Gdeim Izik resulta un modelo de movilización que, diez años después, merece la pena analizar
El campamento de la dignidad, levantado en Gdeim Izik, cerca de El Aaiún, capital del Sáhara Occidental y desmantelado el 8 de noviembre de 2010 con extrema violencia por las fuerzas de ocupación marroquíes, constituye, como vienen afirmando pensadores y activistas de la talla de Noam Chomsky, el primer movimiento de lo que más tarde se daría en llamar la Primavera Árabe. Al desmantelamiento siguió una ola de represión que culminó con duras condenas para 24 militantes saharauis en un proceso ilegítimo, plagado de irregularidades. Más allá de el esclarecimiento de los hechos o de las posibles valoraciones sobre su éxito o fracaso, Gdeim Izik resulta un modelo de movilización que, diez años después, merece la pena analizar.
En primer lugar, la concentración pacífica de miles de saharauis pilló de sorpresa al régimen marroquí y a sus aliados occidentales, dejando claro el hartazgo de la inmensa mayoría de la población autóctona por la situación social y política que imponen la ocupación marroquí y la inacción de las organizaciones internacionales.
El convencimiento de que las condiciones políticas, económicas y geopolíticas impiden prácticamente cualquier mejora desde el poder establecido fue el motor principal de la movilización y, a pesar de la ausencia de libertades y de las duras condiciones de represión, la mayoría social demostró que no solo es posible, sino claramente factible, tomar la iniciativa y enfrentarse a la situación.
La unidad fue la condición principal para el de éxito de una acción de este tipo. Gdeim Izik fue capaz de reunir a grupos sociales con intereses aparentemente diversos: jóvenes y mayores, trabajadores y desempleados, progresistas y nacionalistas tradicionales, organizaciones sociales y grupos de presión de distinto ámbito. Unidad también referida al contenido de las reivindicaciones: En Gdeim Izik, – como más tarde lo harían otros movimientos de la Primavera Árabe – las demandas sociales y la reivindicación nacional aparecen en el mismo plano. El campamento de la dignidad demostró que, en el caso saharaui, independencia política y bienestar social están unidos en un proyecto único. Las reformas y promesas de mejora parcial en cualquiera de las cuestiones pendientes, empleo, salud, educación, equidad, libertades públicas… no bastarán para detener la el descontento y la acción.
Sin embargo, el éxito comunicativo y mediático que alcanzaron estas movilizaciones – a pesar del esfuerzo desinformador de los grandes medios locales e internacionales – tiene más que ver con la forma radical en la que plantearon sus reivindicaciones, a pesar de que éstas eran muy simples, claramente asumibles por cualquier persona en cualquier parte del mundo. Así dejaron al descubierto la falsedad del discurso oficial de las instituciones y medios marroquíes y de sus aliados, empeñados en destacar las supuestas ventajas que statu quo proporciona a la población: bienestar, democracia, cooperación internacional, etc.
Por todo ello, el régimen marroquí no tardó en captar la dimensión enorme del desafío. No es posible negociar con un pueblo entero movilizado pidiendo algo que no es posible conceder sin cambiar radicalmente el régimen mismo: libertad. Además, una acción de carácter ampliamente asambleario y autogestionado dificulta la estrategia habitual de neutralizar, de una u otra forma, a los dirigentes del movimiento. Los asesores españoles, franceses e israelíes optaron por su desmantelamiento radical, sin contemplaciones. Y ello a pesar del coste en imagen y credibilidad que supuso la violencia extrema y el deplorable espectáculo del juicio y encarcelamiento que siguen padeciendo algunos de los participantes.
Diez años después, Gdeim Izik sigue siendo un referente a la hora de plantear cualquier modelo o estrategia de movilización social: unir las fuerzas; organizarse de forma autónoma, pero coordinada; aunar lo social y lo político en las reivindicaciones; enfrentarnos radicalmente a quien se opone a los derechos de los pueblos y proclamarlo alto y claro con una sola voz. Es posible que nos encontremos con muchos más enemigos y más fuertes de lo que ahora vemos, pero la posibilidad de que la justicia y la solidaridad se impongan a los intereses geopolíticos y económicos de los poderosos merece la pena.
En recuerdo y homenaje a al colectivo de presos y todas las personas represaliadas por Gdeim Izik.
Jesus Garay, de la Asociación Amigos y Amigas de la RASD