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El papel de Trinidad Jiménez en la delegación española en Cuba

Fuentes: Rebelión

Si algunos pensaban que el gobierno español había recuperado la dignidad y la soberanía frente a Estados Unidos definiendo una política propia para Cuba tras la visita del ministro del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, parece que se precipitaron. Repasemos los acontecimientos. Los días 31 de marzo, 1 y 2 de abril el […]

Si algunos pensaban que el gobierno español había recuperado la dignidad y la soberanía frente a Estados Unidos definiendo una política propia para Cuba tras la visita del ministro del ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Angel Moratinos, parece que se precipitaron.

Repasemos los acontecimientos. Los días 31 de marzo, 1 y 2 de abril el ministro español viaja con su delegación a La Habana. La derecha española y sus medios de comunicación sólo se ocupan de si se reúne con sectores anticastristas y si trata el asunto de los derechos humanos, pero sólo dentro de Cuba. Cuestiones que no se plantearon en la visita durante esos mismos días de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega a China, ni en la visita a Asia Central de ministro los días siguientes.

El 16 de abril la agencia Europa Press difunde un cable con el titular: «La Administración Bush quiere saber por qué Moratinos no se reunió con la disidencia en La Habana». Como si España debiese rendir cuentas a Estados Unidos sobre con quien se debe de reunir en su política exterior.

Se recogen las declaraciones de la vicesecretaria norteamericana de Estado adjunta, Colleen Graffy, en la IV Conferencia Internacional organizada por el diario ABC sobre América y Europa. La estadounidense afirmó que en la Administración Bush están «muy interesados en saber por qué» Moratinos no se reunió con representantes de los disidentes cubanos durante la reciente visita oficial. Hay que aclarar que el director general para Iberoamérica del Ministerio de Asuntos Exteriores español, Javier Sandomingo, sí se reunió el 4 de abril con cubanos anticastristas, un día después de que Moratinos se hubiera marchado de la isla. Por cierto, ya que estaba la delegación española en Cuba se podrían haber acercado a Guantánamo donde también hay «disidentes» y bastantes problemas de derechos humanos para abordar.

Ya anteriormente, el secretario de Estado adjunto para las Américas, Thomas Shannon, en una entrevista al diario El País -haciendo de correo diligente de Estados Unidos como el ABC-, había criticado que Moratinos no se reuniera con los anticastristas y dijo que su gobierno esperaba «conocer las razones de esa visita». «Desde nuestro punto de vista, estas visitas tienen su valor político y su valor simbólico y este se expresa visitando a los disidentes», sostuvo Shannon. El alto responsable estadounidense para América Latina, en un acto de soberbia indigno de la diplomacia, aseguró también que su gobierno esperaba «conocer las razones de esa visita, su propósito, lo que se logró y lo que no se logró». Como si los gobiernos del mundo tuvieran que responder diligentemente al estadounidense sobre el balance y contenido de sus encuentros con otros gobiernos.

Y parece que la Administración española ha atendido servicialmente el requerimiento de Estados Unidos porque el 17 de abril, un teletipo de AFP titula: «Visita de Moratinos a Cuba estará en la agenda de Trinidad Jiménez en EEUU». En él se explica que la secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, viajará a fines de mayo a Estados Unidos donde se reunirá con Thomas Shannon, para hablar, entre otros asuntos, del reciente viaje del canciller español a Cuba.

No es casual la elección de Trinidad Jiménez para esa misión. Ella fue en 1989 la representante española en el programa norteamericano NATO Youth Exchange. También fue responsable del departamento «Nuevos Programas y Desarrollo» de la delegación en España de la organización American Field Service, una ONG nacida en plena guerra fría dedicada a acoger estudiantes europeos en Estados Unidos para fomentar el «entendimiento cultural». Además desde abril de 2001 forma parte de la Comisión Trilateral. Para quien no lo sepa, la Comisión Trilateral nace en 1973 como departamento adjunto del Chase Manhattan Bank. Se trataba de una asociación de carácter privado en la que su ideólogo más destacado es Zbigniew Brzezinski que la definió como «el conjunto de potencias financieras e intelectuales mayor que el mundo haya conocido nunca».

La Trilateral se articula atendiendo a las zonas geográficas (de ahí su nombre) que rigen el planeta: América del Norte (EE.UU. y Canadá), Europa y Japón. Cada una de estas divisiones dispone de un Comité Ejecutivo que elabora las «recetas» económicas para su área de influencia. Según el propio Brzezinski, uno de los objetivos de la Comisión es «el establecimientos de un sistema internacional que no pueda verse afectado por los ‘chantajes’ del Tercer Mundo». Con mucha mayor crudeza y por tanto con mayor claridad se ha explicado Rockefeller: «De lo que se trata es de sustituir la autodeterminación nacional que se ha practicado durante siglos en el pasado por la soberanía de una elite de técnicos y de financieros mundiales». El estudio titulado «Sobre la democracia parlamentaria», patrocinado por la Comisión Trilateral, explica muy bien su ideario: «Cada sociedad democrática ha tenido una población marginada, de mayor o menor tamaño, que no ha participado activamente en la política. De por sí, esta marginalidad de parte de un grupo es intrínsecamente antidemocrática, pero ha sido también uno de los factores que ha permitido a la democracia funcionar eficazmente».

En conclusión, que ya sabemos para quien trabajaba Trinidad Jiménez en la delegación española, a quien va a rendir cuentas ahora en Estados Unidos y qué recados -e instrucciones- le traerá a Moratinos a su vuelta.

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