Guinea se va reponiendo poco a poco de las huelgas y manifestaciones de hace tres meses, que fueron violentamente reprimidas. Los contestatarios, encabezados por los sindicatos guineanos, consiguieron que se designara un nuevo gobierno y progresos en el plano social, como por ejemplo, una disminución de los precios de los productos de primera necesidad. Gracias […]
Guinea se va reponiendo poco a poco de las huelgas y manifestaciones de hace tres meses, que fueron violentamente reprimidas. Los contestatarios, encabezados por los sindicatos guineanos, consiguieron que se designara un nuevo gobierno y progresos en el plano social, como por ejemplo, una disminución de los precios de los productos de primera necesidad. Gracias a esta victoria, en Guinea se valora mucho al movimiento sindical, pero costó la vida de más de 120 manifestantes. Rabiatou Diallo, Secretaria General de la CNTG (Confederación Nacional de Trabajadores de Guinea) que acaba de ser elegida Vicepresidenta del Comité Femenino de la CSI, fue una de los artífices de los movimientos de protesta. Nos habla de la vida cotidiana actual de Guinea y de la brutal represión que sufrieron los sindicalistas pero también de sus esperanzas de un futuro mejor para los trabajadores guineanos, más especialmente para las trabajadoras.
¿Cuál es la situación de Guinea ahora, transcurridos ya tres meses de los movimientos de protesta popular que el gobierno reprimió tan duramente?
Habíamos convenido que se designaría un primer ministro y un gobierno que gozara de un amplio consenso, cosa que se hizo. Pero el verdadero trabajo comienza ahora: Hay elementos que están muy arraigados, que le tomaron el gusto a esa mala gobernanza, a la corrupción, la impunidad y el engaño. No será fácil cambiar el sistema. De acuerdo con el protocolo que se firmó en marzo de este año, el gobierno debe poder reestructurar toda la administración para mejorarla (en el plano de los recursos humanos, técnicos y demás) pero también tiene que reactivar la economía guineana y encontrar entonces una solución para la inflación de la moneda. El gobierno debe también poder revisar todos los convenios del sector minero, que se firmaron de cualquier manera. La vida actual de los guineanos está plagada de dificultades: No tenemos agua potable ni electricidad, los servicios de atención médica y de enseñanza están muy mal, los hospitales no tienen suficiente equipamiento… En Guinea hay que hacer casi todo de nuevo.
Toda la población respalda ahora a los sindicatos guineanos…
Por supuesto. La población aceptó respaldar a los sindicatos porque se identificó con nuestras reivindicaciones. El pueblo estaba cansado, la gente estaba harta de la manera en que funcionaban las cosas. No estamos en contra de las personas sino de sus métodos de trabajo, de la mala repartición de los recursos: una minoría saca provecho de la situación en detrimento de todo el resto del pueblo. A pesar de los principios de la CEDAO (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental) sobre la libre circulación de personas y de bienes, hemos reclamado que se bloquee durante un año la exportación de los productos alimentarios de primera necesidad: Dada la situación excepcional de Guinea, ya no se podía encontrar ni siquiera un buen pescado, el guineano ya no comía bien, ni siquiera quien disponía de los medios necesarios podía comer bien porque en los negocios no había nada. Todo se exportaba… ¡hasta las escobas! Antes de todo esto, una escoba costaba 200 francos guineanos pero llegó a costar entre 2.000 y 2.500 francos. Ahora el precio bajó a 500 francos.
Desde que se bloquearon esas exportaciones, la gente está un poquito mejor. Aunque el poder adquisitivo de los trabajadores está por el suelo, en el mercado ya se puede comprar pescado, carne, verdura y fruta. Es un avance. Antes de que se tomaran estas medidas, el euro estaba a 9.000 francos guineanos, hoy está a 4.000. Los precios de los productos también bajaron, sin violencia ni estridencias. Es por estas razones que la población nos respalda. Esas movilizaciones también despertaron la conciencia de los guineanos. Por ejemplo, cuando vieron que los guardias de frontera no hacían su trabajo, la gente bloqueó los camiones y los hizo descargar. Como son productos perecederos, los productores se ven obligados a venderlos. La mercadería abunda y los precios siguen bajando.
¿Aumentó la cantidad de afiliados debido a los progresos que consiguieron los sindicatos?
Por supuesto. Me atrevería inclusive a decir que actualmente todo el pueblo de Guinea está sindicalizado. Como no hay trabajo, los jóvenes habían formado asociaciones. Todos esos grupos ahora se vuelcan hacia los sindicatos. Piensan que junto a los sindicalistas estarán bien, inclusive creen que encontrarán en ellos soluciones a problemas que no tienen nada que ver con el sindicalismo. Hoy en día, la población tiene una enorme confianza en los sindicatos, todos quieren afiliarse y la gente se enorgullece de tener un carné sindical. En la economía informal, ya antes algunos trabajadores y trabajadoras se habían afiliado a sindicatos pero en estos últimos meses se afiliaron muchísimos más. Y en las empresas donde no se toleraba una presencia sindical, los trabajadores reaccionaron y reclamaron que se formara un sindicato. Lo mismo está sucediendo en el extranjero. Supe que en Bélgica los guineanos se están agrupando y ahora piensan que tienen que afiliarse a los sindicatos belgas que trabajan con los sindicatos guineanos.
¿Cooperan entre sí los sindicatos guineanos?
Hemos colaborado con la USTG (1) en los acuerdos vinculados a las dos huelgas de 2006. En 2007 se nos sumaron las demás centrales, cuando ya habíamos presentado la notificación de huelga para el 10 de enero. Vinieron a apoyar el movimiento. En los documentos firmados se indica entonces «Intersindical CNTG-USTG, ampliada con la ONSLG y la UDTG» (2). La CNTG, la USTG y la ONSLG (3) están afiliadas a la CSI. La UDTG todavía no lo está, pero estamos trabajando con ella y vamos a solicitar a la CSI que acepte su afiliación.
¿Qué esperan de la conferencia de reconstrucción y reconciliación nacionales que la CSI y sus afiliadas guineanas llevarán a cabo del 23 al 25 de mayo en Conakry?
En este momento, el sindicalismo no es tan solo un movimiento reivindicativo. El sindicalismo está reflexionando sobre cuestiones que están más allá de su ámbito habitual, participa en el desarrollo del país. Los sucesos de estos últimos meses fueron un éxito para el movimiento sindical en el plano nacional, africano e internacional. Todos contribuyeron a esta victoria pero ahora comienza el verdadero trabajo y hay que hacerlo. La CSI tomó la iniciativa de convocar esta conferencia internacional que nos permitirá reunir a todas las agrupaciones del país (gobierno, sociedad civil, partidos políticos…). Reflexionaremos sobre el futuro del país pero no lo haremos solos: los sindicatos africanos podrán participar, al igual que lo harán los que la CSI invitará y los donantes del marco sindical. Pensaremos juntos en lo que se puede hacer por Guinea en el proceso de reconstrucción, para reforzar el diálogo social, la gobernanza y la democracia. Es un paso lógico en la salida de la crisis. Esta conferencia nos permitirá acercarnos, pensar cómo hacer para que cicatricen las heridas, que son muy profundas. También participarán guineanos que viven en el exterior.
Durante estos sucesos usted fue objeto de grave violencia. ¿Eso reforzó su deseo de ser sindicalista o provocó el efecto contrario?
Reforzó muchísimo mi decisión. Fui herida de bala y golpeada. Todavía tengo problemas de salud debido a las agresiones que sufrí. También perdí a mi hermana, que sufrió un ataque cuando por error le dijeron que yo había muerto. Antes de que me llevaran al hospital, mi hermana entró en coma. No la pudieron salvar. Me dejó 5 niños de corta edad. Ni siquiera pude ir a su entierro porque ese mismo día había que sentarse a la mesa de negociaciones. Me dije: «Está muerta, ahora está en manos de Dios pero hay que salvar a quienes todavía están vivos.» Dicen que van a matarme lentamente… Hace poco, mientras estaba de viaje en Bélgica por mi trabajo, me llamaron desde Guinea para decirme que habían quemado mi plantación. Hacía años que trabajábamos creando esa plantación junto con mi marido y mi familia. Algunos de nuestros árboles frutales estaban comenzando a producir. Me afectó mucho que la incendiaran y no quedara nada. Tuve que vivir todo esto pero también vi que todos se movilizaban para ayudarme y eso me alentó muchísimo y reforzó mi posición. Me dije que no puedo darme el lujo de equivocarme, que no tengo que dar marcha atrás, que tengo que avanzar para alcanzar mi objetivo.
¿Cómo reconcilia el militantismo en el sindicato con la vida familiar?
Tengo 48 años. Tuve 9 hijos, de los cuales viven 7 y también me ocupo de chicos huérfanos, a los que ahora se suman los de mi hermana. Es una familia grande pero estoy acostumbrada porque vengo de una familia polígama. Siempre dispongo de tiempo para las actividades sindicales porque mi familia me apoya para que avance. Sabe lo que quiero y todos nos ayudamos mutuamente (mi marido, mis padres, que se ocupan de los chicos…). Cuando no estoy en casa, puedo estar tranquila sabiendo que en casa las cosas están como deben ser. Sin ese respaldo no hubiera podido hacer lo que hice. Mis vecinos y mi familia me ayudan, cada uno a su manera, porque se dieron cuenta de que yo quería progresar.
No obstante, me preocupan mucho mis hijos. Desde que empezaron todos estos sucesos no están seguros. Para correr menos riesgos, decidí que no fueran a la escuela. Dos de mis hijas tenían que terminar el secundario este año pero no lo podrán hacer porque no asistieron normalmente a clase. Pero me mantengo firme, sigue teniendo todas mis esperanzas, porque si yo abandono, es todo un pueblo el que caerá en el desaliento. Cuando acometo con todas mis fuerzas estoy alentando a los demás, inclusive cuando eso no me regocija tanto como querría. Me digo que si yo hoy muriera, por lo menos los guineanos podrán aspirar a esa felicidad. Le agradecerán a una mujer el haber podido salir de la miseria. Eso me reconforta. Mis hijos o mis nietos quizás consigan lo que yo no pude tener. Estoy convencida de ello.
Usted es una de la contadísimas mujeres que ocupan un cargo de secretaria general en el mundo sindical. ¿Cuál le parece que es la receta para lograrlo?
La receta es que hay que dar todo, empeñarse sin cesar, no desistir. Las mujeres sabemos que no se nos regalará nada. Es una lucha. A las mujeres se las margina. Se las utiliza en la producción. Pero cuando se pasa a hablar de responsabilidades, se nos relega a segundo plano. No se nos permite participar en las grandes decisiones. Ahora bien, las mujeres hacen menos cosas mal que los hombres, por ejemplo, en el ámbito de la gestión. Las mujeres analizamos mejor las cosas porque pensamos ante todo en nuestras familias. Luchamos utilizando todos los medios a nuestro alcance. Sensibilizamos a las mujeres, las motivamos para que comprendan que debemos dejar de parecer para pasar a ser, para que se nos den cargos ejecutivos, como por ejemplo, en los asuntos sociales (lo que significa casamientos, bautismos, fallecimientos…) porque cuando los hombres toman las grandes decisiones, ¡a las mujeres se les saca el jugo! Ni siquiera se nos comunica lo discutido en las reuniones importantes para que no tengamos el mismo nivel de información que ellos. Queremos que esta situación cambie. Por eso luchamos. Pero no es cuestión de lloriquear ni de reclamar nuestros derechos. Hay que estar en el terreno, es necesario que se vea que actuamos.
Estoy muy orgullosa de que en África las cosas avancen, y no solamente en teoría. En Europa ya existen los textos adecuados aunque muchas veces la aplicación es deficiente pero eso no sucede en Guinea. Por ejemplo, en la CSI se reclama un 30 por ciento de participación de mujeres pero en mi sindicato, la repartición es de 50 por ciento entre hombres y mujeres. Cabe acotar que aunque el mínimo de 30 por ciento de mujeres para todo encuentro, seminario o cargo de responsabilidad no es suficiente, no deja de ser un primer paso. De esa manera no se alcanza un verdadero equilibrio entre hombres y mujeres pero se despierta la conciencia en todos los niveles. Tampoco hay que marginar a los hombres. No se trata de evolucionar únicamente como mujeres porque para que el mundo pueda tener éxito hacen falta los dos géneros. Ambos se complementan… ¡como para fabricar bebés!
¿Qué la impulsó a hacerse sindicalista?
¡Siempre me gustó protestar, desde que nací! Crecí en una familia que era muy activa en el plano político. Lo llevo en la sangre. En la escuela estaba a cargo del comité de coordinación y ocupé cargos de responsabilidad en el nivel de jóvenes, en el departamento de mujeres… pero seguía sin ser ése mi lugar. Quería llegar donde tuviera derecho a la palabra para defender a los más carecientes, para combatir la injusticia. En el movimiento sindical puedo hacerlo. Existen otras asociaciones pero no pueden desempeñar el papel de los sindicatos, que consiste en defender los intereses de los trabajadores, mientras que una asociación está limitada. Los sindicatos están protegidos por leyes que rigen el mundo laboral, por las normas internacionales del trabajo. Y siendo la OIT tripartita, los trabajadores son los que forman uno de esos tres pilares, no las ONG.
Entrevista realizada por Samuel Grumiau para la Confederación Sindical Internacional (CSI)
(1) Unión Sindical de Trabajadores de Guinea (2) Unión Democrática de Trabajadores de Guinea (3) Organización Nacional de Sindicatos Libres de Guinea