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Crónicas afro venezolanas

En Malawi unos viven y otros mueren de Sida

Fuentes: Rebelión

Queremos ver a ziwale… queremos ver la luz! «Si quieres conocer el brillo de la luz ven al Lago Malawi». Así reza un decir de los nativos del sudeste africano que mi compañero de viaje Víctor Pisani*1 , y yo, estábamos dispuestos a comprobar en las horas libres de nuestra presencia catecúmena en los heredades […]

Queremos ver a ziwale… queremos ver la luz!
«Si quieres conocer el brillo de la luz ven al Lago Malawi». Así reza un decir de los nativos del sudeste africano que mi compañero de viaje Víctor Pisani*1 , y yo, estábamos dispuestos a comprobar en las horas libres de nuestra presencia catecúmena en los heredades del reino de Matabelé.

Mientras esperábamos con ansiedad información acerca de la audiencia que habíamos solicitado a la Cancillería de Malawi, este pasado jueves 24 de agosto de 2006, segundo día de nuestra permanencia en Lilongwe, lo tomamos para conocer y sentir de cerca al legendario Lago Maravi; evidentemente, sin pretender emular al perdido doctor David Livingstone y al periodista y explorador Stanley.

Antes de partir de la ciudad capital, le pusimos suficiente combustible al coche, y fue allí, en esa estación de servicio donde vimos por vez primera al Kwangwala (especie de cuervo negro con una veta blanca que abunda en este país llamado también Nyasilandia). Nos emocionaba, además, que íbamos a estar muy cerca de Mozambique la tierra de Eduardo Mondiane*2, donde una guerra civil dejó cientos y cientos de muertos regados por todas partes hasta que culminó en 1992 con los acuerdos de paz firmados en Roma. La otrora colonia portuguesa se aparta a unos 90 kilómetros, al cruzar el lago, pues.

En Malawi el litro de gasolina cuesta unos 2 mil seiscientos bolívares, un poco más de un euro; es decir, que un tanque de un vehículo de cuatro cilindradas que almacene unos cuarenta litros de nafta, aproximadamente, se llena con 100 mil simones caraqueños; en moneda local, unas seis mil kwachas (38,7 euros).

Ya cercanos al Lago Nyanja, ese mar interior, patrimonio de la humanidad, donde vivieron desde muy atrás y siguen subsistiendo los angurus, los shonas, los ilas y los tongas, pueblos originarios del África negra, empezamos a sentir el tám-tám de sus voces que nos dicen que la emancipación verdadera todavía no ha llegado; y fue así como empezamos a palpar de inmediato que hay un mensaje en el ambiente que, por cierto, lleva siglos y siglos: Cada vez nos necesitamos más y más los unos a los otros. Así como lo expresa con una profunda negritud afrocaribeña Nicolás Guillén*3, precisamente, de la misma forma como la haría un hechicero de la tribu de los Khoisanis mozambiqueños:

Tú secas en la piel de los árboles la angustia del lagarto.

Tú engrasas las ruedas de los vientos

para asustar a las palmeras.

Tú atraviesas

con una gran flecha roja

El corazón de las selvas

y la carne de los ríos

Al frente del timón iba Obvidus Mkumgula*4, el mismo amigo taxista que nos sacó del aeropuerto cuando arribamos la madrugada del miércoles. Tardamos casi dos horas para recorrer los ciento veinticinco kilómetros que separan a Lilongwe del lago de la luz reflejada. Con Obvidius conversamos de lo humano y lo divino; de verdad que nos ayudó a comprender muchas cosas que sin su explicación jamás de los jamases nos hubiésemos percatado de su existencia. Fue él quien nos explicó que ziwale significa luz en Chichewa, el otro idioma que hablan los malawenses junto con el inglés que es el idioma oficial. La información nos fue suministrada por el nuevo ´pata´ sin habérselo preguntado; luego caímos en cuenta de que la palabra la había leído en una propaganda impresa detrás de un camión que iba delante de nosotros.

La carretera permanece en buen estado, seguramente, porque no es muy transitada por grandes camiones de carga; pero sí por vehículos de tracción humana, porqué sí en República Dominicana los «motoconchos» son abundantes como el arroz en el pueblo venezolano de Calabozo. En el camino hacia el Lago Malawi, los bici-taxis y las bici-cargas se asemejan a los bachacos en vísperas de invierno. Es sorprendente observarlos a lo largo de todo el recorrido hacia la gran laguna de la luz, son miles y miles de ciclistas montados en sus caballitos de metal, conduciendo el equilibrio bien adheridos a los brocales de la vía para evitar ser atropellados. Obvidus por momentos le imprimía exceso de velocidad a su carro y eso nos preocupaba, no fuese a arrollar a algún viandante, especialmente, a los grandes dinamizadores de la industria del transporte que son los más expuestos al peligro.

Cercano al lago hay un pequeño pueblo llamado Salima, igual que el del distrito musulmán que lo abarca y lleva su mismo nombre. Allí se juntó, prácticamente, toda la pobreza del mundo; pero sus habitantes viven, aunque no tienen casi nada para comer. Porque es paradójico que teniendo al Nyanja tan cerca no puedan aprovechar sus frutos, ya que es tres veces y un poco más, superior en tamaño, a nuestro Lago de Maracaibo.

En este lugar Dzuwa (el sol) y Mwezi (la luna) tienen «años luz» viendo rejuvenecer de día y de noche su eterno amor senghoriano*5:

Mujer desnuda, mujer oscura,

fruto maduro de carne tersa, sombrío éxtasis de negro

vino, boca que hace lírica mi boca,

sabana de horizontes puros, sabana estremecida bajo

las caricias ardientes del Viento del Este.

Tam-Tam esculpido, tam tam terso que truenas

bajo los dedos del victorioso,

tu voz grave de contralto es el canto espiritual

de la Amada

Pescando un Sida

Pero contra el ardor batiente del continente negro conspiran los mitos del opresor que inventan permanentemente historietas de terror para justificar los grandes negocios de los laboratorios y de las fábricas de condones; lamentablemente, auspiciadas por la Organización de Naciones Unidas (ONU). Como la que apareció días después en el Malawi News; en una página completa se recoge un reportaje de un pueblo del interior, cercano al lago, por cierto, donde la mayoría de los pescadores están infectados por el Sida: «Pescando un Sida en el pueblo de Ngara».

Qué en Zambia, Zimbawe, Botswana, Lesotho, Sudáfrica y Malawi, las esperanzas de vida son equis años, generalmente cortos; eso es un cuento de caminos para esta gente que se muere de otra cosa. Fallecen por el apetito voraz del capitalismo y por la indolencia de los países ricos; debido a eso, sí que se van muchos malawenses de este irracional mundo, pero no de Sida. Por lo pronto, enhorabuena, la muerte se seguirá espantando con danzas tribales como la observada camino del ñasa, mas no con la ayuda interesada de las ONGs solidarias del hombre blanco.

Vincent Kaitano*6, un joven malawí que se fue a vivir Sudáfrica buscando mejor vida, nos cuenta que vivió en la patria de Nelson Mandela*7 durante seis años sin alcanzar algún crecimiento. Estando allí entendió que su futuro no estaba en ese país, sino en Lilongwe, en su Malawi de alma, y por eso se regresó decepcionado. A él no le cabe la menor duda que «detrás de cada programa de ayuda para los pueblos de África hay buenos negocios», asegura el hijo del Pastor Harry Kaitano*8.

Lo del Sida es un tremendo negocio que beneficia, preponderantemente, a los mercaderes de la salud, de la amistad y del amor. En varios días de andar por estos parajes no hemos percibido ningún entierro, o carros fúnebres portadores de cadáveres sídicos, como se puede leer en un reportaje de la Internet sobre el lugar, en el cual se relataba que la industria más próspera de Malawi era el de la carpintería mortuoria.

No se quiere decir aquí que el HIV, no sea un problema de salud pública en Malawi, seguramente, lo es, y mucho más grave de lo que uno pueda observar en pocos días de comprobación. Pero, ciertamente, la urgencia verdadera existe en otras aéreas: energética, con especial énfasis en la energía eléctrica (las noches malawenses son, sencillamente, oscuras); educación, aquí no se distingue a nadie con un libro en la mano, ni siquiera buscando los números de lotería en el periódico; transporte, también aquí, es complicado moverse y se derrocha demasiado tiempo circulando a pie de un lugar a otro.

En todo caso, en Malawi, donde está enclavado el gran ñasa brillante, y más allá del Sida en los distritos de Mzimba y Karonga, hay gente que lucha por una vida decente; que están y seguirán allí para servirle a su patria, como lo afirma el poeta Mustapha Vittorio Mitole*9 en sus versos de combatiente de la calle; como nos lo transmite y ratifica en nuestros oídos el canto espiritual de Grace Chinga Moffat*10.

Por eso, hay un pálpito bajo el cielo de Malawi, que alguien, en algún momento, rescatará el legado político del doctor Attati Mpakati*11 y del rastafarian Evison Matafale*12, cuyas voces fueron silenciadas de la faz de la tierra, pero que continúan y seguirán grabadas y actuantes en la conciencia de ese pueblo del sudeste africano, asiento de los chewa, nyanja,yao, tumbuka y lomwes.

¡Malawi! ¡Malawi!

Ya en el kuche kuche (atardecer, ocaso en chichewa) de estas memorias, cabe referir aquí el concierto ofrecido por The Black Missionaries Band (La Banda de los Misioneros Negros) en el Capital City Motel de Lilongwe, la noche del sábado 26 de agosto de 2006. Fuimos a verlos atraídos por una información pagada en el Weekend Nation, y además, porque que eran los músicos de Evison Matafale, según supimos.

En efecto, allí estaban Gift Fumalani y Sally Nyundo, dos de los ex-compañeros del malogrado rastaf y cantante del pueblo malawí. Nos adelantamos a la hora y hubo que esperar largos minutos; por momentos pensamos en retirarnos, pero no, había que verlos y oírlos tocar, toda vez que aquí el movimiento musical es de una extraordinaria importancia: Lucius Banda, Mankhamba (Ben Michael), Edgar and Davis, Lawrence Mbenjere, Annie Matumbi y Monte Lewis, y, por su puesto, la ya mencionada Moffat.

Sencillamente, salimos complacidos, a pesar de haber observado sólo una parte de la primera sesión del concierto; positivamente, nos hicieron sentir que África vibra en su música, en sus ritmos, en sus hombres y mujeres. Uno a uno fueron llegando los fanáticos del grupo y al cabo de media hora todas las sillas estaban ocupadas, en su mayoría por hombres.

Era notorio en aquel lugar (un pequeño local de 20 x 40) la conjunción de los olores humanos. En el ambiente se fusionaban las transpiraciones hormonales con las notas musicales de la Banda Negra, quienes fueron de menos a más, a pesar de no contar con un buen sonido: ¡Malawi!… ¡Malawi¡… Era el otro concierto, el de los aromas humanus juntados y esparcidos aquella noche bajo las constelaciones del escorpión y el capricornio.

Varios negros fueron arrancados de sus asientos por los solos de guitarra; como si nada, se lanzaron a la pista a mover sus fornidos cuerpos (bailaban varones con varones); eran sombras danzantes, moviéndose al compás del reggae y del son de los ritmos locales como lo recoge el video que grabáramos para el recuerdo de nuestra presencia allí.

En Malawi dos humildes venezolanos fuimos testigos de excepción de la fuerza y del ímpetu que el vate cubano Nicolás Guillén canta en su poesía:

Chorro de sangre joven

Bajo un pedazo de piel fresca.

Las personas y sus nombres:

*1 Víctor Pisani: Forma parte de la nueva generación de diplomáticos venezolanos.

*2 Eduardo Mondiane: Presidente del FRELIMO, asesinado a finales de la década de los 70´.

*3 Nicolás Guiellén: Poeta cubano que canta como la guitarra.

*4 Obvidus Mkunda: Taxista y hombre del pueblo malawense

*5 Leopold Senghor : Una de las figuras más interesantes de la intelectualidad negra.

*6Vincent Kaitano: Es un ambientalista que trabaja en el Santuario Natural de Lilongwe; además, es militante activo del grupo Conciencia Global y está próximo a casarse con una muchacha de Zambia.

*7 Nelson Mandela : líder sudafricano cuya lucha contra el Aparheid le valió el respeto de su pueblo y el mundo entero

*8 Harry Kaitano: Pastor evangelista, vive en Lilongwe.

*9Mustapha Vittorio Mitole: Poeta de Malawi cuyos versos son el pueblo mismo

*10 Grace Chinga Moffat: La reina del gospel.

*11 Attati Mpakati: Fue el líder de la Liga Socialista de Malawi, lo obligaron a exiliarse, en 1983 apareció asesinado.

* 12 Evison Matafale: el mejor cantante rafta de Malawi, lo detuvo la policía y después lo encontaron muerto en su celda, aún se desconoce la causa de su deceso