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En el «reino» de la libertad, su majestad es el miedo

Fuentes: AIN

Uno de los aspectos que más destaca la prensa norteamericana de su sociedad, es el alto nivel de vida y el confort material alcanzado por una buena parte de los ciudadanos de ese país. En cambio, oculta, en no pocas ocasiones, que también hay allí unos 40 millones de habitantes sin las necesidades básicas resueltas, […]

Uno de los aspectos que más destaca la prensa norteamericana de su sociedad, es el alto nivel de vida y el confort material alcanzado por una buena parte de los ciudadanos de ese país.

En cambio, oculta, en no pocas ocasiones, que también hay allí unos 40 millones de habitantes sin las necesidades básicas resueltas, y de ellos alrededor de 18 millones viven en extrema pobreza.

El deslumbramiento provocado por la visible opulencia de algunos millones y la rutilante publicidad comercial, encargada de hacer creer que todos pueden acceder al producto o los servicios promovidos, esconden a su vez ángulos sombríos de la cotidianidad.

Muy pocos escapan a las consecuencias derivadas de la violencia generalizada, la expansión del consumo de drogas y estupefacientes de todo tipo, los vaivenes de la economía, la desprotección social de los segmentos laborales y las caídas de la bolsa, entre los empresarios.

Los factores apuntados generan ansiedades, angustias y miedos que en diferentes grados de intensidad y frecuencia se apoderan de la familia norteamericana promedio.

Prácticamente nadie está fuera de la posibilidad de ser víctima de un asalto en plena calle o en su propia vivienda, hasta el punto en que la fabricación y comercialización de sistemas de alarma se ha convertido en floreciente negocio.

El temor a ser objeto de un ataque terrorista, incrementado después del derribo de las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001, es otro de los miedos apoderados de la actividad cotidiana de todos los ciudadanos, sin exclusión.

Osama bin Laden, Al Qaeda y el Ántrax han pasado a formar parte del día a día del estadounidense común. Ellos han sido convertidos en los «cocos » oficiales, siempre al acecho, publicitados cada vez que en la Casa Blanca están requeridos de desviar la atención ciudadana de los frecuentes escándalos en que se ve envuelta.

Recientes datos publicados por la organización especializada Brady Compaign to Preview Gun Violencia, son reveladores del grado en que la violencia se ha convertido en Norteamérica en toda una extendida cultura.

En Estados Unidos existen más de 200 millones de armas de fuego en manos de la población civil. En los últimos cinco años 148 mil personas en esa nación perecieron por disparos, 81 por día y uno cada 18 minutos. Cada año se reportan dos millones de robos, de ellos unos 500 mil con violencia, sin contabilizar un millón 100 mil sustracciones de automóviles.

Sume a los 58 mil 200 secuestros de menores, las 59 mil violaciones sexuales, equivalentes a mil 800 por jornada, 75 por hora, y tendrá un cuadro aproximado de la situación.

Este país, el más opulento del planeta, tiene también la más numerosa población penal del mundo. Dos millones 200 mil presos —-700 por cada 100 mil habitantes – y cerca del 10 por ciento de ellos condenados a cadena perpetua. Peor aún: dos tercios de esos reos liberados vuelven a prisión, en clara demostración de que el sistema de reeducación funciona mal.

A esta situación catastrófica debe agregarse la inseguridad diaria de perder la hipoteca y el empleo; a contraer una enfermedad no cubierta por el seguro – hay más de 40 millones sin seguro alguno- a que uno de los jóvenes cercanos sea presa de la droga.

No es casual, pues, que en el «reino» de la libertad vivan 900 mil personas con desequilibrios mentales crónicos, y que las consultas de siquiatría sean de las más concurridas.

En la sociedad norteamericana tienen los sicólogos y sociólogos un adecuado laboratorio para estudiar los efectos alienantes de la llamada sociedad del bienestar.