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Etiopía, preámbulos de una nueva guerra

Fuentes: Rebelión

El complejo mosaico étnico y tribal de la actual Etiopía conformó al país en un entramado de Kililoch (divisiones étnicas) y Woreda (circunscripciones administrativas), con más de 80 comunidades etnolingüísticas, declaradas como “naciones soberanas” por la Constitución de 1995.

A lo largo de su sinuosa historia de reyes mesiánicos, guerras, la ocupación italiana y dictaduras, finalmente se abrió paso a un sistema democrático, dubitativo y por momento enclenque, donde se producen constantes tensiones entre los mismos estados, la mayoría de ellos con milicias armadas, y un Gobierno central a veces no lo bastante fuerte para adelantarse a los cíclicos planteamientos separatistas.

La profundización de esas crisis etnonacionalista, cuyo punto de partida se encuentra en la búsqueda constante de tierras fértiles que se disimulan bajo un manto de su ancestral y arcaico sentido de la venganza, ha permitido al país, además de su geografía, ser conquistado salvo durante el breve interregno fascista de 1936 a 1941.

En algunos casos las disputas internas suelen desbordar en guerras, como fue la que se libró desde noviembre de 2020 a noviembre de 2022 entre el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF) y la Fuerza de Defensa Nacional de Etiopía (ENDF). Entonces el discurso panetíope del Primer Ministro y Premio Nobel de la Paz 2019 Abiy Ahmed consiguió que la milicia regional del estado de Amhara lo apoyara, como también lo hizo el poderoso ejército de Eritrea cuyo presidente, Isaias Afwerki, persigue desde hace décadas el movimiento tigrayano, que pretende juntos a sus hermanos etíopes la creación de un estado independiente.

A sabiendas de esto no dudó en reprimir el levantamiento con toda la capacidad militar de que disponía., por lo que a lo largo de los dos años que duró el conflicto devastó amplios sectores del país, particularmente en la región de Tigray, aunque se vieron afectadas importantes áreas de las regiones de Amhara, Afar y Benishangul-Gumuz, al tiempo que los rebeldes del TPLF llegaron a amenazar a la capital del país, Addis Abeba, una ciudad donde viven cinco de los cien millones de etíopes.

A lo largo de los dos años de guerra se estima, ya que nunca existió un registro fehaciente, que se produjeron algo más de un millón de muertos, la enorme mayoría de ellos civiles. Muchos de ellos debidos a matanzas con enterramientos en fosas comunes y clandestinas.

En vista de esta realidad hoy no hay que tomar con ligereza el incremento de los enfrentamientos entre las Fuerzas de Defensa Nacional de Etiopía (ENDF) y las milicias armadas del Estado de Amhara, entre las que se encuentran las Fano (juventud) una fuerza de aptitud para el combate, responsable en buena parte de aquellas grandes matanzas durante en el conflicto de 2020-2022 y cuya consigna era “Matar a las fuerzas de Tigranyan no es suficiente. Es mejor asarlos como cabras y comerlos”.

Es importante señalar que las milicias Amhara, que hoy se enfrentan a Addis Abeba, operan de manera independiente del Gobierno regional. A principios de agosto fue Yilkal Kefale, el entonces presidente (gobernador) de Amhara quien pidió asistencia militar al primer ministro Abiy.

El actual conflicto comenzó a insinuarse apenas terminada la guerra en noviembre del 2022, aunque tomó intensidad en abril último cuando los FANO, tras negarse a entregar sus armas y aceptar ser incorporados a la policía, ocuparon militarmente varios pueblos, lo que obligó a la intervención de las fuerzas federales para su desalojo, produciendo combates que han dejado decenas de muertos.

Ya en febrero se produjo un hecho que, si bien puede interpretarse como menor, ha sido claramente indicador de las relaciones entre Amhara y el Gobierno federal, el cisma hacia el interior de la Iglesia Ortodoxa Tewahedo etíope, que representa elcincuenta por ciento de los fieles del país. Un grupo de sacerdotes oromos (la misma etnia que pertenece Abiy) se separaron de la iglesia oficial declarando su propio ordenamiento, que les permite celebrar servicios en propia lengua en lugar del amárico, la lengua de los amharas, que es prácticamente lengua franca de Etiopía. Para muchos analistas, el cisma es parte de una estrategia general de Abiy, para dividir la Iglesia, pieza clave de la integración etíope, y quitar a los amharas la centralidad religiosa. Algunas versiones, sin confirmar, señalan que varios cristianos ortodoxos amharas fueron atacados con machetes y lanzas hasta la muerte.

Desde los acuerdos de paz, alentados fundamentalmente por Kenia y Sudáfrica, que terminaron con la guerra de Tigray el 3 de noviembre del año pasado, las relaciones entre el Gobierno regional amhara y el del Primer Ministro se han deteriorado de manera manifiesta.

Los reclamos por parte de Bahir Dar se basan en que más allá del innegable apoyo dado durante el conflicto con Tigray al Gobierno central, los intereses de ese estado no han sido considerados. Existen acusaciones acerca de qué Addis Abeba se prepara para devolver, como parte del pacto, los territorios de Wolkaite, largamente disputados entre Amhara y Tigray, territorios que fueron conquistados durante la guerra por los vencedores. Prueba de esto es que el Gobierno de Tigray defiende a rajatabla el acuerdo que los beneficiaría respecto a sus vecinos del sur, los amharas.

Para muchos analistas, esa imprecisión en el acuerdo de paz formó parte de una jugada de Abiy para seguir controlando los territorios, ya que Addis Abeba plantea establecer fuerzas federales para las tareas policiales a la espera de la inminente llegada de importantes contingentes de la población que debió desplazarse durante la guerra, mayoritariamente tigriños. Abiy, para destrabar la situación acerca de los territorios en disputa, plantea para más adelante realizar un referendo que decida su pertenencia a Amhara o a Tigrey.

El país de las milicias

Parecen claras las intenciones del primer ministro Abiy Ahmed, que el pasado 4 de agosto declaró el estado de emergencia y envió contingentes militares a la región de Amhara para contener a las milicias rebeldes, muchos entendieron el gesto como el paso previo para el inicio de una nueva guerra civil.

Abiy no se limita a ceder territorios de uno estado a favor de otro o a un cisma religioso para incrementar su volumen político. El primer ministro sabe que un paso previo para ese fin es desarmar a todas las milicias regionales, ya que cómo quedó claro con el Frente de Liberación de Tigrey, son verdaderos ejércitos cuyo poder exceden en mucho las tareas asignadas para el control territorial.

Como vencedor de la guerra de Tigrey, Abiy conoce muy bien qué significa lidiar con esas milicias, altamente entrenadas y bien armadas, que en cualquier momento pueden levantarse contra el poder central o encender una guerra civil entre varias regiones que termine consumiendo a Etiopia en una guerra civil de todos contra todos, a lo que parece estar aproximándose velozmente.

Miles de irregulares amharas, incluida la milicia Fano, están combatiendo contra el ejército federal y también contra las milicias de la Oromia, un estado vecino.

La crisis estalló en abril, cuando miles de milicianos amharas junto a los de las Fano rechazaron el intento federal de disolverlas para fusionarlas con otras unidades y diluir el sentimiento entonacionalista y se refugiaron en los bosques. Al tiempo que fuerzas federales bombardearon ciudades amharas con drones y artillería pesada comenzaba detenciones masivas y persecución de líderes amhara. A raíz de los combates con los efectivos del Gobierno se produjeron cientos de muertos y estalló una crisis humanitaria, ya que miles de residentes amharas carecen de alimentos, agua potable y medicamentos, habiendo comenzado a extenderse una epidemia de malaria.

Si bien el decreto del gobierno de Abiy ordenaba la disolución de todas las milicias del país, los amharas interpretaron que la medida estaba diseñada para ellos, más ahora que no sólo han tenido roces con Addis Abeba, sino también con las milicias del estado de Oromia, donde se registran importantes enfrentamientos con la OLA (Ejército de Liberación Oromo) que desde junio ya han generado al menos 2.000 muertos.

En Amhara, desde abril mismo se producen combates cada vez más duros, con enfrentamientos que han dejado más de 200 muertos. En julio una emboscada de las Fano a un convoy de las ENDF mató a más de una docena de regulares. La insurgencia amhara tomó varias ciudades, como la de Lalibela, de gran valor arqueológico, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y Gondar (la sede de los emperadores etíopes del siglo XVII al XIX). Se libraron batallas también alrededor de Debre Markos en la zona este de Gojjam, cerca de Debre Berhan en la zona norte de Shewa y en la zona de Wollo Sur.

La capacidad militar y estratégica de las milicias amhara, se cree, las estaría aportando nada menos que Eritrea, que estaría adelantando la posibilidad de un conflicto todavía mayor entre Addis Abeba y Asmara.

Eritrea y Etiopía, hasta hace pocos meses aliadas en la guerra de Tigray, se han empezado a distanciar por las bravuconadas del premier etíope que, dada la necesidad imperiosa de un puerto para desarrollar toda la economía proveniente de la puesta en marcha de la Gran Represa del Resurgimiento Etíope, ha reclamado que Eritrea habilite la utilización del puerto de Assab sobre el Mar Rojo, cuyo uso le fue vedado desde la guerra 1998-2000. Abiy se refirió a la cuestión del puerto diciendo que quería conseguir un puerto por medios pacíficos, aunque agregó que “si eso falla usaremos la fuerza”, por lo que el presidente eritreo Isaías Afewerki, aliado de Abiy hasta hace pocos meses y muy práctico a la hora de la guerra, ha empezado a mover sus piezas para no ser sorprendido en otra guerra, pero esa ya es otra historia.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC