El magnate, un Frankenstein a punto de destruir al Partido Republicano, su creador. Preocupación del lado demócrata ante la falta de entusiasmo por Clinton y el impulso a Sanders
Frenen a Trump, es el clamor entre cúpulas políticas y mediáticas que afirman que el multimillonario es un Frankenstein que está por destruir a su creador, el Partido Republicano, mientras del lado demócrata crecientes interrogantes sobre la viabilidad a largo plazo de Hillary Clinton, bajo sombras de investigaciones federales y falta de entusiasmo entre sus bases, están generando alarma.
Cada vez más analistas y observadores preguntan si este proceso electoral marca el fin del sistema bipartidista actual, ante la inesperada ola de apoyo a dos precandidatos insurgentes -Trump por lado republicano y Bernie Sanders por el demócrata- que coinciden en general en calificar al stablishment político de corrupto, ineficaz, obediente a unos cuantos intereses, y fuera de sintonía con el sentir popular.
Líderes republicanos, tienen que hacer todo en su poder para frenar a Trump, es la cabeza urgente del editorial del Washington Post ayer. Advierte que «lo impensable empieza a verse como lo inevitable: en la ausencia de un esfuerzo extraordinario de gente que entiende la amenaza que representa, es probable que Donald Trump será nominado candidato presidencial del Partido Republicano… La historia no verá de manera amable a los líderes republicanos que fracasan en hacer todo en su poder para evitar que un bully demagogo sea su abanderado».
Robert Kagan, de la destacada Brookings Institution, señala en su columna en el Post que Trump no es alguien que amenace a la cúpula partidaria desde fuera, sino que es creación del partido, su monstruo Frankenstein, llevado a la vida por el partido, alimentado por el partido y ahora suficientemente fuerte como para destruir a su creador.
Algunos ya se atreven a pronosticar la caída del partido ante este fenómeno.
Con sus tres triunfos en fila y las encuestas que muestran que mantiene amplia ventaja a nivel nacional, así como en las próximas contiendas estatales, sus cuatro contrincantes, la cúpula y opositores de todo tipo -liberales, afroestadunidenses, inmigrantes, musulmanes y más, asustados por quien algunos califican de fascistoide- están obsesionados sobre cómo descarrilar a Trump para evitar su coronación como candidato presidencial del partido.
Los senadores Marco Rubio y Ted Cruz batallan para presentarse como única alternativa ante el fenómeno Trump. Rubio, ahora favorito de la cúpula tras la salida de Jeb Bush, está apostando a que en marzo ganará Florida, su estado, y empezará a acumular mayor ímpetu.
Por su lado, Cruz tiene una estrategia parecida al suponer que ganará su estado (Texas) y de ahí empezar a cobrar fuerza.
El gobernador John Kasich también se postula como opción para la cúpula, si es que logra ganar su estado (Ohio). Pero estos tres no están seguros de poder ganar en sus casas ante el fenómeno Trump. El neurocirujano Ben Carson, pues, ya nadie entiende por qué sigue en la carrera.
Algunos veteranos estrategas republicanos consideran que los contrincantes tienen sólo hasta el 15 de marzo para descarrilar a Trump, pero por ahora fragmentan entre ellos lo que podría llamarse el voto antiTrump.
Sólo 5 por ciento de los delegados se han otorgado hasta la fecha, pero en las próximas tres semanas todo se acelera: en el supermartes este 1º de marzo están en juego 595 delegados, y 368 más en otras contiendas estatales antes del 12 de marzo. Mientras tanto, después del 15 de marzo las reglas cambian y, en lugar de otorgar delegados de manera proporcional, el ganador de cada contienda se lleva todos los delegados de ese estado. Se requiere de mil 237 delegados para ganar la corona republicana.
El otro cuartel
Aunque todo indica que Clinton ganará no sólo la próxima contienda entre los dos precandidatos demócratas el próximo sábado en Carolina del Sur, sino la mayoría de los 11 estados en juego en el supermartes el 1º de marzo, hay más preocupación que júbilo en sus cuarteles.
Continúan por lo menos tres investigaciones federales sobre el manejo del sistema de correo electrónico privado empleado por Clinton durante su desempeño como secretaria de Estado, asunto que siempre está al borde de volverse una pesadilla que podría dañar seriamente su candidatura, y a la cúpula de su partido.
Mientras tanto, aunque goza de casi un monopolio sobre el voto afroestadunidense, se abren grietas en ese apoyo. El miércoles, Ashley Williams, activista afroestadunidense de Charlotte, Carolina del Sur, interrumpió a Clinton en un acto privado de recaudación de fondos y le exigió una disculpa por su defensa de políticas promulgadas por el presidente Bill Clinton en los 90 que aceleraron el encarcelamiento de jóvenes negros. Williams dijo que su propósito era obligar a Clinton a abordar su papel en el pasado por su apoyo a la encarcelacion masiva y el daño que ha hecho a las comunidades negras.
A pesar de contar con la mayoría del liderazgo tradicional afroestadunidense, cada día hay más cuestionamiento sobre su carrera y posiciones anteriores y sus consecuencias para ese sector. Algunos de los artistas e intelectuales afroestadunidenses -entre ellos Spike Lee, Cornel West, Ta-Nehisi Coates, Michelle Alexander- se están expresando contra ella, y muchos se están declarando a favor de Sanders.
Por su parte, Sanders sigue apostando a que los jóvenes responderán a su llamado a una revolución política y su mensaje central de que se tiene que derrocar a la oligarquía del 1 por ciento que ahora controla la democracia en este país. Parte de su estrategia es romper, justo con los jóvenes, lo que antes se veía como el monopolio de Clinton sobre los sectores claves del partido, las bases latinas, afroestadunidenses así como las bases sindicales.
Noam Chomsky comentó recientemente que el fenómeno de Trump se explica en parte por el temor, junto con un desmoronamiento de la sociedad durante el periodo neoliberal. La gente se siente aislada, desprotegida, víctima de fuerzas poderosas que no entienden y sobre las cuales no influyen. «En los años 30», afirmó en entrevista con Alternet, «la pobreza y el sufrimiento eran mayores que hoy, pero había un sentido de esperanza que está ausente hoy día».
Sobre Sanders opinó que es un demócrata honesto del New Deal y que «el hecho de que sea considerado ‘extremo’ es un comentario sobre el giro hacia la derecha de todo el espectro político durante el periodo neoliberal».
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/02/26/mundo/019n1mun