La historia que está usted a punto de leer es verídica. Es la historia del secuestro de un ciudadano egipcio de 39 años, perpetrado el 17 de febrero de 2003 por un grupo de agentes de la CIA. Sucedió en el centro de Milán (Italia). Nasr Oussama Mustafa Hassan (alias Abú Omar), natural de Alejandría (Egipto) había obtenido asilo político en Italia en 2001. En 1993 fue arrestado en Egipto por primera vez por razones políticas.
Lo tomaron por el imán del centro islámico del Viale Jenner, en Milán; en realidad, era conocido simplemente porque en alguna ocasión había dirigido la oración en otra mezquita, la de la Via Quaranta, también en Milán. Su secuestro fue seguido por una «entrega extraordinaria» (extraordinary rendition) [*] a los servicios secretos egipcios -Mabahith Amn Al Dawla-, en El Cairo. No hemos vuelto a tener noticias de Abú Omar desde hace más de un año. En el peor de los casos, estará muerto; si ha tenido suerte, languidecerá en una prisión egipcia.
Este secuestro no es el primero que ha cometido la CIA desde el 11 de septiembre en cualquier lugar del mundo. Sin embargo, es el único que ha dado lugar a un procedimiento judicial. Lo que hemos llegado a saber de este caso, se basa en algunas filtraciones del informe judicial iniciado por la magistrada milanesa, Chiara Nobili. A finales de junio de 2005, la juez emitió una orden de arresto contra trece agentes de la CIA, identificados después de una investigación por la policía antiterrorista italiana (DIGOS). Sin embargo, los dos fiscales, Armano Spataro y Ferdinando Pomarici, exigieron el arresto de los 19 agentes de la CIA. Dos meses después, ninguna de las órdenes de arresto se había ejecutado. Los agentes culpables del secuestro, tortura y, probablemente, complicidad en una ejecución extrajudicial se esconden para evadir la ley en algún lugar del planeta. El oficial al mando del grupo, Robert Seldon Lady, conocido también como Bob Lady, ex jefe de la estación de la CIA en Milán, probablemente ha huido a Honduras, país donde nació. Este asunto, de tanta gravedad, demuestra que la CIA no vacila en practicar, ahora en el mundo entero, los mismos métodos que refinó en América Central y del Sur entre la década de 1950 y la de 1980.
En esa época, el enemigo era el comunismo; hoy, es el Islam. La arrogancia con que los servicios secretos estadounidenses han tratado a sus aliados italianos en este caso revela el desprecio de los yanquis por sus «aliados de coalición». Lo cual constituye un buen tema de reflexión…
De repente, un día en Via Guerzoni…
Milán, Italia. Lunes 17 de febrero de 2003, mediodía: Abú Omar sale de su casa, Via Conte Verde 18. Le dice a su esposa Nabila: «Voy a la mezquita». La mezquita está a menos de un kilómetro en línea recta, en el Viale Jenner. Abú Omar, que viste una túnica blanca, camina en sentido contrario al de circulación de los vehículos. Se da cuenta de que una camioneta blanca reduce la velocidad al acercarse a él. Toma por Via Ciaia. Mientras tanto, la camioneta blanca da la vuelta a la manzana y lo está esperando en Via Giuseppe Guerzoni. Es una calle de doble sentido y tiene jardines públicos a ambos lados y un centro de recogida de la Croix Violette. Es en este lugar donde una docena de agentes de la CIA llevan a cabo el secuestro. Dos automóviles bloquean ambos extremos de la calle. Cuando Abú Omar pasa frente al número 23, uno de los hombres que salen de la camioneta blanca se le acerca. El tipo lleva un teléfono móvil en la mano, habla italiano, dice que es policía y que quiere ver la tarjeta de identidad de Abú. De repente, le rocía la cara con un spray. El desconocido y su ayudante se lanzan encima de Abú Omar, pero éste resiste, grita. En ese momento una mujer joven, egipcia, sale con sus hijos de los jardines públicos. Abú Omar le grita que lo están secuestrando. A continuación, desaparece dentro de la camioneta blanca que arranca con un chirriar de neumáticos.
El jueves, 20 de febrero, Nabila y la mujer que ha sido testigo del secuestro presentan una denuncia en la comisaría de policía de Cenisio. El viernes 21, el imán de la mezquita de Viale Jenner hace un llamamiento a los fieles para que informen de todo lo que hayan podido ver u oír en relación con la desaparición de Abú Omar.
El 3 de marzo, la CIA «informa» al gobierno italiano de que «según informaciones de difícil verificación, Abú Omar se encuentra posiblemente en los Balcanes». Después, silencio. Durante trece meses.
Una llamada desde Alejandría
El 20 de abril de 2004, Nabila recibe una llamada telefónica. Es su marido que la llama desde Egipto. La tranquiliza y le pide que le envíe 200 euros y que no se comunique con la prensa. El 1 de mayo, el imán Mohamed Ridha, de la mezquita de Via Quaranta, egipcio como su amigo Abú Omar, recibe también una llamada de éste. Se ponen de acuerdo en hablar de nuevo el 8 de mayo y en esa ocasión Abú Omar le cuenta lo siguiente: «Los dos hombres que me secuestraron parecían italianos, pero no estoy convencido que lo fueran realmente. Pensaban que yo había perdido el sentido a consecuencia del spray con que me rociaron en la cara, pero estaba conciente, y cuando la camioneta arrancó de nuevo me pude levantar un poco. Me cubrieron la boca con cinta adhesiva, pero todavía podía ver un poco; además, se olvidaron quitarme mi reloj. El viaje duro como cinco o seis horas. Cuando llegamos a nuestro destino, se estaba poniendo el sol. Debían de ser las cinco o las seis de la tarde. Tuve la impresión de que nos encontrábamos en una base militar estadounidense, reconocí los emblemas en los alerones de cola de algunos aviones. Dos hombres me llevaron a una habitación y me dejaron allí. Después de unas cuatro horas, cuatro hombres entraron en la habitación. Me interrogaron hasta las tres de la mañana. Al principio hablaban en italiano, pero muy mal y pronto cambiaron al inglés. Me decían insistentemente: «Usted está difundiendo propaganda en contra de la intervención estadounidense en Iraq. Usted quiere que la gente odie a los estadounidenses ¿no es así? ¿Es verdad que usted está reclutando gente para ir a luchar en Iraq?» Yo les contesté que no, que no era verdad, pero ellos seguían repitiendo sin descanso las mismas preguntas. Entonces me mostraron un cartel que yo había escrito y en el que denunciaba las atrocidades de los italianos en Libia y en Somalia. De repente recibí una lluvia de golpes. Me golpearon durante horas. Aproximadamente a las tres de la mañana me metieron en un pequeño avión.
El viaje duró cuatro horas. Al alba hicimos una escala en otra base estadounidense. Yo creo que estaba situada cerca del Mar Rojo. El avión despegó de nuevo, y volamos durante una hora antes de llegar al aeropuerto civil de El Cairo. Cuando salí del avión, me entregaron a unos funcionarios egipcios que me vendaron los ojos y me llevaron a Lazoughli, cuartel central del servicio secreto egipcio, y me dejaron en una celda de seguridad muy pequeña. Después, me llevaron al Ministerio del Interior. Esa gente no perdía el tiempo: «Si quieres regresar a Italia, podrás hacerlo en menos de 24 horas. Con una única condición: que colabores con nosotros», me dijeron.»
Tortura en Mazra’at Tora
Abú Omar se negó a colaborar. Lo llevaron entonces a la prisión de Mazra’at Tora, donde comenzaron las sesiones de tortura. Lo contó así: «Las preguntas eran sencillas, pero la tortura era durísima. Me encerraron en una celda frigorífica, completamente desnudo. Debía de estar a 20 grados bajo cero, y sentía como si mis huesos se estuvieran desmenuzando. Cuando estaba completamente congelado, me arrastraron a una pieza extremadamente caliente, dónde la temperatura debía de estar cerca de los 50 grados. En otra ocasión, me hicieron echarme en un suelo húmedo en el que había cables eléctricos. Los choques eléctricos paralizaron mis piernas y una parte de mi espalda. Las preguntas que me hacían parecían no tener importancia para ellos. Lo que realmente querían saber estaba relacionado con una lista de nombres: primer nombre: Mohamed Ridha; segundo nombre: Abú Emad, el imán de la mezquita del Viale Jenner; tercer nombre: Abú Omar (mi nombre). Me dijeron que si quería salir de allí, yo tenía que traicionarlos.»
Abú Omar paso catorce meses en Mazra’at Tora. Un día, los carceleros le anunciaron que quedaba en libertad. Con una condición: «Si quiere salir de ésta bien librado y no en un ataúd, no le diga a nadie lo qué le pasó. Lo único que puede decir es que vino a Egipto libremente, con un boleto de avión que compró en Italia».
Abú Omar firmó esta declaración y salió de prisión el 19 de abril de 2004.
Pero las llamadas telefónicas que hizo a Italia y el contenido de las mismas, que se filtró a la prensa italiana, fueron descubiertas por los servicios secretos, y terminó de nuevo en prisión.
El 12 de mayo de 2004, fue arrestado de nuevo, en su casa en Alejandría. Desde esa fecha nadie ha tenido noticias de él, salvo por una carta enviada a su primera esposa, que vive en Albania, en la que le decía simplemente: «Ahora vivo en Alejandría».
La investigación italiana
Entretanto, la justicia italiana no había estado ociosa. El fiscal Armando Spataro había empezado el proceso, los agentes de DIGOS habían iniciado una investigación. No les fue difícil averiguar lo que había sucedido. En efecto, el grupo de agentes de la CIA que cometió el secuestro no tomó ningún tipo de precaución, aún la más elemental. Sin duda, porque pensaron que contaban con impunidad. Parece, casi con toda seguridad, que la CIA no informó a sus colegas del SISMI (Servicio de inteligencia militar) ni a la DIGOS de la operación, pero es probable que haya habido algún contacto a escala política entre Washington y Roma, para conseguir la autorización del gobierno Berlusconi a operación.
Durante los tres meses anteriores al secuestro, los agentes de la CIA usaron teléfonos móviles en lugar de walkie-talkies. Y, lo más importante, los teléfonos pertenecían a la embajada estadounidense en Roma, y uno de ellos fue utilizado más tarde por uno de los empleados de la embajada, después del secuestro de Abú Omar.
Basándose en la información de la compañía telefónica sobre los números que se usaron y dónde fueron usados, así como las facturas telefónicas pagadas con tarjetas de crédito, los investigadores dieron también con el hotel de cinco estrellas dónde los agentes de la CIA se alojaron antes del secuestro, así como la empresa de alquiler de automóviles donde consiguieron la camioneta blanca y los automóviles usados por el comando. Al hilo de esta información, la policía obtuvo fotocopias de las tarjetas de identidad de los miembros del grupo de secuestradores. Éstos son los nombres, reales o ficticios, de los doce agentes de la CIA para los que la justicia italiana ha emitido órdenes de detención:
– Robert Seldon Lady, jefe de la estación de la CIA en Milán, director de la operación y, probablemente, acompañante de Abú Omar a El Cairo, donde pudo asistir a los interrogatorios;
– Monica Adler (o Courtney), 32 años, nacida en Seattle, residente en Virginia (EE.UU.);
– Cynthia Logan, 45 años, nacida en Maryland, dirección desconocida;
– Pilar Rueda, 44 años, nacida en California, dirección desconocida;
– Gregory Asherleigh, 50 años, nacido en Maryland, residente de Washington, DC;
– Lorenzo Carrera, 34 años, nacido en Texas, habla italiano y español con soltura;
– Chamming Drew Carlyle, 40 años, nacido en Nueva York;
– John (o Kevin) Duffin, 53 años, nacido en Illinois, residente en Pennsylvania;
– Raymond Harbaugh, 66 años, nacido en Alaska, su dirección es un apartado postal de Virginia;
– Ben Amar Harty, 61 años, nacido en Iowa, de origen árabe, habla árabe;
– George L. Purvis, 46 años, nacido en China, residente en Virginia;
– Joseph Sofin, 52 años, nacido en Moldavia, residente en Virginia;
– Michalis Vasiliou, 43 años, nacido en Grecia, dirección desconocida;
Los otros seis sospechosos a quienes el Departamento de Justicia italiano quiere entrevistar, han sido identificados como: Eliana Castaldo, Víctor Castellano, John Thomas Gurley, Liliana Brenda Ibáñez, Anne Lidia Jenkins y Joseph L. Romano. Este último ha sido identificado con precisión: es un coronel del ejército estadounidense, empleado actualmente en el Pentágono, en Washington DC. En el momento de los hechos, era el oficial responsable de la seguridad en la base de Aviano, cerca de Venecia, que permitió el acceso del grupo a esta base de dónde salió el avión que transportó a Abú Omar.
Mister Bob
El jefe del comando, Robert Seldon Lady, tiene 51 años de edad. Nació en 1954 en Tegucigalpa (Honduras) dónde su padre, Mister Bill, murió en 2004, tras una carrera de éxito en la que tocó muchas teclas. Propietario de una gran explotación agraria cercana a la frontera con Nicaragua, Mister Bill debe de haber sido seguramente un agente de la CIA, especialmente en el periodo, cuando la Agencia entrenaba a los «contras» que en esa época combatían al gobierno sandinista en Nicaragua.
Bob empezó su carrera en Nueva York dónde se infiltró en grupos izquierdistas. Después, ingresó en la CIA, y trabajó durante los años ochenta en Honduras, probablemente con el tristemente célebre Batallón 316, el escuadrón de la muerte creado por la CIA en el corazón del propio ejército hondureño para torturar y ejecutar ilegalmente a cualquier sospechoso de ser «comunista» o de dar apoyo al comunismo. En 1994, el desertor Aldrich Ames reveló a la KGB la identidad de todos los miembros de la Agencia en América Central, «quemando» al grupo entero. Mister Bob inició entonces un periodo de reajuste. Se sabe que tuvo un puesto en Panamá, aun cuando su residencia oficial era Abita Springs, cerca de Nueva Orleans. Luego, a comienzos de 2001, Mister Bob se hizo cargo de su nuevo puesto en la estación de la CIA en Milán. Oficialmente, era «oficial politicomilitar» en el consulado. Lo raro era que es el único empleado del servicio exterior estadounidense con un cargo similar.
Aparentemente, estuvo relacionado, de alguna manera, con la campaña de desinformación montada por los «halcones» de la Casa Blanca y Downing Street para justificar el ataque a Iraq, conocida como «Nigergate». Un documento fabricado por Rocco Martino, ex agente italiano del SISMI reclutado por el DGSE francés, sirvió para dar credibilidad a la tesis (falsa) de que Iraq había comprado uranio en Níger.
Bob también habría estado envuelto en otro escándalo: el «Irangate». Manuchar Ghorbanifar, un agente independiente iraní, organizó la venta secreta de armas a Irán. El dinero así obtenido fue utilizado por coronel de Marines Oliver North para comprar armas para los «contras» de Nicaragua, principalmente a través del Mister Bob. Éste y su esposa Martha compraron una villa en Penango -sin duda, con el dinero ganado con el secuestro de Abú Omar-, cerca de Asti, en el Piamonte italiano, a medio camino entre Turín y Milán. Se mudaron en septiembre de 2003.
Bob, que mantenía excelentes relaciones con sus colegas italianos de los servicios antiterrorismo, invitó a menudo a éstos a fastuosas cenas, regadas con grandes cantidades de alcohol, en su villa. Un día, a finales de mayo de 2005, Martha que había estado siendo vigilada por la DIGOS desde abril de 2004, recibió una llamada de Bob desde Honduras. Tras la llamada, también ella viajó a Honduras. A su regreso a Italia, se enteró de que se había cursado una orden de arresto contra Bob. Los agentes de la policía que inspeccionaron su casa el 23 de junio no encontraron allí a Mister Bob, pero en el garaje hallaron una lista de los hoteles utilizados por la unidad de comando secuestradora de Abú Omar, además de discos de ordenador con información sin ninguna duda interesante. Durante una conversación telefónica con Bob, unos días después, Martha le dice que había intentado destruir este material, pero que la policía llegó allí antes de que ella pudiera hacerlo.
La juez Nobili se había negado a ordenar el arresto de los seis personajes menores de la operación. Entonces, el fiscal Spataro se dirigió al Tribunal de Apelación, que decidió, el 25 de julio de 2005, que deberían ser arrestados también.
¿Responderán alguna vez Mister Bob y sus 18 del patíbulo ante un tribunal italiano de sus delitos? Abú Omar, si es que todavía sigue vivo, ¿será puesto algún día en libertad? Según noticias recientes, el fiscal Spataro quiere pedir su extradición de Egipto, pero hay muy pocas posibilidades de que esta solicitud tenga algún éxito.
Abú Omar no es el único mártir en la cruzada de los yanquis contra el terrorismo. Dos semanas antes otro musulmán, considerado sospechoso de terrorismo, desapareció víctima de un secuestro similar. Jamel Elmenshaoui es un pediatra que vivía en Graz (Austria). Su secuestro fue planeado en Austria y se realizó en su viaje Jordania para preparar el peregrinaje a La Meca con su familia. Fue secuestrado en la frontera entre la Arabia Saudí y Jordania, y también terminó en Lazoughli. Después, nadie ha vuelto a tener noticias de él. Mohammed Morgan es otro egipcio que vivía en Vigevano, cerca de Milán. A finales de 2003, comunicó a sus hermanos que alguien lo estaban siguiendo todo el tiempo. A finales de septiembre de ese año, comunica que desea volver a Egipto. De hecho, es víctima de un chantaje. Al llegar a El Cairo, lo metieron en la prisión de Mazra’at Tora. Después, silencio.
__________________________
[*] Una «entrega extraordinaria», traducción literal del inglés extraordinary rendition, implica el traslado secreto de sospechosos de unos países a otros sin que se sigan los procedimientos formales de extradición y viola claramente las leyes universales de derechos humanos. (Nota del revisor)
Fausto Giudice es periodista francés independiente, autor y editor. Presidente del Collectif Guantanamo (Francia). Se lo puede contactar en la siguiente dirección: [email protected]
Traducido del inglés al español por Ernesto Páramo, miembro de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística ([email protected]) y revisado por S. Seguí, miembro del grupo de traductores de Rebelión. Esta traducción es copyleft.
Texto en francés: http://quibla.net/alire/giudice3.htm
Texto en inglés, traducido por R. Johannessen :
http://liberty.hypermart.net/cgi-bin/blogs/voices.php/2005/11/18/extraordinary_rendition_the_hunt_for_mis