Daniel Ellsbert, famoso por haber filtrado a la prensa, los Pentagon Papers (Documentos del Pentágono) en una foto de los años 70. El primer gran «filtrador» de información secreta de Estados Unidos, Daniel Ellsberg, alerta sobre el riesgo para la humanidad que representa el poder nuclear de Estados Unidos en manos de Donald Trump. […]
El primer gran «filtrador» de información secreta de Estados Unidos, Daniel Ellsberg, alerta sobre el riesgo para la humanidad que representa el poder nuclear de Estados Unidos en manos de Donald Trump.
Ellsberg es un activista por la paz de 86 años que saltó a la fama por haber revelado en 1971, cuando trabajaba para el gobierno, la friolera de 7000 documentos del Pentágono sobre las mentiras que habían llevado a la guerra de Vietnam y la imposibilidad de que Estados Unidos pudiera ganar esa contienda.
El caso fue paradigmático y este ex analista de la Rand Corporation sigue siendo hoy un punto de referencia para Chelsea Mannig y Edward Snowden, los casos más conocidos de estos últimos años. Ahora, Ellsberg acaba de publicar «The Doomsday Machine: Confessions of a Nuclear War Planner» (La Máquina del día del Juicio Final. Confesiones de un planificador nuclear) y espera que Steven Spielberg entrene en unos meses The Post.
El filme cuenta los avatares de la prensa con el gobierno de Richard Nixon y como aquella filtración terminó con un fallo de la Corte Suprema que levantó la prohibición de las autoridades para su publicación. Los papeles principales están cubiertos por Tom Hanks y Meryl Streep como los editores del Washington Post de la época.
No sería la primera película sobre el caso que levantó tanta polvareda en Estados Unidos en esos años de pacifismo en las calles, muy poco antes de que estallara el escándalo de Watergate. En 2003, Rod Holcomb dirigió Pentagon Papers, con James Spader haciendo de Ellsberg, y Claire Forlani como la que sería su esposa, Patricia, en los roles principales.
Patriotismo y ética
Ellsberg era un ex marine egresado de Harvard que había ingresado a trabajar en la Corporación Rand y se especializó en energía nuclear en trabajos para la contratista de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Como parte de su tarea en el Pentágono, fue asistente del secretario de Defensa Robert McNamara y tuvo a su cargo un estudio de inteligencia para determinar por qué razones las tropas estadounidenses se habían paralizado en Vietnam y cuáles eran las posibilidades de ganar la guerra.
Se había recibido en Economía con galardones mediante una tesis relacionada con la teoría de la decisión que llevo al descubrimiento de la llamada Paradoja de Ellsberg, que explica que cuando una persona debe escoger entre dos opciones, la mayoría se inclina por la probabilidad más conocida. No necesariamente la mejor.
Hasta ese momento en el Extremo Oriente las decisiones habían estado en manos de militares, el ministro del demócrata Lyndon Johson quería probar con alguien «de otro palo»; con una mirada diferente sobre la problemática.
Fue así que Ellsberg viajó a Vietman y se puso nuevamente uniforme de combate, para ver in situ y desde su patriotismo naïf, lo que estaba ocurriendo en aquel alejado rincón del mundo por donde se escabullían ingentes recursos humanos y económicos del país y cómo revertir la situación.
Su informe reflejó un hecho que la dirigencia no quería asumir: que la guerra no se podía ganar y para peor, que había sido iniciada a base de mentiras, lo que chocaba con el sistema moral de Ellsberg.
Pero nadie en el gobierno -ya estaba Nixon en el poder- ni en el Congreso quería hacerse cargo de enfrentar la dura realidad por temor a las consecuencias políticas.
Solo cuando vio el discurso de Randy Kehler, un joven que estaba a punto de ser detenido por su militancia antiVietnam, entendió el atribulado analista que debía dar un salto y revelar a la ciudadanía lo que había descubierto, aunque eso enlodara a varias administraciones desde 1945 en adelante.
Así fue que comenzó a hacer copias de 7000 páginas de su informe, elaborado con documentación sensible a la que había tenido acceso exclusivo, y lo llevó a periodistas del The New York Times y el Washington Post.
Libertad de prensa
Los primeros documentos se publicaron en el NYTimes el 13 de junio de 1971. El gobierno de Nixon presentó una demanda para evitar que siguieran publicando y ordenó espiar al «whistleblower» (soplón en términos mafiosos) para buscarle alguna rendija por donde apresarlo o denigrarlo.
Así, llegaron a robar los archivos del psicólogo de Ellberg. Fueron los mismos «plomeros» que luego ingresarían al edificio Watergate de Washington donde se reunía la cúpula de los demócratas antes de la elección de 1972.
El ya decidido pacifista fue detenido y acusado de traición a la patria. Durante el juicio se supo que el FBI y el gobierno de Nixon intentaron desde incriminarlo en el consumo de drogas o contaminarle la comida con LSD antes de un discurso para hacerlo aparecer como un drogón irreversible. Por razones como esas, finalmente fue absuelto en mayo de 1973
Luego de varias décadas como activista y militante de los derechos civiles y ciudadanos, Ellsberg fue un faro para otros «filtradores», como el soldado Bradley Manning, quien en 2010 entregó miles de documentos y un video comprometedor sobre las tropelías de las tropas de EE UU en Irak. También Manning terminó preso y ya convertida en Chelsea Manning fue indultada por Barack Obama, el mismo presidente que la había hecho detener, antes de entregar su cargo a Trump, en enero pasado.
El otro gran «revelador» fue el también analista, aunque informático, Edward Snowden, quien mostró como la agencia NSA espía a todo el mundo y en todo el mundo desde los sistemas de redes asentados en servidores estadounidenses.
Snowden, al tanto de las consecuencias de sus actos en defensa del derecho a la intimidad, mostró esos documentos ultrasecretos a periodistas del británico The Guardian desde una habitación de un hotel en Hong Kong y pidió refugio en Rusia para no terminar igual, o peor.
En cuanto a la última publicación de Ellsberg, acaba de presentar en Estados Unidos un libro donde desde el título ironiza sobre una película satírica protagonizada por Peter Sellers en los 60.
Allí, en The Doomsday Machine recuerda que en aquellos aciagos años de su juventud tenía mucha más información para sacar a la luz, pero que prefirió lo más urgente que era lo relacionado con Vietnam. Pero dejó en el tintero la política nuclear que siguieron los diferentes gobiernos desde el que ordenó lanzar las bombas sobre Nagasaki e Hiroshima, Harry Truman.
Cuenta detalles del famoso incidente entre el líder soviético Nikita Kruschov y el presidente John Kennedy en torno a los misiles desplegados en Cuba que pudo llevar el holocausto nuclear en 1962.
Y señala que cualquier mandatario está a cuatro minutos de desatar la más terrible de las guerras con sólo seguir la máxima que sigue imperando en Washington, «atacar primero aunque no hayamos sido atacados».
Las amenazas de Trump contra Corea del Norte y en general el tono desafiante del empresario devenido en presidente de Estados Unidos desde el 20 de enero de 2017 y su promesa de incrementar el poderío de las Fuerzas Armadas despertaron la necesidad de mostrar la otra parte de los Papeles del Pentágono que habían permanecido dormidos por 46 años.
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