El secretario de Estado español de Investigación y Universidades visitó Guinea Ecuatorial en los últimos días del pasado mes de enero. Allí declaró que «España está dispuesta a reforzar el sector de la enseñanza primaria y secundaria y a mejorar las relaciones entre las universidades de Guinea Ecuatorial y las universidades españolas de Alcalá de […]
El secretario de Estado español de Investigación y Universidades visitó Guinea Ecuatorial en los últimos días del pasado mes de enero. Allí declaró que «España está dispuesta a reforzar el sector de la enseñanza primaria y secundaria y a mejorar las relaciones entre las universidades de Guinea Ecuatorial y las universidades españolas de Alcalá de Henares y de Educación a Distancia (UNED)». Por su parte, el Ministro de Educación de Guinea Ecuatorial se ha manifestado a favor de que España aumente el número de becas para sus estudiantes en nombre del «deber histórico» hacia su país…
No hay nada como la imagen de un político pronunciando en un discurso palabras como cooperación, mejora de relaciones y becas a porrillo para que demócratas y contribuyentes se derritan de felicidad solidaria ante lo que imaginan como el sueño del desarrollo hecho realidad. Vamos a ver cómo encajan esas palabras con la realidad de la educación en Guinea Ecuatorial y la lógica (o su ausencia) de que España coopere con las autoridades de allí.
Cuando los organismos internacionales dedicados a la educación y al niño se refieren a la evolución de la infancia, de la alfabetización y del sistema educativo en Guinea Ecuatorial, al igual que en otros países africanos y en general, en los empobrecidos, suelen explicar la falta de progresos con afirmaciones como las que presenta en su informe de 2006 la Unesco:
«Entre los factores que pueden explicar la falta de progresos educativos en la región están la escasez de profesores, que da lugar a clases saturadas con ratios de alumnos/profesor de 70/1 en algunos países, profesores con un nivel bajo de formación y escaso dominio del currículo, prácticas docentes rígidas y carencia de libros de texto y otros materiales de enseñanza.»
Consecuentemente, las estrategias que proponen para solucionar el problema consisten en «proporcionar una enseñanza de calidad a los niños, aumentar las oportunidades de aprendizaje para los adultos y dotar a los profesores con más medios y mejores sueldos». Da la impresión de que el problema se reduce a una cuestión puramente técnica, lo cual está bastante alejado de la realidad.
La pregunta que no se hace la Unesco es por qué Guinea Ecuatorial, cuyo Producto Interior Bruto (PIB) ha sido el que más ha crecido en todo el mundo entre 1995 y 2001 según datos de la Unión Europea, no puede proveer a sus estudiantes de libros y a sus profesores de medios.
En el curso pasado, parlamentarios de Convergencia para la Democracia Social (CPDS) preguntaron al gobierno: «¿Para cuándo los libros prometidos hace dos años?», ya que «esta lamentable situación del sector educativo explica el tremendo fracaso escolar en nuestro país. La falta de libros, la masificación de las aulas de clase (hay aulas con más de 80 alumnos), la falta de mobiliario (en un país productor de madera) y docentes mal remunerados. Ésta es una prueba palpable de la incapacidad, o más bien la ausencia de voluntad del gobierno de Obiang de impulsar el desarrollo del país.»
El problema principal de la educación en Guinea Ecuatorial no está por tanto dentro de las aulas, ni tan siquiera dentro del Ministerio de Educación, sino en la corrupción generalizada que emana inevitablemente de la dictadura de su gobierno. Hay que acudir a fuentes sin relación con la educación para confirmar lo que cualquier observador tiene ante sus ojos y que cualquier ecuato-guineano sufre cada día:
«La corrupción y un sistema judicial que no funciona dificultan el desarrollo de la economía y la sociedad de Guinea Ecuatorial». Esto es lo que asegura el Departamento de Estado de Estados Unidos, que obviamente sabe lo que se dice puesto que bancos de este país guardan los millones de dólares que compañías petrolíferas estadounidenses ingresan en ellos a nombre del presidente Obiang en lugar de hacerlo al del Tesoro de Guinea Ecuatorial.
El abundante dinero que genera la explotación del petróleo, recurso que pertenece a todos los ecuato-guineanos, no se utiliza para poner las bases necesarias de una educación de calidad. Antes de que un niño se siente en su banco escolar tiene que estar vacunado, alimentado, sano, y disfrutar de un ambiente material y moralmente saludable. Ésta y no otra es la estrategia educativa que se debe procurar. Sin embargo, según el informe de 2005 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), un 56% de la población de Guinea Ecuatorial no tiene acceso a agua potable, hay 25 médicos por cada 100.000 habitantes, el 80% de las familias no consume sal yodada, apenas un 15% de niños duerme con mosquitera -en una zona de paludismo endémico-, los hospitales son insuficientes y con escasos medios y así un largo etc.
En cuanto al contexto político y social, los padres de esos niños viven amedrentados por los que tienen el poder y sus sicarios, no hay libertad de prensa ni de cátedra y faltan las condiciones para una vida decente y tranquila.
Con este ambiente los niños van a las escuelas. Lo que encuentran allí no mejora la situación, ya que a los problemas denunciados por CPDS hay que añadir que la corrupción se ha propagado desde los dirigentes hasta el resto de la población, docentes y directores escolares incluidos. Títulos y certificados escolares se compran con dinero y en especie y aunque la enseñanza es gratuita por ley, los padres se ven obligados en ocasiones a realizar desembolsos no justificados y de dudosa legalidad como los uniformes escolares.
En definitiva, la escuela sencillamente refleja el ambiente social dominante y como éste está podrido, no puede escapar fácilmente. Hasta que no se ponga fin a la dictadura y todo lo que lleva consigo no habrá estrategia educativa que consiga mejorar el estado de la educación y de la infancia en Guinea Ecuatorial. Esto es así sencillamente porque la primera es la causa principal del segundo.
En cuanto a España, puede seguir enviando a Guinea Ecuatorial secretarios de Estado, ministros de Educación y un avión lleno de rectores, que entre tanta materia gris quizás algún día a alguien se le ocurra preguntar qué le pasa a la cooperación española que el nivel educativo de Guinea Ecuatorial es de los más bajos del mundo según informa la Unesco.
* Agustín Velloso Santisteban es profesor de Ciencias de la Educación en la UNED.