El antiguo presidente de Liberia Charles Taylor boicoteó la apertura del juicio en el que se le juzga por 11 cargos entre los que están crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y violación de la ley humanitaria internacional por su implicación en la brutal guerra civil de Sierra Leona que durante 11 años provocó […]
El antiguo presidente de Liberia Charles Taylor boicoteó la apertura del juicio en el que se le juzga por 11 cargos entre los que están crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y violación de la ley humanitaria internacional por su implicación en la brutal guerra civil de Sierra Leona que durante 11 años provocó la muerte de miles de civiles.
«Su Señoría, con gran tristeza y disgusto escribo para informarle de que no podré participar más en el proceso que me concierne», escribió Taylor en una nota leída por uno de sus abogados al comienzo del juicio en la Corte Internacional de La Haya. «Por un momento yo había esperado , y estaba convencido de ello, que el tribunal tendría la capacidad para alcanzar la justicia de un modo honesto e imparcial. Ahora queda claro que mi confianza fue un error», añadió Taylor en su nota.
El antiguo presidente de Liberia se enfrenta también a los cargos de terrorismo contra la población civil, asesinato, violencia sexual, violencia psíquica, uso de niños soldado, esclavitud y saqueo. Taylor está acusado de participar en la guerra civil de Sierra Leona ofreciendo ayuda al grupo rebelde Frente de Unión Revolucionaria (RUF) con entrenamiento, dinero, armas y munición para comenzar la rebelión en 1991. Supuestamente envió también soldados propios que tomaron parte del ataque inicial de una guerra que terminó en el año 2002.
Taylor, que niega todas las acusaciones, es sospechoso de participar en el plan del RUF con el objetivo de ganar poder y control sobre Sierra Leona y poder acceder a los diamantes extraídos en la zona controlada por el grupo rebelde.
Los grupos de derechos humanos esperan que el juicio lance el mensaje de que nadie puede escapar impunemente tras cometer este tipo de atrocidades, incluidos los jefes de estado. El miedo de que Taylor movilizara una milicia para atacar la corte en Sierra Leona fue una de las razones para trasladar el proceso a La Haya hace un año. Se espera que el proceso en el Tribunal Especial de Sierra Leona, respaldado por Naciones Unidas, dure entre un año y 18 meses. El Reino Unido se ha ofrecido a encarcelar a Taylor si resultado condenado.
A pesar de la ausencia del antiguo presidente liberiano, la jueza Julia Sebutinde ordenó que el jucio continuara sin Taylor, entre intensas protestas de su abogado Karim Khan, que abandonó la sala diciendo que no estaba en posición de representar a su cliente sin más instrucciones por su parte. Tras una hora de discusión, el fiscal comenzó con las declaraciones.
En la carta que escribió el acusado, calificó de «charada» el proceso. En el escrito, Taylor rechazó a Khan en el caso y pidió representarse a sí mismo.
Es el primer caso de este tipo contra un antiguo presidente africano. El proceso fue retransmitido en vivo a través de cuatro pantallas gigantes en Freetown, capital de Sierra Leona.
Presidente de ‘la Gran Liberia’
Charles Ghankay Taylor, nacido el 29 de enero de 1948, en Arthington, 25 kilómetros al noreste de Monrovia, la capital liberiana, es el tercero de una familia de 15 hijos y descendiente por parte materna de la tribu gola y por su padre de los primeros esclavos libertos estadounidenses, que en 1847 fundaron la primera nación africana moderna.
A principios de los setenta, Taylor estudiaba economía en el Bentley College de Boston y hacía sus incursiones religiosas entre los fieles bautistas y como agitador contra el régimen liberiano entre los exiliados en EEUU.
Fue entonces cuando el presidente liberiano, William Tolbert, posteriormente asesinado por Samuel Doe, uno de los predecesores de Taylor, le animó a regresar a Monrovia y encabezar un movimiento juvenil.
Su llegada casi coincidió con el sangriento golpe de Estado encabezado por Doe, un joven sargento medio analfabeto, que le colocó al frente de la intendencia del Estado y como viceministro de Comercio, cargos en los que duraría hasta 1983, lo justo para apropiarse de unos 900.000 dólares de fondos públicos con los que huyó a EEUU.
Un año después es detenido e internado en un centro de alta seguridad de EEUU, en espera de ser extraditado a Liberia, algo que nunca ocurrió, porque Taylor en una maniobra mafioso-cinematográfica sobornó a los funcionarios, limó los barrotes de su celda y se descolgó por una soga hecha con sábanas .
Su huida le llevó a Ghana, vía México, previas escalas en España y Francia, para desaparecer hasta la Nochebuena de 1989, cuando al frente de 200 hombres, entrenados militarmente como él en Libia, intenta sin éxito atacar un puesto fronterizo con Costa de Marfil.
Acababa de nacer Taylor, jefe del Frente Patriótico Nacional de Liberia (NPFL), dispuesto a derrocar al dictador Doe.
Llegó hasta Monrovia y sus hombres entraron a saco contra propiedades y vidas de civiles, abriendo el doloroso comienzo de una guerra de exterminio étnico entre los «gios» y «manos» de Taylor y los «krahns» y «mandingas» de Doe.
Es 1990, la terrible época de las matanzas, de los niños soldados y de las mutilaciones de las que no se libró ni Doe, torturado hasta la muerte por Prince Johnson, antiguo lugarteniente de Taylor y cabeza de una escisión en sus tropas.
Doe fue capturado cuando salía de su residencia para acogerse a la protección de los 4.000 soldados de la Comunidad Económica de Estados de Africa Occidental (CEDEAO) que acudían a poner orden, como de nuevo volvió a suceder con la intervención de tropas nigerianas.
El alejamiento de Johnson y el caos entre su Ejército de más de 25.000 hombres impidió a Charles Taylor su victoria.
Tuvo que esperar aún siete años para ser presidente de la República de Liberia. En ese tiempo de confusión con las fuerzas de paz (CEDEAO) y el Gobierno interino de Amos Sawyer, Taylor hizo de todo, incluso oficiar misa, revestido de blanco angelical y mostrándose como víctima de la adversa opinión internacional.
Fue «jefe del Gobierno provisional», se hizo llamar «presidente de la Gran Liberia» y se refugió en una hábil tregua para afianzarse en los vastos territorios bajo su influencia y, sobre todo, para hacerse inmensamente rico , comerciando con diamantes, oro, caucho, armas y todo lo que se le puso por delante.
Su fortuna, su ambición y sus contactos religiosos bautistas y con políticos liberales en Estados Unidos, como el reverendo Jesse Jackson o el ex presidente Jimmy Carter , le permitieron pasar de la guerra a la negociación, de la purga a la conciliación nacional.
En los seis años de guerra civil desatada por Taylor murieron más de 200.000 personas y otras 800.000 tuvieron que salir de un país cuya población no alcanzaba los tres millones de habitantes.
En 1997, Taylor, con su Partido Patriótico Nacional (NPP) y otro de sus lemas: «Mejor el diablo conocido, que el ángel por conocer» , es nombrado presidente de Liberia para un mandato de seis años.
Le vota el 75,3% de los liberianos, temerosos de que de no ser así, podría encender otra guerra civil.
Hoy el populista Taylor está repudiado por la comunidad internacional y pesa sobre él una orden de búsqueda y captura del Tribunal Especial de Sierra Leona por sus crímenes de guerra.
Y es que Taylor también contribuyó a la lucha del Frente Revolucionario Unido (FRU) de Sierra Leona, tristemente conocido por sus crueles mutilaciones, a cambio de sus diamantes y riquezas.