Como habitante de Detroit de toda la vida tanto en la ciudad como en los suburbios, me ha fascinado la agitación de la prensa por la bancarrota de Detroit. Como la mayor parte de los grandes temas en las noticias estos días, Detroit se ha convertido en una pantalla en la que la gente proyecta […]
Como habitante de Detroit de toda la vida tanto en la ciudad como en los suburbios, me ha fascinado la agitación de la prensa por la bancarrota de Detroit. Como la mayor parte de los grandes temas en las noticias estos días, Detroit se ha convertido en una pantalla en la que la gente proyecta el punto de vista político que tenga.
Lo primero es preguntarse por qué la bancarrota está consiguiendo tanta atención. ¿Es realmente tan importante? Después de todo, como con cualquier bancarrota, ¿no es solo una pelea entre alguna gente por algún dinero (o obras de arte, propiedades inmobiliarias y otros valores)?
En el sector privado hay empresas que entran en bancarrota cada día sin que aparezcan mucho en las noticias, si es que lo hacen. ¿Y por qué iba a ser diferente? La bancarrota es una herramienta usada por el capital para gestionar las quiebras. La ortodoxia capitalista nos dice tanto que es inevitable como deseable algún grado de fracaso (lo llaman destrucción creativa). No es por tanto una sorpresa que el capitalismo haya creado procedimientos para gestionarlo.
En el momento álgido de la depresión el Congreso añadió una nueva herramienta, el Capítulo 9, al Código de Bancarrota para hacer frente a las quiebras financieras de los entes públicos locales. Aunque es verdad que los «estados fallidos», o en este caso un gobierno local fallido, son diferentes de diversas formas de una empresa, los problemas básicos de quién debe cuánto a quién son los mismos.
Es cierto que una bancarrota municipal no es tan común como una bancarrota en el sector privado. (O al menos no todavía). Así que, hasta cierto punto, es justificable el escenario de «mira, mira, un hombre está mordiendo a un perro». Además, como las ciudades son entidades gubernamentales elegidas, hay comprensiblemente un sentimiento diferente de lo que está en juego.
En ese contexto, lo que los medios de comunicación de masas se están perdiendo es hasta qué punto la bancarrota no es más que el último paso de un largo proceso de destrucción de la democracia para los afroamericanos. En el momento en que escribo esto más de un 55% de la población afroamericana de Michigan vive en comunidades bajo alguna forma de Gestión de Emergencia. Esto significa que el gobierno estatal ya ha eliminado la autoridad de los funcionarios electos localmente. La bancarrota solo mueve este desapoderamiento al nivel federal.
Aparece en las noticias porque a diferencia de las leyes estatales de «gestión de emergencias» el Capítulo 9 de bancarrota federal supone un riesgo para los banqueros, poseedores de bonos, aseguradores de bonos y hedge funds que prestaron dinero a la ciudad. Esto es algo que el gobernador de Michigan, Rick Snyder, ha trabajado muy duro para que no suceda. Ya en junio de 2011 hizo un ruego a sus amigos de Wall Street. » Detroit no va a caer en la bancarrota» dijo Snyder a los periodistas mientras sonreía animoso por su reunión el lunes con tres agencias de valoración en Nueva York . Como es previsible, lo que también excita y domina la cobertura de los MCM es el juego de echar las culpas. Lo han hecho los liberales, o se lo han hecho los negros a sí mismos, gritan los «conservadores». Es culpa de los racistas y del ala derecha, dicen los «liberales».
El ruido puede ser ensordecedor. Lo que sigue espero que sea una versión más tranquila de lo que significa la «bancarrota» de Detroit.
El gobierno está en bancarrota. Detroit no.
Hay cuatro economías en juego en Detroit. Una es la vieja economía. Esto es, la preindustrial y la industrial. Es el dinero viejo. Mucho de él relacionado con el mundo del automóvil. Especialmente estos días, el capital es muy móvil y no tiene prácticamente ninguna lealtad a ninguna entidad geográfica. Si no está vinculado a una nación, seguramente lo estará mucho menos a una ciudad.
Así, el dinero viejo dirigió la desinversión que eliminó buena parte de los valores económicos que alguna vez hicieron de Detroit una versión de lo que pasaba por prosperidad a mediados del siglo XX. Mucho antes de que el capital de Detroit se relocalizase en México y China, se había movido de Detroit a sus suburbios.
Mi nombre para la segunda economía de Detroit es la economía pizza. Otros podrían llamarla la economía del entretenimiento. A medida que se iba la industria entraba la economía pizza, personificada por Mike Illitch, patriarca de la familia que fundó la cadena de pizzerías Little Caesar’s Pizza. Illitch compró los Detroit Tigers, los Detroit Red Wings y una excelente sala de conciertos en el centro de la ciudad, el teatro Fox. Entre otras cosas. Muchas de sus propiedades han recibido algún tipo de subsidio municipal, estatal o federal. Incluso ahora, a pesar de la bancarrota, está previsto que reciba 650 millones de dólares en subsidios de los contribuyentes de Detroit para un nuevo estadio de hockey.
Tres casinos de juego se unieron también a la escena del entretenimiento de Detroit. La idea central era que si no puedes persuadir a los blancos para que vivan en Detroit, puedes construir una economía haciendo que la visiten.
Al sentir que algo estaba pasando en el centro, el multimillonario de las finanzas, los seguros y las inmobiliarias Dan Gilbert (Quicken Loans entre otros valores) entró en la pelea más recientemente y ahora posee 19 propiedades en el centro de Detroit y probablemente esté comprando otra ahora mismo.
Luego viene lo que podríamos llamar la economía SLOWS BarBQ -la economía número tres.- El propietario de SLOW, Phil Cooley, personifica los pioneros urbanos que vieron una oportunidad en las ruinas de Detroit. Así lo hicieron Jackie Victor y Anne Perrault quienes fundaron la socialmente responsable Avalon Bakery en 1997. Cooley ha añadido ahora una incubadora de negocios en Detroit a sus intereses en inmobiliarias y a su restaurante. Avalon adquirió recientemente una enorme fábrica abandonada en la ciudad para dar servicio a sus crecientes negocios. Hay una gran agitación a propósito de Shinola (fabricante de lujosos relojes y bicicletas) en la ciudad.
En los últimos meses Whole Foods y la cadena de supermercados Meijer también abrieron almacenes en Detroit.
Y luego está la economía número cuatro -todo lo demás-. Hablaré algo más sobre la número 4 más adelante. Por ahora diré esto: todo el mundo tiene algún tipo de modelo en su mente sobre cómo se supone que debe funcionar una ciudad. Detroit no se ha correspondido a ese modelo desde hace por lo menos 40 años. Pero a medida que la desinversión en Detroit desguarnecía sus valores convencionales: buenas escuelas públicas, una policía efectiva, la mayor parte de los buenos trabajos protegidos sindicalmente, impuestos procedentes de altos valores de los hogares de la clase media y demás, lo que quedó fue un tipo diferente de economía. La economía número 4 está dirigida por el supuesto de que decididamente no hay ninguna ayuda en camino.
Centenares de miles de personas, principalmente afroamericanos, viven todavía en Detroit. Se las apañan. Forman una economía. Algunos tienen una conexión con las economías uno a tres. Muchos no. A pesar de la capacidad de recursos que han mostrado repetidamente, las economías 1-3 normalmente los consideran un problema, no un activo. Así que volvamos a la bancarrota. Lo que no deja de sorprenderme una y otra vez en los últimos años es que todas y cada una de las cuatro economías de Detroit están invirtiendo. Un montón. Capitales de todo tipo se vuelcan en Detroit.
Un ensayo reciente del Detroit Business de Crain informa de 24 nuevos negocios que se han abierto en la ciudad en el último año. Muchísimos más en la zona no tan céntrica de la ciudad y en otros vecindarios también. Las fundaciones (las «filtraciones» de la economía número uno) se han gastado al menos 2 mil millones de dólares en Detroit en los últimos años. Dan Gilbert sigue cerrando oficinas en los suburbios y llevando esos empleos al centro de Detroit. En algunas partes de la ciudad las rentas crecen rápidamente.
Si Detroit está tan en bancarrota y es tan disfuncional, ¿cómo puede ser esto? ¿El gobierno? Al parecer, no necesitamos ningún apestoso gobierno. No la economía número 1. O la 2. O la 3. O la 4. Esta es la lección a aprender al ver lo que la gente hace opuesto a las cosas consternadoras que alguna gente dice. ¿Quiere ver un primer plano del sueño compartido de Karl Marx y Grover Norquist? Venga a Detroit donde el «estado» verdaderamente se ha marchitado o ha sido ahogado en la bañera. Elige lo que quieras o en cualquier caso alguna de las formas de gobierno tal como la conocemos -la parte en la que los ciudadanos de Detroit tienen algo que decir sobre su propio destino-.
La realidad es que Detroit ha sido «gobernada» durante algún tiempo por un mareante surtido de «gestores de emergencia» y otras agencias estatales; colaboraciones público-privadas; servicios privados de seguridad, de recogida de basuras, de formación de trabajadores y muchas otras cosas anteriormente realizadas por autoridades gubernamentales y regionales electas de diverso tipo, por no mencionar muchas organizaciones creadas por fundaciones. (El periodista de Detroit Free Press John Gallagher hace un buen trabajo describiendo alguna de estas dinámicas en dos libros, Reimagining Detroit y Revolution Detroit. También describe muchas de las auténticas iniciativas de base que se están llevando a cabo en la ciudad).
Para ilustrar la teoría de que la excepción confirma la regla, las lamentaciones oídas recientemente sobre la posible venta de obras de arte del Detroit Institute of Art (DIA) son un ejemplo de uno de los activos de Detroit por los que se preocupan los habitantes de los suburbios de Detroit que no se decidieron a proteger o relocalizar.
¿Significa toda este cambio de sillas que Detroit es ahora la tierra prometida? Por supuesto que no, cualquier cosa menos eso. Para la mayor parte de sus residentes la vida es difícil en el mejor de los casos. La Prueba A sería el impacto de catorce años de control de las Escuelas Públicas de Detroit por parte del gobierno estatal en Lansing. Los resultados han sido desastrosos, a pesar de los esfuerzos de los profesores de Detroit, que han dado un nuevo significado al término servidores públicos. La devastación física de la ciudad quita el aliento. Buena parte de lo que has leído de los autoproclamados odiadores y defensores es cierto. La deuda acumulada durante décadas con la agresiva ayuda de Wall Street es increíble. Los repetidos despidos de empleados municipales han recortado gravemente hasta los servicios básicos. Sin duda la corrupción y la incompetencia de los funcionarios elegidos ha interpretado su papel. Ha hecho que situaciones ya malas fuesen peor de lo necesario. Ha desviado recursos necesarios hacia la corrupción en lugar de a resolver otros problemas. Y ha sido una golosina para los blancos a los que les gusta argumentar que esto demuestra que Detroit no se puede gobernar a sí misma. El exalcalde preso Kwame Kilpatrick es el mejor objetivo y el más conocido de todos. Pero lo que muchos blancos no saben o no admiten es que estaba a punto de ser derrotado en su reelección cuando un grupo de hombres de negocios blancos con grandes intereses en la ciudad llegaron con centenares de miles de dólares en fondos de campaña de última hora.
Ninguno de los problemas de Detroit apareció de repente. Vista desde una larga perspectiva temporal, la bancarrota se puede entender mejor. Como el despido de Ronald Reagan de los controladores de tráfico aéreo sindicados (PATCO) o la validación del Tribunal Supremo del control del gran capital de la política en Citizen’s United, la bancarrota de Detroit es el efecto del poder de la democracia ya perdido, no su causa. No es sino un pequeño paso en un proceso de décadas. Y sí, la raza tiene todo que ver en ello.
Hay tres condados que forman la economía política del Sudeste de Michigan. El condado de Wayne abarca Detroit pero también incluye grandes suburbios como Dearborn, Livonia (la ciudad de más de 200.000 habitantes más segregada de todo el país) y buena parte de la rica Grosse Pintes. El condado de Oakland justo al norte de Detroit es el cuarto condado de su tamaño más rico del país. El cercano condado de Macomb es predominantemente de clase trabajadora y el «lugar de nacimiento» de los «demócratas de Reagan». Buena parte de las opiniones expertas sobre Detroit que uno lee u oye ignoran convenientemente la raza, concentrándose en cambio en el declive de la industria local del automóvil o las tendencias macroeconómicas. Normalmente, cuando se incluye la raza en una lista de «causas del declive de Detroit», se describe con términos engañosos como «tensiones raciales» o la «división racial». Tonterías. Lo que fue y lo que sigue siendo es puro y simple racismo blanco. A los pomposos les encanta hablar del «insostenible legado» de los costes de las pensiones de los trabajadores municipales. Nunca hablan del «legado» de los costes del racismo. En 1980 los afroamericanos superaron en número a los blancos dentro de los límites municipales de Detroit. Sí, el capital empezó a abandonar Detroit en los 40. Pero la desinversión de población es igual de importante. No nos equivoquemos sobre ello.
La extrema segregación que ha caracterizado durante mucho tiempo el sudeste de Michigan fue cualquier cosa menos accidental. Durante décadas la política del Departamento Federal de Viviendas fue negar préstamos a los afroamericanos que intentaban comprar casas en los suburbios. Hasta hoy, si compras una casa suburbana que no haya cambiado de manos en mucho tiempo, la escritura es posible que contenga una «cláusula restrictiva» que prohibe explícitamente la venta de la casa a negros. Esto no es todo. Veintitrés de veintitrés intentos de crear una entidad de transporte de los tres condados para mejorar el transporte público abarcando toda la región fueron derrotados en la legislatura estatal controlada por blancos. Por tanto no solo era imposible que los afroamericanos pudiesen comprar casas cerca de donde se estaban trasladando los empleos, era difícil conseguir los trabajos suburbanos que acompañaban el crecimiento de los suburbios. Y para colmo de males, las instituciones financieras que no prestaban dinero a los afroamericanos para mudarse fuera de la ciudad tampoco lo prestaban para la mejora de las viviendas. Pero cargaban más, mucho más, los seguros de hogar y automóvil.
Para aquellos demasiado jóvenes para recordarlo, esa práctica era llamada «redlining» [prácticas bancarias discriminatorias para ciertos barrios]. Sigue siendo predominante hoy. Un ejemplo dramático del coste del racismo nacido en Detroit es este: Detroit tiene un impuesto sobre la renta para aquellos que trabajan dentro de los límites de la ciudad. El impuesto a dos niveles es inferior para aquellos que trabajan en la ciudad pero viven en los suburbios. Al aplicar el impuesto, el poder legislativo del estado obligó a los empleados residentes en la ciudad a pagar el impuesto mediante la retención en su salario como se hace con los impuestos federales y otros. A los empleados residentes en los suburbios no se les exigía por ley que se les retuviese el impuesto. La mayor parte de ellos no lo hacen. Los ingresos perdidos por Detroit cada año se estiman en unos 142 millones de dólares.
Si alejamos el foco histórico aún más, vemos el modelo ininterrumpido de supremacía blanca aún más claramente. La contrarrevolución a la guerra civil fue el sistema Jim Crow [leyes raciales discriminatorias entre 1865 y 1965]. La contrarrevolución tras el fin del Jim Crow es la encarcelación masiva y otros componentes del racismo institucionalizado que perpetua y en algunos casos intensifica hoy el privilegio blanco. La historia de Detroit como líder nacional en segregación residencial y todo lo que se deriva de ello apuntala sin duda la crisis actual de Detroit así como la de Flint, Pontiac, Benton Harbor y Muskegon.
Los observadores de vez en cuando caen en la cuenta de que una mayoría de ciudades predominantemente afroamericanas en Michigan están bajo alguna forma de gestión de emergencia. La cuestión que no se preguntan es ¿por qué, en primer lugar, estas ciudades son predominantemente afroamericanas? Lo bueno de esta «ignorancia voluntaria» de muchos blancos es que mientras aumentaba el declive de la calidad de vida en Detroit, este declive en sí mismo se convertía en la justificación moral para los blancos de la desigualdad misma. Es una vieja historia. La sociedad esclavista hizo lo mismo. Los esclavos eran descritos rutinariamente como vagos e indolentes. En términos contemporáneos, los esclavos eran demonizados como «los que toman» y los propietarios de esclavos eran «los que hacen». Si se quiere ver cómo actúa hoy esta dinámica, basta simplemente con leer los comentarios insultantes y nauseabundos que siguen a cualquier noticia periodística local o nacional sobre los problemas de Detroit. Es más, basta simplemente con leer el Detroit News -el periódico «oficial» de la fuga blanca. En los viejos tiempos, había una política editorial del News para publicar cada día una historia en portada sobre un crimen cometido por un afroamericano.
Recientemente, el director del Detroit News, Nolan Finley, quien ha construido su carrera siendo el más firme y ostentoso portavoz de la «carga del hombre blanco» publicó un editorial ampliamente publicitado titulado ¿Puede Detroit gobernarse por sí misma? Puedes adivinar cómo contestó a su propia pregunta. Y su discurso codificado no induce a error. Todo el mundo sabe que lo que Finley realmente quiere decir es ¿pueden los afroamericanos gobernarse a sí mismos? A lo que mi respuesta es: por supuesto, si tú y tus colegas del uno por ciento fueseis capaces de permitir tal cosa. Un paso en la dirección correcta sería que el News publicase una reflexión sobre cómo su cobertura sobre la ciudad y sus comentarios llenos de odio ayudan a perpetuar el racismo y la segregación.
El problema con la segregación residencial es que cambia no solo la economía, sino también la política. A medida que Detroit se fue haciendo predominantemente afroamericana su influencia, especialmente en el gobierno estatal, disminuyó. Entre otras cosas, eso hizo que las manipulaciones electorales [jerrymandering] fuesen más fáciles, contribuyendo al control de las tres ramas del gobierno por parte de los republicanos de derechas.
Pero hay más cosas que contar en esta historia – muchas más
Me crean o no, el peor de los tiempos está en camino de convertirse en algo realmente inspirador. El propio aislamiento de Detroit ha creado las condiciones para que la economía número 4 desarrolle un nuevo paradigma de actividad económica. La economía número 4 es en sí misma, algo complejo, con muchas capas. Son madres solteras estirando unos dólares de programas públicos para los pobres tan creativamente y tanto como pueden. Es un taller de reparación de automóviles en un callejón y la venta de cenas de la iglesia en la calle. Son canguros de niños sin contrato. Es lo que los afroamericanos han tenido que hacer durante muchas generaciones para encontrar una salida donde no la hay. Son también chatarreros que reciclan el cobre, la madera envejecida y otros productos valiosos de las viviendas, almacenes y fábricas abandonadas. Sí, también es un delito. El crimen, después de todo, es una forma de actividad económica, ya sea Wall Street robando casas mediante desahucios o ladrones que se centran en los traficantes de droga porque «es donde está el dinero.»
Algunas personas miran la destrucción física de Detroit y solo ven la decadencia urbana. Lo que yo veo es una increíble capacidad de recursos por parte de los residentes que quedan para vencer una y otra vez contra toda probabilidad. La necesidad es sin duda la madre del ingenio y con este espíritu los habitantes de Detroit están desarrollando también una economía muy intencional destacable. Esta economía incluye una agricultura urbana cada vez más sofisticada y una creciente red de escuelas alternativas. Es la resolución de conflictos basada en la vecindad; es la iluminación de las calles mediante instalaciones solares caseras; la fabricación comunitaria usando los más nuevos talleres de fabricación digital (fab lab technology) y sistemas de transporte alternativos. Es nuevo arte y nueva música y nuevos medios de comunicación. Son los bancos de tiempo, las cooperativas y otras formas de financiación creativa. Son conferencias vía Skype y encuentros cara a cara con socios de todo el mundo para reimaginar el trabajo, las finanzas y la democracia. Es el uso creativo de servicios sociales e iglesias para crear espacios de fabricación y oportunidades de negocio para los ciudadanos que vuelven. Es el duro trabajo por debajo del radar de la Detroit Roundtable y otros facilitando curación y nuevas alianzas prácticas entre la ciudad y los suburbios.
El vivo movimiento de la nueva economía de Detroit aprovecha las profundas tradiciones políticas de Detroit de defensa de la justicia social y económica. Es especialmente dependiente de los análisis visionarios de hace décadas y el activismo del difunto James Boggs y de Grace Lee Boggs, de 98 años. Curiosamente, el componente de nueva economía de la cuarta economía de Detroit está atrayendo por sí mismo a una cantidad importante de turistas. Hay planes para una nueva B & B para albergar tanto a los visitantes a corto como a largo plazo. Ya hay gente que viene de todo el país y del resto del mundo que quieren aprender de primera mano que pinta tiene un incipiente nuevo paradigma económico post-capitalista, post-industrial.
¿Katrina o canario? Detroit y los EEUU
Así que, ¿qué es esto? ¿Es Detroit solo una tormenta perfecta de fuerzas que golpean un lugar en concreto de una forma en concreto como Nueva Orleans, aunque en un marco temporal más amplio? ¿O es Detroit el canario en la mina que nos permite prever hacia dónde se dirige el país y en algún sentido el mundo entero? Me he pasado mucho tiempo durante años pensando en esta cuestión. Siempre llego a la misma conclusión. Tarde o temprano está película llegará a un cine cerca de usted. O eso, o se transmitirá a todo el país.
La dependencia de la deuda, la parálisis política que impide que se haga nada mientras el sistema y sus partes componentes trastabillan y se descomponen, un sistema obsoleto de organización del trabajo: ¿no es eso exactamente lo que ha sido Detroit durante los últimos 40 años? Añadamos una catástrofe ecológica en aceleración y podemos ver que algún día podremos decir Ich bein ein Detroiter. Aunque se me pueda confundir con un halcón contra el déficit, no me importa si lo dicen los derechistas, nuestra dependencia de la deuda es insostenible. Como individuos, los estudiantes especialmente, como gobiernos y como economía: estamos viviendo con dinero y tiempo prestado. Hablando de gobiernos, si los estándares ideados por los gestores de emergencias para quedarse a cargo de Detroit o Flint se aplicasen objetivamente en todo el país, miles de ciudades, condados y estados cumplirían los requisitos. Y ¿sabes?, también lo harían los Estados Unidos mismos. Quien sabe, quizá algún día la ONU o China se hagan cargo de los poderes del Congreso y el Presidente y los reemplacen con un Gestor de emergencia. Cualquiera que sea el resultado definitivo del drama de la bancarrota municipal de Detroit, podemos estar seguros de una cosa. No arreglará ninguno de los problemas subyacentes de una disfunción racial, política y económica sistémica. Por eso tendremos que depender de nosotros mismos. Y cada vez más es lo que estamos haciendo. Para aquellos de nosotros que creen que el orden actual dominante no solo no está funcionando sino que supone una amenaza para la vida en la Tierra, Detroit es exactamente donde queremos estar. Estamos orgullosos y agradecidos de estar en el lugar y el momento en el que formamos parte de la construcción de otro mundo.
Traducido por Carlos Valmaseda