El último informe de Reporteros Sin Fronteras no deja lugar a dudas. Según la ONG, Eritrea es el país que más represión ejerce sobre los periodistas. El país africano se encuentra muy por detrás de otros opresores mucho más mediáticos como Irán o China, pero muy poco es lo que se puede leer sobre Eritrea […]
El último informe de Reporteros Sin Fronteras no deja lugar a dudas. Según la ONG, Eritrea es el país que más represión ejerce sobre los periodistas. El país africano se encuentra muy por detrás de otros opresores mucho más mediáticos como Irán o China, pero muy poco es lo que se puede leer sobre Eritrea en la prensa general para descubrir la realidad que asola el país. Una realidad donde no hay prensa libre por ley desde hace nueve años. Una realidad donde dos tercios de la población viven por debajo del umbral de pobreza. Una realidad donde el 25% del PIB nacional se destina a gastos militares. Una realidad donde al menos cinco periodistas han muerto en la cárcel. Una realidad que convierte a Eritrea en el país más peligroso del planeta donde ejercer el periodismo.
Eritrea es el país más joven de África. Situado en la inestable región del Cuerno de África, ganó su independencia de Etiopía en 1993 tras más de 30 años de lucha. Un conflicto extenuante y demente, en el que las mujeres dejaban a sus bebés en casa para ir a luchar al frente. Pero lo lograron. Después de haber sido una colonia italiana, un protectorado inglés y una provincia de Etiopia por fin eran dueños de su propio destino. Tenían la posibilidad de demostrar al mundo que África había aprendido la lección, que después de tantas piedras Eritrea no se iba a volver a tropezar e implantar un gobierno dictatorial como había ocurrido con tantos países tras romper con sus respectivas metrópolis. No la tomaron.
Desde su independencia Eritrea ha estado bajo las órdenes de Issaías Afewerki, ex líder del grupo rebelde durante la lucha y actual dictador. En el año 1997, prometió que se convocarían elecciones y se redactaría una constitución. Promesas que ni siquiera se han quedado en el aire porque ahora afirma que nunca prometió nada. De lo que no se desdice Afewerki es del conflicto territorial que mantiene con su archienemigo Etiopía, que desembocó en una guerra abierta entre los años 1998 y 2000 en la que según fuentes diplomáticas de Estados Unidos murieron alrededor de 300.000 personas. La ONU medió, finalizó el conflicto y creó una zona neutra en la frontera que ambos países comparten. Sin embargo, Afewerki se ha asegurado de mantener el miedo y el odio contra Etiopia vivo. También la militarización. Es la excusa perfecta para mantener a la población distraída de efectos colaterales como el hambre o la falta de libertad. En 2001, mientras dos edificios se derrumbaban en la otra punta del mundo, el presidente de Eritrea cerró todos los medios libres e independientes. Sus periodistas fueron perseguidos por el gobierno. Los más afortunados escaparon del país. Los que no pudieron o no quisieron fueron encarcelados sin juicio, sin sentencia y sin información pública sobre sus condiciones. Desde entonces hermetismo ha sido la palabra que mejor define a Eritrea.
Represión, hambre y armas
Los datos que se conocen sobre la actual situación del país son tan escasos como reveladores. Según Reporteros Sin Fronteras en 2009 había 30 periodistas detenidos. La misma cifra que en China o Irán, pero con una población tremendamente inferior. Las condiciones en las que viven son todo un misterio, aunque algunas voces se atreven a hablar, por supuesto desde el exilio. Eyob Bhata Habtemariam, antiguo agente de prisiones, afirmó en Al Jazeera English que en Eritrea los presos mueren por las penosas condiciones en las que les hacen vivir. Según Khaled Abdu, periodista que logró escapar de la dictadura de Afewerki, se tiene conocimiento de al menos cinco muertes. «Aunque no son los únicos», asegura. «Cinco reformistas políticos también han muerto, además de muchos otros mientras intentaban abandonar el país debido a la política de ‘disparar a matar’ de las zonas fronterizas», continúa el eritreo.
Khaled Abdu fue uno de los periodistas que pudo huir del infierno. Durante su periplo recorrió diferentes países como Arabia Saudí y Sudán antes de establecerse finalmente en Suecia. Desde entonces no ha dejado de trabajar para denunciar lo que está pasando en su país. «Hemos creado una asociación de periodistas eritreos exiliados para mostrar la situación de Eritrea al resto del mundo», explica Abdu. Un trabajo que ha sido reconocido a nivel mundial con la nominación en 2003 para el premio Hellman & Hammet Internacional de la ONG Human Rights Watch. A pesar de ello, los derechos humanos más básicos siguen sin respetarse en Eritrea y muchos de sus ciudadanos intentan, como Khaled, buscar un poco de libertad.
Incluso con el peligro de morir por intentar abandonar su propio país, Eritrea fue en 2008 el segundo país del mundo que más refugiados generó. De acuerdo con ACNUR, en total se recogieron 62.700 solicitudes de asilo. Los eritreos huyen en busca de un país que les ofrezca alguna posibilidad porque en su país solo hay hambre y armas. Oxfam Internacional publicó en julio del año pasado que dos terceras partes de la población total vivían por debajo del umbral de pobreza. Más de dos millones y medio de eritreos son pobres y solo 270.000 personas (un 7% del total) se benefician de la ayuda de la organización porque la ayuda internacional también está bloqueada por el gobierno. La razón: «En Eritrea hay suficiente comida para alimentarnos nosotros mismos», como el mismo Afewerki explica en una entrevista. No obstante, los informes internacionales siguen llevándole la contraria al dictador africano. En su último Informe de Acción Humanitaria, UNICEF publica que en el 2009 el número de niños con desnutrición grave fue seis veces superior al año anterior.
En Eritrea el hambre aumenta proporcionalmente al gasto militar. El Centro Internacional para la Conversión de Bonn (BICC ) concluía en su informe de 2009 que Eritrea era el país más militarizado del planeta con un 20% del PIB (Producto Interior Bruto) destinado a gastos militares. La asociación Human Rights Concerns Eritrea incluso elevaba esa cifra al 25%. Para poder interpretar estos datos es interesante saber que un país como Estados Unidos destinó en sus presupuestos de 2008 el 4,3% del PIB a gastos militares, según se desprende de un informe del Instituto Internacional de Estocolmo de Investigaciones sobre la Paz (SIPRI). Afewerki ha armado a todos los habitantes del país y ha construido una sociedad por y para la guerra puesto que, según él, Etiopía puede invadirles en cualquier momento.
«Él tiene que mantener a la población asustada diciendo que se avecina una guerra», explica Khaled Abdu sobre el presidente de su país. Abdu apunta que todo es un plan de Afewerki para que la gente se preocupe por estar militarmente preparada y de no por qué no hay comida en los supermercados. «Si Etiopía está apunto de invadir Eritrea ¿cuál es la razón que le ha detenido de hacerlo durante los últimos diez años?», se pregunta el periodista. No hay ninguna cuestión de la vida en Eritrea que se escape de la previsión del dictador. Lo mismo sucede con la fecha en la que decidió encarcelar a la libertad de prensa. Según Khaled Abdu, Afewerki se sirvió de los ataques a las torres gemelas para acabar con el periodismo en Eritrea mientras la comunidad internacional miraba hacia otra parte: «Él sabía que al mundo no le prestaría atención a Eritrea después del 11-S, por eso eligió esa fecha para cerrar todos los medios independientes».
Nula cobertura mediática
Si ya resulta extremadamente difícil conocer qué sucede en Eritrea debido al hermetismo de su gobierno, mucho más lo es si los grandes medios generalistas no le dedican ni el más mínimo de sus espacios. «Más cobertura mediática significaría mayor demanda de la comunidad internacional en cambiar la forma en la que se trata a los periodistas eritreos», se lamenta Khaled Abdu. La información sobre Eritrea en las grandes cabeceras internacionales brilla por su ausencia. Únicamente la cadena de televisión Al Jazeera English muestra una especial preocupación por cubrir la situación del país del Cuerno de África. Suyo es el interesante reportaje de la periodista Sinéad O’Shea The mystery behind Eritrea (el misterio detrás de Eritrea). En él se muestra cómo es la vida en el país desde dentro, aunque para ello tenga que hacerse pasar por turista y servirse de declaraciones con voces distorsionadas para oír cosas que Afewerki no quiere que se digan. Del mismo canal es una entrevista de Jane Dutton al presidente de Eritrea en la que Issaías Afewerki desacredita todas las acusaciones de la periodista esgrimiendo argumentos tan contundentes como «todo son mentiras y maquinaciones de Occidente para desestabilizar el Cuerno de África».
Enigmas e incertidumbre
Para la ONU, si alguien está desestabilizando el Cuerno de África, ése es Afewerki. El 23 de diciembre de 2009, el Consejo de Seguridad aprobó la resolución 1907, con la que se imponían sanciones a Eritrea por armar a grupos opositores extremistas (Al Shabaab) en Somalia y por negarse a resolver la disputa fronteriza que mantiene con Djibouti. Son muchas las voces que apuntan a que Eritrea está utilizando Somalia como campo de batalla contra Etiopía, ya que éste presta apoyo al gobierno provisional. Un gobierno provisional que ejerce oficialmente, pero que en la práctica no tiene ningún poder sobre el Estado federal de Somalia, en el que tres estados han proclamado su independencia.
Eritrea también recibe acusaciones de estar armando al grupo rebelde de lo Houthis en Yemen, grupo que a su vez está apoyado por Hezbolá y por Irán. Incluso, Jane Dutton habla de bases militares israelíes en Eritrea, denuncia que colocaría a Eritrea como equilibrio entre dos de los más enemistados países del mundo, Irán e Israel, ambas con poder nuclear.
Khaled Abdu da credibilidad a todas estas denuncias porque asegura que Afewerki es capaz de hacer cualquier cosa con tal de sacar beneficio de ello. El periodista eritreo incluso va más allá y añade: «para que veas que el régimen puede negarlo todo te daré el ejemplo de que más de 17 soldados eritreos han muerto luchando en el Congo del lado de Kabila y el gobierno todavía lo niega. Es algo habitual en ellos».
¿Y después de Afewerki?
La Eritrea independiente no ha conocido más que un gobernante. Issaías Afewerki pasó de líder guerrillero a presidente del Estado con la única legitimación de las armas. Han pasado 17 años y su poder no ha menguado ni un ápice. Todo lo contrario. Ha sido capaz de crear el Estado más militarizado, hermético y aislado del mundo. Las relaciones de Eritrea con el exterior son anecdóticas. Así ha conseguido un poder total en su país y nada parece apuntar a que vayan a cambiar las cosas. Sin embargo, los eritreos en el exilio no pierden la esperanza y ya se están organizando para tratar de establecer cómo será la nueva Eritrea.
«Todos los grupos exiliados están uniéndose para llenar el vacío de poder que se creará cuando la dictadura termine«, explica Khaled Abdu. También asegura que él junto a otros muchos periodistas están trabajando para instaurar la libertad de prensa una vez la dictadura haya sido derrocada. A pesar de la ilusión que genera pensar en el fin del régimen de Afewerki, Abdu muestra su gran preocupación por cómo pueden desarrollarse los hechos: «En mi país hay muchos grupos étnicos y religiosos y si no llegan a un acuerdo y pactan una constitución y otros asuntos de poder, es posible que la situación derive en una guerra civil puesto que la mayor parte de la población eritrea tiene entrenamiento militar». Asimismo, el periodista señala que el gobierno es muy consciente de esta posibilidad y quiere potenciarla. «Ésta -añade- es otra de las razones por las que Afewerki está armando a cada uno de los ciudadanos del país».
Para hablar de paz y libertad en Eritrea se ha de utilizar el futuro. Pero los futuros se construyen en tiempo presente, aquí y ahora. El régimen dictatorial de Issaías Afewerki apresa y mata periodistas porque no quiere que se hable de él y la prensa internacional actúa de cínico cómplice al no mostrar al mundo las atrocidades que se cometen en Eritrea. La gente que intenta informar y acaba muriendo en prisión. Las personas que pasan hambre y a las que le dan armas a cambio. Los ciudadanos a los que le niegan la ayuda internacional y les disparan si intentan abandonar el país. La mayor parte de la sociedad internacional no sabe que éste es el día a día de los eritreos. Una realidad que se ha de contar.
Fuente: http://www.tercerainformacion.es/spip.php?article19736