Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Las constantes interferencias externas y la desestabilización del continente obstaculizan los intentos de lograr la unidad e integración regional de África
A lo largo de 2018 han aumentado los bombardeos del ejército estadounidense en Somalia, un Estado del Cuerno de África.
Una vez que entró en funciones el gobierno del presidente Donald Trump hace casi dos años se levantaron las supuestas «restricciones» impuestas a las operaciones del Pentágono por medio del Mando de África de Estados Unidos (AFRICOM).
No obstante, no se debe malinterpretar en el continente o en la comunidad internacional esta noción de levantar las restricciones a los ataques aéreos contra los llamados «terroristas» que operan en el país. La guerra contra Somalia es otro de los muchos intentos de instalar regímenes vicarios al gusto de Washington, intentos que se constatan desde hace décadas.
También se han mejorado las unidades de comandos especiales que aunque afirman que su principal objetivo es adiestrar a las Fuerzas Armadas Somalíes, se dedican fundamentalmente a atacar a «enemigos» identificados, entre los que se incluyen la dos facciones principales de [el grupo yihadista fundamentalista] Al-Shabaab. A consecuencia de la implicación cada vez mayor de AFRICOM decenas de personas han perdido la vida en los últimos meses.
Una fuerza militar regional de mantenimiento de la paz conocida como Misión de la Unión Africana en Somalia (AMISOM, por sus siglas en inglés) opera en el país desde más de hace once años. Los más de 20.000 soldados de AMISOM se han cansado de la guerra ya que no se prevé el final de esta guerra de Somalia.
Al mismo tiempo en 2018 Washington ha restablecido una misión diplomática en Mogadishu después de 28 años. En 1991 cayó el gobierno de Mohamed Siad Barre, respaldado por Estados Unidos, y desde entonces ha habido invasiones directas periódicas (1992-1994), se han utilizado ejércitos regionales vicarios (2006-2009) y se están llevando a cabo maniobras diplomáticas para buscar beneficios potenciales de la exploración de recursos petrolíferos en el norte del país.
En las vecinas Etiopía y Eritrea, dos naciones que han estado en guerra desde 1998, se llegó a un acuerdo de paz en julio de 2018. Los jefes de Estado de ambos gobiernos, el primer ministro Abiy Ahmed de Etiopía e Isaias Afwerki de Eritrea, se han visitado mutuamente en las respectivas capitales de Addis Abeba y Asmara. Reina el optimismo ya que estos acontecimientos prometen el inicio de proyectos comerciales y económicos conjuntos en el Cuerno de África. Ante los acuerdos de paz en la zona el Consejo de Seguridad de la ONU han levantado las sanciones que había impuesto a Eritrea.
No obstante, tanto dentro de África como fuera da que pensar el hecho de que la firma de al menos uno de los acuerdos entre Addis Abeba y Asmara el pasado mes de septiembre tuviera lugar en Arabia Saudí mientras que los Emiratos Árabes Unidos (EAU) desempeñaban un papel fundamental para facilitar las negociaciones. Arabia Saudí y los EAU siguen con su guerra genocida en nombre del imperialismo en Yemen. Estas monarquías son tristemente célebres por violar los derechos humanos y políticos tanto de sus propios ciudadanos y ciudadanas, como de las personas residentes en ellas.
Entre las motivaciones para este acercamiento en el Cuerno de África está la posibilidad enormes beneficios financieros para Abu Dhabi y Riyadh debido a la construcción de un oleoducto en la zona. Tanto las consideraciones militares como los intentos de evitar que la República Islámica de Irán cultive relaciones diplomáticas con Sudán, Eritrea, Etiopía y Yibuti sólo pueden servir a los intereses de Washington y sus aliados entre las monarquías del Golfo.
Un informe publicado en noviembre por el International Crisis Group cuya sede está en Bélgica insistía: «En su campaña contra Irán Riad solicitó la asistencia de sus antiguos aliados Sudán y Eritrea, que habían estrechado sus relaciones con Teherán mientras los tres países eran objeto de sanciones internacionales. Desde la década de 1990 Sudán había creado su industria de defensa con la asistencia y conocimientos técnicos iraníes; Eritrea había ofrecido a la armada iraní utilizar su puerto, Assab. Sin embargo, en 2014 ambos países expulsaron a los diplomáticos iraníes. Un año después ambos países accedieron a aportar soldados y recursos para la guerra de Yemen» (The United Arab Emirates in the Horn of Africa , 6 de noviembre de 2018).
El mismo artículo continúa ilustrando cómo «[…] los EAU asumieron de facto la responsabilidad de las operaciones en el sur de Yemen y rápidamente se encontraron con la necesidad de una base naval y aérea en el Mar Rojo. El candidato natural era Yibuti, cuyo puerto había sido construido por DP World. Sin embargo, para entonces las relaciones de Abu Dhabi con Yibuyi se estaban agriando debido a las acusaciones de corrupción relacionadas con el contrato de DP World (DP World cuestiona las acusaciones). Altos cargos de ambos dos países tuvieron una pelea en abril de 2015, cuando los EAU, con la infraestructura de DP World, trataron de utilizar Yibuti como plataforma de lanzamiento militar a Yemen. La coalición encabezada por Arabia Saudí se dirigió a otro puerto, el puerto Assab de Eritrea. También en abril Riad firmó un acuerdo de seguridad para utilizar Assab y dejó que Abu Dhabi llevara a cabo los términos del acuerdo. En septiembre el ejército de los EAU volaba con cazas bombarderos desde la costa de Eritrea».
El encuentro entre los líderes de Somalia, Etiopía y Eritrea en Mogadishu también fue histórico porque se acusa a Asmara de apoyar a Al-Shabaab, una acusación que ha negado rotundamente a lo largo de los años. Otras complicaciones en las relaciones entre Estados provienen de la larga disputa territorial entre Yibuti y Eritrea.
El Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, se ha referido al desacuerdo al tiempo que expresaba su optimismo acerca de la reunión celebrada también en Arabia Saudí, en la que se reunieron el Presidente de Eritrea Afwerki y su homólogo de Yibuti Ismail Omar Gullen. Un informe de la reunión afirmaba que este desacuerdo «empezó hace unos diez años y proviene de una disputa fronteriza acerca del estatus de la montaña Dumeira y la isla Dumeira Island, frente a las costas de Yibuti y Eritrea, que han sido reclamadas por ambas naciones. El encuentro de Jeddah se produce tras una petición hecha en julio por el embajador de Yibuti ante la ONU, Mohamed Siad Doualeh, solicitando ayuda para resolver la disputa con Eritrea. El domingo (16 de septiembre de 2018) el jefe de la ONU aplaudió otro paso importante para la paz en la región con la firma del acuerdo de paz entre Etiopía y Eritrea que puso fin a décadas de hostilidades en una zona fronteriza en disputa» (UN News Centre, 18 de septiembre de 2018).
Yibuti es el principal puesto de avanzada de AFRICOM en el continente. Miles de soldados estadounidenses están estacionados en Camp Lemonnier, que también utilizan Francia, Italia, España y Japón. La república Popular China tiene una pequeña presencia en Yibuti con el único fin de reabastecer a sus tropas que participan en operaciones de mantenimiento de la paz en la zona.
No se pueden considerar estos intentos de unidad entre Estados del Cuerno de África sin tener en cuenta el papel de las fuerzas militares aliadas del imperialismo. Todos estos gobiernos capitalistas occidentales están allí para promover sus propias estrategias de explotación y contención, que son divergentes de los intereses de las masas populares del continente y de la Península arábiga.
El Sur de África en transición: la cuestión de la tierra y la búsqueda de una soberanía duradera en Sudáfrica y Zimbabue
El presidente Cyril Ramaphosa heredó una economía sudafricana que se enfrenta a la recesión debido a la alta tasa de paro, la disminución de los ingresos de las exportaciones y la incertidumbre entre las corporaciones multinacionales debido al fuerte debate en torno a las propuestas de un programa radical de redistribución de la tierra. En los próximos meses podría haber elecciones en Sudáfrica, el país más industrializado del continente, en las que el partido en el poder, el Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés), tratará una vez más de seguir siendo el partido mayoritario.
El ANC ha sido el partido dominante en todos los gobiernos desde que fuera derrocado el apartheid en 1994 cuando el líder del movimiento de liberación, el presidente Nelson Mandela, pasó de ser el principal preso político de la década de 1980 a ocupar las estancias del gobierno en Pretoria y Ciudad del Cabo. Ramaphosa debe hacer delicados equilibrios entre tratar de mantener alguna apariencia de estabilidad económica al tiempo que aborda seriamente las aspiraciones y necesidades concretas de las personas trabajadoras, agricultoras y jóvenes de Sudáfrica.
Se puede aprender mucho de la vecina Zimbabue donde tras más de un año de presidencia de Emmerson Mnangagwa, [su capital] Harare continúa bajo un régimen de sanciones económicas impuesto por Londres y Washington, un bloqueo que dura dos décadas. El partido gobernante, la Unión Nacional Africana de Zimbabue – Frente Patriótico (ZANU-PF, por sus siglas en inglés), se mantiene en el poder desde la liberación nacional en 1980.
Las elecciones celebradas bajo supervisión internacional el 30 de julio de 2018 volvieron a situar al ZANU-PF en el gobierno de Harare. Con todo, se mantienen las sanciones occidentales porque el verdadero objetivo de los Estados capitalistas no es una democracia burguesa en Zimbabue, sino que lo que busca el imperialismo es revertir la trayectoria revolucionaria derrocando al ZANU-PF, un partido nacido en la lucha contra el colonialismo de asentamiento.
Sudáfrica podría verse sometida a sanciones similares si el gobierno del ANC da pasos para expropiar la tierra y los intereses mineros a las empresas multinacionales, que son apéndices del capital financiero internacional. El presidente estadounidense Trump ya ha advertido de graves consecuencias si se obliga a abandonar sus granjas e industrias extractivas a los agricultores colonos europeos que robaron la tierra al pueblo africano.
La República de Namibia, que estuvo bajo el régimen racista de apartheid hasta 1990, discute también una reforma agraria. Las comunidades herero y nama han entablado acciones legales para exigir indemnizaciones por el genocidio al que le sometieron los alemanes a principios del siglo XX.
Estos Estados, Sudáfrica, Zimbabue y Namibia, obtuvieron la independencia gracias a la combinación de las luchas de masas, sindical y armada. Aunque no han podido avanzar hacia un sistema económico no capitalista, el carácter de sus respectivos movimientos los hizo beneficiarios de la solidaridad internacional de los Estados socialistas de la antigua Unión Soviética, y las todavía existentes República Popular China y la República de Cuba. En su condición de bases de retaguardia de movimientos de liberación nacional desde mediados de la década de 1970 a principios de la de 1990, Angola y Mozambique tuvieron sus propios experimentos de orientación socialista en los primeros años de independencia.
La Comunidad de Desarrollo de África Austral (SADC, por sus siglas en inglés) sigue siendo el grupo regional más estable y unificado del continente. La SADC está implicada en la resolución de los conflictos internos desde su afiliada más lejana en el norte, la República Democrática del Congo, pasando por Mozambique, Malawi, Botswana, Eswatini, Lesotho, Zambia y otros Estados hasta los Estados miembros del Océano Índico de la Unión de las Comoras, Seychelles y Madagascar. Para llevar a buen término este proceso el subcontinente debe acabar uniéndose a otras organizaciones regionales para implementar una zona de libre comercio factible de todos los países africanos, reforzada por unas estructuras legislativas viables que estén respaldadas por un alto mando militar integrado que opere independientemente del Pentágono, de la Organización del Tratado del Atlántico Norte y de sus aliados.
Reconstruir África: los imperativos de una soberanía duradera
Estos acontecimientos sucedidos a lo largo de 2018 en diferentes zonas de África no hacen sino confirmar nuestra tesis de que para logar un verdadero desarrollo los Estados miembros de la Unión Africana deben emprender una campaña coordinada de unificación que incluya a todos los elementos fundamentales de la sociedad contemporánea. Literalmente existe todo lo necesario para llevar a cabo dicho programa internamente: abundancia de recursos naturales, potencial agrícola, una pujante mano de obra y unas vías fluviales esenciales y estratégicas junto con un patrimonio ideológico que apela directamente a la necesidad de unificación en un camino antiimperialista y anticapitalista.
Los principales centros imperialistas ubicados en Europa Occidental y Norteamérica se oponen y seguirán oponiéndose a este revolucionario programa de desarrollo panafricano. El empoderamiento de Europa y posteriormente de Estados Unidos proviene de la esclavitud, colonización y neocolonización de África y otras zonas del planeta.
Por consiguiente, no cabe sino considerar que las personas trabajadoras, agricultoras o otros estratos de populares de África solo superarán su difícil condición de empobrecimiento e inestabilidad social por medio de un movimiento coordinado para erradicar los últimos vestigios de la dominación occidental, para lo que se requerirá valor, convicción programática y disciplina política con el fin de lograr una existencia segura independiente de las instituciones de opresión nacional y de explotación económica.
Abayomi Azikiwe es director de Pan-African News Wire
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.