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Ese partido llamado «Socialista»

Fuentes: Rebelión

«El PSOE es el partido del régimen. Su suerte y su futuro dependerán del régimen del 78, hoy en transición hacia una democracia limitada y oligárquica. El bipartidismo (…) es un modo de organizar el poder político para que sigan mandando aquéllos que no se presentan a las Elecciones. El papel del PSOE es crucial, […]

«El PSOE es el partido del régimen. Su suerte y su futuro dependerán del régimen del 78, hoy en transición hacia una democracia limitada y oligárquica. El bipartidismo (…) es un modo de organizar el poder político para que sigan mandando aquéllos que no se presentan a las Elecciones. El papel del PSOE es crucial, articula el consenso de las clases trabajadoras, y, lo más importante, impide que surja una alternativa a su izquierda que cuestione las relaciones de poder existentes en nuestra sociedad«
(Manolo Monereo)

Y, prácticamente, lleva durante toda esta etapa «democrática» ejecutando ese papel. Ese partido autodenominado «Socialista» juega un rol bastante sucio, amaga con otra política distinta, encona a veces su oposición al PP, ensaya pinitos de ideario de izquierdas, pero acompaña sin fisuras al Partido Popular en la mayoría de sus objetivos esenciales. Con los dirigentes actuales del PSOE, al igual que con sus dirigentes del pasado, no se puede contar para algo que signifique un cuestionamiento serio de las bases del régimen surgido de la Constitución de 1978. En efecto, «Socialista» es palabra sagrada, y si el PSOE la lleva en sus siglas y sus dirigentes la pronuncian, simplemente la manchan, la desvirtúan y la prostituyen. Hablamos de un partido que, mientras la economía española iba desbocada, y la burbuja financiero-inmobiliaria estaba a punto de explotar, proclamaba a los cuatro vientos que nuestro sistema financiero era de los más seguros y estables del mundo, y que España había entrado en el selecto club de las siete grandes potencias mundiales. Un partido que veía brotes verdes, y que declaraba que nuestros bancos jugaban en la «Champions league», vamos, que eran lo mejor de lo mejor.

Un partido que ha sido incapaz, durante todos los años en que ha tenido responsabilidades de Gobierno, de implementar una auténtica reforma fiscal progresiva, más bien todo lo contrario, pues lo que progresivamente ha ganado terreno ha sido la presión fiscal sobre las rentas del trabajo, frente a la disminución de tributación por parte de las rentas del capital. Y un partido que instaló la «cultura del pelotazo», la corrupción política y el abrazo sin fisuras al neoliberalismo. Un partido, en fin, al que le debemos nuestro ingreso en la OTAN, y la reciente escalada de colaboración con el despliegue de su estructura militar. Un partido que permitió la escandalosa «fusión» de las antiguas Cajas de Ahorros, fomentando que se eliminara la beneficiosa labor de su Obra Social, únicamente para que sirvieran de apetitoso bocado para la gran banca privada de este país. Por otra parte, y durante todos los mandatos del PSOE desde Felipe González, se ha ido fomentando un apoyo estatal creciente a la Iglesia Católica, que disfrute de un status de auténtico y escandaloso privilegio.

Hablamos de un partido que asumió con auténtico entusiasmo el neoliberalismo, plasmándolo, entre otras muchas medidas, en ataques a la clase trabajadora mediante sucesivas reformas laborales. Esas reformas fundamentalmente lo que introducían eran nuevas formas contractuales más precarias, facilidades para el despido, la eliminación o reducción de ayudas al desempleo, bonificaciones a la Seguridad Social para las empresas, y la reducción salarial, bajo los eufemismos de «moderación», «flexibilidad», y el más rimbombante, «flexiseguridad». Retomo de nuevo las palabras del maestro Manolo Monereo, cuando afirma: «Lo que pretende este PSOE es demostrar a los poderes fácticos (desde la Troika al IBEX-35), que ellos son los únicos capaces de frenar y controlar a PODEMOS y asegurar el futuro del régimen en las nuevas condiciones de España, periferia de una UE dirigida por Alemania. El PP no da la talla y su continuidad en el Gobierno, como Juan Carlos, pone en peligro a la monarquía reinante y con ello los delicados equilibrios necesarios para un régimen, por así decirlo, post 78. Esa tarea es la propuesta de Sánchez, la misma que hizo Felipe González en el 82«. En realidad, con el PSOE no podemos contar para poder liberarnos del dogal que hoy día representa la moneda única, porque este partido defiende a capa y espada la estructura y el proyecto neoliberal de la Unión Europea.

Si a todo ello le unimos que hablamos de un partido que apoya el TTIP en el Parlamento Europeo (junto al PP Europeo), que reformó el Artículo 135 de la Constitución para consagrar desde la Carta Magna la obligación del pago de la deuda con preferencia sobre cualquier otro gasto social, que votó y aprobó (junto con el PP) el conjunto de las leyes que concretan el escenario de austericio al que nos someten las Instituciones europeas (en los tres niveles de la Administración), que posee tan rancios referentes como Felipe González (con su reciente apoyo a los «opositores» golpistas venezolanos) o José Luis Rodríguez Zapatero (con su rendición ante Merkel en 2010 y la implantación de la primera oleada de recortes sociales), que no admite el derecho de autodeterminación de los pueblos, o que están a favor de la Monarquía y en contra de un Proceso Constituyente, pues ya tenemos montadas todas las piezas del puzzle. Como se ha dicho en las mareas ciudadanas: «El PSOE es un partido republicano que está cómodo con la monarquía, así como un partido socialista que vive de puta madre en el capitalismo«. Nos parece mentira que, hoy día, ese partido que se autodenomina «Socialista», y que arrastra la vergonzante mochila que hemos resumido en las anteriores líneas, según algunas encuestas, siga constituyendo la segunda fuerza política del país.

Blog del autor: http://rafaelsilva.over-blog.es

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.