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Entrevista al profesor norteamericano Andrew Ross

«El problema de la deuda estudiantil ha sido recurrente en el movimiento Occupy«

Fuentes: Diagonal

Este investigador relaciona la génesis del movimiento Occupy Wall Street con el peso de la deuda sobre el alumnado de la enseñanza universitaria y secundaria en EE UU.

Diagonal: ¿Cómo surgió el movimiento Occupy Wall Street (OWS), y en qué modo está cambiando la realidad estadounidense?

Andrew Ross: Siempre pueden darse sucesos políticos espontáneos, lo que no es fácil es predecir cuándo y dónde van a coger fuerza. Creo que si OWS hubiese surgido un año antes, o incluso seis meses, no habría arrancado de la misma forma. Un factor fue la demora de los EE UU en sumarse a las protestas globales; todos nos preguntábamos si éstas iban a llegar aquí también. Otro factor fue que la indignación popular con el papel que estaba jugando Wall Street en el proceso político estadounidense llegó a una masa crítica. Recuerdo que, justo unas semanas antes de que la ocupación empezara, los periodistas Doug Henwood y Liza Featherstone mandaron una invitación a distinguidas figuras de la izquierda de Nueva York para participar en un simposio titulado «Why fucking Brother?», el cual pretendía canalizar, o más bien mitigar, la sensación de desesperación que muchos de nosotros compartíamos, pues pensábamos que aquí era imposible que pasara algo, que no sucedería nada. Ni que decir tiene que hubo un giro moral de 180 grados en los últimos meses. Yo mismo llevo treinta años viviendo en los EE UU y nunca hasta ahora había visto nada parecido al ímpetu y la determinación que lleva consigo este movimiento. Esos treinta años pertenecen a Wall Street; los siguientes treinta podrían y tendrían que ser nuestros si el movimiento mantiene su energía y creatividad.

Mi implicación en el movimiento no es ningún caso particular. Empecé como residente (vivo no muy lejos de Zuccoti Park), luego pasé rápidamente a ser un participante (en las primeras manifestaciones y en el grupo de trabajo de Educación y Empoderamiento) y finalmente como organizador (en la campaña Occupy Student Debt). Como a otra tanta gente, a mí me ha resultado muy fácil dejarme arrastrar por el movimiento, que es como tendría que ser.

D.: Mucha gente dice que OWS ha sido un suceso imprevisible. Sin embargo, hay un gran número de luchas anteriores al movimiento; por ejemplo, la huelga de los estudiantes de la Universidad de Nueva York y la del transporte público en dicha ciudad, ambas en 2005. ¿Crees que existe un proceso de sedimentación de prácticas políticas y de subjetividad en la genealogía de OWS, o hay un predominio de nuevos elementos?

A.R.: Son muchos los afluentes que desembocan en el río que es OWS, siendo el movimiento por la justicia global el más importante de ellos. En cuanto a los trabajadores, creo que ha sido significativa la capacidad que han tenido los sindicatos de la ciudad para incluir al movimiento de trabajadores académicos. Y por lo que a los nuevos elementos respecta, la creciente conciencia sobre la deuda ha sido un factor clave. La lucha contra la esclavitud de la deuda ha sido el pan de cada día en los países del sur durante los últimos treinta años y, ahora, las consecuencias de vivir en esa trampa empiezan a afectar a los estados del norte. Como dice el dicho, quien siembra vientos recoge tempestades.

D.: ¿Cuál es la estructura del movimiento en cuanto a etnias y clases, así como edades y generaciones? Y, ¿cómo funcionan la organización y la comunicación?

A.R.: La composición racial en la etapa inicial de la protesta era bastante restringida, formada mayoritariamente por jóvenes blancos con estudios, mucho de los cuales tuvieron sus primeras experiencias en el movimiento por la justicia global, y otros que vivían por primera vez un movimiento político. Luego también había unos cuantos «viajeros», no necesariamente politizados, que a partir de entonces durmieron en el parque. A día de hoy, sin embargo, la participación en la protesta es mucho más heterogénea; por ejemplo, los sindicatos de trabajadores públicos cada vez se involucran más, hay una variedad de generaciones muy rica, y el grupo de trabajo de People of Color tiene una fuerte presencia. La toma de decisiones por consenso de la Asamblea General es el eje del movimiento, y está empezando a calar en el grueso de la sociedad. Por ejemplo, algunos institutos de la ciudad han sustituido sus métodos de representación estudiantil por el método horizontal de la Asamblea General. Ha demostrado ser una metodología contagiosa. Además, como cada grupo puede formar su propia asamblea general (son muchas las que hay en toda la ciudad Nueva York), es una estructura organizacional que fomenta y genera autonomía. Así pues, la comunicación cara a cara implícita en este modo de toma de decisiones complementa el extendido uso de las redes sociales para difundir la información. En realidad, diría que el equilibrio entre los encuentros cara a cara y el uso de las redes sociales es un elemento clave.

D.: En las luchas transnacionales sobre la deuda, la privatización y la financiarización de los servicios sociales (educación, vivienda, sanidad, movilidad, etc.) es una cuestión primordial. También en Europa se pide el «derecho a bancarrota» para los trabajadores, precarios y pobres. Suena bastante similar a vuestro eslogan «Can’t Pay, Won’t Pay, Don’t Pay». ¿Podrías explicar la campaña Occupy Student Debt?

A.R.: Desde el principio, la agonía que supone la deuda estudiantil ha sido una cuestión recurrente en OWS y en otras ocupaciones. George Caffentzis, Silvia Federici y yo mismo hemos llevado a cabo debates abiertos en OWS sobre la deuda durante la misma semana a mediados de octubre. Hemos invitado a los participantes a formar un gupo para trabajar en una iniciativa con el objetivo de relacionar la cuestión de la deuda estudiantil con el conjunto de la estructura de la educación superior. La conclusión más relevante fue que los institutos y universidades de EE UU son cada vez más dependientes de la esclavitud de la deuda de la gente a la que supuestamente tienen que ofrecer un servicio. Por ello hemos elaborado una campaña vinculada a nuestros principios políticos (el acto de rechazo, el desafío de una «huelga de deudores», y la justa cancelación de la deuda) que tiene por objetivo dar a los deudores una oportunidad para actuar colectivamente en vez de padecer el tormento y la humillación de la deuda y de la bancarrota de forma individual. La campaña básicamente pide a los que rechazan la deuda que detengan el pago de los préstamos en el momento en que un millón de personas hayan firmado, y está sujeta a cuatro principios: todas las universidades públicas tendrían que ser gratuitas, los préstamos a estudiantes tendrían que estar libres de tasas, las universidades privadas tendrían que ser transparentes con su financiación, y la actual deuda tendría que ser cancelada. Podéis leer más en http://www.occupystudentdebtcampaign.org

D.: Los políticos e intelectuales socialdemócratas y liberales (por ejemplo, Paul Krugman) dicen que tenéis razón. Su intención, sin embargo, es precisamente reducir la radicalidad del movimiento a demandas concretas, es decir, a la opinión pública. Por el contrario, parece que el movimiento de ocupación representa también el fin de la esperanza de Obama, o, más bien, de la esperanza en Obama. No se piden cambios de gobierno, sino que se actúa para un cambio global. Por lo tanto, la reivindicación contra la deuda es primero de todo una práctica de reapropiación de la riqueza social. Desde este punto de vista podemos afirmar que éste es un movimiento constituyente. ¿Qué piensas sobre ello?

A.R.: Estoy de acuerdo. Nuestra campaña está planteada como una propuesta de acción, no como un conjunto de demandas. En este sentido compartimos el ethos del movimiento de ocupaciones: las demandas no pueden ser debidamente dirigidas al actual sistema político, puesto que éste se encuentra bajo la siniestra influencia de las grandes empresas. Las acciones llevadas a cabo para la reapropiación de la riqueza y del poder no sólo empoderan sino que también son constituyentes -como vosotros apuntáis- de una nueva cultura política. Muchos de los participantes de las ocupaciones darán cuenta de su experiencia de transformación personal; el lenguaje es muchas veces un ejemplo de inocencia radical, la manifestación del nacimiento de una nueva «estructura de sentimiento», tal y como Raymond Williams una vez lo apuntó. Está claro que la clase política tratará de cooptar algunas de estas cuestiones, y, a diferencia de otros, yo no veo esto como una reacción que tenga que ser rechazada, en el sentido que no puedes establecer una delimitación entre un movimiento y el establishment político que no sea porosa.

D.: Recientemente hemos visto la solidaridad activa de Transit Workers Union 100 con OWS. ¿Cuáles son las relaciones entre las luchas de los trabajadores y los movimientos de ocupación?

A.R.: Los sindicatos de trabajadores públicos, no sólo han apoyado sino que han participado plenamente en algunos momentos. La solidaridad mostrada hacia la contracultura de Zuccotti Park por parte de los obreros que trabajan en el Wold Trade Center ha sido muy importante. Los líderes de los sindicatos, y aún más sus bases, han mostrado un importante respeto hacia el éxito que han tenido las tácticas de OWS para atrapar la atención y generar resultados políticos. Ha habido un grupo de debate y organización del trabajo en OWS, y su relación y alcance a los trabajadores han sido impresionantes.

D.: ¿Cuáles son las relaciones entre OWS y la universidad como espacio de producción y conflicto, así como con los activistas universitarios?

A.R.: La ocupación de universidades apenas está empezando, pero es un nuevo paso que se dará de forma natural. Los desalojos de Zuccotti Park han coincidido con este movimiento hacia las universidades, aquí en Nueva York pero también en California y en todas partes. En Nueva York, como mínimo, ha habido una Asamblea General de estudiantes de toda la ciudad que se encontraba cada semana, así como encuentros regulares de People’s University en la NYU (New York University) y en la New School, o distintas manifestaciones y concentraciones masivas de estudiantes, incluso una huelga de un día. La mayor parte de la atención ha girado recientemente hacia la protesta contra la subida de las tasas de matriculación en la CUNY (City University of New York). La no existencia de tasas -que ayudaron a la CUNY a ser una de las mejores universidades de la clase trabajadora- fue eliminada tras la crisis fiscal de 1976. Este cambio está generalmente considerado como el primer ataque del neoliberalismo contra la educación pública en este país. Razón de más para discutir sobre la CUNY en este momento altamente simbólico si queremos dar un golpe de timón.

Ahora mismo, el movimiento de ocupación de universidades está estableciendo una red por todo el país. Algunos rectores de universidad, sobretodo en la New School, han sido muy complacientes, pero otros han salido maltrechos después de haber recurrido a la policía para que reprimiera la libertad de expresión. Como sucede conel movimiento de ocupaciones en general, cada vez que la policía ha cargado o ha desalojado violentamente a los protestantes pacíficos, ha echado por el suelo el apoyo público a las autoridades y ha incrementado la simpatía por los manifestantes. Más que nada, quizás, esto es ahora mismo una prueba del éxito del movimiento.

Este texto se publica gracias a la traducción de Miquel Sorribas y a la colaboración de la Universidad Nómada.