Las mentiras se han convertido en un «arma de destrucción masiva» en manos de Estados Unidos y sus aliados, aseguró el representante permanente de Siria ante las Naciones Unidas, Bashar Jaafari, mientras condenaba el bombardeo ordenado por Donald Trump a su país por el supuesto ataque químico contra civiles en la ciudad de Duma.
Participar en guerras y conflictos en el extranjero, a partir de un guion prefabricado que justifique la acción, es una tradición centenaria de la Casa Blanca. La historia y la desclasificación de documentos han demostrado que los argumentos presentados por los presidentes estadounidenses para iniciar conflictos o implicarse en ellos, son cuestionables en la mayoría de los casos.
La hipocresía de los presidentes estadounidenses se remonta por lo menos al siglo XIX y recoge una larga lista de infamias usadas en nombre de la libertad y la paz, por ello no sorprende, aunque indigna, esta nueva estratagema contra Siria.
EL CABALLO DE TROYA ESTADOUNIDENSE
Estados Unidos no tenía pruebas cuando decidió inmiscuirse en los conflictos más relevantes de las últimas décadas, modus operandi que desde el siglo XIX los cubanos conocen bien. A las 9:40 de la noche del martes 15 de febrero de 1898 una poderosa explosión destruyó al acorazado estadounidense Maine, atracado en la bahía de La Habana. El siniestro del buque, cuya presencia en aguas cubanas se consiguió gracias a la presión del Gobierno de EE. UU.
sobre las autoridades españolas en la Isla, fue la génesis de la intervención de tropas norteamericanas en la guerra independentista que libraba el Ejército Libertador contra los colonialistas españoles, que frustró la victoria de los mambises e inició una etapa de ocupación militar yanqui que duró hasta 1902.
LA GRAN MENTIRA DE TONKIN
Hace más de medio siglo el entonces secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert McNamara, fue uno de los encargados de ofrecer los detalles del supuesto ataque vietnamita contra buques estadounidenses en el golfo de Tonkin. Años más tarde sería el propio McNamara quien reconocería que aquella agresión nunca existió. La Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés), también admitió sus mentiras sobre lo sucedido en el golfo de Tonkin, al manipular los datos. El objetivo real de aquel falso ataque, que desembocó en una guerra con millones de víctimas y que supuso una gran derrota para Washington, era impedir la independencia de Vietnam y mantener la dominación estadounidense sobre la región.
LAS GUERRAS POR EL PETRÓLEO
A principios de los años 90, una enfermera de un hospital kuwaití afirmaba, entre lágrimas, que soldados iraquíes habían sacado a 300 recién nacidos de sus incubadoras y los habían dejado morir de frío. La historia fue utilizada como pretexto para intervenir en el conflicto entre Irak y Kuwait, conocido como la Guerra del Golfo (1990-1991). Más tarde se descubrió que la presunta enfermera era la hija del embajador de Kuwait en la capital estadounidense, sin embargo, el presidente George H. W. Bush usó la historia como parte de su preparación para una guerra que aumentó la presencia de Estados Unidos en el Medio Oriente e impidió a Irak exportar petróleo debido a las sanciones impuestas por la ONU y avaladas por Washington.
IRAK Y AFGANISTÁN
Bajo el pretexto de capturar a Osama Bin Laden, por los atentados del 11 de septiembre del 2001, y eliminar las «peligrosas armas de destrucción masiva», que poseía Saddam Hussein, las tropas norteamericanas se embarcaron en sus mayores incursiones militares del siglo XXI, las invasiones a Afganistán (2001) e Irak (2003).
Más de una década después todavía no existen pruebas del arsenal químico de Bagdad y Bin Laden fue abatido en su escondite en Paquistán. Aun así, con una larga lista de cadáveres, Estados Unidos tomó el control militar de esa zona estratégica del Medio Oriente y de sus recursos naturales.
LA FALSA BANDERA EN SIRIA
En el 2013, en el marco de un acuerdo entre Rusia y Estados Unidos, firmado ese mismo año, Siria destruyó sistemáticamente todo su arsenal de armas químicas, proceso que se realizó con el apoyo logístico y administrativo de las Naciones Unidas; razones que hacen cada más inviable el supuesto ataque en Duma.
Después de siete años de guerra, Damasco era testigo de una tregua casi estable, las negociaciones avanzaban y, con ayuda de Rusia, los grupos terroristas que proliferaron en la región luego de la inestabilidad creada por las guerras estadounidenses, estaban casi silenciados, hasta que casualmente surgen las acusaciones, no comprobadas, sobre el uso de armas químicas, que frenan el avance de Siria y solo benefician a Estados Unidos y su política exterior.