La política exterior estadounidense, desde que asumió la presidencia de ese país el multimillonario Donald Trump, se ha visto sacudida por una serie de fracasos. La sucesión de fiascos del novel político, multimillonario, descrito como un megalómano egocéntrico y devenido presidente de una de las naciones más poderosas del mundo, comenzó con promesas de medidas, […]
La política exterior estadounidense, desde que asumió la presidencia de ese país el multimillonario Donald Trump, se ha visto sacudida por una serie de fracasos.
La sucesión de fiascos del novel político, multimillonario, descrito como un megalómano egocéntrico y devenido presidente de una de las naciones más poderosas del mundo, comenzó con promesas de medidas, que no ha podido implementar. Esto, a pesar de todo el empeño y declaraciones que ha hecho Trump, respecto al fin del Tratado de Libre Comercio firmado con México, resolución que necesita, necesariamente, el permiso del Congreso que a pesar de tener mayoría republicana, ha contado con la oposición de importantes figuras de este partido y del conjunto de los demócratas.
En el plano de proseguir con la construcción del muro de segregación con México, promesa que implicó incluso el insulto a su sociedad, calificando a sus inmigrantes como delincuentes, drogadictos y violadores, Donald Trump no ha podido pasar de los prototipos del muro que desea llevar a la realidad. Esto, porque los 16 mil millones de dólares que solicitó al Congreso no han sido aprobados. Los intentos para cumplir estos objetivos han llevado a Trump a plantear que si se concede el presupuesto se otorgará el visto bueno presidencial, para permitir la permanencia de los 800 mil dreamesr – soñadores, que son aquellas personas que entraron a Estados Unidos siendo menores de edad y de manera ilegal, ya fuera solos, acompañados de sus padres o ayudados por ellos si ya estaban asentados en el país. A lo señalado hay que sumar como fracaso la imposibilidad de destruir el Obamacare, que fue otra de sus grandes promesas.
Trump: Un elefante en una cristalería
Estos descalabros expresan, no sólo la escasa habilidad de la administración Trump en el ámbito de respetar a su vecino del sur, sino también dar solución a relaciones bilaterales y en el plano más amplio de las relaciones internacionales, como también la decisión de no respetar el derecho entre naciones, la diplomacia y los acuerdos internacionales. Tal es el caso emblemático del Plan Integral de Acción Conjunto – JCPOA por sus siglas en inglés – entre el G5+1 y la República Islámica de Irán.
Conducta que ha generado la crítica de sus propios aliados europeos, que ven en esta forma de hacer política la generación de un clima de inestabilidad, en amplias regiones del mundo y el freno a fortalecer la presencia económica en una zona dotada de ingentes recursos energéticos y un mercado amplio para sus productos. No en balde la Unión Europea, a través de su Alta Representante Para Asuntos Exteriores, la italiana Federica Mogherini, así como los gobiernos de Alemania, Gran Bretaña y Francia han reconocido el pleno cumplimiento del JCPOA por parte de Teherán y la exigencia que Washington no esgrima excusas, para no cumplir su parte del acuerdo.
Más aún, el Servicio Europeo de Acción Exterior señaló que Mogherini se reuniría en Bruselas, el día 11 de enero del 2018, precisamente con los cancilleres Sigmar Gabriel de Alemania, Jean Yves Le Drian de Francia, Boris Johnson de Gran Bretaña y el Ministro de Relaciones Exteriores de la República Islámica de Irán, Mohamad Yavad Zarif. Encuentro que se llevó a cabo «en el contexto del trabajo en curso para asegurar una implementación completa y continua del Plan de Acción Integral Conjunto» y concluyendo que el JCPOA está en plena marcha. Claramente Europa, dejando fuera a Estados Unidos quiere avanzar y no tener los frenos y obstáculos que ha puesto Washington en la implementación de este acuerdo firmado en julio del año 2015.
Trump se ha comportado en materia de política internacional como «un elefante en una cristalería» pasando a llevar el respeto por los países, usando permanentemente un lenguaje belicista, borrando los compromisos acordados por mandatarios anteriores a su gestión, atizando los conflictos que requieren un tratamiento y manejo especial y amenazando lo mismo a Corea del Norte, a Cuba, Venezuela, Rusia, Irán, Siria, Palestina, Turquía, Paquistán, como también a China, dando curso a un marco de aislamiento de la nación estadounidense. E incluso humillando a países como El Salvador y Haiti a quienes ha calificado como «Agujeros de Mierda» a cuyos inmigrantes no desea recibir.
Cada día son más los países que reciben la verborrea agresiva de Trump en materia de imponer sanciones, atacarlo con «el fuego nuclear» congelar sus activos, apoyar a movimientos y grupos terroristas, favorecer la política de «golpe suave» para desestabilizar gobiernos enemigos de Washington, como también amenazar con el retiro de aportes financieros a instituciones internacionales, que osen favorecer con sus resoluciones a naciones sometidas a los ataques o a la ocupación de aliados de Washington, como es el caso del sionismo y la Monarquía saudí. «Si no votas como lo hago yo, no mereces mi dinero ni mi apoyo» afirma la diplomacia estadounidense en una forma carente de cualquier sutileza
Estados Unidos es hoy un país, que a pesar de su poderío económico y militar despierta escaso temor y menos aún cercanía y concordancia de objetivos. Una nación que basa sus relaciones en el despotismo, en el abuso, la amenaza, la sanción y el permanente anuncio de quitar financiamiento a iniciativas de tal manera que su retiro cause el mayor daño posible al país receptor. Un país que bajo la mano de Trump ha decidido tomar decisiones polémicas: salir del Acuerdo de París en materia del cambio climático. Rebajar el aporte financiero que otorga a la ONU y sus instituciones – sindicadas por Washington como antisionistas – e incluso retirarse de algunas como es el caso de la UNESCO a quien ha acusado de «tener un sesgo antisraelí»
Esta determinación ha dado el ejemplo para que precisamente Israel – su socio e hijo putativo – decida actuar de la misma manera y haya definido retirarse de la UNESCO, criticar abiertamente la propia existencia de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo – UNRWA, por sus siglas en inglés – bajo el argumento expresado por el premier israelí Benjamín Netanyahu, que su sola existencia alimenta la «ficción de los refugiados palestinos» desconociendo de esta manera la existencia de 5 millones de refugiados palestinos repartidos en países vecinos producto de la Nakba – catástrofe en árabe – del año 1948.
Bien sabe el dirigente sionista lo que la propia UNRWA le enrostró «lo que perpetúa la crisis de los refugiados es el fracaso de las partes para hacer frente al asunto. Cuestión que debe ser resuelto con diálogos de paz fundamentados en las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas – ONU – y el derecho internacional». El descaro del gobierno israelí se vio catalizado aún más por el verborreico Netanyahu que recomendó a la UNRWA que «desaparezca del planeta» lo que implicaría una serie de efectos que afectarían a la población palestina.
Las consecuencias sobre la situación humanitaria de millones de refugiados palestinos sería desastrosa. Esto pues la UNRWA tiene bajo su administración 700 escuelas y 140 clínicas. La amenaza de Washington de cesar todo apoyo financiero a esta entidad de la ONU puede significar su cierre y el incremento del clima de tensión, que ya se vive a partir de determinaciones políticas de Washington, expresadas en el mes de diciembre del año 2017 que implican reconocer a Al Quds como capital de Israel y trasladar la Embajada estadounidense de Tel Aviv a la ciudad sagrada. Medida que ha generado un nuevo levantamiento palestino y el rechazo de gran parte del mundo árabe y del mundo.
¿Puede considerarse acertada y hasta exitosa una medida dada a conocer urbi et orbe como si el mundo fuese a pararse a aplaudir como una sola voluntad, que cataliza la indignación y la unánime condena de gran parte de los países del mundo? Washington suele mirarse el ombligo en este tipo de medidas, a contrapelo de los consejos de sus propios aliados y con un empecinamiento, que pone en peligro a vastos sectores del mundo.
La ilegal decisión de Washington respecto a Al Quds ha significado un rotundo fracaso en organismos que reúne a la comunidad internacional. Primero, en el seno del Consejo de Seguridad frente a una resolución para declarar ilegal la determinación estadounidense presentada por Egipto y votada el día 19 de diciembre del año 2017 que por 14 votos a favor y sólo una en contra – la de Estados Unidos y el ejercicio de su derecho a veto – buscaba frenar la decisión unilateral de Washington de reconocer a Al Quds – Jerusalén – como capital de Israel. Reconocimiento que constituye una abierta violación al consenso internacional sobre Jerusalén, especificado en varias resoluciones del mismo Consejo de Seguridad
El día 21 de diciembre en el seno de la Asamblea General de las Naciones Unidas, mostró que el mundo es capaz de reunir consensos en materia de condenar al Imperialismo y su socio sionista. Como señalaron las propias fuentes oficiales de la ONU, la Asamblea General de este organismo internacional aprobó una resolución presentada por Turquía y Yemen, en rechazo al reconocimiento de Al Quds como la capital de la entidad sionista. La moción no vinculante fue aprobada con 128 votos a favor, 9 en contra y 35 abstenciones. Además, hubo 21 países que no asistieron a la reunión. Gran parte de ellos amenazados directamente por la diplomacia del garrote estadounidense. El texto aprobado en la Asamblea General reafirma que el estatus final de Jerusalén debe ser acordado a través de negociaciones y que cualquier decisión adoptada fuera de ese marco es «nula, no tiene efectos legales y debe ser rescindida».
La obstinación de Trump se explica no sólo por favorecer a los grupos de poder ligados al Lobby Sionista en Estados Unidos, sino también generar tal grado de inestabilidad, que le permita al complejo militar industrial incrementar la venta de armas como ha sido con Arabia Saudí y las Monarquías Ribereñas del Golfo Pérsico – además de seguir protegiendo a su aliado israelí que cumple el papel de portaviones terrestre de la idea de hegemonía estadounidense en la región.
La postura contumaz de Washington de seguir insistiendo en no respetar el estatus jurídico de Al Quds, ha sido uno de los fracasos más sonados, que además lo muestra como un gobierno taimado, obtuso, belicista, que amenaza a diestra y siniestra sino se hace lo que quiere y que muestra, al final del camino que es seguido por su incondicional de siempre – Israel – y unos cuantos microestados como Palau, Micronesia, Islas Marshall, Nauru y un trío de Estados sometidos a los dictados de Washington so pena de perder prebendas y posibles apoyos a presidentes cuestionados como fue el caso de Honduras, Guatemala y Togo.
Estados Unidos ha naufragado también, en su idea oportunista de llevar a la palestra de los acusados a Irán, tras las manifestaciones en ese país por razones económicas, tratando de presentar su situación interna como un peligro para la paz regional, al amparo del artículo N° 34 de la Carta de las Naciones Unidas. Incluso socios de Estados Unidos como Francia y Gran Bretaña expresaron su oposición a la jugada de Trump de usar las justas reivindicaciones sociales como un distractor para tratar de desechar el Plan integral de Acción Conjunto. No le resultó el plan desestabilizador a Washington y tuvo que ver una nueva caída de su paupérrima política exterior.
Rusia señaló ante este intento oportunista, que Washington abusa del Consejo de Seguridad minando su autoridad como órgano de mantener la paz y la seguridad internacional. Estados Unidos, según Moscú, utiliza diversos pretextos para intervenir en los países y en el caso de Irán, los errores y actos inamistosos contra la nación persa han unido a su sociedad. Se visualiza que la labor de zapa del gobierno de Trump en estos organismos despilfarra la energía de un Consejo, que debería preocuparse de situaciones de verdad graves como lo que acontece en Siria, Yemen, Palestina, Afganistán, libia.
Los críticos de Estados Unidos, expresados en aquella memorable sesión del Consejo de Seguridad del día 2 de enero del 2018 mostraron la necesidad de preocuparse de cuestiones sustantivas como es la ocupación de palestina a manos del sionismo, la incitación a las luchas intestinas y finalmente quedó claro que Estados unidos convocó a esa reunión para seguir socavando el JCPOA La pregunta final a la delegación estadounidense por parte de Rusia fue esclarecedora ¿Tienen ustedes otros medios que no sean sanciones?
Para Irán, por su parte, celebró el fracaso de la convocatoria de Estados Unidos, signando que ella murió en un vano intento oportunista, de abuso de los organismos internacionales para su provecho en un intento desesperado de huir hacia delante de cualquier valoración ética, moral y política ante el mundo. «El fracaso de Washington es muestra de una falta de respeto a las conductas civilizadas que se debe tener en la política internacional» señaló el gobierno iraní.
Esta convocatoria del día 2 de enero del 2018 es una más de la larga lista de acoso y matonaje de Estados Unidos contra las Naciones Unidas en general y contra Irán en particular. Es claro que se deberían respaldar las acciones de dialogo para la paz regional, fomento de la confianza en la región del Golfo Pérsico, en lugar de inventar excusas para no cumplir las obligaciones que tiene Washington en materia internacional.
Fracasos en el marco de una Estrategia de Seguridad Nacional
En todo caso los descalabros de la política exterior de Trump se intensificarán, pues la lectura de su nueva estrategia de seguridad, lanzada hace menos de un mes, permiten augurar que la cohesión opositora a esa política aunará voluntades y poder, que no es posible desmerecer. Una estrategia de seguridad nacional que define a Rusia y China como competidores de Estados Unidos, incluye a la migración como asunto prioritario de seguridad, basada en la consigna presidencial de «Estados Unidos primero».
Un lineamiento que incluye cuatro pilares fundamentales: Proteger a la patria, al pueblo estadunidense y a su estilo de vida. Cuestión que implica, necesariamente, pasar por encima de los derechos de otros pueblos y expoliar los recursos de gran parte de la humanidad. En segundo lugar, promover la prosperidad de Estados Unidos. Esto, a costa de incrementar un intercambio comercial internacional que entra en conflicto con otras grandes economías, catalizando la búsqueda de mercados bajo la coerción.
En tercer lugar, preservar la paz mediante la fortaleza, que lleva implícito el aumento del gasto militar – que ya alcanza 700 mil millones de dólares para el presupuesto 2018 – el incremento de las agresiones contra países que no están en la línea aliada de Washington y afianzar los lazos con el sionismo y el wahabismo. Y, finalmente, impulsar la influencia de Estados Unidos. Punto que nos lleva a temer que esa preponderancia implica un mundo menos seguro, con mayores grados de belicosidad.
Las principales premisas que surgen de esta estrategia de seguridad nacional lanzada por el gobierno de Trump consignan la consideración de China y Rusia como «potencias revisionistas» que utilizan la tecnología, la propaganda y la coerción para imponer un mundo que representa la antítesis de los intereses y valores de Estados Unidos También se señala que existen dictadores regionales que propagan el terror, amenazan a sus vecinos y procuran obtener armas de destrucción masiva. En tercer lugar se considera que el terrorismo yihadista fomenta el odio para instigar la violencia contra personas inocentes en nombre de una ideología maligna. Y, en cuarto lugar, se considera que las organizaciones delictivas transnacionales propagan las drogas y la violencia en las comunidades estadounidenses
Ante estas premisas, las interrogantes se han dejado sentir pues nos lleva a un mundo con mayores grados de confrontación, contra dos potencias de la envergadura de Rusia y China, seguir centrando sus dardos contra la República Islámica de Irán, Corea del Norte y la posibilidad cierta que se inventen argumentos, como aquellos presentados para invadir Afganistán e Irak o criterios para ayudar a la desestabilización de países, que no están en la órbita del imperialismo.
Los fracasos de Estados Unidos, si bien representan la constatación que es un país cuya hegemonía va en franca decadencia, son aún los manotazos de una fiera herida a la cual hay que temer pues sus aliados, como Israel, Arabia saudí están dispuestos a llevar a cabo su política a costa de la vida de cientos de miles de personas. Por ello, para que el fracaso de estados unidos sea definitivo se requiere también la destrucción de sus socios sionistas y wahabitas. El mundo lo requiere.
http://www.hispantv.com/noticias/opinion/365355/politica-exterior-donald-trump-fracaso