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Argelia

El sistema se disgrega

Fuentes: Huffpostmaghreb

Traducido del francés por Alberto Nadal

Getty Images

Digámoslo inmediatamente, es muy difícil comprender lo que ocurre en Argelia. Los acontecimientos más improbables y más inesperados no dejan de sucederse y, más allá de los hechos en bruto de lo que es fácil informar, el análisis y la reflexión están dificultados por la habitual opacidad que prevalece en el seno del poder. En seis meses hemos asistido a la dimisión forzada del presidente Abdelaziz Buteflika, a la detención y encarcelamiento de personajes que se pensaba que serían siempre intocables como los generales Mohamed Mediène (llamado Tewfik) y Athmane Tartag (llamado Bachir) sin olvidar a Said Buteflika, durante mucho tiempo sucesor putativo de su hermano antes de que el movimiento popular del 22 de febrero contrariara sus planes.

Y resulta que ahora nos enteramos de que el general Khaled Nezzar (jubilado) y su hijo Lotfi son objeto de una orden de detención internacional dictada por el tribunal militar de Blida. Se persigue a los dos hombres por «complot contra el Estado y ataque al orden público». El asunto es serio pues los dos perseguidos, a los que se añade Farid Benhamdine, presidente de la Asociación Argelina de Farmacia, corren el riesgo de la pena de muerte. Recordemos que esta última sigue vigente en el Código Penal aunque Argelia, como Marruecos y Túnez, haya suspendido su aplicación desde mediados de los años 1990. Esto relativiza por tanto el alcance de la orden de detención pues ningún país europeo consentirá una extradición dado que las personas acusadas corren el riesgo de la pena de muerte.

Se sabe que Khaled Nezzar ha sido oído por la justicia militar como testigo en la instrucción que apunta a Mediène, Tartag y la dirigente del Partido de los Trabajadores (PT) Louisa Hannoun. Se sabe también que el antiguo ministro de Defensa (1990-1993) y arquitecto del golpe de Estado de enero de 1992 contra el presidente Chadi está presente desde hace algunos días en la red social Twitter en donde ataca abiertamente al hombre fuerte del momento, el Jefe de Estado Mayor Ahmed Gaid Salah. Estas denuncias directas explicarían la orden internacional pero ¿estamos seguros de que esa cuenta (@Khaled Nezzar8) es realmente de Khaled Nezzar? Verdaderamente no. Es cierto que el interesado no ha publicado ningún desmentido pero al mismo tiempo su cuenta no está certificada por la red Twitter como ocurre a menudo en el caso de los personajes públicos.

Asistimos por tanto a un arreglo de cuentas entre dos oficiales superiores, en el que el jubilado acusa a quien sigue en activo de ser «brutal» y de haber desviado el movimiento popular del 22 de febrero. Vale. Pero, ¿qué más? Los interesados no hablan a la prensa. No se explican sobre sus motivaciones. Las y los periodistas, entre ellos el presente cronista, se limitan a buscar la información entre intermediarios más o menos informados. Cotejar tal o cual afirmación es imposible. De forma permanente planea la sombra de la manipulación, de la verdadera-falsa confidencia que supuestamente aclara el cuadro. ¿Qué se le reprocha verdaderamente a Nezzar? ¿Hay que tomar en serio sus declaraciones según las cuales Said Buteflika planteaba provocar el estado de urgencia o el estado de sitio para impedir que su hermano perdiera el poder? Y si esas declaraciones están claramente demostradas, ¿cómo explicar que no hayan provocado un «acercamiento» entre Gaid Salah y Nezzar? En definitiva, ¿qué opone realmente a los dos hombres?

Uno puede alegrarse de este triste espectáculo de un sistema que ha llegado al final y que no deja de perder los estribos. Se esperan las revelaciones que no dejarán de llegar aunque, en esto también, hay que ser prudentes. Pero el reír satisfecho que acompaña a este desmoronamiento de personajes con un amplio pasivo (el dossier del decenio negro) tiene también un punto de temor. Todo este desorden comparable a las purgas estalinistas no dice nada que valga la pena. Se conoce la capacidad del sistema argelino para usar la violencia cuando está en una situación de bloqueo. El sentido común popular lo ha comprendido bien y está claro el mensaje de las y los manifestantes: continuad haciéndoos pedazos que nosotros y nosotras continuaremos manifestándonos y luchando por una Argelia nueva.

Pero los factores de división no hay que descartarlos. Atacar a Khaled Nezzar puede reforzar la popularidad de Ahmed Gaid Salah entre quienes ven en él al «salvador» de Argelia. No hablamos de los insoslayables chiyatines (cortesanos), frenéticos aduladores que apoyaban ayer un quinto mandato de Buteflika y que hoy han encontrado un nuevo señor al que adorar. Esa gente es, desgraciadamente, una componente de la población argelina siempre dispuesta a apoyar al más poderoso del momento como hicieron en otro tiempo los béni-oui-oui (que apoyaban sistemáticamente toda iniciativa del poder) del período colonial. Más allá de esa pobre gente, el jefe del Estado Mayor encuentra apoyos entre la gente partidaria del orden, de la estabilidad y del rechazo a cualquier «aventura» como una transición democrática comparable a la que se emprende en Sudán. Es un dato que hay que tener presente.

Fuente original: https://www.huffpostmaghreb.com/entry/le-systeme-se-desagrege_mg_5d4d1afee4b09e72974420ea

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al auto, al traductor y Rebelión.org como fuente de la traducción.