Traducido para Rebelión por Sonia Martínez Icardo
El Primer Ministro de Etiopía, Meles Zenawi, debe haber estado estudiando los magníficos logros de la invasión preventiva de Iraq por parte de USA y la reciente incursión de Israel en el Líbano. Claramente, ha decidido emularlos. Su argumento es idéntico al que dieron George W. Bush y Ehud Olmert. Debemos atacar a nuestros vecinos porque tenemos que detener sus planes de atacarnos y llevar a cabo su yihad.
En cada uno de los casos, el invasor estaba seguro de su superioridad militar y de que la mayoría de la población podría aclamar a los atacantes como si fueran sus liberadores. Zenawi afirma que está cooperando con USA en su lucha contra el terrorismo alrededor del mundo. Y, efectivamente, USA ha ofrecido no sólo su apoyo en el área de inteligencia, sino que ha enviado también a su fuerza aérea y unidades de tropas especiales para ayudar a los etíopes.
Aún así, cada situación local es un poco distinta. Merece la pena revisar la historia reciente de lo que se ha llamado ‘el cuerno de África’, cuyos países han cambiado de esfera geopolítica con bastante facilidad en los últimos cuarenta años.
A lo largo de la primera mitad del siglo XX, Etiopía fue el símbolo de la resistencia africana frente al imperialismo europeo. Los etíopes derrotaron a las tropas colonialistas italianas en Adowa en 1896 y el país continuó siendo independiente. Cuando Italia lo volvió a intentar en 1935, el Emperador Haile Selassie acudió a la Sociedad de las Naciones y suplicó ante todos los países miembros que le ofrecieran una protección conjunta contra la invasión. No recibió ninguna ayuda. Así, Etiopía se convirtió en el símbolo de África para la comunidad negra. Los colores de su bandera se convirtieron en los colores de África. Y, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, la independencia de Etiopía se restauró.
En la difícil génesis de la Organización de la Unidad Africana (Organization of African Unity, OAU) en 1963, Haile Selassie utilizó su prestigio para jugar un papel fundamental como intermediario entre diferentes estados africanos. La OAU estableció su sede en la capital de Etiopía, Adís Abeba. Pero pese a que Etiopía cumplía este papel simbólico en toda África, también contaba con una maquinaria de Estado opresiva y aristocrática. Y cuando las agudas hambrunas comenzaron a convertirse en una plaga para el país en los años setenta, el descontento de la población aumentó rápidamente. En 1974, un oficial del ejército, Mengistu Haile Mariam, lideró una revolución contra la monarquía ‘feudal’ y estableció un gobierno militar que pronto se proclamó a sí mismo marxista-leninista.
Antes de Mengistu, las relaciones entre USA y Etiopía habían sido cordiales. El país vecino de Etiopía, Somalia, había abusado de sus relaciones con USA. El país también vivía bajo un gobierno militar liderado por Siad Barre. No obstante, se autoproclamaba ‘socialista científico’ y mantenía bastante buena relación con la Unión Soviética, a quien había ofrecido una base naval. Después del golpe de 1974, cuando Megistu proclamó a su gobierno como marxista-leninista, la Unión Soviética abandonó a Somalia y apoyó a la más grande e importante Etiopía. A cambio, USA apoyó a Somalia, y se quedó con la base naval.
Para entender lo que sucedió después, son necesarios ciertos análisis étnicos acerca de ambos países. Etiopía es un antiguo reino cristiano, largamente dominado por la aristocracia de los Amhara. Existe otro gran grupo cristiano, los Tigre, quienes hablan un idioma diferente. También hay otros dos grupos bastante grandes en el país: los Oromo (la mitad de los cuales son musulmanes) y los Musulmanes Somali. Además, al final de la Segunda Guerra Mundial, Etiopía absorbió a la colonia costera italiana de Eritrea. Bajo el mandato de Haile Selassie, sólo los Amhara contaban y Eritrea mantenía una guerra por su independencia. Sin Eritrea, Etiopía no tenía ninguna salida al mar.
Somalia era bastante diferente. Había dos colonias, la Somalia italiana y la Somalia británica. La Somalia italiana se independizó en 1960, en el momento en que se acababa con las colonias italianas, y la Somalia británica fue incluida en este proceso. En los años sesenta, cuando los conflictos étnicos comenzaron a ser una plaga en muchos estados africanos, se solía decir que el único país africano que no conocería jamás un conflicto étnico era Somalia, ya que prácticamente todo el mundo en el país era étnicamente somalí, hablaba somalí y era musulmán.
La gente en ambos países estaba irritada por sus respectivas dictaduras Y cuando la Guerra Fría terminó, tampoco los gobiernos pudieron sobrevivir. Tanto Mengistu como Barre fueron derrocados en 1991.
Tras Mengistu llegó un movimiento de liberación liderado por los Tigre, quienes en un principio se decantaron por un lenguaje nacionalista y maoísta. Para distinguirse del régimen de Mengistu, aceptaron la independencia de Eritrea, aunque después se arrepintieron. El dominio Cristiano (o más bien Ahmara) se convirtió en la mayor preocupación del nuevo gobierno y las revueltas de los Oromo y los Somali comenzaron. Activistas por los Derechos Humanos no creen que el gobierno de Zenawi sea mejor que el de Mengistu.
En Somalia, el ‘perfecto’ estado étnico se vino abajo cuando los clanes Somali empezaron a luchar entre ellos por el poder. Antes de 1991, USA comenzó a acercarse al nuevo líder de Etiopía, Meles Zenawi, quien abandonó su ‘maoísmo’ por completo. Abandonaron a Somalia en el frío. Cuando USA envió tropas en una ‘misión humanitaria’ para sofocar desórdenes, se encontró con la terrible derrota que ha recibido el nombre de blackhawk down (halcón negro derribado) y retiró sus tropas. Una larga guerra civil entre diferentes bandos llegó después. En 2006, un grupo llamado Unión de Tribunales Islámicos (Union of Islamic Courts) tomó la capital, Mogadiscio, y expulsó a los líderes de los clanes feudales, restaurando de este modo la paz, y sólo relativamente, por primera vez en más de una década.
USA vio en la Unión de Tribunales Islámicos una copia exacta de los Talibanes y se alió con Al Qaeda. Zenawi hizo lo mismo. Así que Etiopía decidió invadir, desbancar a la Unión de Tribunales Islámicos y apoyar al debilitado gobierno central que había existido únicamente sobre el papel desde 2004, pero que no había sido siquiera capaz de entrar en la capital. Vuelta a empezar. Por supuesto, Etiopía, (con USA) ha ganado la primera ronda. La Unión de Tribunales Islámicos ha abandonado Mogadiscio. Pero los somalís no reciben a los etíopes como a liberadores. Los líderes de los clanes están luchando entre sí de nuevo y Mogadiscio se encuentra otra vez bajo el caos. El gobierno de Etiopía se enfrenta ahora a problemas, y cada vez más, no sólo en Somalia, sino también en su propia casa.
Al igual que Israel debe retirarse del Líbano, y al igual que USA tendrá que irse de Iraq, también Etiopía deberá retirarse pronto de Somalia. La situación en Somalia no mejorará gracias a su ataque preventivo. Los ataques preventivos son siempre bumeranes en potencia. Uno gana abrumadoramente o pierde de manera estrepitosa.
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Sonia Martínez Icardo es miembro de Rebelión.