Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Un peligroso juego internacional se desarrolla en nombre de la ayuda alimentaria a África. Lo que se presenta como generosidad o caridad tiene más en común con el refuerzo del neocolonialismo que con la alimentación de los africanos. En realidad es un ataque masivo de misantropía del G8 para controlar las materias primas, la tierra y las semillas africanas.
África ocupa actualmente un lugar interesante en la emergente política real tripartita. Primero están las antiguas, pero decrecientes, relaciones entre África y sus potencias coloniales europeas, España, Portugal, Alemania, Bélgica, Italia y sobre todo Francia e Inglaterra. En segundo lugar está la creciente relación posterior a la Segunda Guerra Mundial entre África y la superpotencia global de EE.UU. En tercer lugar la creciente importancia de la emergente alianza del grupo BRICS, en la cual Sudáfrica aparece como superpotencia regional junto a Brasil, India y China. Estos tres bloques tienen a menudo papeles en conflicto, y conflictivos, en el desarrollo y explotación de África.
En ningún sector es más evidente que en la agricultura. La agricultura africana sigue estancada, asediada por dos maldiciones inseparables. Por una parte está su inmensa vulnerabilidad a la variabilidad climática, que se está exacerbando debido al cambio climático. Por la otra están los impactos del mercado de los subsidios alimentarios en el mundo desarrollado. Se combinan para hacer que el precario negocio de la agricultura en África sea aún más traicionero de lo necesario.
La última década ha visto el aumento de una tercera amenaza, la de tomas de tierras en todo el continente. Algunas emanan de especuladores e inversionistas corporativos. Otras de naciones-Estados, particularmente de Medio Oriente, rico en petróleo pero estéril, y también del Lejano Oriente, Europa y EE.UU. Esta tendencia ya ha creado importantes dificultades locales documentadas por grupos de control como Grain y Action Aid. Durante la última década África ha cedido entre 40 y 50 millones de hectáreas a intereses extranjeros.
Ahora ha aparecido una cuarta amenaza, posiblemente todavía más siniestra. Algunos antecedentes: En julio de 2009, en la reunión del G8 en L’Aquila, al norte de Roma, se prometieron 22.000 millones de dólares para la ayuda y mejora de la agricultura africana durante los 3 años siguientes. Por supuesto es una miseria comparada con la cantidad de entre 250.000 y 350.000 millones de dólares gastados anualmente en subsidios que distorsionan el mercado dentro de la OCDE. Sin embargo, 22.000 millones de dólares podrían por lo menos contribuir a encarar algunos de los profundos problemas sistémicos que enfrenta la agricultura africana.
La exasperante realidad es que solo aproximadamente la mitad del monto prometido se desembolsó en los 3 años. Peor todavía, solo un 12% de esa suma era dinero nuevo que no hubiera sido donado en todo caso.
En consecuencia, se cerró un trato «faustiano» en la reunión del G8 de junio de 2012. En lugar de cumplir con compromisos, cambió de táctica y prometió una ayuda de 3.000 millones de dólares mediante un «compromiso de ayuda corporativa» para la agricultura africana. Introduciendo «La Nueva Alianza para la Seguridad Alimentaria y la Nutrición» Obama hizo una promesa muy condescendiente -pero siniestra- de que las corporaciones ayudarían de algún modo mágico a que África superara sus desafíos productivos sistémicos, en circunstancias que el G8, la revolución verde y bastante más no lo han hecho hasta la fecha.
Agregando cinismo a la condescendencia, Obama pasó a advertir de que las naciones africanas tendrían que realizar «duras reformas» y «refinar la política para mejorar las oportunidades de inversiones», con el fin de atraer dichas inversiones. Desde una perspectiva africana esto parece indistinguible de anteriores políticas de ajuste estructural impuestas desde el exterior. Parece un paternalismo neocolonial «cambia, o verás» más evidente. ¿Si grazna como un pato es un pato?
Bueno, ¿qué llevó Obama a la fiesta para salvar África? Para comenzar, tenemos a Monsanto, DuPont, Syngenta, Bayer y BASF, las mayores compañías del mundo de semillas y productos químicos agrícolas, todas involucradas en cultivos genéticamente modificados, agricultura industrial y patentes de cultivos y alimentos, sin un solo hueso caritativo que se pueda verificar en su cuerpo colectivo.
¿Oigo gritar a los cínicos que seguramente es cínico rechazar semejante experticia, semejante hechicería semillera? Tal vez sea así, pero debemos tener absolutamente claro un tema central. Las corporaciones privadas tienen un objetivo primordial: el lucro. Todo lo demás es secundario. La generosidad corporativa solo está motivada por su propio interés.
Eso deja entrever por qué Pioneer Hi-Bred, una subsidiaria de DuPont, y la segunda compañía semillera del mundo después de Monsanto, obtuvo recientemente luz verde para adquirir la mayor compañía semillera independiente de África, Pannar. Esta semillera multinacional basada en Sudáfrica, presente por lo menos en 14 naciones africanas, así como en Suramérica y EE.UU., es ciertamente una joya valiosa.
Esta fusión fue inicialmente rechazada por las autoridades sudafricanas de la competencia. A continuación fue autorizada por la Corte de Apelaciones de la Competencia, después de que el trato se edulcorara cínicamente para «beneficiar» a Sudáfrica. El resultado es que la industria semillera de Sudáfrica ahora está efectivamente controlada por dos multinacionales estadounidenses: Monsanto y Pioneer. Esta última declara abiertamente su deseo de expandirse en África; Pannar provee el marco ideal. El que controla la semilla, controla el alimento.
De manera extraña, el Departamento Sudafricano de Agricultura considera que esa fusión es buena. Pero esto es comprensible si se tiene en cuenta la notable ineptitud de ese departamento para encarar la seguridad alimentaria del país. En lugar de concentrarse en el cambio ha apoyado incondicionalmente la cadena de valor agrícola industrializada controlada por las corporaciones, mientras se lamenta de que la agricultura sudafricana sigue sin transformarse.
Una actitud tan ingenua no existe en toda África. Anticipándose proféticamente al anuncio de Obama de su «Nueva Alianza para la Seguridad Alimentaria y la Nutrición», una carta de una unión representativa de agricultores africanos, apoyada por empresarios africanos y expertos en desarrollo preguntó: «Pedimos que explique cómo puede llegar a justificar la idea de que la seguridad y la soberanía de África pueden garantizarse mediante la cooperación fuera de los marcos políticos formulados de manera inclusiva con los campesinos y productores del continente». En otras palabras, presidente Obama, ¿qué le parecería dejar de imponer decretos imperiales unilaterales a África?
La carta continúa: «Por eso debemos basar nuestra política alimentaria en nuestros propios recursos como se hace en otras regiones del mundo. El G8 y el G20 no pueden considerarse de ninguna manera los foros apropiados para decisiones de este tipo». ¿Pero escucharán el G8, la OCDE y los aprovechadores corporativos? No es probable. No cuando pueden apoderarse de todo un continente. Las agencias que denuncian la corrupción están aparentemente dispuestas a facilitarla.
¿Es una coincidencia que los «patrocinadores» corporativos del G8 incluyan a Kraft, Intersnack y Olam (el mayor negociante de anacardos del mundo), junto a Oltremare, el principal fabricante de máquinas para el procesamiento de anacardos? Seguramente solo «ayudan» a la producción de anacardos en Mozambique. ¿Interés propio? ¡Jamás!
Debe de ser también el motivo por el cual Mars, la mayor compañía chocolatera del mundo, Kraft (¡de nuevo!) que recientemente adquirió Cadbury y Cote D’or, junto al gigante del chocolate Hershey y por cierto el predominante negociante internacional de cacao, Armajaro, están «ayudando» a la producción africana de cacao. ¿Interés propio? ¡Jamás!
Incluso un análisis superficial demuestra que la aparente generosidad de la nueva hermandad corporativa del G8 es muy inferior al remate de 3.000 millones de dólares del mercado agrícola africano a los mayores protagonistas de este juego. En su mayoría ya son protagonistas; esta «alianza» es simplemente una inmensa palanca para legitimar una artimaña del Foro Económico Mundial (WEF), inspirada en el libre mercado, para que parezca que están ayudando a África mientras en realidad solo se están aprovechando de ella.
Seguramente, me dicen, ¿no será una exageración?
Bueno, no lo es. Bunge, Cargill, Archer Daniels Midland, los mayores negociantes del mundo en recursos alimentarios, muestran constantemente depredación antes que beneficencia. El paquete de ayuda corporativa al algodón de Obama contiene a los principales negociantes de algodón que muestran poca preocupación por la forma en que los subsidios de EE.UU. al algodón han diezmado la industria africana.
¿Y Rabobank, involucrado activamente en adquisiciones de tierras en la continua apropiación del suelo? Rabobank también tiene estrechas relaciones con Rothschild, Morgan Stanley y es el principal accionista de Agri-Sar, que tiene el objetivo de «monetizar el agua». ¿Seguramente esas intervenciones corporativas son en beneficio de la agricultura africana?
No se puede negar que África ciertamente necesita toda la ayuda agrícola que pueda conseguir. África tiene el potencial de suministrar vastas variedades y cantidades de alimentos. Y sí, hay mucha gente buena involucrada en algunos programas para ayudar a que África se alimente, a sí misma y al mundo. Pero imponer una nueva, falsa, revolución verde después de otra fracasada no es una solución. Tampoco beneficiará a África un conjunto de nuevos ajustes estructurales impuestos por las corporaciones, el G8 y el Foro Económico Mundial.
Si hay que encarar los problemas de la agricultura africana, ¿no convendría comenzar por los subsidios agrícolas de la OCDE que distorsionan el comercio? USAID tampoco puede seguir perjudicando las economías locales vendiendo a bajos precios alimentos subvencionados a los mercados africanos, sino adoptar el modelo europeo de adquirir alimentos locales para su redistribución. De la misma manera, las compañías europeas no pueden seguir usurpando vastas porciones de tierra para producir combustible «verde» para engañar a sus consumidores diciendo que están siguiendo prácticas sostenibles.
El verdadero problema es la relación inflexible generada en el nexo político corporativo. Aunque no sea para otra cosa, Obama nos ha hecho a todos el favor de alertarnos respecto a la naturaleza de esta relación con su última cínica oferta de ayudar a África y su «Nueva Alianza para Seguridad Alimentaria y Nutrición».
La realidad es que otra vez se está obligando a África a abrir sus puertas a la explotación, presentada como ayuda. Si este nuevo ataque neocolonial ha de producir algo positivo, África debe demostrar un liderazgo autoritativo para dirigir el suministro de esta ayuda. Sin embargo, en vista de la relación inherentemente corrupta entre las corporaciones y el poder político, la esperanza es limitada. Una vez más, África corre riesgo de ser corrompida por un sistema corrupto hasta la médula.
Ashton es un escritor e investigador que trabaja en la sociedad civil. Parte de su trabajo puede ser visto en http://www.ekogaia.org/ .
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