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Y el Oscar de este año es para… Barack Obama

«El presidente que se convirtió en actor»

Fuentes: Global Research

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Si Ronald Reagan fue conocido como el actor que llegó a ser presidente, tal vez Barack Obama podría llegar a ser conocido como el presidente que se convirtió en actor.

Porque cada movimiento facial que utiliza, cada gesto de la mano, cada palabra pronunciada por el 44º presidente es una farsa total.

Es el individuo que se presentó como candidato a la presidencia ante la nación estadounidense, con el corazón en la mano, como el candidato que terminaría las guerras de Iraq y Afganistán; acabaría con la matanza de civiles en esos países; y con el embrutecimiento de los jóvenes estadounidenses. Dos años después, Obama se ha puesto el disfraz de comandante en jefe de EE.UU. con un celo aterrador. Lejos de terminar las guerras, Obama solo ha intensificado las guerras de agresión de EE.UU. en el extranjero, las ha expandido hacia nuevos territorios, incluidos Pakistán, Libia y el Este de África, ha agregado innumerables vidas inocentes a la lista de víctimas globales de Washington.

Es el individuo que prometió cerrar el gulag estadounidense de Guantánamo al que han llevado a cientos de hombres mediante secuestros en diversas partes del mundo, los han torturado y retenido sin proceso y ni siquiera uno de ellos ha sido condenado. Dos años después, la promesa se ha roto. Las entregas extraordinarias y la tortura siguen siendo práctica habitual, un hecho que puede ser atestiguado por el soldado estadounidense Bradley Manning, simplemente porque mostró el valor moral de decir la verdad sobre semejantes crímenes de EE.UU. contra la humanidad.

Obama es el individuo que prometió con untuosa sinceridad que iniciaría una nueva era en la política exterior de EE.UU., que respetaría los derechos humanos universales. «Los derechos humanos universales comienzan en las vidas de todos y cada uno de los individuos», entonó con su voz y su cara solemnes, que ya se han convertido en un cliché. En Gaza, el mayor campo de concentración al aire libre del mundo, sitiado por la maquinaria bélica israelí alimentada por EE.UU., la retórica de Obama sobre el respeto a los derechos de los seres humanos parece una burla grotesca. En otros sitios del mundo musulmán, se ve al sujeto como el pacificador genial que dejó caer su máscara para revelar una desagradable cara belicista como la de todos sus predecesores.

Es el individuo que pretende ofrecer el mejor trato al público de EE.UU. con respecto al déficit presupuestario rechazando valerosamente a los verdugos republicanos. «No os voy a recortar 6.000 millones de dólares, sólo os recortaré 4.000 millones», parafraseando su lógica engañosa. Como si fuera una alternativa benigna que el pueblo estadounidense simplemente no puede rechazar. De modo que el sujeto al que supuestamente se le rompió el corazón por los pobres del centro de Chicago ahora desencadenará una masiva austeridad sobre muchos de los pobres y la clase trabajadora arruinada de EE.UU., reduciendo 4.000 millones de dólares de Medicaid y Medicare, de la educación pública, de la asistencia social y de los puestos de trabajo. Nuestro supuesto caballeroso e intelectual héroe Obama no parece capaz o estar dispuesto en ningún momento a pensar fuera del marco en el que la aristocracia corporativa ha sepultado a sus vampiros políticos en el Congreso. ¿Qué pasó con el fin de las guerras por billones [millones de millones] de dólares que supuestamente iba a terminar? ¿O con la recuperación de los billones de dólares que prodigó a los gángsteres de los bancos? ¿O la reversión de los regalos tributarios para los que ya poseen una riqueza obscena? Esas alternativas tendrían mucho más sentido económico, justicia y paz que el ataque de Obama contra aquellos que precisamente lo eligieron para que produjera un cambio.

Sobre todo es el sujeto que ha mostrado que puede mentir con una cara piadosa, sonreír dulcemente mientras se refiere al asesinato de gente inocente con drones aéreos, y que casi puede hacer que una lágrima asome a sus ojos cuando habla de «no poder ignorar los valores humanitarios en Libia» (mientras procede a supervisar el bombardeo de civiles en ese país y a renglón seguido no detener el asesinato de civiles por un aliado de EE.UU. en Bahréin).

Por lo tanto, en la próxima ceremonia del Óscar, deberían inaugurar una categoría especial para Barack Obama, el actual presidente de EE.UU, Podrá colgar el premio junto al Nobel de la Paz, que, se me ocurre, también podría ser candidato al «guión cinematográfico más divertido de todos los tiempos».

Finian Cunningham es periodista y música. Es corresponsal de Global Research para Medio Oriente.

www.myspace.com/finiancunninghammusic

[email protected]

© Copyright Finian Cunningham, Global Research, 2011

Fuente: http://www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=24468

rCR