Las clases en primaria comenzaron este año en Mozambique con una cantidad sin precedentes de inscriptos. Pero las perspectivas siguen siendo lúgubres para niños y niñas huérfanas como Regina Massango. Regina tenía tan sólo 12 años y apenas había terminado el segundo año de primaria cuando su madre enferma le pidió que abandonara la escuela. […]
Las clases en primaria comenzaron este año en Mozambique con una cantidad sin precedentes de inscriptos. Pero las perspectivas siguen siendo lúgubres para niños y niñas huérfanas como Regina Massango.
Así, tuvo que armar su equipaje y dejar a su madre en estado de salud delicado y a tres hermanos en su casa de la pequeña ciudad de Moamba para trabajar como empleada doméstica en Maputo, la capital mozambiqueña, a unos 45 kilómetros.
Su papá había fallecido 10 años antes. «En la casa de mi tía tenía que trabajar de las cinco de la mañana a las cinco de la tarde lavando ropa de la familia, cocinando, limpiando y cuidando a tres niños. Mi tía me daba palmadas si no terminaba todo», contó en tono triste, más que amargo.
Regina se queda con la vista perdida y sólo habla para responder preguntas.
Finalmente huyó, arreglándoselas para llegar a su hogar, pues su tía no le pagaba ningún suelo.
«Mi tía había prometido pagarme 200.000 metical (unos siete dólares) por mes, pero nunca me dio nada, así que me escapé. No me trataba bien», agregó.
Una vez en su casa, Regina cuidó a su madre hasta que murió, pero ya no volvió a la escuela.
Aunque los progresos en la escolarización primaria de Mozambique son notables, al punto de que se triplicó la cantidad de niños y niñas matriculados entre 1992 y 2005, al gobierno y a las agencias de cooperación les preocupa que el sistema educativo no logre atender las necesidades especiales de los menores más pobres.
En esta franja social es donde proliferan los niños y niñas huérfanas por la muerte de sus progenitores a causa del virus de inmunodeficiencia humana (VIH), causante del sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
Además, cuando los pequeños huérfanos abandonan la escuela quedan más expuestos a abusos sexuales y explotación, elevando el riesgo de infección con VIH.
La mayoría de los menores que dejan la escuela antes de tiempo son niñas.
Según varias encuestas, muchos de los escolares desertan después del cuarto año. En 2005, tan sólo 34 por ciento de los menores terminaron la escuela. Pero esa cifra esconde la dimensión de género del problema, que 28 por ciento son niñas y 40 por ciento niños.
Es muy probable que una cantidad significativa de esos menores sean huérfanos.
A medida que la pandemia del VIH/sida se expande en este país de África austral, con más de 20 millones de habitantes, el número de niños y niñas huérfanos probablemente aumente.
En 2006 había 1,6 millones de huérfanos de menos de 18 años, de los cuales 380.000 a causa del sida. Es que 16 por ciento de las personas entre 15 y 59 años son portadoras de VIH,
Los huérfanos del sida llegarán a 630.000 en 2010, según previsiones del Instituto Nacional de Estadísticas.
El Ministerio de Educación es consciente de que los maestros no pueden ser los únicos responsables de identificar a los menores que no tienen padres y darles la atención adecuada para que no abandonen la escuela o para reinsertarlos en ella.
Los maestros ya están superados por la situación de falta de materiales elementales para su tarea. En 2005, sólo 58 por ciento de ellos tenían formación y cada uno atendía, en promedio, a 74 alumnos.
El Ministerio trata de resolver el problema en colaboración con las secretarías de la Mujer y Bienestar Social y de Justicia, además del Banco Mundial y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Esas organizaciones e instituciones desarrollan desde 2005 un programa piloto en el marco del cual las escuelas seleccionadas reciben fondos para varias iniciativas tendentes a favorecer la escolarización de huérfanos y otros niños y niñas pobres.
La contribución incluye materiales, apoyo psicosocial a los huérfanos y asistencia para tramitar el certificado de nacimiento.
Unicef también colabora con el Ministerio de Educación en otro proyecto para crear lo que se conocen como escuelas amigas de los niños, que suministran un paquete asistencial mínimo.
La iniciativa incluye formación en métodos didácticos interactivos básicos para maestros, administración y supervisión de escuelas, para directores, y capacitación en relaciones con la comunidad y gobernanza, para los miembros del consejo escolar.
Los consejos están integrados por maestros, líderes comunitarios y alumnos.
Las escuelas reciben, además, escritorios, bolígrafos y suministros básicos de atención médica, agua y se disponen baños separados por sexo.
La intención es garantizar que huérfanos y otros menores en situación vulnerable, posiblemente a cargo de sus hogares y sin asistencia psicosocial, reciban atención especializada en las escuelas.
El programa piloto de escuelas amigas de los niños se implementó en el distrito de Maganja de Costa, en la central provincia de Zambezia, una de las más pobladas pero con los peores indicadores sociales.
En esa provincia, uno de cada tres menores de entre siete y 18 años nunca fue a la escuela.
El proyecto se ampliará a seis distritos más de seis provincias para 2009. El programa se propone llegar al menos a 300.000 alumnos en más de 750 escuelas primarias.
Las iniciativas también incluyen información acerca del VIH/sida en las escuelas involucradas.
«Ese es un elemento clave, garantizar que los huérfanos y los pobres en general reciban apoyo y no sean discriminados», señaló Meritxell Relano, especialista en educación de la oficina regional de Unicef.
«Cuando visité las escuelas del programa, noté una solidaridad y un entendimiento especiales entre los niños», relató.
«El principal desafío ahora es llevar las actividades a otra dimensión. Faltan recursos humanos, en especial maestros capacitados», subrayó Anya Manghezi, técnica del Ministerio de Educación.
Esa secretaría pretende capacitar miembros de la comunidad e integrantes de la sociedad civil para que se hagan cargo de las necesidades específicas de los huérfanos y menores más vulnerables.
Por ahora las necesidades de Regina van en aumento.
Su madre murió en julio y ahora ella debe cocinar y hacerse cargo de sus hermanos y hermana, la más pequeña que tiene tan sólo ocho años.
«Espero poder volver pronto a la escuela», señaló, mientras arreglaba unas pocas cosas en su pequeña vivienda de barro cocido, de dos habitaciones.