Se debate estos días sobre si África (subsahariana, se entiende) se verá agitada por su propia «Primavera árabe». Hasta ahora parece que las revueltas populares y revoluciones que están cambiando el panorama político y social en los países árabe-musulmanes (desde Marruecos a Barheim) están limitadas a dichos territorios. Aún con notables diferencias contextuales (poco tenían […]
Se debate estos días sobre si África (subsahariana, se entiende) se verá agitada por su propia «Primavera árabe». Hasta ahora parece que las revueltas populares y revoluciones que están cambiando el panorama político y social en los países árabe-musulmanes (desde Marruecos a Barheim) están limitadas a dichos territorios. Aún con notables diferencias contextuales (poco tenían que ver la monarquía de Barheim con el pseudo-socialismo laico de Ben Alí en Túnez o la perenne revolución verde de Gadafi) las similitudes que subyacen debajo de las protestas son también evidentes (desempleo juvenil generalizado; clases gobernantes corruptas y eternizadas en el poder; falta de oportunidades para las clases populares; y en los últimos años liberación económica unida a aumento de la represión política). Y todo ello regado con el «efecto Al-Jazzira», la televisión qatarí que ha dado voz y rostro a las protestas.
¿Para cuándo, entonces, la primavera africana? Mantiene Michela Wrong en un artículo publicado en El Mundo el 27-05-2011 [i] que «No vas a ver las revueltas (…) más al sur. Para organizar una revuelta como la que se ha vivido en la plaza Tahir se necesita un grupo de gente más crítica que la que habita en la mayor parte de África». Aunque posteriormente la escritora matiza un poco sus palabras, aplazando las revoluciones «10 años», su argumentario se basa en la visión de un África donde la corrupción es endémica y tolerada («todos justifican la corrupción porque ellos mismos la utilizan en su día a día» se cita en el artículo) y donde «no existe el sentimiento de solidaridad entre las diferentes clases sociales». Otros argumentos usados para descalificar las posibilidades de revueltas pro-democráticas en África sub-sahariana son la teórica ausencia de dos factores que fueron esenciales en las revoluciones del Magreb: jóvenes con educación universitaria; y el uso de las redes sociales. Vamos a ver, sin embargo, que estas visiones de la realidad social del África sub-sahariana son, cuando menos, parciales, y que ignoran en gran medida los cambios sociales, políticos y populares que están ocurriendo en numerosos países africanos.
El primer argumento usado por Wrong es tipo «THA» ( This is Africa) y enlazaría con los razonamientos del nuevo barbarismo, usados en su día por Kaplan (Ruiz-Giménez Arrieta, 2002) [ii] para explicar las guerras civiles de los 90 en África del Oeste: África es así, irracional, corrupta, acrítica y beligerante, dirigida por dinámicas tribales que no se pueden explicar desde una óptica política. Nada más lejos de la realidad. La corrupción endémica de la mayoría de las élites gobernantes africanas tienen claros motivos: dichos gobernantes actúan como redistribuidores de los recursos del Estado (ya sean éstos petróleo, minerales o ayuda al desarrollo) entre sus redes clientelares (familiares, tribales, regionales) para mantener el poder y sus privilegios. El modelo clientelar, sin embargo, sufre de las mismas contradicciones que lo cuestionaron en los países del Magreb. La crisis económica y las políticas neoliberales de los últimos años han reducido tanto la cantidad de pastel a repartir como las manos a las que toca comer. Las bases para las revueltas, por tanto, están presentes.
¿Y la carencia de una sociedad civil fuerte y estructurada? De nuevo un argumento falaz. Por un lado ignora las redes propias africanas, tanto familiares como sociales (desde consejos de ancianos a grupos de jóvenes) que no están organizados según la tipología occidental (ONGs, …). Por otro lado pasa por alto la cada vez mayor movilización social en la mayoría de los países del África sub-sahariana. Desde el Foro Social Mundial de este año en Senegal a la vibrante sociedad civil sudafricana, pasando por la prensa independiente mozambiqueña, los grupos de mujeres de Kenya o los movimientos pro-derechos humanos en África Central. La sociedad civil africana está allí, pidiendo la voz y la palabra. Otra cosa es que se oiga en Occidente, como prueba el escaso eco que han tenido las recientes protestas en Burkina-Faso [iii] (que han llevado al cambio de primer ministro) o en Gabón [iv] .
Los jóvenes, tanto los universitarios como los desempleados, los excluidos y los habitantes de las periferias de las grandes urbes, piden paso en el Continente más joven, como lo están haciendo en los países árabes. Y no siempre necesitan facebook para ello, a veces nos olvidamos que para tomar la Bastilla no hizo falta Twitter. Algunos países africanos también toman nota, y no hay que ignorar que países como Sierra Leona lideraron transiciones democráticas ejemplares (con el presidente Ernest Koroma haciendo de la lucha anti-corrupción su bandera) o las revueltas pro-democráticas que desde hace unos años sacuden Zimbawe o Kenya.
En África también hay estaciones. Y aunque no se llamen como las nuestras, están allí. Y como en el Magreb y Oriente próximo, las dictaduras y demás regímenes corruptos se resisten a dejar el poder, todavía apoyados por los países occidentales. No son necesarias más políticas neoliberales impuestas o nuevas intervenciones militares «humanitarias». Los jóvenes africanos ya han comenzado a dibujar su futuro. Y como decía Julius Nyerere, no hace falta que les echen una mano, basta con que les quiten el pie de encima.
[i] http://www.elmundo.es/elmundo/2011/05/27/internacional/1306507623.html
[ii] http://www.revistapueblos.org/spip.php?article137
[iii] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=127171&titular=remodelación-en-burkina-faso-
[iv] http://www.lavanguardia.com/internacional/20110216/54115217187/la-semilla-de-la-revuelta-esta-en-africa-negra-esperando-una-salida.html