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El lento despertar del pueblo marroquí

Fuentes: Rebelión

La ola de contestación que fustiga el mundo árabe llego tarde a Marruecos. Fue solamente el 20 de Febrero que allí ocurrieron las primeras manifestaciones de protesta contra el régimen. Anunciadas con anticipación, en ellas participaron en Casablanca y en Rabat unas 8000 personas. La policía las disolvió con brutalidad. Los organizadores, intelectuales, jóvenes y […]

La ola de contestación que fustiga el mundo árabe llego tarde a Marruecos.

Fue solamente el 20 de Febrero que allí ocurrieron las primeras manifestaciones de protesta contra el régimen. Anunciadas con anticipación, en ellas participaron en Casablanca y en Rabat unas 8000 personas. La policía las disolvió con brutalidad.

Los organizadores, intelectuales, jóvenes y sindicalistas, aclararon que la iniciativa era pacifica y no buscaba el derrocamiento del régimen. «Menos poder para la monarquía» y «el rey debe reinar y no gobernar» fueron las tímidas consignas más escuchadas.

Transcurridas dos semanas, el 9 de Marzo, el rey Mohamed VI pronuncio un discurso que fue saludado con entusiasmo por los medios de comunicación social.

Algunos periódicos calificaron la palabra del monarca de «revolucionaria», base de la «nueva monarquía».

Analistas calificados de liberales vieron en el discurso un verdadero programa que fijaba «el rumbo para la democracia».

¿Qué dijo o prometió, al final, el joven monarca para justificar tamaña euforia?

Muy poco o casi nada.

Cambio algunos ministros, creó una Comisión Consultiva para la Regionalización y la incumbió de elaborar una revisión de la Constitución. Hizo el elogio de su obra de gobierno, pero aclaró que, «atento a las aspiraciones del pueblo», se propone encaminar al régimen hacia una democracia parlamentaria, delegando oportunamente poderes en el Primer Ministro. El presidente de la Comisión, en conferencia de prensa, informo que va a proponer tres enmiendas a la Constitución: la revocación de la tutela de los gobernadores sobre los consejos regionales, la atribución de poderes legislativos a los presidentes de las Regiones y medidas en beneficio de las mujeres.

Los elogios al rey, en los periódicos, en la TV y en la Radio, prosiguieron. Pero, transcurridos unos días, los media dieron voz a la oposición legal y hubo quien definió al régimen como una dictadura anacrónica.

Una institución universitaria promovió en Casablanca una mesa redonda con el tema «La efervescencia en el Magreb: lógicas y perspectivas geopolíticas». Los participantes asumieron posiciones diferentes en lo tocante a una cuestión colocada: ¿Será Marruecos una excepción en el mundo árabe?

La mayoría de los académicos opto por la ambigüedad en las respuestas. El Houssain, profesor de Relaciones Internacionales, rechaza la tesis de la excepcionalidad, afirmando temer a los efectos de la crisis económica y un aumento del desempleo, declaró preferir el término «revolución» a «efervescencia» para caracterizar los acontecimientos.

Brahim Fihri, presidente del Instituto Amadeus, declaro con pompa que Marruecos está viviendo «la revolución del rey y del pueblo» orientada para un «nuevo contrato social» sin color ideológico. Para él el peligro viene exclusivamente del movimiento islamita Al Adl Wal Ibsade, que estaría preparando una «emboscada» al rey, porque «el nacionalismo árabe es perverso».

No hubo una intervención de carácter progresista durante esa mesa redonda.

Por el lenguaje y estilo el discurso político en Marruecos de las personalidades que ahí hablan de «revolución» recuerda al de los dirigentes del PS y del PSD cuando reflexionan sobre la crisis portuguesa. Para ellos la solución a los problemas nacionales sería una redistribución equilibrada de la riqueza nacional y la creación de «fondos contra la pobreza»…

No explican obviamente el cómo hacer para redistribuir la riqueza en una sociedad con una estructura de clases semifeudal, marcada por desigualdades que afrentan la condición humana.

El día 13 de Marzo la Policía disperso en Casablanca una manifestación de cientos de personas. Hubo numerosos heridos. El diario de lengua francesa «Les Echos» dedico al asunto 16 líneas, acompañadas de una fotografía, señalando que la mayoría de los participantes eran islamistas de Al Adl Wal Ibsade.

Comerciantes con quienes hablé desvalorizaron la protesta, Pero para el día 20 el Movimiento Cambio 20 de Febrero – así se llama- convocó a manifestaciones. Según las agencias de noticias, decenas de millares de personas salieron a las calles en 20 ciudades. La policía no intervino esta vez y el número de incidentes fue mínimo.

Las consignas eran nuevamente blandas. La mayoría pedía al rey que separe a los ministros envueltos en negociaciones. Algunos manifestantes exhibían cartones amarillos (no rojos) en una advertencia al monarca. El Movimiento 20 de Febrero se radicaliza, aunque lentamente.

LA CRITICA DEL DESPOTISMO

De las muchas críticas al régimen que leí en los periódicos durante mi presencia en Marrakech, la más dura fue la de Fouad Abdelmouni, un activista de los derechos humanos que, en los años 80, paso años en la prisión por preconizar la proclamación de la república.

Sin masticar las palabras, afirmó en una entrevista que Marruecos está sometido a una régimen de absolutismo monárquico, ejercido en la continuidad de una teocracia califal.

En una crítica frontal a los políticos que defienden una transición en la cual el rey, como príncipe de los creyentes, mantenga un control firme del Estado como árbitro, Abdelmouni, se mostro escéptico. Recordó que Mohamed VI, cuando sucedió al padre, anunció en el discurso de asunción la creación de un Estado moderno, democrático. Más no cumplió la promesa y gobernó como déspota.

Abdelmouni reivindica no la alteración de artículos de la Constitución vigente, sino la convocatoria una Constituyente.

Podría concluirse que este intelectual es un revolucionario que sugiere soluciones radicales.

Pero su proyecto es el de un reformismo inocuo. En su opinión, «la monarquía parlamentaria es el único proyecto valido hoy». Abdelmouni se identifica con la posición moderada del Movimiento 20 de Febrero y de todos aquellos que contestan el absolutismo monárquico, «de los islamistas a los comunistas».

Para entender lo que eso significa, cabe aclarar que el antiguo Partido Comunista Marroquí cambió de nombre y de programa dos veces. Legalizado, renuncio al marxismo. Es una caricatura del partido revolucionario de Ben Barka, asesinado por orden del rey Hassan II con la complicidad del gobierno francés. Encontré a sus dirigentes en Kabul, en una Conferencia Internacional. Apoyaban la anexión del Sahara Occidental y elogiaban a Mario Soares…

ABDELLATIF LAÂBI Y LA HORA DE LA VERDAD

Los intelectuales marroquíes que apoyan el Movimiento 20 de Febrero afirman desear un cambio profundo. Pero, con pocas excepciones, su discurso es engañador. En la realidad ambicionan apenas cambios que impongan una fachada democrática al régimen, manteniendo casi intactas las bases económicas de una sociedad que se ha envuelto en el cuadro de un capitalismo dependiente y anacrónico.

Tal actitud aparece con claridad en la posición asumida por Abdellatif Laâbi, uno de los más talentosos escritores del país.

Este novelista francofono, galardonado con el Premio Goncourt, saluda la aspiración del pueblo a la libertad, la dignidad y la justicia social, condena a la minoría de privilegiados que acumuló inmensas riquezas, fustiga su arrogancia y manifiesta solidaridad con los jóvenes y la masa de los excluidos y explotados que vegeta en la miseria. Laâbi rechaza la tesis de la «excepción marroquí» defendida por el rey y por sus epígonos porque -señala- la democracia exige soberanía popular.

Pero, simultáneamente, elogia la lucidez del monarca y su espíritu reformista, para concluir que «la hora de la verdad» tañe en Marruecos y que la única opción positiva será «la instalación de la democracia sobre bases irreversibles».

¿Qué bases? El explica: «la clave del cambio permanece, seamos claros, en las manos de la monarquía». Porque el rey «es el árbitro, el garante de la unidad nacional, de la seguridad del país y de los ciudadanos, de las libertades individuales y colectivas, y del pluralismo cultural y político». Solamente así, cree, decretada una amnistía general y abolida la pena de muerte, Marruecos podrá, seguir «el ejemplo de otros pueblos árabes que tomaran su destino en sus manos y entraran en la Historia por la puerta grande».

Se abstiene de formular la más leve crítica a la política de intima alianza con los EEUU que asume los contornos del vasallaje.

El concepto de democracia de Abdellatif no es, registro, muy diferente del perfilado por Mario Soares, un político profundamente conservador, disfrazado de socialista.

El respeto casi reverencial por la monarquía no es identificable solamente en los intelectuales. Es un sentimiento compartido por la mayoría de la población, sobre todo en los medios rurales.

En tanto en Jordania, en Kuwait, en Bahréin, en los Emiratos, en Arabia Saudita las manifestaciones de protesta contra los regímenes autocráticos afecta directamente a los descendientes desprestigiados de jefes tribales que Inglaterra colocó en el poder en estados artificiales, transformándolos en reyes o emires, eso no ocurre en Marruecos. La oposición, se limita a pedir a Mohamed VI que reforme un régimen tiránico, teocrático, «que reine sin gobernar», como sugieren los más audaces.

¿Tendrá el monarca revelado la envergadura de un gran estadista? No. Es un joven de inteligencia media, que asumió el poder por derecho hereditario. El padre, Hassan II, fue un déspota que gobernó como los sultanes medievales.

Los Alaouitas, a diferencia de las dinastías anteriores, bereberes, se enorgullecen de sus orígenes árabes. Mohamed VI, como el padre y el abuelo, afirma descender del Profeta Mahoma y, tal como el francés Luis XIV y el prusiano Federico II, proclama ejercer el poder por derecho divino.

La monarquía marroquí es una aberración en el siglo XXI. Solamente sobrevive por la alienación de las masas en un país donde persisten estructuras sociales semifeudales.

La tesis de la «excepción marroquí», según la cual Marruecos no fue alcanzado por la gran ola de contestación popular que barre el mundo árabe, es, además un slogan que deforma la realidad, inventado por la clase dominante.

Las manifestaciones del 20 de Febrero, repetidas en Marzo, a pesar de tímidas, señalan el inicio de un proceso de contestación al poder despótico que ciertamente va a continuar. Su rumbo y las formas que asumirá la lucha no son ahora previsibles, sobre todo por la ausencia de un partido revolucionario con implantación popular.

Más el despertar del pueblo de Marruecos es una inevitabilidad histórica.

Vila Nova de Gaia, 25 de Marzo del 2011.

Traducción: Jazmin Padilla.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.