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Kenia

Huir de la violencia para agonizar en tiendas

Fuentes: IPS

El campamento de Mawingu para desplazados por la violencia postelectoral que azotó a Kenia entre 2007 y 2008 es un lugar desolado. Ubicado en el valle del Rift, es una colección de tiendas deterioradas y a punto de desmoronarse. Aparte de los 120 niños y niñas amontonados en una clase de inglés, no hay otra […]

El campamento de Mawingu para desplazados por la violencia postelectoral que azotó a Kenia entre 2007 y 2008 es un lugar desolado. Ubicado en el valle del Rift, es una colección de tiendas deterioradas y a punto de desmoronarse.

Aparte de los 120 niños y niñas amontonados en una clase de inglés, no hay otra señal de vida. Muchos de los que vivían aquí se fueron más temprano en busca de empleos serviles. Con suerte ganarán un dólar por un día de trabajo.

En el medio del campamento se distingue una tienda deshilachada, de la cual sale su dueña, Truphosa Achudo, sosteniéndose el pañuelo que lleva en la cabeza.

«Acabo de tomar mis medicinas. Son fuertes y yo estoy débil, y es por eso que respiro con dificultad», dice.

Achudo es portadora del VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) y tiene una hija de apenas dos semanas de nacida, Philomena Wambui. Todavía no sabe si la pequeña también está infectada.

A diferencia de otras madres lactantes, Achudo no come frutas ni verduras, y ni siquiera bebe leche para nutrirse y poder amamantar a su hija. Para ella, todo eso es un lujo que no puede pagar. Su dieta consiste sólo de maíz, donado por el gobierno esporádicamente.

Cuando el suministro de acaba, el esposo de Achudo, Samwel Njau, tiene que encontrar algún trabajo zafral para comprar alimentos. Todos los días a las siete de la mañana parte en busca ingresos, a pesar de que sufre una severa gripe.

Pero su familia no es la única que tiene dificultades. Las condiciones de vida en el campamento son deplorables, y aumenta el número de personas con VIH. La inseguridad alimentaria y financiera es rampante: la mayoría sólo consigue una comida diaria, pues depende de la ayuda del gobierno, que llega una vez cada varios meses.

Hay 2.300 personas en este campamento, entre adultos y niños. Muchos de los que viven aquí eran comerciantes informales antes de la violencia, y no tenían hogares propios. Vivían en casas alquiladas, a las cuales no han regresado porque todavía temen que vuelvan los enfrentamientos.

La violencia política estalló en este país luego de que el presidente Mwai Kibaki fuera declarado ganador de las elecciones.

En el pico del conflicto, la Organización de las Naciones Unidas estimó que hubo entre 350.000 y 500.000 desplazados.

Si bien el gobierno ha logrado reubicar a varias de estas personas, ha tenido problemas para encontrar tierras adecuadas y formar nuevas comunidades. Además, muchos se resisten a los intentos de las autoridades de adjudicarles zonas áridas o semiáridas.

El caso de Achudo es un ejemplo de lo que le ocurre a las personas con VIH en el campamento. Se le diagnosticó el virus en 2007, y de inmediato comenzó a tomar medicamentos antirretrovirales. Todavía está en tratamiento en el cercano Hospital del Distrito de Olkalou.

Achudo también tiene una persistente tos seca. Luego de visitar el sanatorio, recibió medicamentos para tratarla, y debe tomar 24 tabletas de píldoras por día

«Las drogas son fuertes. Debo comer bien para que ellas trabajen en el cuerpo, pero no hay alimentos», explica.

Tose mucho durante las noches, y reza para no sufrir una recaída de tuberculosis, que padeció a comienzos de este año. Es una enfermedad oportunista que afecta a muchos pacientes con VIH en el campamento.

Esta mujer ha encontrado algo de alivio al integrarse al grupo de apoyo a pacientes Tumaini, pero el desaliento prevalece en el campamento.

En el lugar hay pocos retretes, que se llenan de desechos humanos. Cuando llueve, las tiendas se inundan. Y la falta de higiene es un gran problema sanitario. Las mujeres con VIH no pueden comprar toallas femeninas, por ejemplo.

Pero no todo es desesperanza. El grupo de apoyo es presidido por la pujante Margaret Gathoni, quien asegura que quienes integran la agrupación «se han negado a morir».

«Se nos han negado trabajos zafrales porque algunos empleadores dicen que podemos infectar a otros trabajadores y amigos. Nuestras compañeras en el campamento hablan detrás nuestro cuando pasamos. La mayoría somos viudas y nos sentimos vulnerables», dijo Gathoni.

El estigma social ha sido un gran problema para las personas con VIH en Kenia, pero los miembros de este grupo están decididos a hablar abiertamente sobre su condición.

De las 45 personas del grupo, sólo hay dos hombres. La más joven es una adolescente de 17 años, y la mayor tiene 60 años.

«Hay más de 250 personas con VIH en este campamento. Las mujeres han intentado salir y aceptar su condición pero los hombres se ocultan y lo mantienen en secreto, aunque lo sabemos e incluso nos encontramos con ellos en el hospital», dijo Gathoni.

Fuente original: http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=98847