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Guerras electorales

Fuentes: luisbrittogarcia.blogspot.com

1 El Presidente de Estados Unidos tiene problemas para reelegirse debido a un escándalo sexual. Para levantar su popularidad inventa una amenaza terrorista y una intervención en los Balcanes. Cuando se hace evidente que nada justifica tal medida, fragua un supuesto rescate de prisioneros, y gana las elecciones. Parece verdad, pero es una película: Wag […]

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El Presidente de Estados Unidos tiene problemas para reelegirse debido a un escándalo sexual. Para levantar su popularidad inventa una amenaza terrorista y una intervención en los Balcanes. Cuando se hace evidente que nada justifica tal medida, fragua un supuesto rescate de prisioneros, y gana las elecciones. Parece verdad, pero es una película: Wag the dog, (Mentiras que matan) basada en la lúcida novela American Hero de Larry Beinhart, que denuncia cómo se ganan elecciones internas montando conflictos externos.

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El Presidente de Estados Unidos tiene problemas para reelegirse debido a un escándalo sexual. Para levantar su popularidad, en diciembre de 1998 bombardea Iraq con la «Operación Zorro del Desierto» y en 1999 bombardea Serbia, en los Balcanes. Parece una película, pero es una realidad. Para tapar su escándalo de alcoba con Mónica Levinsky, Bill Clinton manda despedazar miles de iraquíes y serbios con bombas estadounidenses.

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El Partido Republicano tiene dificultades para mantenerse en el poder. El Presidente de Estados Unidos ordena que sin declaratoria de guerra aviones militares estadounidenses bombardeen la residencia del Presidente de un país que se niega a privatizar su industria de los hidrocarburos. Parece una pesadilla, pero es Historia. En 1986 Reagan manda bombarderos yanquis que fulminan la casa de Muammar Qadafi y asesinan a su hija Janna y cien víctimas más. El mandatario escapa del magnicidio y él, y no Reagan, es acusado de terrorismo.

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El Partido Republicano tiene dificultades para mantenerse en el poder. El Presidente de Estados Unidos ordena apoyar a aviadores militares para que ataquen la residencia o el palacio o el avión del Presidente de un país que se niega a privatizar su industria de los hidrocarburos. No es Historia, es actualidad. El magnicidio o el secuestro de mandatarios desafectos es práctica rutinaria de Washington. Recordemos los centenares de atentados contra Fidel, los magnicidios de Allende, Roldós, Torrijos, el plan contra Chávez el 11 de abril y el de ahora. Casi todo consta en documentos desclasificados del Departamento de Estado.

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El Presidente republicano tiene tropiezos para ganar las elecciones. Antes de las votaciones, financia, apoya y defiende con su servicio diplomático, su prensa y su ejército la secesión de un país latinoamericano. No es maña vieja, sino costumbre. A fines de 1903 el presidente Theodore Roosevelt conspira con los partidarios de la secesión de Panamá, apoya un pronunciamiento autonomista, impide con su marina el paso de las fuerzas colombianas, reconoce el nuevo Estado, y confiesa sin ambages: «I took Panamá». El año inmediato él y su Partido Republicano cosechan clamorosa victoria en las urnas. Ante el Congreso amenaza que «Estados Unidos intervendrá en cualquier asunto de importancia que afecte sus intereses».

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El Presidente republicano financia a la oposición en Bolivia; subsidia agencias para elaborar propaganda destructiva contra Evo Morales; le envía como embajador a Philip Goldberg, autor de la secesión de Kosovo, quien se reúne con los prefectos secesionistas y con Branco Marinkovic para ofrecerles la intervención de mediadores internacionales y de los cascos azules de la ONU; conspira con la prefecta de Sucre, Savina Cuellar, que pide la renuncia de Morales; protege estadounidenses que contrabandean armas y municiones en dicho país, facilita el ingreso de paramilitares colombianos como instructores de las milicias autonomistas y alienta el odio racial, los cortes viales, la toma y destrucción de dependencias públicas, el atentado contra la nacionalizada industria de los hidrocarburos y el asesinato de decenas de partidarios del mandatario electo. No es una nueva película: es la misma, repetida hasta el cansancio, hasta la saciedad, hasta el asco.

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El partido gobernante de Estados Unidos tiene problemas para reelegirse. Para levantar sus posibilidades electorales, el presidente George W. Bush desencadena tres guerras: contra Afganistán, contra Iraq, contra Osetia. Como su popularidad se desploma, prepara otra contra Irán y tres más en América Latina: contra Bolivia, contra Venezuela, contra Paraguay. Parece una película, pero es una pesadilla. Todos los países nombrados tienen hidrocarburos o son posible vía de paso de estratégicos oleoductos o gasoductos. Cada vez que su economía cae en picada, Estados Unidos inventa una contienda para salir de ella. La Segunda Guerra Mundial, la de Corea, la de Vietnam, la del Golfo, la de Iraq, fueron precedidas de desastrosas depresiones. Todas preludian la Última Guerra Mundial, que estallará cuando mediante tales conflictos Estados Unidos intente cortar el suministro energético a China.

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Con semejante vecino no es posible mudarse, pero sí activar la profunda revisión de relaciones que anuncia el canciller Maduro. No sólo retirar embajadores: declarar no gratos los Tratados Contra la Doble Tributación, en virtud de los cuales ciudadanos y empresas estadounidenses no pagan impuestos por las ganancias que obtienen en nuestro país. Cuando sus compatriotas bombardeen Venezuela, lo harán con aviones costeados con los impuestos que les exoneramos.

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Para celebrar anticipadamente la conversión de Venezuela en Estado Libre Asociado, nuestra TV por suscripción transmite ilegalmente sus programas en inglés y sin subtítulos, y CONATEL los premia. Para allanar el camino de la intervención, una silenciosa Quinta Columna paramilitar cobra vacunas y monta alcabalas, ocupa los sectores populares, toma las principales ciudades incluida la capital, y erige un imperio de corrupción, parapolítica y lavado de dinero con casinos, bingos y maquinitas. La revisión debe empezar por casa, y rápido.

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Cuando Estados Unidos estornuda, América Latina sufre pulmonía. Cuando Estados Unidos celebra elecciones, el Tercer Mundo padece invasiones. La reelección de un presidente o de un partido norteño requiere el sacrificio sangriento de un país inocente o del mundo. El Modo Americano de Vida es el Modo Mundial de la Muerte. Yo no sé si Estados Unidos necesita salir de su partido o su Presidente gobernantes. El planeta necesita salir de Estados Unidos.