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El libro viviente

Fuentes: Rebelión

La cúpula del intercambiador de Sol se ha convertido en un libro viviente, abierto a la vez por todas sus páginas, leído a la vez por un incesante flujo de transeúntes que lo recorren pausadamente, con los ojos y con los pies, en absorto silencio. Parce una instalación artística o una ceremonia iniciática, y es […]


La cúpula del intercambiador de Sol se ha convertido en un libro viviente, abierto a la vez por todas sus páginas, leído a la vez por un incesante flujo de transeúntes que lo recorren pausadamente, con los ojos y con los pies, en absorto silencio. Parce una instalación artística o una ceremonia iniciática, y es ambas cosas. Entre los innumerables textos pegados a los cristales de la cúpula geodésica, uno que dice «Lee más».

Normalmente, la historia la hacen los pueblos y la escriben sus opresores. En la Plaza de la Solución, la historia la hacen, la dicen y la escriben sus protagonistas. Y son conscientes de la importancia fundamental de esa escritura que es reflejo de -y reflexión sobre- su vida individual y colectiva, es decir, cultura. Son conscientes de que, como decía Martí, solo la cultura nos hace libres.

Una de las mayores catástrofes morales de nuestro tiempo, sobre todo a partir de mediados del siglo pasado, cuando Hollywood tomó el relevo del Pentágono en la campaña imperial de colonización del mundo, ha sido la sustitución de la cultura popular por una cultura de masas generada y gestionada por el poder. En la Puerta del Sol, sobre el árido cemento y el frío cristal, está renaciendo la cultura del pueblo, como si los árboles sepultados bajo el asfalto brotaran de nuevo y se llenaran de pájaros. Asambleas, debates, talleres, grupos de trabajo…

La izquierda institucional, oficial, tradicional… La izquierda que nunca debió dejarse uncir a tales adjetivos, tendrá que pedirles disculpas, entre otros, al movimiento okupa y a los foros sociales, a los que siempre contempló con desconfianza o paternalismo. Sin la larga práctica asamblearia y organizativa de los okupas, sin sus depuradas técnicas de supervivencia en la jungla de asfalto, sin su heroica capacidad de resistencia frente a las agresiones del poder y de sus perros guardianes, la Puerta del Sol no se habría convertido en un libro vivo de inexcusable lectura, en una Plaza de la Solución.

«Creo que nuestra militancia comunista exige de nosotros y a título personal, enrolarnos, comprometernos y engrosar sus filas sin más soldada que la gratificante sensación de que volvemos de nuevo a galopar hacia Utopía; o lo que es lo mismo hacia la honestidad, la justicia, la igualdad y el lenguaje limpio y veraz al servicio de la comunicación de ideas», ha dicho Julio Anguita, uno de los pocos sabios que nos ha legado la izquierda parlamentaria. Y no se ha limitado a hablar: se le ha visto por las calles de Córdoba caminando junto a esos jóvenes a los que reconoce como «los nuestros»; nuestros porque les pertenecemos, porque pertenecemos al pueblo que se levanta y camina o no somos nada.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.