Túnez experimenta, desde el 17 de diciembre, una agitación social sin precedentes particularmente en la zona del centro-oeste del país, que ha provocado ya la muerte de cuatro personas, dos por disparos policiales durante las movilizaciones y otros dos suicidados. La protestas se han extendido los últimos días a ciudades de Argelia, donde los jóvenes […]
Túnez experimenta, desde el 17 de diciembre, una agitación social sin precedentes particularmente en la zona del centro-oeste del país, que ha provocado ya la muerte de cuatro personas, dos por disparos policiales durante las movilizaciones y otros dos suicidados. La protestas se han extendido los últimos días a ciudades de Argelia, donde los jóvenes han tomado las calles para expresar su malestar por el desempleo y el costo de la vida y donde en la madrugada de ayer se produjeron violentos incidentes a raíz de la intervención de las fuerzas de seguridad.
Algunos analistas señalan que hay elementos comunes en el origen de las protestas en ambos países -así como en el vecino Marruecos-, que en ambos casos han sido espontáneas y protagonizadas por jóvenes,
Túnez experimenta, desde el 17 de diciembre, una agitación social sin precedentes particularmente en la zona del centro-oeste del país, que ha provocado ya ma muerte de cuatro personas, dos por disparos policiales durante las movilizaciones y otros dos suicidados. La protestas se han extendido los últimos días a ciudades de Argelia, donde los jóvenes han tomado las calles para expresar su malestar por el desempleo y el costo de la vida y donde en la madrugada de ayer se produjeron violentos incidentes a raíz de la intervención de las fuerzas de seguridad.
Algunos analistas señalan que hay elementos comunes en el origen de las protestas en ambos países -así como en el vecino Marruecos-, que en ambos casos han sido espontáneas y protagonizadas por jóvenes, y citan sus economías incapaces de proporcionar oportunidades laborales a los jóvenes, a menudo diplomados, a pesar de los esfuerzos realizados por sus autoridades en el ámbito de la educación.
El martes murió el joven tunecino de 26 años Mohamed Bouazizi, licenciado en informática y en paro que hace tres semanas se quemó a lo bonzo después de que la Policía le requisara el carro con frutas y verduras alegando que no tenía licencia para venderlas. Su gesto desencadenó el 17 de diciembre una ola de protestas en Túnez, durante cuya represión murieron dos personas, y su fallecimiento, que se conoció el miércoles, desencadenó nuevas movilizaciones.
Ese mismo día, Túnez, que vive la mayor crisis social de los últimos 23 años, se convirtió en el primer país del mundo cuyas páginas web oficiales quedaron inoperativas después de un ataque masivo de los hackers de Anonymous.
El 95% de los 8.000 abogados del país, según la Asociación de la Abogacía, se declaró en huelga para protestar contra la represión sobre los jóvenes parados. Ayer se concentraron en el Palacio de Justicia de la capital bajo la atenta mirada de los antidisturbios, que no intervinieron.
La muerte de Bouazizi incendió de nuevo el país supuestamente más estable de la región, en el que su presidente, Zine el-Abidine Ben Ali, ha eliminado toda disidencia y al que un cable del gobierno estadounidense publicado por WikiLeaks describe como un «Estado policial», pese al apoyo de Washington.
Túnez, el país del norte de África más mimado por la Unión Europea después de Marruecos, es oficialmente una democracia multipartidista, pero Ben Ali, que lo gobierna con mano de hierro, gana sistemáticamente por mayorías abrumadoras (89,62%, en 2009.
Aunque con un régimen distinto, las protestas han cruzado las fronteras y se han extendido por territorio argelino, donde cientos de jóvenes se enfrentaron a la Policía.
El aumento de los precios de alimentos básicos como el aceite, la harina y el azúcar -que el Gobierno argelino se ha apresurado a decir que seguirá subvencionando-, provocado por la crisis económica, y el desempleo crónico han hecho estallar esta ola de violencia en dos países con sistemas políticos en crisis en los que sus mandatarios, Ben Ali y el argelino Abdelaziz Bouteflika se acercan al final de sus carreras y la ausencia de relevo crea una situación política de incertidumbre.
y citan sus economías incapaces de proporcionar oportunidades laborales a los jóvenes, a menudo diplomados, a pesar de los esfuerzos realizados por sus autoridades en el ámbito de la educación.
El martes murió el joven tunecino de 26 años Mohamed Bouazizi, licenciado en informática y en paro que hace tres semanas se quemó a lo bonzo después de que la Policía le requisara el carro con frutas y verduras alegando que no tenía licencia para venderlas. Su gesto desencadenó el 17 de diciembre una ola de protestas en Túnez, durante cuya represión murieron dos personas, y su fallecimiento, que se conoció el miércoles, desencadenó nuevas movilizaciones.
Ese mismo día, Túnez, que vive la mayor crisis social de los últimos 23 años, se convirtió en el primer país del mundo cuyas páginas web oficiales quedaron inoperativas después de un ataque masivo de los hackers de Anonymous.
El 95% de los 8.000 abogados del país, según la Asociación de la Abogacía, se declaró en huelga para protestar contra la represión sobre los jóvenes parados. Ayer se concentraron en el Palacio de Justicia de la capital bajo la atenta mirada de los antidisturbios, que no intervinieron.
La muerte de Bouazizi incendió de nuevo el país supuestamente más estable de la región, en el que su presidente, Zine el-Abidine Ben Ali, ha eliminado toda disidencia y al que un cable del gobierno estadounidense publicado por WikiLeaks describe como un «Estado policial», pese al apoyo de Washington.
Túnez, el país del norte de África más mimado por la Unión Europea después de Marruecos, es oficialmente una democracia multipartidista, pero Ben Ali, que lo gobierna con mano de hierro, gana sistemáticamente por mayorías abrumadoras (89,62%, en 2009.
Aunque con un régimen distinto, las protestas han cruzado las fronteras y se han extendido por territorio argelino, donde cientos de jóvenes se enfrentaron a la Policía.
El aumento de los precios de alimentos básicos como el aceite, la harina y el azúcar -que el Gobierno argelino se ha apresurado a decir que seguirá subvencionando-, provocado por la crisis económica, y el desempleo crónico han hecho estallar esta ola de violencia en dos países con sistemas políticos en crisis en los que sus mandatarios, Ben Ali y el argelino Abdelaziz Bouteflika se acercan al final de sus carreras y la ausencia de relevo crea una situación política de incertidumbre.