Traducido del francés para Rebelión por Alberto Nadal
El octavo viernes de la protesta, a pesar de la represión de la manifestación en Argel, ha confirmado de nuevo que la población y el poder no hablan el mismo lenguaje. Si el régimen quiere unas elecciones a marchas forzadas, el cuerpo electoral estaba en la calle para decirle que lo rechazaba.
El jefe del ejército, Ahmed Gaid Salah, ya está avisado. Su voluntad de ir hacia una solución en el marco de la Constitución, a menudo pisoteada groseramente por los defensores del régimen, se enfrenta al rechazo de los potenciales electores que marcan abiertamente su falta de confianza. Se trata claramente de un callejón sin salida.
Este viernes y cuando el cuerpo electoral ha sido convocado para el 4 de julio las y los argelinos han salido por cientos de miles a la calle con la misma determinación que los viernes precedentes. Las masivas manifestaciones por todo el territorio nacional no decaen y el agotamiento del movimiento, tan esperado por el régimen, no se produce. Ni el despliegue sin precedentes de las fuerzas del orden, ni las provocaciones han hecho que disminuya la determinación de la población para reclamar un cambio que no podría bastar a sus ojos con la salida de Buteflika. Es un cambio de régimen en el que el principio de la soberanía del pueblo es exigido y de forma efectiva. A sus ojos, una elección presidencial a los 90 días bajo la supervisión de las «tres B» (Bensalah, Bedoui, Belaiz) es una continuidad del sistema que rechazan masivamente.
El miércoles 10 de abril el jefe el Estado Mayor desde Orán, donde estaba de visita de inspección, ha continuado utilizando la zanahoria y el palo. A la vez que alababa las reivindicaciones «legítimas» del pueblo le lanzaba un llamamiento para que pusiera fin a las manifestaciones y a sus reivindicaciones, que presentaba como irrealizables. Las y los argelinos han indicado claramente este viernes que no transigían en sus demandas. En su ataque contra «los intentos de algunos partidos extranjeros, basándose en sus antecedentes históricos contra nuestro país, de poner en primer plano a ciertos individuos imponiéndolos como representantes del pueblo para dirigir la frase de transición» Gaid Salah aludía de forma apenas velada al abogado y militante de los derechos humanos Mustafá Buchachi. El jolgorio que ha rodeado este viernes en Argel al abogado ha sido una respuesta elocuente. La tesis de la «mano extranjera» tantas veces utilizada en el pasado no funciona.
El jefe del ejército está en una trayectoria que le pone ya directamente frente al movimiento popular que le reprocha haber olvidado el artículo 7 de la Constitución («el pueblo es la fuente de todo poder», ndt) que evocaba constantemente en sus discursos al emprender su pulso con el clan de los Buteflika. La confrontación entre la población y el ejército, institución respetada a pesar de las vicisitudes del régimen, no es ineluctable. Gaid Salah ha utilizado el término de «banda» (issaba) para hablar del clan Buteflika. Ahora bien, el gobierno Bedoui ha sido designado por esa «banda» y el presidente del Consejo Constitucional, Belaiz, formaba parte de su dispositivo. Es evidente que los hombres de la «banda» no pueden ser la solución a la crisis de confianza que ellos mismos han provocado.
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, al traductor y Rebelión como fuente de la traducción.