La escena que tuvo lugar el pasado 17 de mayo, en el escenario del Metropolitan Opera House, de New York, pudo haber servido para ser incluida en uno de los filmes «El Padrino» En ellos es usual que su director, Francis Ford Coppola, nos muestre que detrás del boato y la pompa de muchas ceremonias […]
La escena que tuvo lugar el pasado 17 de mayo, en el escenario del Metropolitan Opera House, de New York, pudo haber servido para ser incluida en uno de los filmes «El Padrino» En ellos es usual que su director, Francis Ford Coppola, nos muestre que detrás del boato y la pompa de muchas ceremonias de los poderosos, incluso, por debajo de algunos de sus actos caritativos más publicitados, se esconde la vileza de muchos crímenes y enormes ambiciones.
Ese día, en medio de una selecta concurrencia, y al finalizar la presentación, sobre el escenario brillantemente iluminado apareció la figura de un nuevo actor, el multimillonario David Koch, a quien se tributó un homenaje por sus donativos destinados al sostenimiento de las artes y las ciencias, incluso, a la lucha contra el cáncer. Su puesta en escena de esa noche, y el personaje encarnado, el de un filántropo humilde y conmovido hasta las lágrimas, no era gratuita: servía para ocultar el verdadero rostro del implacable dueño de un imperio económico que tiene en Koch Industries su centro, pero que como un enorme pulpo, se extiende por el país y el mundo, incursionando tambièn en la política. Y para que la burla fuese aún más refinada, ya para entonces se conocía que Koch Industries estaba incluida en la lista de los 10 monopolios más contaminadores del medio ambiente en los Estados Unidos. Precisamente, una de las causas del cáncer que David Koch ayuda a combatir con sus dádivas.
Pero si solo se tratase del ego desbordado o de la flagrante hipocresía de este tiburón de los negocios, no hubiese mucho que analizar. Lo peor no radica en ello, sino en las acciones que lleva a cabo junto a su hermano Charles, para cambiar, por si y ante sí, o mejor dicho, por obra y gracia de sus colosales fortunas, la marcha de la historia reciente de su país, específicamente, buscando acabar políticamente con Obama y lo que este, aún con sus debilidades y contradicciones, representa.
La experiencia lobbysta y manipuladora de los Koch no es reciente, de hecho, a ella deben, en buena medida, haber acumulado los billones que hoy usan pródigamente para combatir todas las iniciativas políticas o económicas del presidente Obama. Desde hace mucho tiempo Koch Industries ha superado a la EXXON en la suma que destina para «demostrar científicamente» que el cambio climático no existe, y que por lo tanto, se les debe dejar seguir fabricando millones, sin aprobar ni poner en vigor esas molestas regulaciones ambientales, tan de moda. Así aparece recogido en el artículo-denuncia de Jane Mayer, publicado el pasado 30 de agosto en «The New Yorker», y también que la densa red de influencia, sobornos, presiones y operaciones encubiertas que los Koch pagan con la largueza de los Medici, se conoce ya como Kochtopodus y es, sin dudas, un mecanismo político carnicero y demoledor.
A diferencia del protagonismo exhibido la noche del 17 de mayo, David y Charles Koch actúan desde las sombras en la política. Para ello crean y financian organizaciones supuestamente apolíticas, no partidistas y sin fines de lucro, como Americans for Prosperity Foundation, o la Charles C. Koch Charitable Foundation, la Claude R. Lambe Charitable Foundation, o la David C. Koch Charitable Foundation. Según datos del registro impositivo, en apenas diez años, entre 1998 y el 2008, estas tres fundaciones «caritativas» han gastado $196 millones de USD a través de una amplia red de organizaciones más pequeñas que les ha permitido, secretamente, financiar proyectos políticos. A esta suma astronómica habrá que añadir los $ 50 millones de USD que la Koch Industries reconocen haber gastado en hacer lobby, en este mismo período.
Desde el 2006, las empresas de los Koch también han aventajado a todas las del sector energético en el financiamiento público de la política, principalmente destinado al Partido Republicano. En el segundo trimestre del 2010, afirma la Mayer, David C. Koch fue el mayor contribuyente individual a la Republicans Governors Association, con un millón de USD. De esta manera, los Koch han comprado su derecho a figurar entre las tres familias de plutócratas norteamericanos que más aportan al sostenimiento de la causa conservadora en su país, junto a la Olin y la Mellon-Scaife.
La filosofía política de los Koch es, por supuesto, radicalmente conservadora, solo que en su país ostenta el nombre de «conservatismo libertario», que es, ni más ni menos, lo que conocemos como neoliberalismo. Son partidarios de liberar al mercado, a los negocios, y especialmente a los grandes capitalistas, de toda traba o regulación que emane de la sociedad o el estado. Sus ídolos económicos son Von Hayek, Ludwig Von Mises y Milton Friedman. En los Estados Unidos, se agrupan alrededor del Cato Institute y la revista «Reazon», el primero de los cuales fue fundado en 1977 con fondos aportados por los Koch.
A mediados de los 80, los Koch donaron varios millones de dólares a la George Mason University, ubicada en Arlington, Virginia, para crear otro tanque pensante al que se dio el nombre de Mercatus Center. Su director es el economista Richard Fink, al que Jane Mayer califica como «el sistema nervioso central del Kochtopodus», o sea, el hombre que genera buena parte de las ideas que encarnan los intereses de este depredador. Para poder entender el alcance práctico de estas tapaderas «académicas» de los grandes consorcios, baste citar a la Mayer cuando afirma que «… de 23 regulaciones puestas en vigor por la administración Bush, 14 procedían del Mercatus Center», o sea, de los Koch.
Dueños de enormes monopolios, universidades, centros académicos y tanques pensantes, inmersos desde hace mucho en el juego del lobbysmo y la política, ahora los hermanos Koch se han lanzado a construir con sus millones, claro está, la pieza que le faltaba al engranaje perfecto ideado por ellos para poner al país, definitivamente, a sus pies.
Poco les faltaba por comprar y acaban de hacerlo. Son la fuerza económica que está detrás del Tea Party Movement, otra tapadera política, esta vez bajo el disfraz de una fuerza independiente de ciudadanos preocupados por la marcha del país, y radicalmente opuestos a las políticas del presidente Barack Obama.
Tras parir este último engendro, el Kochtopodus se recicla y se da un baño de multitudes, no importa si racistas y de clase media. El Tea Party Movement aunque apoyado inicialmente, empieza a ser mirado con recelo por los jerarcas del partido Republicano. Son demasiados vocingleros y radicales para su gusto, y lo peor de todo, pretender erigirse en la fuerza política rectora de la nación, dejando fuera del juego a quienes, hasta ahora, han dominado la situación alternándose en el ejercicio del poder mediante el rejuego bipartidista.
Pero los Koch sonríen: la meta final es comprar al estado mismo, o sea, coparlo y remodelarlo para que sea tan débil y decorativo, como para no estorbar su mesiánico camino hacia la riqueza total. Porque de totalitarismo estamos hablando, del totalitarismo inherente a una casta soberbia y reaccionaria, que impulsa un cambio solapado del sistema que, de romperse, podría dar paso a la escena final de esta tragedia, aquella donde los Koch arrojan las máscaras filantrópicas y se muestran tal y como siempre han sido.
En efecto, se trata de un filme de horror. Pero horror total.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/09/29/el-kochtopodus-depredador-politico-ii/