En África las ayudas para el desarrollo han servido para todo menos para eso. Se trata del continente que más ayuda y dinero ha recibido en las últimas décadas y sin embargo hoy se constata que ha sido un fracaso. Los resultados no han estado a la altura de los fondos ni de los esfuerzos». […]
En África las ayudas para el desarrollo han servido para todo menos para eso. Se trata del continente que más ayuda y dinero ha recibido en las últimas décadas y sin embargo hoy se constata que ha sido un fracaso. Los resultados no han estado a la altura de los fondos ni de los esfuerzos». Así de tajante se manifestaba el profesor y miembro del Instituto Internacional de Derechos Humanos de Estrasburgo y del Doctorado de Relaciones Internacionales y Estudios Africanos de la Universidad Autónoma de Madrid, Mbuji Kabunda, toda una personalidad en la materia.
Kabunda visitó a principios de semana Navalmoral de la Mata con motivo de la celebración de las primeras jornadas de desarrollo organizadas por la asociación sociocultural Macodou S. Sall, que trabaja por el desarrollo del mundo rural senegalés. La ponencia del intelectual, natural del Congo, no tuvo desperdicio alguno y lanzó numerosas críticas hacia las instituciones, organizaciones, políticas monetarias internacionales y en especial contra la inmensa mayoría de los gobernantes africanos, de los que destacaba su «mediocridad».
Entre los ejemplos del destino de los fondos de la ayuda internacional puso el del fortalecimiento de dictaduras locales, como fue el caso de Mubutu Seseko y otros líderes totalitariastas cuyas gestiones han desembocados en verdaderos genocidios, como los sufridos entre utus y tutsis. También se refirió a los «elefantes blancos», grandes infraestructuras que dan imagen de modernidad pero que están totalmente desvinculadas de la realidad. Entre estos ‘logros’ de la ayuda internacional se encontraría la construcción de una refinería en un pais que no es productor de petróleo, una de las presas hidroeléctricas más grandes del mundo que solo funciona al 20% porque el cauce sobre el que fue levantada no lleva agua o un hotel cuya habitación por noche cuesta lo mismo que gana un alto cargo del gobierno en un mes. «Para unos esto sirve para dar salida a sus medios técnicos, para otros como mano de obra y para algunos simplemente para llenarse los bolsillos, pero no para el desarrollo», manifestó.
Durante su amplio discurso -imposible de resumir en el centenar de líneas que ocupa este artículo- explicó que la evolución del continente no sería posible con los modelos de desarrollo que hasta hace poco se han puesto en práctica, sino que se hace imprescindible que sean los propios inmigrantes quienes participen en esta tarea, como principales conocedores de las realidades de cada país: se trata del codesarrollo, que apuesta por promover un cambio integral no solo en la ejecución de proyectos, sino en la gestión de los paises, con la llegada de una democracia y libertad real. Para ello se buscaría un modelo «basado en el ser y no en el tener, de desarrollo económicamente viable, ecológicamente sostenible y socialmente justo».
Enfermedad de la brújula
Denunció la denominada «enfermedad de la brújula», que hace mirar continuamente hacia el norte (por Europa) frente a quienes están convencidos de las posibilidades de África como rica que es, tanto en materias primas como en mano de obra y posibilidades.
De igual modo Kabunda lamentó que la dejadez de los gobiernos para con sus obligaciones hacia el pueblo, algo de lo que se despreocupan toda vez que su labor es enmendada por las oenegés. «Se han convertido en sustitutos baratos de las obligaciones de los gobiernos», lamentaba. Para concluir apuntó la necesidad de involucrar más a las mujeres en este necesario desarrollo de África, como verdaderos sustentos de la economía popular de las diferentes regiones.