Hasta siete millones de personas han muerto en el Congo desde 1996, según el coordinador de la ONU para Alivio de Emergencias, a consecuencia de las invasiones y guerras patrocinadas por las corporaciones que desean controlar su riqueza minera, en particular los metales coltan y niobio, utilizados en la producción de teléfonos celulares y electrónica […]
Hasta siete millones de personas han muerto en el Congo desde 1996, según el coordinador de la ONU para Alivio de Emergencias, a consecuencia de las invasiones y guerras patrocinadas por las corporaciones que desean controlar su riqueza minera, en particular los metales coltan y niobio, utilizados en la producción de teléfonos celulares y electrónica de alta tecnología, además del cobalto, esencial para las industrias nuclear, química, aerospacial y de armas, sin dejar de lado a los tradicionales diamantes, estaño, cobre y oro.
El motivo oculto del genocidio es el dominio de los recursos naturales que buscan las corporaciones estadounidenses ávidas de los significativos minerales ‘raros’ coltan y niobio, indispensables en la producción de teléfonos celulares y otros ingenios electrónicos de alta tecnología; además del cobalto, un elemento esencial para las industrias nuclear, química, aerospacial y la industrias de las armas, todo esto sin dejar de lado los recursos naturales más tradicionales, como diamantes, estaño, cobre y oro. El coltan, abreviatura de colombio-tantalio, se encuentra en suelos de una antigüedad de tres mil millones de años, como aquéllos de la región del Valle de la Hendidura de Africa. El tantalio, que se obtiene entre la mena del coltan, se usa para hacer condensadores diminutos esenciales para el manejo del flujo eléctrico de los artificios electrónicos. El 80% de las reservas de coltan de todo el planeta se hallan en la República Democrática de Congo (RDC).
Una historia sucia
El periodista que utiliza el seudónimo Sprocket informó en el Earth First! Journal que el «boom» de la alta tecnología (high-tech boom) de los años 90 hizo subir el precio del coltan empleado en los rockets aéreos a unos 300 dólares por libra (454 gramos). En 1996, EEUU patrocinó una invasión de fuerzas militares de Ruanda y Uganda que ingresaron por el oriente de la RDC. Hacia 1998 tomaron el control y ocuparon las áreas mineras estratégicas. Muy pronto, el ejército ruandés comenzó a hacerse de más de 20 millones de dólares al mes con la minería del coltan. Aunque el precio del metal ha caído, Ruanda mantiene su monopolio de la explotación y comercio del metal de la RDC. Existe una lluvia de informes sobre desenfrenados abusos de los derechos humanos en esa región minera.
El coltan sale de las minas a puestos comerciales clave, donde lo adquieren mercaderes extranjeros que lo envían al exterior, principalmente a través de Ruanda. Las empresas con capacidad tecnológica suficiente convierten al coltan en el codiciado tantalio en polvo y luego venden esa pólvora mágica a Nokia, Motorola, Compaq, Sony y a otros fabricantes que lo utilizan en teléfonos celulares y otros ingenios ‘hig tech’.
El reportaje de Keith Harmon Snow, en Z Magazine, puso énfasis en que cualquier análisis geopolítico del Congo y de las razones por las que el pueblo congoleño viene sufriendo una guerra casi inacabable desde 1996, requiere una comprensión del crimen organizado perpetrado a través de los negocios multinacionales. La tragedia del conflicto de Congo se ha solidificado con las inversiones de las corporaciones, sus ejércitos tutelados y los cuerpos supra-gubernamentales que los apoyan.
El proceso está amarrado en todos los niveles por las más grandes corporaciones, que incluyen a Cabot Corp. y OM Group, de EEUU; a HC Starck, de Alemania; y a Nigncxia, de China. Todas éstas tienen vínculos con el Panel de Expertos de Naciones Unidas para las atrocidades en la RDC. Las redes criminales preparadas y mantenidas por las grandes compañías multinacionales practican rutinariamente la extorsión, el soborno, la violación y atroces matanzas. Mientras las corporaciones occidentales obtienen tasas de beneficio sin precedentes con la minería del Congo -hasta 6 millones de dólares en cobalto crudo salen a diario de la RDC-, raramente se menciona a estas compañías mineras en los informes sobre derechos humanos.
Quién es quién en el negocio
El trabajo firmado por Sprocket menciona que Sam Bodman, ejecutivo máximo de Cabot durante el boom del coltan, fue llamado por el Presidente Bush en diciembre de 2004 para desempeñarse como Secretario de Energía. Bajo la dirección de Bodman, de 1987 a 2000, Cabot fue uno de los más grandes contaminadores de EEUU, lanzando 60.000 toneladas anuales de emisiones tóxicas transportadas por el aire. Keith Harmon Snow, también del Z Magazine, añadió que Nicole Seligman, la actual vicepresidenta ejecutiva y consejera general de Sony, fue anteriormente consejera legal de Bill Clinton. Muchos que alcanzaron posiciones de poder en la administración Clinton pasaron a ocupar altos puestos en Sony Corporation.
El artículo «Behind the Numbers» (Detrás de los Números), firmado por Snow y David Barouski, detalla un tejido de corrupción estadounidense y variados conflictos de interés entre corporaciones mineras como Barrick Gold (ver historia n° 21) y el gobierno de EEUU bajo George H. W. Bush, Bill Clinton y George W. Bush. En el juego participan, además, distribuidores norteamericanos de armas como Simax y las compañías que fabrican material de guerra para el Pentágono, eufemísticamente llamadas «proveedores de Defensa», como Lockheed Martin, Halliburton, Northrop Grumman, GE, Boeing, Raytheon y Bechtel. También participan las organizaciones seudo «humanitarias» como CARE, que es financiada por Lockheed Martin; el Comité de Rescate Internacional (International Rescue Committe), que tiene a Henry Kissinger en su consejo de inspectores; «Conservation», cuyos intereses mantienen la vanguardia en la penetración occidental en Africa Central; y, claro, las empresas de relaciones públicas y grandes medios de comunicación de circulación nacional como The New York Times.
Sprocket cerró su artículo señalando que no es sorprendente que esta información no esté incluida en la literatura y en los manuales que vienen con sus teléfonos celulares, computadoras o joyería de diamante. Quizás -sugiere Sprocket- los teléfonos móviles deberían traer pegatinas que dijeran: «¡Advertencia!: Este artificio se creó con materiales crudos de Africa central, minerales raros, no renovables, vendidos para consolidar una guerra sangrienta de ocupación que, además, ha causado la eliminación virtual de especies expuestas al peligro. Que tenga un buen día». La gente necesita comprender -afirma Sprocket- que existe un eslabón directo entre los aparatos que hacen más cómodas y sofisticadas nuestras vidas y la realidad de la violencia, tumulto y destrucción que plaga nuestro mundo.
Actualización de Sprocket
Hay grandes fortunas que se han hecho fabricando electrónica de alta tecnología, vendida a conveniencia para que la disfruten los consumidores estadounidenses, pero ¿a qué costo?
Los conflictos en Africa se amortajan a menudo con la desinformación, mientras a EEUU y a otros intereses occidentales rutinariamente se les baja el perfil o simplemente se omiten en los grandes medios de comunicación corporativos. El 5 de junio de 2006, la historia de tapa de la revista Time titulada «Congo: El Peaje Oculto de la Guerra más Mortal del Mundo» no fue ninguna excepción. Aunque el artículo mencionó brevemente al coltan y su uso en los teléfonos celulares y en otros artilugios electrónicos, no se hizo ninguna mención sobre el papel gravitante de ésta y otras materias primas abundantes en la región en que se libra el conflicto. La historia periodística pintó la guerra continua como una tragedia lastimosa y horrible, omitiendo el rol de las corporaciones y de los gobiernos extranjeros que han creado el armazón de la violencia y a aquéllos que obtienen del conflicto muy buenos resultados para sus intereses financieros y políticos.
En un artículo escrito por Johann Hari y publicado por The Hamilton Spectator el 13 de mayo de 2006, los medios de comunicación corporativos dieron un paso en dirección a la verdadera razón de la tremenda contabilidad de cadáveres que continúan amontonándose en la República Democrática del Congo: «El único cambio a través de las décadas ha sido los recursos naturales cogidos para el consumo occidental: caucho bajo los belgas, diamantes bajo Mobutu y hoy día, coltan y casterita».
Lo más perturbador de todo esto en los medios de comunicación corporativos es que pasan totalmente por alto los efectos de este conflicto que llevaron a la población nativa a una vida no-humana. Incluso, otorgándole un alto perfil al mantenimiento del equilibrio de las especies en peligro, como el gorila de las tierras bajas orientales, casi conducido a la extinción por la cacería, raramente se considera la pérdida del hábitat de los lugareños desplazados de sus aldeas por las facciones belicosas, ni tampoco el ángulo medioambiental de la historia.
El próximo paso, una vez entendida la explotación y la violencia introducida entre los habitantes de Africa central, es responsabilizar a corporaciones como Sony y Motorola de alimentar con el hambre los juguetes de alta tecnología que consume EEUU. Estas corporaciones no desean movimientos de protesta que empañen sus reputación. Y sobre todo, tampoco desean llamar la atención hacia el coltan que mata a los gorilas, ni sobre las guerrillas que subvenciona.
Es hora de que nuestra cultura comience a otorgarle más valor a los seres vivientes, sean gorilas o humanos, que están presentes en nuestros juguetes habituales de alta tecnología, como los teléfonos celulares. Es hora de exigirle una existencia más compasiva a la plutocracia corporativa que crea mercados destructivos y al sistema de medios de comunicación que ha fabricado nuestro consentimiento.
No se trata de cuestionar el uso de los teléfonos celulares (aunque ésa sería una gran salida). Lo que debemos cuestionar es la apropiación de nuestro planeta por un modelo que consume los recursos, en vez de respetar la vida de los hogares y las comunidades.
«Genocidio de alta tecnología» y otros artículos sobre la tecnología del teléfono celular están disponibles pidiéndoselos al autor y escribiendo a: [email protected].
Actualización de Keith Harmon Snow
La guerra por el control de la República Democrática de Congo -que debe ser el país más rico de todo el globo- comenzó en Uganda en los años 80, cuando el actual presidente ugandés Yoweri Museveni asaltó a su estilo el poder con el apoyo del Palacio de Buckingham y la Casa Blanca y hasta Tel Aviv detrás suyo.
Paul Kagame, quien ahora es el presidente de Ruanda, sirvió como Director de Inteligencia Militar de Yoweri Museveni, después recibió instrucción y entrenamiento en Fuerte Leavenworth, Kansas, poco antes que el Frente Patriótico Ruandés (FPR) invadiera Ruanda con el respaldo de Roger Winter (5) y del Comité de EEUU para los Refugiados, entre otros. El FPR desestabilizó entonces a Ruanda y tomó el control con un golpe de estado que hoy se entiende mal como «el Genocidio de Ruanda». Lo que se jugó en Ruanda en 1994 se está jugando hoy en Darfur, Sudán, donde la meta es el cambio del régimen y «el genocidio» es la herramienta de propaganda usada para manipular y desinformar. Y precisamente allí está ahora Roger Winter, como representante de Bush (5).
En 1996, Paul Kagame y Yoweri Museveni, con el Pentágono detrás suyo, lanzaron su guerra encubierta contra Mobutu Sese Seko de Zaire y sus patrocinadores occidentales. Una década después, por lo bajo hay 6 o 7 millones de muertos y continúa la guerra en el Congo (Zaire).
Si usted está leyendo los grandes periódicos corporativos o está escuchando la National Public Radio, está usted contribuyendo a su propia enfermedad mental, no importa cuan astuto usted crea ser o piense que sabe «equilibrar» o «descifrar» los códigos. Las noticias reportadas en Time Magazine («La guerra más mortal en el mundo», 6 de junio 2006) y en CNN («La violación, la brutalidad ignorada para ayudar a la paz del Congo», 26 de mayo 2006) aparecieron en momentos en que nuestra escritura ya estaba interpretándose por personas conscientes deseosas de hallar, por fin, verdades contundentes. Sin embargo, aquellos reportes corporativos son perfectos ejemplos de decepcionante manipulación encubierta.
Para la exactitud y la verdad en Africa Central, las personas interesadas pueden leer a Robin Philpot (Imperialism Dies Hard: El Imperialismo Dificilmente Muere), a Wayne Madsen (Genocide and Covert Operations in Africa, 1993-1999: Genocidio y Operaciones Encubiertas en Africa, 1993-1999), Amos Wilson (The Falsification of Consciousness: La Falsificación de Conciencias), Charles Onana (The Secrets of the Rwanda Genocida -Investigation on the Mysteries of a President: Los Secretos del Genocidio de Ruanda – Investigación sobre los Misterios de un Presidente), Antoine Lokongo (http://www.congopanorama.info /), Phil Taylor (http://www.taylor-report.com /), Christopher Black (Racism, Murder and Lies in Rwanda: Racismo, Asesinato y Mentiras en Ruanda). World War 4 Report ha publicado mis informes, pero ellos son inconsistentes respecto a la exactitud, quizás por ser rápidamente adaptados como propaganda, como a veces se ha hecho.
Es posible coleccionar aquí pequeños fragmentos de verdad -que nunca se encuentran en el sistema de grandes medios- pero uno debe tener cuidado con las decepciones y prejuicios. En esta vena, el periódico de la elite de negocios Africa Confidential es a menudo muy revelador. Se pueden tamizar algunos hechos desde http://v/ and Africa Research Bulletin.
El libro del profesor David Gibb «The Political Economy of Third World Intervention: Case of the Congo Crises» (La Economía Política de la Tercera Intervención Mundial: El caso de las Crisis del Congo) es una excelente investigación que identifica a los jugadores hoy todavía activos (especialmente Maurice Tempelsman y sus intereses en diamantes, conectado al Partido Demócrata). Ditto King Leopold’s Ghost (Repite el Fantasma del Rey Leopold) por Adán Hocshchild, pero -ejemplificando los intereses de conveniencia- hay que recordar que Hocshchild nunca le dice al lector que su padre manejó una compañía minera en el Congo. Casi todos los reportajes son convenientes, pero uno necesita tomar precauciones con su propensión a ser engañado.
El libro del profesor Ruth Mayer ‘Artificial Africas: Colonial Images in the Times of Globalization’ (Africa Artificial: Imágenes Coloniales en Tiempos de Globalización) es una articulación particularmente profunda sobre los medios y aclara por qué el sistema mediático distorsiona y manipula todo sobre Africa. Y nunca se olvide de http://www.allthingspass.com.
También, en la esperanza de corregir el registro y revelar la verdad, Forum Internacional para la Verdad y Justicia en los Grandes Lagos de Africa (http://www.veritasrwandaforum
Notas:
1) Keith Harmon Snow, periodista independiente, es uno de los especialistas más serios en Africa y, en particular, en el Congo, que se declara «dependiente de las donaciones individuales y las contribuciones voluntarias». Asegura que ha vivido bajo la línea de pobreza durante una década, trabajando como activista y voluntario en organizaciones humanitarias que no generan ganancias pero cuyo apoyo le permite continuar con su importante trabajo. Ver su trabajo sobre la limpieza ética en Etiopía, seleccionado por Proyecto Censurado 2006.
2) Sprocket es una firma de http://www.earthfirstjournal
3) David Barouski, quien regresó del Congo-Kinshasa en julio 2006, es un periodista independiente y excelente fotógrafo dedicado del Africa. Sus textos y fotografías pueden verse, entre otros sitios, en http://www.zmag.org/content
4) Phil Taylor entrevistó a Keith Harmon Snow -la fuente principal de esta historia- en The Taylor Report (El Informe Taylor), un programa semanal de radio que cubre actualidad, política, derechos humanos y temas internacionales, transmitido por CUIT 89.5 FM en la Universidad de Toronto los lunes a las 5 pm (se repite los martes a las 9 am, ver www.ciut.fm).
5) Roger Winter fue designado por Bush en julio de 2005 como su Representante Especial en Sudán para manejar el conflicto en Darfur, Sudán, donde los propósitos estadounidenses de cambiar al gobierno se encubren como esfuerzos contra otro «genocidio».