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Elecciones en Estados Unidos e injerencia en Medio Oriente y alrededores

Fuentes: Barómetro Internacional

El panorama de las elecciones presidenciales en Estados Unidos parece estar echando una circunstancial «balsa de aceite» sobre el embravecido mar del Medio Oriente y sus alrededores. En un panorama eleccionario que se presenta según todas las estimaciones como muy cerrado, la administración Obama tiene muy claro que si bien es cierto que la política […]

El panorama de las elecciones presidenciales en Estados Unidos parece estar echando una circunstancial «balsa de aceite» sobre el embravecido mar del Medio Oriente y sus alrededores. En un panorama eleccionario que se presenta según todas las estimaciones como muy cerrado, la administración Obama tiene muy claro que si bien es cierto que la política exterior tradicionalmente tiene muy poca incidencia sobre los resultados de la votación, en este caso en particular (con una mínima ventaja en las encuestas o un «empate técnico») cualquier suceso inesperado en aquella zona puede alterar en último momento la preferencia de los electores. Por eso están intentando «apaciguar» el panorama (el que ellos mismos se habían encargado de «calentar).

Respecto a Irán, aparentemente han logrado refrenar las aspiraciones de la ultraderecha israelí decidida a atacar las instalaciones de investigación nuclear de ese país, dejando provisionalmente en una especie de limbo la escalada militar que estaban dispuestos a emprender, aunque se mantienen con toda su fuerza las medidas de bloqueo económico que afectan notablemente a la economía persa. Igualmente las últimas declaraciones de Obama ante Irán han sido bastante moderadas (lo que le ha servido a los Republicanos para usarlas como un argumento más en su contra)

La Casa Blanca sigue igualmente adelante intentando desatascarse en Afganistán, donde siguen habiendo todos los días muertos y heridos entre las fuerzas multinacionales de ocupación (y por supuesto entre la población civil), provocados por la resistencia, no sólo de los talibanes, sino de otros múltiples grupos nacionales agfanos que luchan contra la ocupación extranjera. Ya el gobierno de Obama ha repatriado a los 30.000 soldados que habían enviado en último término, y está acelerando los planes para repatriar a más. La propia OTAN está en la misma tónica, con la intención de varios de los gobiernos de los países que integran la coalición (España, Francia, etc.) de reducir rápida y sustancialmente sus tropas de ocupación. Están buscando que otros países miembros o aliados (Dinamarca, Finlandia, Australia, Nueva Zelanda, etc.) envíen sus propias tropas a sustituir las que se retirarían de allí. Todas estas medidas en el intento de lograr una retirada escalonada que evite el «efecto Vietnam», ya que existe la certeza que el régimen de Hamid Karzai (impuesto luego de la ocupación militar) no resistiría mucho sin la presencia de las tropas de ocupación y que una retoma del poder por parte de los talibanes se convertiría en muy probable.

En esta política de «no mover demasiado el bote» el gobierno norteamericano ha evitado igualmente realizar una intervención directa en Libia luego de la muerte de su embajador y otro personal diplomático, provocada por las protestas contra un film que agredía al Islam, bajando notablemente su perfil y desalentando a la ultraderecha del Congreso, que pidió acciones de guerra frente al hecho.

En el único lugar donde las acciones militares se conservan con intensidad es en Siria, donde a pesar de que Turquía ha intentado en los últimos tiempos convertirse en la vanguardia de la intervención militar, bombardeando con su artillería territorio sirio desde la frontera, promulgando una ley que le permitiría entrar en guerra con su vecino y realizando todo tipo de amenazas, no parece sin embargo estar en condiciones de llevar adelante esa iniciativa.

En primer lugar por sus propios problemas internos, su entrada en guerra podría permitir a la guerrilla kurda lograr nuevos triunfos militares territorio adentro, además existe una gran oposición por parte de las fuerzas políticas enfrentadas al partido del Primer Ministro turco y el 60% de la población -según encuestas- está en contra de la participación de Turquía en un conflicto bélico. Igualmente la OTAN no parece estar demasiado dispuesta a involucrarse militarmente (según lo disponen sus tratados) en caso de darse una conflagración de este tenor. El puntillazo final parece haber sido dado por la reunión que acaban de realizar el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad y el Primer Ministro turco Recep Erdogan, quienes se han comprometido a promover conjuntamente un cese del fuego en Siria.

A pesar de todo las acciones militares siguen, dejando su trágico saldo de civiles inocentes heridos y muertos, ya que los «rebeldes» financiados y armados por los países centrales de Occidente y sus aliados en la región, persisten en atentados y acciones militares y el ejército sirio los combate a sangre y fuego. Aún así, la prensa internacional acaba de reseñar que la inteligencia norteamericana ha informado a la Casa Blanca que el gobierno de Bashar Al-Assad está derrotando militarmente (a pesar de lo que informa diariamente la red corporativa de medios) a los insurgentes, lo cual podría tender a mejorar la situación.

En definitiva, que estas elecciones en los Estados Unidos están mostrando con claridad no solo algo ya sabido como la tremenda injerencia y acción directa de este país en las demás naciones, sino también las dificultades que están teniendo para mantenerla. Ya no estamos más en la pos Guerra Fría, donde la imposición de la presencia estadounidense que intentó convertir al mundo en un sistema unipolar, parecía imparable. La crisis está ahí y ha llegado para quedarse y reinar, y la progresiva pérdida de poderío se está haciendo notar, así como el surgimiento de nuevos polos de poder en un mundo que tiende a la multipolaridad.

Mientras tanto los estadounidenses enfrentan a unas elecciones que los colocan frente a dos alternativas no muy diferentes en lo esencial, aunque sí lo parezcan en las formas. Si llegaran a ganar los Republicanos, con Mitt Romney como presidente y su vicepresidente de ultraderecha (Paul Ryan), volveremos al mejor estilo de George W.Bush, de brutalidad derechista transparente en su discurso (anuncio y ejerzo la barbarie). Si llega a ganar Obama, proseguiremos con un discurso aparentemente más liberal, con un hombre al frente con una imagen de moderado (de progresista, de «buena gente») pero que -tal como lo ha venido haciendo hasta ahora- mantendrá sus esfuerzos para seguir imponiendo las necesidades imperiales de su nación en todo el planeta a cualquier costo.

No creemos realmente en un Barak Obama más moderado y accesible, ya que no vemos que razones podría tener, siendo elegido nuevamente como presidente, para cambiar su actual política exterior de agresión, injerencia y dominio imperial, a pesar de los buenos deseos que podamos tener muchos de que así fuera.

Fuente original: http://barometrointernacional.bligoo.com.ve