Lejos queda la arenga contra «el eje del mal» lanzada por Bush en 2002. En sus últimos tiempos como presidente, se ha tenido que tragar el sapo y negociar, o por lo menos tantear, con el diablo. Y, gane Obama o McCain, su sucesor lo hará, con mayor o menor entusiasmo.
Gane quien gane en las presidenciales de hoy, Washington deberá seguir negociando con el «eje del mal» -bajo el que el presidente saliente, George W. Bush, englobó a Irán, Corea del Norte y otros países contrarios a la hegemonía estadounidense-, aunque sea a regañadientes, como hasta ahora.
Más aún, todo apunta a que tratará incluso de salir del cenegal afgano implicando a los talibán -sus antiguos aliados- en algún tipo de negociación.
El propio Bush, debilitado por el desastre en Irak, ha tenido que romper el tabú en la recta final de su segunda legislatura negociando con los mismos gobiernos que criminalizó allá por 2002 presentándolos como «patrocinadores del terrorismo».
«La verdad es que la negativa de la Administración Bush de negociar con esos regímenes hostiles es ya cosa del pasado», señala Peter Beinart, experto del Council on Foreign Relations.
«Está negociando ahora. Y McCain negociará. Y Obama negociará», augura el analista.
La única diferencia entre ambos candidatos reside en el nivel hasta el que están dispuestos a negociar. El demócrata defiende instintivamente dialogar con los dirigentes de países como Irán, Corea del Norte, Siria, Cuba o Venezuela, propuesta que el republicano tilda de ingenua.
Obama ha reiterado su intención de liberarse de la «losa» que a sus ojos representa el rechazo de Bush de hablar «con aquellos dirigentes que no nos quieren».
McCain ha aprovechado para acusar a su rival de «proponer cumbres presidenciales con los peores dictadores del mundo». No obstante, el republicano se ha guardado muy mucho de rechazar todo contacto con los enemigos de EEUU. Su web de campaña asegura que «siendo favorable a una diplomacia sólida con nuestros aliados y adversarios, nunca se precipitaría a ofrecer el prestigio de una cumbre sin condiciones a los peores dictadores del mundo».
Thomas Carothers, analista del Carnegie Endowment for International Peace, presenta a McCain como un «negociador «indeciso, un pragmático que tiene sin embargo una propensión a hacer suyas ideas propias de los neoconservadores».
«Ciertamente no es un realista tradicional, pero tampoco es un extremista desenfrenado».
Peter Beinart augura divisiones en el seno de una eventual Administración McCain, como las ha habido en el final del segundo mandato de la Administración Bush sobre la utilidad de negociar con Irán, Siria o Corea del Norte.
Por contra, con Obama «habría un consenso más importante en el seno de su Administración», señala el experto.
Por lo que toca a Cuba y Venezuela, Obama se ha mostrado más abierto al diálogo que McCain. Si este último pudiera y debiera elegir, «es probable que estuviera más inclinado a arriesgar su capital político negociando con Irán, un dossier estratégicamente mas sensible que Cuba», augura el experto de Carnegia Endowment.
Un sondeo hecho público en setiembre apuntaba a que la mayoría de los estadounidenses defiende la apertura de un diálogo con Cuba, Corea del Norte, Irán y Birmania, e incluso con los movimientos islamistas de Hamas e Hizbulah.
Todo hacer augurar que estos dos últimos mandatos serán incumplidos tanto por uno como por otro candidato. Y es que ambas organizaciones de las resistencias palestina y libanesa son considerados «terroristas» por el Gobierno estadounidense.
Más allá de elucubraciones, la coincidencia entre ambos es total en relación a Al Qaeda.
La organización liderada por Osama Bin Laden ha estado en la mente de muchos, que temían una reaparición, con forma de mensaje o incluso de atentados contra intereses estadounidenses para condicionar la campaña. Más allá de un análisis divulgado por internet en el que la red mostraba su preferencia por McCain y de los ya desgraciadamente poco sorprendentes atentados atribuibles al magma de sus organizaciones más o menos satélites, esta vez no ha ocurrido como en 2004, cuando cinco días antes del duelo Bush-Kerry, Bin Laden reapareció con un mensaje dirigido al pueblo estadounidense.
Los analistas aseguraron que se trató de un regalo inesperado para quien a la postre logró mantenerse otros cuatro años en la Casa Blanca.
Estrategas de la campaña de McCain no han ocultado que una irrupción de Al-Qaeda le hubiera dado una ventaja que a la postre podría haber resultado decisiva para su campaña.