Traducido del francés para Rebelión por Germán Leyens
Túnez -enviada especial- Desde su punto de vista no tiene color, como en Ucrania, por ejemplo, el naraja. No dicen «la revolución del jazmín», como antaño dijeron «la revolución de los claveles» en Portugal. Es mucho más simple. Entre ellos, los jóvenes tunecinos la llaman la «revolución Facebook». Ha asociado lo virtual y lo real, la tecnología moderna y la manifestación tradicional. «Durante el día estábamos en la calle. Por la noche delante del monitor», sonríe Ichem, de 41 años, profesor y «cibermilitante».
Durante cuatro meses, los internautas han librado una lucha inmisericorde contra el régimen del presidente Zine El-Abidine Ben Alí. Consignas, eslóganes, reuniones, organización de manifestaciones, todo ha pasado por ellos. Apenas había terminado su discurso el jefe del Estado, el 13 de enero, en el cual disparaba sus últimos cartuchos al anunciar que no volvería a presentarse en 2014, y la resistencia se organizaba. «La noche de la mascarada de Ben Alí, la velocidad de circulación de mensajes se multiplicó por cinco», afirma Khaled, estudiante de 21 años, con los ojos brillantes de excitación tras sus gafas de montura fina. «120 personas me enviaron el llamado a manifestar que por mi parte transmití a 300 contactos.» Al día siguiente, frente al ministerio del Interior en la avenida Habib-Bourguiba, en Túnez, se reunieron varios miles de personas. Y, entre ellas, los militantes más activos de la Red. «Sin Internet, el maquillaje del presidente habría tenido éxito», asegura uno de ellos.
En un país privado de libertad de expresión, con una prensa escrita y medios audiovisuales que siguen órdenes, la Red representó un espacio de libertad desconocido hasta entonces, y permitió una difusión eficaz de la información. El régimen no se equivocó y ha perseguido y arrestado, desde el principio del movimiento, a varios internautas. «Era más grave pasearse con un ordenador que con un cóctel Molotov», ironiza Ichem. Los nombres de Slim Amamou o Abdelaziz Amami son más conocidos ahora en Túnez que los de dirigentes sindicales. La pancarta cedió su sitio a la caricatura virtual, el eslogan que se repite es reemplazado por la frase que todo el mundo lee con un clic. «Presidente, tu pueblo se está inmolando», recorrió las salas de estar en pocos minutos.
Ni un mitin, ni una manifestación dejaron de aparecer en la red Facebook, gracias a vídeos grabados por los teléfonos móviles. Las autoridades tunecinas, que esperaban que el movimiento perdiera fuelle al cerrar los centros escolares, tuvieron que abandonar sus ilusiones. Los jóvenes se reunieron aún más numerosos en Internet.
Las imágenes de la represión, particularmente feroz en la ciudad de Kasserine, al oeste de Túnez, dieron la vuelta al mundo en pocos días. Tomadas en el interior mismo del hospital, con la complicidad del personal hospitalario, mostraban directamente la realidad de los enfrentamientos con la policía, los cuerpos ensangrentados de jóvenes muertos por balas en las camas, una junto a la otra.
Los primeros comités de vigilancia, organizados por los tunecinos para defenderse de los policías y milicianos fieles al régimen, nacieron aquí, en Kasserine, siguiendo los consejos de los internautas. En cuanto se difundieron, se pusieron en funcionamiento. «Incluso se organizó la limpieza de las calles por la noche, con tractores, porque ningún servicio público funcionaba», afirma Ichem. Más tarde, en la noche del 13 de enero, mientras los choques entre manifestantes y policías eran muy violentos en todo el país, los «ciberdisidentes», como se llamaban a sí mismos, no dudaron en lanzar un llamado amenazante a los tres operadores tunecinos de telefonía móvil para que abonaran un dinar a las cuentas de sus clientes para que pudieran, fuera cual fuera su situación, transmitir «un llamado de auxilio». Muchos recibieron el dinar simbólico.
Aparecidas en Túnez en 2004, las redes sociales alcanzaron amplitud en 2009. Es cuando la gente comenzó a pronunciarse, después de veinte años de régimen autoritario, y los tunecinos, protegidos por pseudónimos, se atrevieron expresar su opinión. Sin conocerse crearon vínculos unidos por el odio a un régimen asfixiante y liberticida.
El ex jefe del Estado -llamado frecuentemente «el dictador» en la Red- poseía él mismo dos páginas en Facebook que un administrador afanoso hizo desaparecer en cuanto se anunció su fuga. «Demasiado tarde», se ríe Khaled. Copiaron a las 273.000 personas que se habían inscrito como amigas del presidente. «Su retrato incendiado o maltratado causó sensación en las páginas de Facebook. Incluso circularon las imágenes de sus fieles partidarios, policías y milicianos, saqueando los negocios después de su partida.
Después del suicidio de Mohamed Bouazizi, de 26 años, que se inmoló por el fuego el 17 de diciembre de 2010, entró en juego otro fenómeno: Anonymous. Ese colectivo de militantes, que se había dado a conocer acosando a la iglesia de la cientología, y después al tomar la defensa del creador de WikiLeaks, Julian Assange, lanzó una vasta operación contra los sitios oficiales tunecinos. El 2 de enero -la víspera del comienzo del nuevo año escolar después de las vacaciones de fin de año- ocho sitios, incluyendo los de la presidencia o del gobierno, fueron «bombardeados» y puestos fuera de funcionamiento en algunos minutos. El principio es simple: cada miembro recibe un pequeño software que puede descargarse, creado por hackers, junto con una fecha de encuentro. A la hora fijada aparece una pequeña caja con un botón. Cuando ha terminado el conteo regresivo, basta con apretar el botón rojo «Fire» («fuego») que se enciende para contribuir a ahogar en una oleada de falsos envíos a los sitios destinatarios y a saturar los ordenadores. Los tunecinos lo hicieron de todo corazón. Una semana después tocó sufrir los ataques a la televisión nacional, TV7. Durante varias horas, el sitio presentó el mensaje, en árabe: «Los periodistas condenan la represión policial y exigen la liberación de Slim Amamou». Una afrenta para el principal repetidor del régimen tunecino.
Las autoridades tunecinas trataron de responder movilizando a los 2.000 empleados de la Agencia Tunecina de Internet (ATI). Se libraron batallas homéricas en la Red entre Ammar, el sistema de censura oficial motejado con ese viejo nombre por los tunecinos, y Anonymous. Pero, desde todo el mundo, miembros del colectivo reaccionaron enviando sus soluciones («proxys«, servidores de Internet que permiten acceder a los sitios desde otros países). «Fue como una liberación, nos dimos cuenta de que ya no estábamos solos», se entusiasma Ichem. «De repente, más y más jóvenes tunecinos se nos unieron. Sentimos que salían de sus capullos.» Algunos no vacilaron en presentarse, por primera vez, en el campus universitario de Túnez, con la máscara emblemática de Anonymous, inspirada por Guy Fawkes, quien trató en 1605 de hacer estallar el palacio de Westminster y de asesinar al rey protestante Jacobo I, hecha celebre por la tira cómica y la cinta V de Vendetta [V de Venganza en Latinoamérica].
La operación «Túnez» tomó una amplitud inesperada. Aunque no eran más de una cincuentena de militantes de Anonymous en la primavera de 2010, en Túnez, actualmente son más de 4.000… Ese grupo, nacido en EE.UU. reúne personas de todas las tendencias en todo el mundo, sin restricciones. «No hay organigrama, ni dirigentes, explica Eric, un parisino, miembro de la red. Cualquiera puede adherirse, siempre que defienda la libertad de expresión en Internet.» La única regla impuesta: los ataques no deben destruir los sitios en cuestión. «Eso sería violencia, y la rechazamos», subraya Eric.
En Túnez ha habido precursores. Takriz agrupa, desde 1998, a militantes determinados, considerados como «extremistas de la Red», que sufrieron una dura represión del régimen de Ben Alí. Ellos inventaron en particular la consigna, escuchada en las manifestaciones en Túnez: «Ben Alí asesino, Sarkozy cómplice».
La caída del jefe de Estado, que reinó sobre el país durante veintitrés años, toda una generación, constituyó el objetivo de los «cibermilitantes». Pero estos últimos quieren llegar más lejos. Desde ahora el partido del poder, el Rassemblement constitutionnel démocratique, RCD, está en su mira. Un nuevo encuentro, el lunes 17 de enero, ya circulaba en Facebook.
rCR