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Hacia dónde irá la politica interna de EE.UU.

Fuentes: Diario ¡Por esto! (Mérida)

El sorpresivo desempeño del veterano senador Bernie Sanders en los comicios presidenciales de 2016 y el decepcionante ejercicio del máximo cargo de gobierno por el impredecible Donald Trump, han estimulado en una parte muy extensa de los estadounidenses- en especial (pero no sólo) en los partidarios demócratas-, el criterio de que Estados Unidos necesita de […]

El sorpresivo desempeño del veterano senador Bernie Sanders en los comicios presidenciales de 2016 y el decepcionante ejercicio del máximo cargo de gobierno por el impredecible Donald Trump, han estimulado en una parte muy extensa de los estadounidenses- en especial (pero no sólo) en los partidarios demócratas-, el criterio de que Estados Unidos necesita de un Sanders y un nuevo partido.
Muchos de los que así razonan consideran que el viejo político de Vermont debía asumir en 2020 la candidatura llamada a derrotar a Trump, con o sin el respaldo de la maquinaria del histórico partido del «burro». Otros estiman que debía contarse con la energía de un líder más joven que retome las banderas ideológicas del viejo Sanders, con el apoyo de un nuevo partido con o sin Bernie. Estas y otras múltiples variantes tienen en común la suposición de que ya el actual Presidente Donald Trump ha cavado la tumba del partido republicano y la suya propia con su actuación en los primeros dos años de su catastrófico mandato.
Según las encuestas más creíbles, alrededor del 60% de los votantes estadounidenses en general, y casi el 80% de los que no están afiliados a alguno de los dos grandes partidos, se pronuncian por el surgimiento de un nuevo partido de mayorías.
La escritora y periodista Gail Mellor citó en el Huffington Post del 27 de septiembre del pasado año palabras de Sanders llamando a «la unidad de la inmensa mayoría de los estadounidenses para sobrevivir juntos, porque, si empezamos divididos, no vamos a tener éxito». Sin embargo, recuerda que al menos en cuatro ocasiones en los últimos dos años, cuando ha estado listo para despegar un nuevo partido progresista, ha sido el propio Bernie quien lo ha bloqueado. Según Mellor, Sanders ha estado trabajando para unificar al profundamente dividido y corrupto partido demócrata -al que él mismo no pertenece- pero, en la práctica, su posición al respecto no ha contribuido al ascenso de una nueva fuerza política progresista con posibilidad de llegar a los primeros planos de dirección del país, porque ha insistido en la supervivencia del Partido Demócrata con una política distinta como premisa.
El apoyo principal que tuvo Bernie Sanders cuando aspiró a la Casa Blanca provino de la «generación Y», llamada también «los millenials», nombres que los demógrafos e investigadores asignan a las personas nacidas entre 1980 y los años iniciales del nuevo siglo XXI, que representan el 28% de los votantes en Estados Unidos. Se convirtió en precandidato demócrata a la presidencia en 2016 porque jóvenes progresistas de ese partido lo arrastraron al empeño por limpiar la política de Estados Unidos, acabar con las guerras constantes, restaurar las redes de seguridad y enfrentar el cambio climático. No habían sido capaces de reclutar en el nivel federal de los partidos demócrata o republicano a alguien para encabezar la lucha por esta agenda que no estuviera recibiendo dinero de las corporaciones globales.
Bernie, un independiente (apartidista), había desempeñado cargos estaduales y federales sin respaldo partidista o del dinero corporativo durante 42 años. Pese a ser un político convincente, apasionado y bien informado, era un desconocido a nivel nacional. Fueron los millenials del partido demócrata y de su entorno, partidarios de la retirada del país de la función imperialista, de una política de cambios culturales y políticos, y de la reorientación de la socialdemocracia, quienes lo convirtieron en figura pública nacional y lo llevaron a competir por la candidatura del partido demócrata a la Casa Blanca. Aunque independiente, Bernie actuó como demócrata porque estaba consciente de que los dos partidos dominantes del sistema tenían cerrado el acceso a la Presidencia de la nación para quien no lo hiciera por su conducto. Los demócratas dieron la bienvenida a Bernie como su candidato porque le proporcionaba a la campaña del partido una ilusión de competencia que le servía a su candidata ya elegida para legitimarse.
El Comité Nacional Demócrata (DNC) calculó que Hillary Clinton vencería fácilmente a Trump porque ella disponía de una enorme cantidad de dinero corporativo en tanto que, gracias a que Bernie, con el respaldo de los jóvenes progresistas, era capaz de reunir, en poco tiempo, grandes multitudes en las concentraciones de votantes para la campaña de Hillary. Parece obvio que Sanders sueña con la posibilidad de asumir, al frente de un enérgico movimiento minoritario, el control de la maquinaria pesada del partido demócrata. No es algo fácil de lograr pero queda la alternativa, temida por los neoliberales del partido, de ir a la formación de un nuevo partido progresista independiente.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.