Traducido por Caty R.
Un anciano de 78 años afectado por la enfermedad de Alzheimer se ha extinguido, un día de octubre de 2007 en su Gironde natal, Francia, en libertad de movimientos y disfrutando de su vida, su familia y sus últimos días de vida como cualquier hombre honrado desearía hacerlo. Pero éste no es un hombre cualquiera, sino Gilbert Bourgeaud -llamado Bob Denard-, semilla del infierno, criminal oficioso del estado francés en África, adonde llegó hace medio siglo a verter la sangre inocente de negros, árabes y asiáticos.
Bob Denard es un nombre, una cara, un símbolo. ¿Cuántas muertes habrá por sus actuaciones directas e indirectas en África? ¿Cuántas torturas y martirios, como en el caso de los opositores comoranos? Muy pocos medios de comunicación hacen hincapié en la extensa trayectoria de criminal racista de este individuo de sucias maniobras. Hay que recordar que Bob Denard siempre actuó por el interés de una Francia convencida de que debía mantener su presencia en África a cualquier precio que tuvieran que pagar los africanos. Él lo recordó siempre y durante toda su «carrera» mantuvo relaciones más o menos directas con los servicios secretos franceses.
Es casi una institución la que desaparece y un modo operacional «histórico» del neocolonialismo francés que no deja de renovarse en sus agentes, protagonistas y estrategias. Bob Denard y sus padrinos no sólo asesinaron a hombres y mujeres, sino a un África que quería transformar el escenario de precariedades y violencias en el que estaba inmersa.
Hijo de un suboficial del ejército colonial, Bob Denard recibió su instrucción en Argelia e Indochina durante las descolonizaciones. Enseguida se convirtió en un agente en la sombra, temido en todas las cancillerías africanas, que intervenía sobre todo para impedir que los pueblos africanos accedieran a la libertad de sus opciones políticas. Para eso estuvo en 1961, con sus secuaces, en Kananga junto a las fuerzas rebeldes; en Angola en 1975; en Cabinda en 1976 y en Rodesia en 1977.
El mercenario Robert Bourgeaud, además de su enloquecida actuación contra las independencias también se volcó en el apoyo al odioso régimen del apartheid en Sudáfrica. Se apoderó de las islas Comoras donde ocupó por la fuerza un lugar de casi rey del país que le permitió convertir el archipiélago en un cuartel general de jugosas e ilegales relaciones comerciales con Sudáfrica. En 1988 la militante sudafricana representante del ANC (Congreso Nacional Africano) en París apareció asesinada en Francia. Muy probablemente eliminada por la mano derecha de Bob Denard. Las Comoras transgredían las sanciones económicas de las Naciones Unidas que afectaban a Sudáfrica
Las actuaciones que perpetraba contra las independencias de los países africanos iban acompañadas de otras actividades igualmente criminales y sangrientas, golpes de Estado y tentativas de golpes de Estado. El famoso desembarco fallido de Benín contemplaba en 1977 la destitución del presidente Kerekou, pero Bourgeaud había pasado antes por Nigeria y Biafra, que Francia instrumentalizó para enraizarse en uno de los países más ricos en recursos energéticos. Entre 1975 y 1995 Bob Denard desestabilizó, y consolidó en el interés de Francia y en el suyo propio, la vida política de las Comoras por medio de, como mínimo, tres golpes de Estado.
Por todos esos delitos, crímenes y matanzas para los que se agarró a la justicia francesa en vez de a la de los países en los que cometió los crímenes, Bourgeaud, el mercenario de la Francáfrica, no pagó más que molestias de prórrogas y penas menores suavizadas al final de su vida por la incapacidad. Después de medio siglo de guerra por la colonización, contra las independencias africanas y por el apartheid, desestabilizando países enteros, Bob Denard ha muerto sin rendir cuentas a los africanos por sus crímenes y sin que se haya señalado claramente la culpabilidad de Francia y su obligación de reparar sus acciones criminales.
Texto original en francés:
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*Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.