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Guerra y legitimidad política

Fuentes: El Cohete a la Luna

La situación política estadounidense se deteriora y disminuye la credibilidad del gobierno de Biden. Las encuestas de opinión muestran que sólo el 39% de la población aprueba la gestión de Biden.

“Deben iniciarse negociaciones dentro de los dos próximos meses, antes de que sea muy difícil superar las tensiones creadas (…) Idealmente, la línea divisoria debería ser volver al statu quo ante. Más allá de este punto, la guerra no tendrá por objetivo la libertad en Ucrania: será una guerra contra la propia Rusia (…) Nos enfrentamos con tecnologías nuevas (…) que pueden producir niveles de catástrofe jamás imaginados, pero casi no hay discusión internacional sobre lo que podría pasar si estas armas son utilizadas. Hago un llamamiento a todos, cualquiera sea el lado en que estén, a comprender que vivimos en una era nueva y hemos ignorado totalmente este aspecto” [1]. Estas recientes advertencias de Henry Kissinger conllevan una crítica a la política del gobierno de Estados Unidos centrada en el “cambio de régimen” en Rusia [2]. Para el ex secretario de Estado norteamericano, esta política antepone la ideología al análisis de la realidad, conduce hacia la calamitosa desestabilización de Europa y puede derivar en un enfrentamiento entre potencias nucleares, cuyas consecuencias no han sido analizadas. Ante la gravedad de la situación, Kissinger propone volver al statu quo anterior al 24 de febrero. Esto implica aceptar que Rusia controla formalmente a Crimea e informalmente el sudeste de Ucrania y que esta última deberá “complementar su heroísmo (…) con sabiduría”, aceptando que no es una frontera de Europa, sino una zona neutral. Esta propuesta de Kissinger coincide con antiguas demandas del Presidente ruso Vladimir Putin. La falta de respuesta norteamericana contribuyó al desencadenamiento de la invasión militar rusa en Ucrania.

Los dichos de Kissinger resonaron como un trueno en el Foro Económico Mundial reunido en Davos. Este fue sacudido por las divisiones europeas en torno a sanciones económicas que no parecen lograr sus objetivos y a una crisis alimentaria que amenaza a la población mundial [3]. Kissinger, sin embargo, no parece tener influencia alguna sobre un gobierno norteamericano decidido a escalar sin límites el conflicto militar tanto en Ucrania como en China. El lunes, el Presidente Joe Biden anunció desde Tokio la conformación de una nueva asociación de 13 países en la región del Indo-Pacifico con el objetivo de contrarrestar la influencia creciente de China. Según Biden, “el futuro del siglo XXI será escrito en la región y ahora estamos escribiendo las nuevas reglas” [4]. Poco tiempo después, aseguraba que si China ataca militarmente a Taiwán, Estados Unidos la defenderá.

Este compromiso anula décadas de política exterior norteamericana centrada en el reconocimiento de “una sola China”. A pesar de los desmentidos del Departamento de Estado, la posibilidad de un nuevo enfrentamiento militar quedó flotando en el aire. El gobierno de China rechazó los dichos de Biden y acusó al gobierno norteamericano de “pretender encerrar a China (…) los hechos demostrarán que la llamada estrategia Indo-Pacífica busca crear divisiones, incitar a la confrontación y minar la paz” en la región [5]. Estas definiciones de Biden fueron precedidas por meses de creciente presencia militar norteamericana y británica en la región del sur del mar de la China y en el estrecho de Taiwán. Al recorrido constante de barcos y aviones de guerra, se sumó el aumento de ejercicios militares tanto norteamericanos y británicos como chinos [6].

Ocurre que, como hemos visto en otras notas, Taiwán tiene una importancia geopolítica crucial: una sola corporación taiwanesa controla monopólicamente el diseño y la producción de semiconductores, especialmente de aquellos tecnológicamente más avanzados, que decidirán el curso de los acontecimientos en el siglo XXI [7]. Cerca del 90% de los microchips usados por los monopolios tecnológicos norteamericanos son producidos en la isla. Esta también es la principal fuente de abastecimiento de China. Esta posición estratégica de Taiwán y el hecho de que los semiconductores son indispensables para la producción de bienes electrónicos y de armamentos explica la importancia de la isla en las cadenas de suministro global de bienes y la convierten en el lugar más candente del mundo.

La política norteamericana hacia China repite lo que ocurre con su política en relación a Ucrania: encierra al gobierno en una situación sin salida, que deriva en una intensificación del conflicto. En lugar de dividir a sus enemigos, como sugiere Kissinger, los unifica en su contra, abriendo simultáneamente dos frentes de conflicto con implicancias bélicas que pueden terminar en una confrontación nuclear.

Las advertencias de Kissinger no parecen calar en un gobierno decidido a escalar el conflicto militar en Ucrania y en China.

Dudas del establishment y guerra informativa

Las dudas sobre el sentido último de la estrategia norteamericana en Ucrania empiezan a sacudir al establishment político. Una nota del comité editorial del New York Times se pregunta por el objetivo de la política exterior cuando los parámetros han cambiado y “una decisiva victoria militar de Ucrania sobre Rusia, donde la primera recupera los territorios perdidos desde 2014, ha dejado de ser un objetivo realista (…) que no contempla los intereses norteamericanos” [8]. Al mismo tiempo, otro poderoso órgano de prensa financiera se pregunta si los Estados Unidos no corren el peligro de sobredimensionar los objetivos que persigue y concluye: “Si la economía rusa es destruida y aislada, será señal de que todavía vivimos en un mundo dominado por los Estados Unidos. Pero si la Rusia de Putin sobrevive, y otros países empiezan a alejarse de Estados Unidos, entonces puede surgir un escenario totalmente diferente” [9].

Las dudas también afloran entre los republicanos: 57 diputados y 11 senadores de ese partido se opusieron a los 40.000 millones (trillions) de dólares de ayuda militar a Ucrania. Asimismo, 22 diputados exigieron por escrito control sobre el gasto y el destino final de la ayuda norteamericana.

La caída bajo control ruso de dos ciudades estratégicas, Mariupol y Popasna, ha derivado en un aumento de la intensidad de los combates en Ucrania. El miércoles pasado, el gobierno de Volódimir Zelensky reconoció que “el destino final del país” podrá ser decidido en las batallas en curso en el Donbas, donde dos ciudades (Severdonetsk y Lyschansk) han sido sitiadas por las tropas rusas y otras tres están a punto de caer bajo su control [10]. Al mismo tiempo, Zelensky advirtió que “si nosotros caemos (…) Rusia procederá a atacar a los países bálticos (…) y los militares norteamericanos tendrán que pelear allí, y morir allí” [11], responsabilizó a Putin por la crisis alimentaria mundial y pidió armamento para combatir a la flota rusa que bloquea los puertos de Ucrania.

Con imágenes falsas e información parcial y distorsionada, la guerra informativa adjudica la crisis alimentaria mundial al bloqueo ruso de los puertos de Ucrania. Sin embargo, las imágenes satelitales que supuestamente muestran robo de cereales acopiados en Odesa pertenecen a Crimea, bajo control ruso desde 2014, y “los datos muestran que Ucrania ya ha exportado 46.5 mmt. en la temporada julio-junio 2021/2022, algo más que los 40.85 mmt. de la temporada anterior” [12]. Asimismo, Ucrania todavía exporta cereales por los puertos de Rumania, que continúan operando normalmente [13]. El Danubio sigue funcionando como ruta de distribución hacia los puertos europeos; Croacia ha ofrecido sus puertos en el Adriático para exportar hacia el norte de África, y Lituania ha ofrecido su red logística para distribuir las exportaciones provenientes de Ucrania.

Desde el inicio de la guerra, Rusia ha denunciado el minado de puertos por Ucrania para impedir un posible desembarco ruso. Como consecuencia de las tormentas, miles de minas flotan hoy en el mar Negro e impiden su navegación. Rusia ha ofrecido organizar corredores marítimos “humanitarios” [14] y resolver los problemas pacíficamente, incluyendo el levantamiento de sanciones “que perjudican al mundo entero” con una crisis alimentaria. Esta es, según Rusia, consecuencia del “cretinismo cósmico” de una elite política que impone sanciones y luego pretende que Rusia siga abasteciéndola y aceptando el pago de sus exportaciones con dólares y euros pasibles de ser incautados. “Esto no ocurrirá jamás. No somos idiotas”, sostuvo Dmitri Medvédev, ex Presidente ruso y actual titular del Consejo de Seguridad Nacional [15].

Así, las negociaciones están totalmente estancadas y el Pentágono pretende solucionar el problema de los puertos de Ucrania proveyéndola de modernos misiles anti-barcos [16], al tiempo que la OTAN organiza una “flotilla de rescate”, que se internará por el Mar Negro para “liberar pacíficamente” a los puertos de Ucrania [17].

Russiagate y crisis de credibilidad

Esta escalada del conflicto no parece casual: mientras se afianza la ofensiva militar y la economía de Rusia supera el shock inicial de las sanciones y fortalece a su moneda [18], en los Estados Unidos la situación política se deteriora y disminuye la credibilidad del gobierno de Biden. Este último ha responsabilizado a la invasión rusa por el aumento de la inflación. Sin embargo, las encuestas de opinión muestran que esta explicación no atenúa el descontento con el gobierno: sólo el 39% de la población encuestada aprueba la gestión de Biden [19] y este malestar es mayor del 60% en la población latina [20]. Esto ocurre en un contexto económico marcado por el deterioro del salario real, el aumento del desempleo y la inestabilidad ocupacional [21], el crecimiento de la deuda de los hogares y el aumento del atraso en el pago de hipotecas y tarjetas de crédito [22].

Otros factores contribuyen a deteriorar la legitimidad política del gobierno de Biden en vísperas de elecciones. Por un lado, el avance de la investigación del fiscal especial John Durham sobre el origen del Russiagate empieza a arrojar resultados impactantes: el jefe de la campaña presidencial de Hillary Clinton en 2016 admitió ante el juez que estaba al tanto de la fabricación de información que vinculaba a Donald Trump con Rusia y que sería presentada ante el FBI y los medios de comunicación. Asimismo, reconoció que Hillary Clinton aprobó esta fabricación política, cuya diseminación en los medios periodísticos estuvo a cargo de Jake Sullivan, actual asesor de Seguridad Nacional de Biden y uno de los principales estrategas de la política exterior [23].

Por el otro lado, se continúa agudizando el escándalo desatado por el contenido de la computadora de Hunter Biden, hijo del Presidente norteamericano, cuyos mails fueron subidos a Internet y ahora son de acceso libre [24]. Hunter Biden fue acusado de negociados millonarios con una empresa de Ucrania y otra china, cuando su padre era Vicepresidente. Sus mails supuestamente complican directamente al actual Presidente con esos negociados. La computadora con sus archivos apareció al inicio de la campana electoral de 2020 y su difusión fue bloqueada por los medios y las redes sociales por ser supuestamente “desinformación rusa”. Esto último fue avalado por 50 ex agentes de Inteligencia. Hoy se admite que la información es verídica, pero su investigación avanza lentamente.

Así, el Russiagate parece ser el hilo conductor que vincula a la guerra en Ucrania con una elite neocon que, teniendo desde hace décadas el control de la política exterior, lo perdió por un fugaz instante en las elecciones de 2016. El Russiagate fue funcional a la recuperación del poder por parte de esta elite en las elecciones de 2020 y ahora, en vísperas de elecciones de medio término, contribuye a deteriorar la legitimidad del gobierno ante vastos sectores de la población.

[Véase artículo: https://www.elcohetealaluna.com/guerra-y-legitimidad-politica/]

Notas:

[1] https://www.youtube.com/watch?v=6b89jcNqgJo, zerohedge.com 24/05/2022.

[2] Esta política impulsa una guerra prolongada en Ucrania con el fin de desestabilizar al país, provocar la caída de Vladimir Putin y sustituirlo por un gobierno dependiente del gobierno norteamericano.

[3] Ambrose Evans-Pritchard, thetelegraph.com, 23/05/2022.

[4] zerohedge.com, 23/05/2022.

[5] zerohedge.com, 24/05/2022.

[6] Más recientemente, zerohedge.com, 18, 22, 24/05/2022.

[7] foxbsuiness.com, 01/05/2022; eias.org, 27/08/2021.

[8] nytimes.com, 19/05/2022.

[9] ft.com, 24/05/2022.

[10] dailytelegraph.com, 24/05/2022.

[11] reuters.com, 23/05/2022; zerohedge.com, 23/05/2022.

[12] reuters.com, 19/05/2022.

[13] dw.com, 19/05/2022; reuters.com, 23/05/2022.

[14] reuters.com, 25/05/2022; ft.com 20/05/2022.

[15] rt.com, 19/05/22.

[16] reuters.com, 19/05/2022; defensenews.com, 23/05/2022.

[17] zerohedge.com, 25/05/2022; theguardian.com, 23/05/2022.

[18] Las tasas de interés bajaron al nivel que tenían antes de la guerra, la inflación no llega al 15% y está descendiendo, y el rublo está más fuerte que nunca con relación al dólar y al euro.

[19] edition.cnn.com, 14/04/2022.

[20] Quinnipiac University Poll, zerohedge.com, 21/05/2022.

[21] zerohedge.com, 21, 22/05/2022.

[22] zerohedge.com, 18, 22, 23/05/2022.

[23] wsj.com, 20/05/2022, https://www.youtube.com/watch?v=lZiMAviSJCM.

[24] https://bidenlaptopemails.com, en zerohedge.com, 17/05/2022.

Fuente: https://www.elcohetealaluna.com/guerra-y-legitimidad-politica/