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El retorno de la «cuestión social»

Fuentes: Viento Sur

1. Uno de los logros del neoliberalismo fue marginar a la «cuestión social» -a los conflictos engendrados por el capitalismo, basados en la injusticia y la desigualdad social- no sólo de la política, sino también de la conciencia ciudadana, incluyendo la de la mayoría de las clases trabajadoras. A ello contribuyó, especialmente en nuestro país, […]

1. Uno de los logros del neoliberalismo fue marginar a la «cuestión social» -a los conflictos engendrados por el capitalismo, basados en la injusticia y la desigualdad social- no sólo de la política, sino también de la conciencia ciudadana, incluyendo la de la mayoría de las clases trabajadoras. A ello contribuyó, especialmente en nuestro país, la instauración del llamado «diálogo social» -el consenso basado en la búsqueda sistemática de intereses comunes entra patronal y sindicatos- como norma fundamental para gestionar las relaciones entre capital y trabajo. El resultado ha sido devastador en términos económicos -derrumbe del porcentaje de los salarios en el PIB y crecimiento récord y sostenido del «excedente empresarial»-, en términos de tejido asociativo sindical -declive del carácter y la práctica militante de la mayoría de la afiliación- y en términos políticos -consolidación de la gobernanza bipartita PSOE-PP y de la hegemonía del PSOE en la votación de izquierdas-.

Pues bien, la huelga general del 29-S parece haber logrado el regreso de la «cuestión social». Digo «parece» porque es, sin duda, muy pronto para establecer conclusiones de este alcance y existe un riesgo claro de confundir los deseos con la realidad. Todo lo que ha logrado la huelga general es embrionario y vulnerable; tiene más que ver con expectativas y posibilidades que con conquistas efectivas y consolidadas. Pero hay datos razonables que permiten confiar en que se ha producido ese retorno tan necesario, tan vital especialmente en tiempos de crisis capitalista sistémica como los que vivimos.

Entre esos datos son significativos las reacciones de los portavoces empresariales y de la derecha política: los titulares tipo «Fracaso general» -y tiene gracia que hayan coincidido en las portadas El Mundo y ABC, esas dos perlas de la desinformación- no pretenden dar cuenta de la realidad, sino exorcizarla para tranquilidad de sus clientes, como esos escapularios: «¡Detente bala!» que llevaban los carlistas en la guerra civil.

2. El hecho es que la huelga general, por las posibilidades que abre más que por lo efectivamente conquistado, ha sido un éxito político. Sería criminal desperdiciarlo. Por eso es importante reconocer los puntos débiles, todo lo que queda por hacer para que, a este primer paso hacia adelante, sigan otros que nos acerquen a los objetivos, aún muy lejanos, de los imprescindibles cambios radicales en la economía y la política.

Por ejemplo:

-habrá que estudiar con detalle los resultados en sectores y territorios, especialmente donde la huelga no ha logrado incidir al nivel necesario (banca, sanidad, enseñanza,…, además del problema ya habitual del comercio, especialmente en los grandes centros…);

-habrá que debatir sobre algunos de los lemas utilizados,al menos ambiguos: «rectificación», «así no»,… O de los reclamos sobre el regreso al «diálogo social», que permiten hoy a Antonio Gutiérrez en El País reclamar galones de «mediador».

-habrá que cuidarse de las tentaciones de «monopolio» CC OO y UGT sobre la huelga. Ha habido otros sindicatos que han trabajado mucho por ella, y con resultados reconocidos, como muestra la manifestación encabezada por CGT en Madrid, la más numerosa que haya convocado nunca el sindicato (razón de más para pensar que su participación en la manifestación de CC OO y UGT habría tenido una repercusión mayor que una convocatoria paralela). Ha habido además aportaciones originales, eficaces y ejemplares para el futuro: plataformas unitarias territoriales, marchas en bicicleta, acciones del mundo de la cultura (aunque en este caso, menos amplias que en otro tipo de movilizaciones)…

-y en fin, es un problema muy grave que ELA y LAB hayan despreciado la convocatoria, o incluso hayan obstaculizado directamente a acciones de piquetes. No es un asunto para tratar en pocas líneas y refleja problemas más antiguos y generales, un abismo sobre el que no se ven vías de superación.

En resumen, «victoria política» tiene un significado hacia dentro (demostración de fuerza colectiva; sentimiento de haber derrotado a los agoreros que aseguraban un fracaso; posibilidad de cambiar el «sentido común» de las y los de «abajo», marcado hasta ahora por el escepticismo y la resignación; inicio de recuperación de militancia sindical de base de los sindicatos mayoritarios en muchos lugares,… ) y hacia afuera (digan lo que digan, en adelante no se podrá seguir cocinando la política económica y social en el circuito cerrado de las reuniones con los «mercados» y en los pasillos del Parlamento; hay que contar con la calle, que no estaba invitada a la fiesta, y cuya presencia desestabiliza el guión previsto).

3. Se ha abierto una brecha en el muro, pero sólo una brecha.

El discurso oficial optimista de los convocantes de la huelga («todas las huelgas generales han triunfado» , «mas pronto que tarde Zapatero rectificará» …) puede entenderse para dar ánimos en la preparación de la huelga. Pero ahora toca enfrentarse a la realidad con esperanza, pero sin ilusiones.

Porque no es verdad que «todas las huelgas generales» hayan triunfado. Consiguieron objetivos parciales de desigual importancia, pero no cambios de fondo en las políticas económico-sociales. Si se quiere, consiguieron «rectificaciones», en el sentido, de cambios parciales de alcance desigual (retirada de leyes por la puerta, que luego frecuentemente entraron por la ventana…).

Pero ahora no nos enfrentamos solamente a una ley; ni siquiera a una política económica con un margen significativo de reformas. Nos enfrentamos a una estrategia de hierro, un «ajuste estructural» sometido norma a norma al diktat de los «mercados», cimentada en la UE y a la que el gobierno Zapatero se ha sometido como un vasallo. La única «rectificación» con sentido es cambiar de base la economía y la política, autonomizarse de los «mercados» y, por tanto, afrontar sus ataques. Para ello hace falta un tejido social potente, especialmente por abajo, en la base de la sociedad; una alianza en la que converja la izquierda social y política, un periodo prolongado de resistencias y aprendizaje de nuevas formas de acción y organización… Avanzar en este camino significa fortalecer una «izquierda de izquierdas», que ponga fin al actual mapa político de la izquierda institucional, una de las peores herencias de la Transición.

4. ¿Se ha abierto un nuevo ciclo político? Por el momento, sólo existe la posibilidad, y desde luego la necesidad de abrirlo.

Hemos ganado todos los que hemos creído y hemos trabajado por la huelga. Unos más que otros, ciertamente. Pero sería muy conveniente que quienes salen de la huelga con una autoridad política con signos de recuperación, en primer lugar, CC OO, miren a su alrededor y recuerden que no estaban solos, ni mucho menos, en los piquetes, y también que en los piquetes la convivencia entre gentes de siglas distintas ha sido mucho más fácil de lo que podría hacer suponer los enfrentamientos entre las organizaciones.

En todo caso, el 29-S representa también una posibilidad, inédita desde hace veinte años, de que se desarrolle una izquierda sindical, plural, radical y unitaria, vinculada cotidianamente con los movimientos sociales.

Hay también un espacio nuevo y bien ganado para la izquierda anticapitalista, compartido con muchas y muchos activistas organizados y no organizados.

Ahora se trata de moverse en él con ambición y humildad. Las claves del futuro están en saber luchar por la unidad y saber vincular los objetivos anticapitalistas a las luchas cotidianas.

Y las claves del presente están en seguir vinculados a toda esa gente que en las manifestaciones que concluyeron la huelga tenía la convicción de que harán falta nuevas huelgas generales, habrá que trabajarlas mucho y bien para hacerlas, y serán, seguro, más grandes y más fuertes que el 29-S.

Miguel Romero es editor de VIENTO SUR

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