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Los informes militares revelan que las tropas participaron en 40 combates, con al menos 9 muertos

En Iraq las fuerzas armadas españolas combatieron intensamente a la insurgencia

Fuentes: kaosenlared

Desde el 4 de abril de 2004, cuando estalló la revuelta chií en el sur de Irak, hasta el 21 de mayo, cuando cruzó la frontera kuwaití el último soldado, las tropas españolas se vieron inmersas en un escenario de guerra abierta. Los informes del Estado Mayor del Ejército, que Izquierda Unida y otros grupos […]

Desde el 4 de abril de 2004, cuando estalló la revuelta chií en el sur de Irak, hasta el 21 de mayo, cuando cruzó la frontera kuwaití el último soldado, las tropas españolas se vieron inmersas en un escenario de guerra abierta. Los informes del Estado Mayor del Ejército, que Izquierda Unida y otros grupos parlamentarios quieren que se remitan al Congreso, revelan que en aquellos 48 días los soldados españoles participaron en 40 acciones de combate (en su mayor parte ataques con morteros contra las bases o emboscadas a las patrullas) que dejaron un saldo de al menos nueve muertos (un militar salvadoreño y ocho insurgentes iraquíes) y 44 heridos (23 iraquíes, 10 salvadoreños y 11 españoles).

«La acción dura cuatro horas, en que no cesan de caer granadas, se causan siete muertos al enemigo»»Seguidores de Moqtada al Sader, líder religioso chií, se reunieron en las proximidades y empezaron a realizar fuego indiscriminado sobre Camp Baker, donde estaba ubicada Base Al Andalus, de la Brigada Multinacional Plus Ultra (MNB PU). Además, atacaron la cárcel y el edificio de Gobernación de An Nayaf. La seguridad de la cárcel era responsabilidad de la MNB PU, estando asignada a una compañía de El Salvador. Se solicitó apoyo a la División Multinacional Centro Sur (MND CS), que envió helicópteros Apache y aviones caza (F-16) para tratar de detener el ataque. Se requirió asimismo apoyo de aeroevacuación a la división, que envió dos helicópteros. Fecha: 4 de abril. Hora: 11.00 Acontecimiento: Ataque a la base. Efectos: Sin bajas españolas. 1 muerto y 10 heridos de nacionalidad salvadoreña (que formaban parte de la brigada española). Bajas iraquíes sin cuantificar».

Con el laconismo propio del lenguaje militar, el informe del Estado Mayor del Ejército describe el ataque que, el 4 de abril de 2004, sufrió la base en Nayaf, al sur de Irak. La detención del representante local del clérigo Al Sader, por parte de EE UU, provocó un levantamiento chií y convirtió al contingente español en blanco de las milicias radicales.

Durante la reciente presentación de su libro Memoria de entreguerras, el ex ministro de Defensa Federico Trillo-Figueroa aseguró que, «pese a lo que diga la versión oficializada, España nunca estuvo en guerra» y que «las Fuerzas Armadas desarrollaron [en Irak] una misión humanitaria y de paz bajo el respaldo de las resoluciones de la o­nU».

Sin embargo, los informes militares demuestran que, a partir de aquel 4 abril y hasta que el último de los 1.300 soldados cruzó la frontera de Kuwait, el 21 de mayo de 2004, el Ejército español estuvo implicado en una guerra de la que logró salir sin bajas mortales gracias a una mezcla de suerte y profesionalidad.

Las cifras son suficientemente elocuentes: en 48 días, las tropas españolas participaron en 40 acciones de combate, que se saldaron con un muerto y 21 heridos por parte de la Brigada Plus Ultra. Tanto el fallecido, el soldado Natividad Méndez Ramos, como 10 de los heridos pertenecían al batallón salvadoreño; mientras que los otros 11 heridos fueron españoles. Del lado iraquí, los informes del Ejército registran un total de ocho muertos y 23 heridos, aunque en muchos incidentes se alude a la existencia de bajas iraquíes «sin cuantificar».

Las bases de Al Diwaniya y Nayaf (Base España y Base Al Andalus) sufrieron una veintena de bombardeos de mortero, en los que se lanzaron al menos 227 proyectiles, la mayoría de 82 milímetros, sin causar ninguna baja, a pesar de que una granada cayó en el tejado del alojamiento femenino. Así se refleja en los partes que se remitían diariamente a Madrid, algunos de los cuales han sido publicados en las últimas semanas por la revista Interviú, junto a abundante material gráfico tomado por los propios soldados.

El informe del 9 de abril, todavía con Trillo como ministro, explica: «Mientras realizaba una escolta, una sección del Escuadrón Ligero Acorazado Farnesio, que se encontraba en Nayaf, sufre una emboscada con fuego de fusilería desde los tejados próximos a la base. Repelen la agresión. Durante la escolta de regreso, personal del Mahdi (líder rebelde) intenta bloquear el camino con un vehículo, se fuerza el paso con fuego de fusilería y contacto directo (choque contra el vehículo que obstaculizaba el paso). Resultado: dos bajas iraquíes y una rueda de VEC (Vehículo de Exploración de Caballería) destrozada. Mientras se procede a cambiar la rueda, se inicia un ataque a plena luz del día con morteros y lanzagranadas. Una granada impacta un metro por encima de la tripulación, que sigue trabajando. Se termina de cambiar la rueda, se ocupan posiciones en la puerta y se pasa a la acción: se hacen dos bajas por fuego de cañón de 25 milímetros».

Al día siguiente, tres militares españoles resultan heridos -uno de ellos perdió un ojo- cuando caen en una emboscada y son atacados con lanzagranadas RPG mientras realizan una patrulla nocturna por Diwaniya.

El sábado 17 de abril de 2004, el día en que José Luis Rodríguez Zapatero toma posesión como presidente del Gobierno, cinco granadas caen sobre Base España a las 00.25; una patrulla de reconocimiento recibe fuego de fusilería a las 11.35; y otra de Operaciones Especiales es atacada a las 17.15 con lanzagranadas; resultando heridos leves un sargento, un cabo y un soldado.

En el parte se deja constancia de que no hay «bajas iraquíes localizadas»; es decir, los soldados españoles han repelido la agresión «con la máxima intensidad de fuego», pero no les consta si han alcanzado a sus atacantes.

El domingo 18, mientras Zapatero anuncia por sorpresa la retirada de Irak, 19 granadas de mortero caen en Base España. Se acusa al nuevo Gobierno de no esperar hasta el 30 de junio para decidir la salida de las tropas, como había prometido, pero cada día que pasa se bordea la tragedia.

El incidente más grave se produce el 28 de abril, cuando dos vehículos de Caballería escoltan sendos autobuses con miembros del nuevo Ejército iraquí a la salida de Diwaniya. «Sobre las 12.30, reciben fuego de fusilería, lanzagranadas y morteros, respondiendo de forma inmediata. Como consecuencia del ataque, causan dos bajas al enemigo. Se aprecia un tercer enemigo que intenta huir, mientras se continúa recibiendo fuego desde los palmerales próximos. En ese momento, el capitán jefe del Escuadrón decide enviar a la zona dos VEC más que estaban cerca. Igualmente, se envían en apoyo a la patrulla dos helicópteros, dos lanzagranadas Lag-40 y una sección de la Legión. La acción se prolonga por espacio de cuatro horas, en las que no cesan de caer granadas (algunas con espoletas a tiempo, que explosionaban en el aire). Se recibe apoyo de la Policía Especial Iraquí, que será la que recoja a los muertos y el armamento. Finalmente, se da la orden de replegarse sobre Base España, llegando a las 17 horas. Al enemigo se le causan siete muertos, capturando siete prisioneros, dos de los cuales están heridos».

El 20 de mayo, la víspera de que se complete la retirada, un convoy de vuelta de la frontera es atacado junto a la localidad de Al Hamza. El parte resume así las consecuencias: «Un herido español, un iraquí muerto, otro herido grave y otro prisionero».

Mandos militares quieren que se reconozca el carácter bélico de la operación en Irak y se concedan a sus protagonistas medallas con distintivo rojo. Algunos fueron condecorados el 30 de abril de 2004, cuando Zapatero presidió la disolución oficial de la Brigada Plus Ultra en Botoa (Badajoz). Pero entonces faltaba lo más difícil: una retirada de 1.000 kilómetros bajo el acoso de la insurgencia. «A los militares el valor se nos supone, pero muchos allí lo acreditaron», explica un general. El ministro de Defensa, José Bono, que otorgó el distintivo rojo a los agentes del CNI asesinados en Irak, se muestra dispuesto a estudiar el asunto «si las Fuerzas Armadas lo piden».