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¿Existe Nigeria? Conflictos económicos y de identidad sacuden a la federación

Fuentes: www.oozebap.org

El estado federal de Nigeria fue inventado por el dominio británico, englobando dentro de unas mismas fronteras un gran número de comunidades muy diversas, con un pasado cultural diferente (que los europeos se negaban a reconocer) y, por lo tanto, con una manera de entender la gestión social también diferente (y que el dominio colonial […]

El estado federal de Nigeria fue inventado por el dominio británico, englobando dentro de unas mismas fronteras un gran número de comunidades muy diversas, con un pasado cultural diferente (que los europeos se negaban a reconocer) y, por lo tanto, con una manera de entender la gestión social también diferente (y que el dominio colonial igualmente obviaba): el africano ni tenía pasado ni era lo suficientemente competente para poder gestionar políticamente la sociedad. Con la creación de las federaciones, amalgamaron diversas naciones históricamente consolidadas (que llamaron «tribus», actualizado después por «etnias»), gestando nuevos pastiches que sólo podían provocar confrontación. Nigeria es uno de estos engendros hechos con perversión e ignorancia: un invento sangriento (1). Todos los elementos necesarios para el conflicto permanente se dan en Nigeria. La dominación y explotación económica, la instrumentación de las «etnias» (con sus favoritismos, corrupciones y marginaciones) y la peligrosa pero efectiva tergiversación de la historia, forman un bloque homogéneo que, sin ninguna posibilidad de digestión, tuvieron que incorporar a su presente las sociedades «independientes» que vivían bajo un Estado artificial llamado Nigeria. Desde 1958 (año de la primera exportación comercial de crudo), el petróleo se convirtió en el principal factor económico, y las prácticas neocoloniales de las empresas petroleras, como la británica Shell o la norteamericana Chevron, perjudicó todavía más la ya de por sí difícil estabilidad de la federación (2).

Hoy en día Nigeria dispone de un régimen democrático parlamentario basado en la corrupción y la represión. A pesar de la mejora si lo comparamos con el gobierno militar de Sani Abacha, durante los años 90, las compañías petroleras siguen contando con la complicidad del gobierno para continuar sacando provecho de los recursos naturales, especialmente en la región del delta del río Níger. La población de esa zona, que tiene que sufrir todos los efectos negativos de la extracción de crudo sin recibir nada a cambio, se ha ido organizando progresivamente para denunciar la precaria situación en la que viven. La resistencia de la sociedad civil ha provocado una repercusión constante a nivel internacional, en especial desde 1995, cuando el conocido escritor Ken Saro-Wiwa fue condenado a muerte por defender las causas de los ogoni, una de las comunidades que viven en el Delta.

Redistribución de riqueza, pero también de territorio
 

En la última década muchas de estas protestas se han radicalizado y diversificado. Si hasta hace un tiempo las motivaciones políticas y sociales de las revueltas populares eran claras, cada vez la complejidad se hace más evidente, añadiéndose a la revuelta movimientos armados, milicias y grupúsculos: a las imágenes donde jóvenes y mujeres de las comunidades más afectadas se levantan contra las multinacionales a golpes de piedra, u ocupando las instalaciones durante días, debemos añadir la de pequeños grupos de jóvenes perfectamente entrenados (donde las armas ya no son los viejos fusiles de caza sino los AK-47 importados) que roban cantidades importantes de petróleo para revenderlo en el mercado negro. No hace falta caer en los discursos oficiales que tildan cualquier acto armado de terrorismo, metiendo en un mismo saco mafias, movimientos populares y desesperación, pero tampoco hace falta llegar al otro extremo y glorificar toda acción que se aprovecha de una lucha común para hacer un negocio rentable. El listado de movimientos y milicias es extenso, deforme y mutante. A los que afirman representar a los intereses de una comunidad en concreto (como el MNED, Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger, salido de los ijaw, los más numerosos del Delta, o el MASSOB, Movimiento para la Creación del Estado Soberano de Biafra, defendiendo la emancipación de los igbo con la independencia de Biafra (3), como ya sucedió entre 1967 y 1970), se les suman milicias financiadas directamente por el gobierno (por ejemplo para desestabilizar regiones controladas por la oposición), o mafias que luchan entre ellas por el control de centros importantes de petróleo y que, por ejemplo, se declaran seguidores de Ben Laden. Este escenario puede hacer crecer la tensión entre las comunidades que forman Nigeria, más allá de la problemática del petróleo, acentuando la necesidad de repensar el Estado hasta desmembrarlo. El MNED o el MASSOB, por ejemplo, han incorporado en su discurso ideológico las peores malformaciones del gobierno colonial británico: el recelo a los musulmanes del norte, que identifican dentro de un único grupo étnico, provoca un goteo constante de peleas y asesinatos racistas entre comunidades. Por su parte, la población musulmana (más numerosa que en cualquier país árabe) vive también su propia división entre las clases dominantes corrompidas por los booms del petróleo, la mediocridad de unos ulemas manipulados por el salafismo y aquellos que apuestan por la reinvención del antiguo califato de Sokoto (fundado a principios del siglo XIX), con la instauración de los principios que motivaron la creación de éste: la justicia social comunitaria (4). Un planteamiento, como sucede también con el proyecto del MASSOB en Biafra, tan sólo realizable con el desmembramiento de Nigeria y acompañado por una nueva ola de reformismo moral.


Si de entrada estas comunidades están enfrentadas, es posible encontrar puntos comunes de diálogo si se consigue la emancipación de la sociedad (objetivo primero de los centenares de miles de personas que forman la sociedad civil de tota la federación), y así poder salir, de una vez por todas, del agujero negro de un colonialismo que Europa todavía se niega a reconocer como uno de los peores crímenes contra la humanidad. En estos últimos años ha surgido una corriente revisionista diciendo que ya basta de responsabilizar al colonialismo de todos los males que actualmente sufre el continente africano… Pero en muchos de los conflictos se hace difícil, por un lado, encontrar otro origen y, por otro, ver dónde supuestamente finalizó. Culpando al colonialismo no se pretende exculpar otras responsabilidades; pero explicar unos fundamentos concretos con unas finalidades concretas, y que englobamos bajo la etiqueta práctica de «colonialismo», facilita en primer lugar, y con los riesgos que toda simplificación de la historia comporta, la explicación de la actualidad más allá de los estereotipos y las manipulaciones. ___

(1) Mazi Kevin Ani: «Nigeria, The Last of Africa’s Pseudo-Federations» (www.biafraland.com/requiem_for_Nigeria.htm)

(2) Dauda Garuba: «Oil and the natural resources curse in Nigeria», a Africa File Issue Ezine Vol. 3 (03/2006): «Oil in Africa: Heaven or Hell?» (www.africafiles.org/atissueezine.asp)

(3) Unu Habib: «The MASSOB insurgency» (Vanguard, www.vanguardngr.com, 17/06/2005)

(4) Usman Bugaje: «The Sokoto Caliphate in Modern Nigeria: Ending it, Mending it or Reinventing it?» (Usman Danfodio University, Sokoto, 21/4/97, http://www.webstar.co.uk/%7Eubugaje/ ) ————