Traducido del inglés para Rebelión por J. M.
Foto de manhhai CC BY 2.0
El presidente Trump se ha convertido en un comerciante de armas que persuade a las naciones para que compren armas y sistemas de guerra estadounidenses. Inevitablemente los presidentes modernos de EE UU. están obligados a apoyar a los empresarios fabricantes de guerra. Los presidentes republicanos lo hacen abiertamente mientras que los demócratas lo hacen con una actitud engañosa. Trump ha sido muy asertivo en sus enérgicos modos de impulsar la venta de armas letales. (Recordemos que Trump, el agente de bienes raíces, se jactaba de engañar a Gadafi de Libia cobrando de más por haber montado una tienda de campaña en su propiedad en la ciudad de Nueva York). El oficialismo bélico estadounidense ve la guerra como un mal necesario que siempre debe seguir siendo el factor principal de la política exterior.
Oficialismo bélico
El complejo bélico de los Estados Unidos compuesto por el Pentágono, la CIA, la Casa Blanca, la industria bélica y sus grupos de presión, los grupos de pensamiento imperiales (Heritage Foundation), teóricos belicistas y congresistas «halcones» en la Cámara y el Senado, estimulan una cultura doméstica y de miedo global para promover la fabricación y venta de armas letales. Desde hace años se utiliza la guerra contra el terrorismo como una gran estratagema para luchar contra los militantes musulmanes mal armados y para exagerar la necesidad de la «autodefensa» de las naciones, que se traduce en la compra de aviones militares, misiles y bombas, tanques y equipos de guerra cibernética.
La industria de «defensa» de EE.UU. es una congregación de cientos de grandes y pequeñas empresas, un monstruo formidable que forma parte del oficialismo de guerra. Se beneficia cuando el establishment germina, exacerba y mantiene guerras potenciales y reales en todo el mundo.
Las primeras víctimas del oficialismo bélico son los contribuyentes estadounidenses, obligados a desembolsar su dinero duramente ganado al Pentágono, un complejo militar hegemónico que se lleva más de 600.000 millones de dólares cada año. Estados Unidos gasta al menos el 20 % de los ingresos federales en el ejército (mientras en el presupuesto educativo gasta menos del 2 %). Con grandes ganancias y acciones en alza, las cinco principales compañías en la industria bélica han multiplicado su capitalización bursátil en más del 200 %.
El oficialismo bélico de Estados Unidos adora a Trump como a un abuelo que vende armas a una legión de países, incluyendo Arabia Saudita, Irak, Japón, Corea del Sur e India. En su primera visita al extranjero, el presidente Trump sacó de Arabia Saudita contratos para equipo militar por valor de 100.000 millones de dólares. En su reciente viaje por Asia a Japón y Corea del Sur, Trump ofreció «equipamiento militar sofisticado» para que estas naciones puedan defenderse de Corea del Norte, un país que ha sido cuidadosamente cultivado como una amenaza en la región. En consecuencia, lanzamisiles de defensa Thaad, misiles con cargas de hasta 2.200 pounds, bombas antiaéreas, JAASM (misiles de largo alcance), sistemas de radar Spy-6 y mucho más están a la venta por valor de miles de millones de dólares.
El Congreso primero critica los tratos de armas que hace el presidente y luego, después de mucho ruido y furia que no significan nada, los aprueba, dejando la impresión entre el público simplista y global de que la venta de equipos militares es un favor que EE.UU. hace sus aliados. Nada más lejos de la verdad.
El oficialismo bélico está desesperado por vender armas y, lo que es peor, no tiene escrúpulos morales para fomentar guerras internacionales e insurrecciones civiles en muchas partes del planeta. Las guerras venden armas al igual que las adicciones venden drogas. Una industria de guerra en auge crea empleos, riqueza para los accionistas y respalda las políticas hegemónicas de EE.UU. También demuestra cómo la maquinaria de la guerra engaña a las naciones del mundo.
El gran plan global
El gran plan para vender abiertamente sistemas de guerra a los aliados y en secreto a los adversarios consiste en una estrategia astuta. Durante años el oficialismo bélico estudia posibles conflictos que involucran a naciones que pueden permitirse comprar armas. Por ejemplo Arabia Saudita ha sido identificada como un candidato perfecto para participar en la guerra con sus vecinos. Arabia Saudita tiene una monarquía vulnerable. Es rico. Además de las vulnerabilidades domésticas, la guerra en Yemen, la discordia chií-sunita, los desacuerdos con Catar y el Líbano y muchos otros puntos desencadenantes obligan a Arabia Saudita a comprar armas caras.
Crear el temor a Irán como la nación más peligrosa y patrocinadora del terrorismo en el mundo encaja en la narrativa del oficialismo de que Arabia Saudita y otros Estados del Golfo necesitan armarse contra las revoluciones domésticas y la agresión externa, todo ello supuestamente patrocinado por Irán. Irónicamente el temor a Irán también obliga a Israel a comprar los sistemas de guerra de los EE.UU. El temor a Irán también es beneficioso para los estados europeos, dispuestos a vender armas a Irán después de un supuesto «guiño» opositor de la máquina de guerra estadounidense. Si Irán es militarmente fuerte, Estados Unidos puede vender más armas a sus aliados. Esta lógica es tan simple que a los ingenuos les resulta increíble.
Del mismo modo Corea del Norte como un Estado amenazante en la región es propicio para la venta de armas a Japón y Corea del Sur. El oficialismo bélico tiene todas las razones para mostrar a Corea del Norte como un país loco que puede atacar a los estados vecinos sin razón o advertencia. Una Corea del Norte arrinconada y satanizada exhibe la locura de su propia creación (qué país no sufriría presiones ante la inanición) pero el oficialismo bélico lo sobredimensiona porque cuanto mayor es el temor mayor es la necesidad de armas de «defensa» que la industria de la guerra de Estados Unidos puede vender por miles de millones de dólares. Para reforzar el temor a Corea del Norte se exagera el falso conflicto sobre el Mar Meridional de China para vender armas a estados vulnerables, incluido Taiwán.
A medida que la India sale de la pobreza impuesta por los colonos británicos y se une a las principales economías, el oficialismo bélico de los Estados Unidos atrae a la India a costosos conflictos con China y Pakistán. Las disputas territoriales latentes con los vecinos se han empleado para persuadir a la India para que se enfrente a China y libre una guerra fría con Pakistán por Cachemira y Afganistán. India se ha convertido en el segundo comprador de armas estadounidenses.
Conclusión
El presidente Trump, un tipo avezado en travesuras, es un comerciante astuto que representa al oficialismo bélico para vender armas a las naciones del mundo. El propio Trump no tiene interés en minimizar los conflictos internacionales. Y además el mismo organismo gubernamental bélico no le permitirá siquiera pensar en un mundo pacífico en el que compañías como Lockheed Martin, Northrop Grumman, Raytheon, General Dynamics y L3 Technologies se queden sin compradores.
Un imperativo categórico e impío de perro que come perro construye un mundo idílico para que el oficialismo bélico de los Estados Unidos persiga la hegemonía, las conciliaciones falsas y las duplicidades de las superpotencias. Algunos funcionarios de los Estados Unidos desempeñarán el papel de constructores de paz citando la Biblia del amor mientras el poder bélico cocina e inflama los conflictos mortales. «Si nos pinchas, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenas, ¿no morimos? «, se queja Shylock en El Mercader de Venecia.
L. Ali Khan es el fundador de Legal Scholar Academy y profesor de derecho en la Universidad de Washburn, Kansas.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2017/11/21/the-merchant-of-weapons/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.