¿Cómo transformar la lucha por la defensa de los Derecho Humanos en una lucha con los congoleños y congoleñas para que se conviertan en dueños de sus derechos sociales, económicos y culturales y de sus libertades políticas? ¿Cómo hacer que los congoleños y congoleñas, cuyos derechos y libertades son constantemente ultrajados, rompan con su estatus […]
¿Cómo transformar la lucha por la defensa de los Derecho Humanos en una lucha con los congoleños y congoleñas para que se conviertan en dueños de sus derechos sociales, económicos y culturales y de sus libertades políticas? ¿Cómo hacer que los congoleños y congoleñas, cuyos derechos y libertades son constantemente ultrajados, rompan con su estatus de «víctimas inocentes» defendidas por algunos dignos hijos e hijas del Congo, para convertirse en un pueblo capaz de gritar «su indignación» sin miedo a la muerte ni a los vampiros que chupan la sangre pero que no pueden devorar el espíritu de la resistencia confrontado a las fuerzas de la Muerte? Estas son las preguntas que deberían agrupar a los congoleños y congoleñas amantes de la paz, de la justicia y de la verdad, luchando por el advenimiento de otro Congo en este día en que recordamos a ese digno hijo de nuestro pueblo. Nuestro artículo ofrece algunas pistas a las que sacar partido.
En un contexto marcado por «las revoluciones árabes» y «las primaveras europeas», celebrar el primer aniversario del doble asesinato de Floribert Chebeya y Fidèle Bazana cometido por los poderes de la muerte establecidos en el Congo por las oligarquías del dinero y de la depredación, da que pensar. La lucha de Floribert Chebeya se inscribe dentro de la larga historia de la lucha de los profetas de nuestro tiempo determinados a vencer al Mal mediante el Bien llevando a cabo actos de gran vistosidad. Luchar a plena luz del día, iluminados por el sol de la verdad, da miedo a los vampiros. Temen la luz como si fuese la peste: tienen miedo de ser vistos. Cuando deciden actuar a la vista y conocimiento de todos, aducen razones humanitarias para evitar que su salvajismo les desprestigie. Gracias a Dios, poco a poco las personas (jóvenes o rejuvenecidas) se ponen en pie para decir no a la reducción de la ciudadanía al papel de espectadores de una administración de las ciudades por los adeptos de la plutocracia.
En España, Portugal, París, Grecia y más recientemente en Bélgica (Liège y St. Gilles), «los indignados» han tomado las calles y otros espacios públicos para la creación colectiva de una política distinta a la de «las manitas del capital». «Los indignados» del Sur y del Norte se ponen en pie, las manos desnudas. De vez en cuando se enfrentan a la represión de una policía al servicio de las oligarquías del dinero. Con las manos alzadas, hacen frente sin violencia. Están dispuestos a caer en la «ilegalidad» para poner en tela de juicio el sistema representativo de la democracia capitalista. Cada vez más, apelan a la democracia participativa.
En nuestra opinión, Floribert Chebeya puede ser contabilizado entre los precursores de esos movimientos de «los indignados». Sigue siendo un «símbolo robusto» de ello en el Congo (RD).
Celebrar el primer aniversario de su asesinato debería animar a muchos de nosotros a seguir con su lucha. ¡Quizás de otro modo! En vez de que seamos unos pocos los que defendamos a millones de congoleños cuyos derechos y libertades políticas son constantemente ultrajados, luchar con ellos para que juntos nos convirtamos en «indignados». Además de reconocer que los defensores de los Derechos Humanos realizan un trabajo formidable en un país secuestrado por los «señores de la guerra», nos parece que uno de los retos que debemos aceptar es trabajar colectivamente para lograr que cada congoleño y cada congoleña sean el defensor y la defensora de sus propios derechos. Este reto se acepta a largo plazo, mediante la educación, la información y la formación. (Es importante señalar que «las revoluciones árabes» y las «primaveras europeas» son mayoritariamente dirigidas por jóvenes cultos, diplomados y en situación precaria. Hablamos de las «revoluciones árabes» y de las «primaveras europeas» para designar el movimiento de indignación árabe y europeo salvaguardando su singularidad, (su localidad), y evitando caer en la trampa de la hegemonía cultural. Esta consistiría en reducir todo a «la primavera»…).
Convertir cada congoleño y cada congoleña en defensor y defensora de sus propios derechos y libertades fundamentales consistiría también en dar preferencia a la lucha por las libertades políticas y su constitucionalización. Es incomprensible que las voces de algunos de nosotros sólo se tengan en cuenta cuando hay que ir a votar. No. El poder participativo debería ir más allá de las urnas. Especialmente cuando se trata de la democracia. De hecho, «la democracia también significa libertad para actuar como ciudadanos cuya voz cuenta, y no contentarse con un estado de vasallaje que se hace soportable por la abundancia de bienes materiales» (productos de la realización de «obras»).
Un pueblo con conocimiento amanece cada día con sus derechos, sabiendo lo que significa tener derechos y la responsabilidad que ello confiere, conoce esos derechos y libertades fundamentales, y se auto defiende con la creación de políticas colectivas. Se comporta como responsable de su destino.
Mientras ese reto no sea aceptado incluso al 50%, nos arriesgamos a seguir sacrificando sobre el altar de los vampiros a los mejores de entre nosotros. (¿Cómo actúan esos vampiros? Financian a las ONG de Derechos Humanos al mismo tiempo que trabajan con los escuadrones de la Muerte que gobiernan nuestro país. Sus obras de caridad sirven para encubrir su cinismo y su gran capacidad de perjudicar en nombre del «dios-dinero». Lo revisten todo con un doble discurso de lenguaje estereotipado y mucha mentira).
En nuestro país, los escuadrones de la Muerte no han cedido. El intento de asesinato extrajudicial del general Richard Beiza no es un cuento. (Cuando Jean Mbuyu Mulongo de «Le Confidentiel» sostiene que Kinshasa estaba esperando su cabeza y sus testículos, no está contando historias. Elie Lungumbu y Marcel Mbangu no son productos de la fértil imaginación de Jean Mbuyu Mulongo. Cuando escribe: «Es Marcel Mbangu quien toma la palabra y dice: «Coronel Beiza, tu aventura termina aquí ya que hemos recibido la orden de llevarte de vuelta a Kinshasa donde deberás responder de tu delito», no está contando historias. (Léase entre líneas que Kabila está muy nervioso: el coronel Richard Beiza ha escapado de la trama urdida por los servicios ugandeses y congoleños en la web de «Le Confidentiel»). Algún día, el resto de este relato será hecho público…).
Si el paréntesis abierto en 1996 en nuestro por país por la AFDL (Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo) y sus mentores no se cierra con una operación de Justicia, Verdad y Reconciliación iniciada por «los indignados» congoleños y que preceda a unas elecciones dirigidas por las bases del pueblo congoleño, a la muerte todavía le quedan por conocer hermosos días en nuestro país.
¡Gracias a Dios!, los escuadrones de la Muerte no podrán asesinar a todos los congoleños y todas las congoleñas que tienen conocimiento de sus delitos. Algún día, se hará justicia y se sabrá la verdad de los veinte últimos años de nuestra historia. Otra página de nuestra Historia podrá por fin volver a abrirse.
La sangre de Floribert Chebeya, de Fidèle Bazana, de Armand Tugulu y tantos compatriotas masacrados en el Este del país, se ha sembrado para otro Congo. Éste será el fruto de millones de congoleños y congoleñas convertidos en dueños de su historia, en amos de sus derechos y libertades.
Publicado en «Congo Indépendant», RDC, el 1 de junio de 2011.
Fuente original: http://www.africafundacion.org/spip.php?article9182