?
A los gritos de «Alá Akbar», «Túnez estado islámico», una cincuentena de islamistas atacaron, el domingo 26 de junio, el cine Afric´Art para impedir la proyección de la película Ni Allah, ni maître. Antes de este episodio ampliamente publicitado, se registraron otra serie de actos extremistas violentos reivindicados por los islamistas, pero que pasaron mas desapercibidos. El pasado mes de mayo, un bar popular, Le Paon, fue atacado y saqueado por barbudos. Más tarde, fueron las casas de prostitución de Túnez, Susa y Kairouan el objetivo de los islamistas con el pretexto de purificar sus ciudades. Otro incidente fue señalado en la mezquita Okba Ibn Nafaâ de Kairuan, donde a turistas europeos se les impidió visitar el sitio, alrededor del 20 de junio. En Ariana, algunos salafistas bajaron a la playa de Rauad a prohibir a las mujeres llevar traje de baño. Los intentos de moralización de la sociedad son algo cotidiano. En Ibn Sina (barriada de Túnez), un grupúsculo de barbudos armados con machetes recorrió los hogares en los que se celebraban los resultados del bachillerato para asegurarse de que no había alcohol en el menú.
Las militantes que simbolizan la emancipación de la mujer tunecina atraen las iras de los locos de Alá. Al día siguiente de su intervención en Al Jazeera, Youssra Fraws, abogada, miembro de la organización de expertos para la reforma de la Constitución y militante feminista y demócrata, recibió más de 1200 comentarios en su perfil de facebook, muchos de ellos insultos islamistas, según nos confíesa.
Por último aunque no menos importante, el lunes 4 de julio, algunos abogados fueron severamente golpeados con bastones por islamistas excitados que iban a reclamar ante la audiencia de Túnez la liberación de sus «hermanos» acusados del ataque de Afric´Art.
¿Ponderación o ingenuidad?
Para la Unión General de Trabajadores Tunecinos (UGTT), los últimos actos de violencia son «comportamientos extraños a la sociedad tunecina». La central sindical, para quien estos actos son obra de un «grupo de extremistas que comprenden mal nuestra religión, el islam», ha advertido, en una declaración publicada en su órgano Ach´chaâb, «sobre el recurso a la religión como cobertura para instituir la violencia y como medio para justificar las agresiones contra nuestros hijos para privarles de gozar de sus libertades».
Anteriormente, el colectivo Lam Echaml, que agrupa a 80 asociaciones, se había mostrado inquieto por el ascenso de la presión islamista en Túnez, subrayó que el ataque del Afric´Art no era un hecho anodino y decidió alertar a la opinión pública sobre la gravedad de tales actos, llamando a estar vigilantes. La declaración de la UGTT, la del colectivo Lam Chaml y la manifestación del jueves, han sido las únicas tomas de posición respecto al fenómeno.
Acaban con la pusilanimidad y la indiferencia hacia la irrupción de la violencia en el espacio público como modo de hacer política, tanto por parte de la clase política como de las instituciones del estado. Algunos intelectuales llegan a acusar a la prensa de exagerar estos «incidentes». En nombre de la democracia y del derecho a la libertad de opinión, el Partido Comunista de Hamma Hammami ha llamado al gobierno a aceptar al movimiento Tahrir, que plantea la vuelta al califato.
Muchos militantes demócratas no valoran aún las consecuencias de estos actos cometidos en nombre de la religión. La presidenta de la poderosa Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas (ATFD), Ilhem Belhadj, rechaza señalar con el dedo a los islamistas. Para ella, «ciertas fuerzas que están contra el diálogo social y la culminación de la democracia y de los derechos sociales en Túnez se organizan para contrarrestar el proceso, pero no son únicamente los islamistas, son también las fuerzas contrarrevolucionarias entre las cuales se encuentran los restos del antiguo régimen», ha declarado a El Watan.
Mohamed Laâroussi Bensalah, director de redacción del semanario de izquierdas, Ach´Chaâb, considera por su parte que «hasta ahora, solo son reacciones, pero se repiten y se va amplificando de tal forma que hay miedo de que se trate de un auge del integrismo. ¿Hasta donde irá este auge? El próximo futuro nos lo dirá».
El gobierno por su parte, parece haber elegido la postura de esperar y ver. En ausencia de una doctrina para hacer frente a la excitación de los islamistas, el discurso parece un poco demasiado confiado. Según el coronel Hichem Meddeb, portavoz del ministerio del Interior, «nadie en Túnez puede tocar el modo de vida de los tunecinos. Los tunecinos aman la vida y nadie les puede imponer cambiar sus costumbres. El extremismo en Túnez no tiene base y no tiene futuro». Mohamed Lazhar El Akermin, ministro delegado encargado de la reforma del aparato de seguridad, con quien nos hemos reunido en su despacho, retoma el mismo argumento. Para él, «la clase media es fuerte y, para los tunecinos que la componen, se trata de defender un modo de vida y no un programa político», ha defendido, antes de añadir que «a diferencia de Argelia, no habrá un voto de apoyo».
Estas son las divergencias sobre el fenómeno islamista en la sociedad tunecina posterior al 14 de enero. ¿La legendaria clase media sabrá hacer frente al islamismo en ascenso y defender el modelo de vida tunecino, o cederá al canto de sirenas para disolverse en la teocracia?
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR.
http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/index.php?x=4160