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Ante la muerte de Ronald Reagan

El mayor mito de la «democracia»

Fuentes: Rebelión

El fallecimiento de Ronald Reagan ha servido a los asesores de imagen de Bush para intentar una nivelación entre ambos Presidentes. Los funerales del ex Presidente, que serán celebrados en esta semana, están siendo preparados como el más importante acto de la campaña reeleccionista de Bush. Reagan ha sido exaltado por la prensa como el […]

El fallecimiento de Ronald Reagan ha servido a los asesores de imagen de Bush para intentar una nivelación entre ambos Presidentes. Los funerales del ex Presidente, que serán celebrados en esta semana, están siendo preparados como el más importante acto de la campaña reeleccionista de Bush.

Reagan ha sido exaltado por la prensa como el campeón de la democracia que logró derrotar a la Unión Soviética y desaparecer el campo socialista, el gran triunfador en la Guerra Fría. En realidad el modelo soviético de socialismo fracasó por la ineficiencia económica, la innecesaria centralización, la falta de flexibilidad para adaptarse a nuevas situaciones, su retraso en la revolución informática, la pérdida de autoridad de su gobierno ante el pueblo, por enumerar solo algunas causas de un complejo fenómeno multifactorial. Fue un colapso endógeno, no una victoria ajena.

Cuando Reagan asumió la Presidencia, los Estados Unidos se hallaban en un período de repliegue y pesimismo por la desmoralización del affaire Watergate y el descalabro militar en Vietnam. Reagan estaba dotado de una especial facultad persuasoria, poseía dotes para la argumentación convincente y sabía comunicarse bien con las grandes mayorías. Sus años de actor en filmes de clase B, en Hollywood, le habían enseñado técnicas elementales de oratoria y acoplamiento con sus auditorios. Era un relacionador público de fuerte carisma. Como vocero del poderoso consorcio General Electric fue un hábil propagandista del sistema, usado en actos públicos y actividades sindicales para irradiar las políticas de la empresa que le contrató.

En California había sido dirigente del Sindicato de Actores y en su calidad de tal fue muy activo en las persecuciones macartistas y un importante colaborador del FBI en la delación de sus compañeros. Había logrado evadir el servicio militar (igual que Bush) y pasó la Segunda Guerra Mundial como miembro del departamento fílmico del ejército, haciendo documentales en la retaguardia, lo cual no le impidió que a lo largo de sus campañas electorales contara en sus discursos numerosas anécdotas ficticias de la guerra.

En 1962 ingresó en el Partido Republicano y se adhirió a la corriente de Goldwater, el sector más reaccionario de esa organización. Sus discursos efectivos indujeron a un grupo de millonarios del oeste (Tuttle, Rabel y Salvatori) a crear un fondo para lanzarlo como candidato a la gobernatura de California. Cuando fue electo, a Nancy, la esposa, no le agradó la casa destinada al gobernador, en Sacramento, y ese grupo capitalista recaudó el dinero necesario para regalarle otra residencia. Fueron ellos quienes costearon el costoso vestuario de Nancy en los años de la Casa Blanca y quienes le obsequiaron una mansión en Bel Air a los Reagan cuando terminó el período presidencial.

Reagan cumplió dos períodos en California y al concluir, a los 64 años, se dedicó a escribir en periódicos y hablar en televisión. Fue entonces que sus poderosos amigos oligarcas le escogieron para elevarlo a la Primera Magistratura de Estados Unidos. Pese a todo lo que ha sido dicho por hábiles propagandistas los dos períodos de Reagan fueron nefastos para el pueblo estadounidense.

Durante su mandato suprimió o redujo los programas de beneficio social para desempleados y familias numerosas. La asistencia médica fue trasladada, en gran medida, de la prestación estatal al sector privado. Suprimió la ayuda económica a medio millón de incapacitados, lo cual generó un gran escándalo público. Contribuyó a intensificar las prácticas religiosas e instituyó la oración obligatoria en las escuelas. En su período triplicó el déficit del presupuesto nacional y decretó grandes reducciones fiscales para las grandes corporaciones. La Bolsa de Valores alcanzó altísimas cifras en el volumen de sus transacciones pero se incrementó el número de quienes vivían por debajo de la línea de la pobreza. La alta burguesía se enriqueció como nunca antes mientras las grandes masas se veían cada vez menos asistidas en sus necesidades.

No fue un Presidente especialmente trabajador. Solía tomar largas vacaciones en su rancho de Santa Bárbara o en el retiro presidencial de Camp David. Insistía en tomar siestas diarias y en dormir ocho horas, no permitiendo que se le interrumpiera su descanso por ninguna causa. Delegaba muchas funciones en sus asistentes y fue criticado por ejercer una presidencia ausentista. No era un hombre culto, ni un buen lector. Para predicar su filosofía pro capitalista se valía de tarjetas donde sus colaboradores le preparaban resúmenes de la temática que debía abordar.

En política exterior intentó el asesinato de Muammar El Qadafi con un bombardeo a su residencia en Trípoli. Ordenó el envio de marines a Beirut y 241 de ellos fallecieron en un atentado de la resistencia patriótica, lo cual provocó el retiro inmediato de la expedición injerencista. Invadió la mínima e indefensa Granada para dar una demostración de poderío del fuerte contra el débil. Sus auxiliares (John Oliver North y Otto Reich, entre ellos) vendieron armas a Irán para dedicar los fondos recaudados a la lucha contra los sandinistas en Nicaragua. Ello le provocó uno de los grandes escándalos de su gobierno por su irrespetuosidad al Congreso y las infracciones constitucionales que emprendió con gran desdén de la separación de poderes. En Afganistán, Angola y El Salvador fue un activo promotor de las fuerzas contrarrevolucionarias. En el cementerio de Bitburg, en 1985, rindió homenaje a los soldados SS nazis que estaban sepultados allí, revelando sus ocultas simpatías fascistas. Esa fue otra de las impudicias de su período. Fue Reagan quien acuñó el slogan del Imperio del Mal para denominar todas las causas progresistas, genuinamente democráticas y de avance social.

Sus propagandistas lograron vender una mercancía podrida como un producto de lujo. La historia situará debidamente ese nocivo período en la historia mundial, adulterado por los escamoteos electorales de Bush y la adulación reverente de las grandes corporaciones.

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