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Etiopía, guerras por contagio

Fuentes: Rebelión [Imagen: Oromia es la mayor región del país, con la etnia mayoritaria de los 110 millones de etíopes y cuya lengua, el oromo, es la cuarta más hablada del continente]

La situación bélica en Etiopía se creía resuelta tras los laboriosos acuerdos de paz firmados en Pretoria (Sudáfrica) el pasado 2 de noviembre, con los que se ponía fin a los dos años exactos de la guerra, acordados entre el Gobierno central del Primer Ministro, Abiy Ahmed, y la dirigencia del Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF) y que ponían un punto final, por ahora, a sus ánimos separatistas. Una guerra que se ha saldado con cientos de miles de muertos, millones de desplazados y la destrucción de infraestructuras, unidades productivas, sanitarias, cientos de miles de viviendas y se han borrado del mapa docenas de aldeas y comunidades.

Si bien se ha mantenido oculto por la guerra, ahora que se acalla el conflicto en el norte del país, otra vez emerge una antigua disputa que se remonta a finales del siglo XIX, la liberación de la Kililoch (región) de Oromia, la más grande del país, con la etnia mayoritaria de los 110 millones de etíopes y cuya lengua, el oromo, es la cuarta más hablada del continente. En esa región se encuentra, nada menos, que la ciudad de Addis Abeba, la capital etíope.

Desde el mes de octubre del 2022 se ha comenzado a observar el incremento de acciones bélicas por parte del Waraana Bilisummaa Oromoo (Ejército de Liberación de Oromo u OLA, por sus siglas en inglés), un grupo activo desde los años setenta al que en mayo del 2021 el Parlamento etíope designó como organización terrorista.

Esta renovada violencia está abarcando a prácticamente toda la nación Oromo y extendiéndose hasta zonas rurales muy cercanas a Addis Abeba. El epicentro de las acciones de la OLA se encuentra al oeste de la Oromia, donde está controlando territorio y realizando ataques cada vez más complejos. Se sabe que por su limitada capacidad de entrenamiento y disposición de armamento ha debido rechazar a cientos de voluntarios, aunque no se priva de las ostentosas ceremonias de graduación para los nuevos cuadros.

Se entiende que la presencia de tantos voluntarios para incorporarse al OLA tiene origen en el asesinato de Hachalu Hundessa, un ícono del pop oromo. (Ver: Etiopía, la resonancia de una voz silenciada).

La insurgencia oromo históricamente no ha ejecutado grandes operaciones, limitándose a acciones relámpago de golpear y huir, generando un gran degaste al Gobierno central. Ha asaltado bancos y perpetrado secuestros extorsivos para financiar sus operaciones, que se concentran particularmente en asesinatos selectivos de funcionarios gubernamentales y policías.

La OLA, intermitente desde 1974, no cuenta con una estructura política y militar sólida. El grupo está dirigido por el veterano líder conocido como Jaal Marroo -su verdadero nombre sería Miliyon Diriba- quien decidió no aceptar negociaciones propuestas con el entonces nuevo Gobierno de Abiy Ahmed, produciendo un cisma con sus viejos camaradas del OLF (Frente de liberación Oromo), hasta entonces el brazo político del OLA, llegados desde exilio en Eritrea. De Jaal Marroo no se conoce su agenda política más allá de su declaración de que lucha por los derechos del pueblo Oromo.

Este grupo insurgente fue confinado al oeste y el sur de esa región por las Fuerzas de Defensa Nacional de Etiopía (ENDF), pero durante los dos años de la guerra de Tigray Addis Abeba se vio obligada a distraer efectivos y recursos a la guerra en el norte, lo que permitió al OLA expandirse a otras woredas (distritos) de la región.

Este incremento de sus acciones, según un informe de la Agencia de coordinación de ayuda de la ONU de diciembre último, obligó a unos 80.000 pobladores a abandonar sus casas mientras que servicios esenciales han dejado de funcionar en vastas zonas de la Oromia ya muy afectadas por el recrudecimiento del conflicto.

A principios de noviembre el OLA, con conocidos vínculos con TPLF, tomó por un breve lapso la ciudad de Nekemte, a unos 330 kilómetros al oeste de Addis Abeba y con cerca de 180.000 habitantes. Tras asaltar la prisión, de donde habría liberado un número desconocido de prisioneros, también asaltó varias comisarías de donde incautó armas y equipos de comunicaciones. Según el relato de algunos pobladores de la ciudad, los combates se prolongaron por horas, sin que se hayan confirmado bajas de algún tipo.

Según algunas versiones, los militantes entraron en la ciudad en la madrugada del domingo tras lo que se iniciaron los enfrentamientos con el ejército que se prolongaron por varias horas. Ni las autoridades federales ni las regionales han emitido ningún comunicado. Según se conoció, en su retirada los insurgentes habrían secuestrado a varios funcionarios del gobierno local.

Para la expulsión de los combatientes de la ciudad las tropas de las ENDF han debido recurrir al uso de drones, por lo que se cree que se habría producido un importante número de bajas en la población civil.

Este asalto fue el segundo incidente que se había llevado a cabo en esa área en menos de una semana. El primero se registró el día 1 de noviembre con el ataque a la localidad de Gerbe Guracaha, donde asesinaron al diácono de la iglesia Midre Genet St. Mariam, perteneciente al culto de la Iglesia Ortodoxa Etíope Tewahedo (copto). El grupo también secuestró a 11 personas, en su mayoría diáconos que se encontraban oficiando el servicio religioso nocturno y de quienes nada se sabe acerca de su suerte. Algunos analistas coinciden en la idea de que esta ofensiva del OLA, con fines casi exclusivamente publicitarios, se realiza antes de que sean desplegados en la región veteranos de las ENDF provenientes de la guerra de Tigray que llegan no solo con una gran experiencia adquirida en el campo de batalla, sino además envalentonados por la victoria.

El Frente de Liberación Oromo, a lo largo de su dilatada historia, ha sido responsable de la muerte de decenas de miles de civiles, en su mayoría pertenecientes a comunidades étnicas de la norteña región de Amhara. La respuesta del Gobierno central no ha sido menos cruenta, ya que en sus diversas ofensivas contrainsurgentes se han registrado graves violaciones de los derechos humanos entre las que se incluyen cientos de ejecuciones extrajudiciales además de conocerse violaciones y robos por parte de las fuerzas regionales en diferentes comunidades bajo la excusa de esconder rebeldes.

Tal situación ha provocado que legisladores oromos del gobernante Partido de la Prosperidad del Primer Ministro Abiy Ahmed exijan al ejecutivo nacional un acuerdo de paz similar al de Tigray.

La guerra de todos contra todos

Casi 220 civiles y 244 miembros de la fuerza de seguridad regional de Oromia murieron en Kiramu entre el 15 de octubre y el 10 de diciembre a manos de militantes amharas, mientras que las fuerzas de seguridad de Oromia mataron a 30 civiles amharas en la misma localidad, Kiramu, entre finales de noviembre y mediados de diciembre. Este es un claro ejemplo de la actual crisis de violencia étnica que vive Etiopía.

Durante el conflicto de Tigray tampoco han faltado ejemplos como el señalado, ya que la violencia interétnica es un mal que padece Etiopía desde siempre y que, aunque larvada, es una realidad que cada tanto, por diversos motivos, estalla y arrasa miles de vidas.

La guerra de Tigray se convirtió en uno de esos diversos motivos, dando justificación a las milicias de diferentes kililoch (Afar, Amhara, Benishangul-Gumaz, Oromo y Tigray) a realizar masacres contra sus ancestrales enemigos.

Entre ellas, las más sanguinarias las habría protagonizado el Frente de Liberación Oromo contra comunidades amharas que viven en la Oromia, lo que provocó que, a modo de venganza, las milicias étnicas de la región de Amhara hayan asesinado a civiles oromos localizados a lo largo de la frontera entre las dos regiones, donde habrían tenido participación las FANO, una histórica y muy activa milicia amhara que afirma estar defendiendo a los civiles y los intereses de Amhara y que desde el mes de octubre ya han atacado e incendiado varias aldeas Oromo.

Algunas asociaciones regionales señalan que cerca de 1.600 amharas fueron asesinados en Oromia durante el 2022. Esto incluye una masacre de mediados de junio cuando miembros del OLA atacaron unas diez aldeas amharas de la woreda de Gimbi, en el oeste de Oromia, tras la retirada de las fuerzas de seguridad. Los atacantes, que utilizaron ametralladoras y machetes, masacraron en esos días a 500 personas.

Mientras, se ha conocido que cientos, quizás miles de tigrayanos encarcelados en Tigray Occidental bajo el control de las fuerzas de seguridad de Amhara, han padecido las consecuencias de esta guerra étnica. En instalaciones superpobladas, los detenidos han sido asesinados, torturados e incluso se les han negado la alimentación y la atención médica hasta provocar la muerte.

Más allá de los conflictos que amenazan con la disolución de la República Democrática Federal de Etiopía, la cuestión ética es un mal crónico, no solo en este país sino en todo el continente, que si bien viene de muy lejos en el tiempo, los siglos de colonialismo los han exacerbado al punto de que se prolongarán más allá de la existencia de los países creados por los propios imperios occidentales.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.