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Millonarios y especuladores a toda vela

Impactos de la Copa del América

Fuentes: El Ecologista

¿Qué hay detrás de la tan cacareada Copa del América? La respuesta es simple: especulación salvaje barnizada de deporte y glamour. Este artículo -que apareció en la revista El Ecologista del pasado invierno- pretende desglosar los impactos que está causando y causará la nueva apuesta del PP valenciano. La Copa del América es una competición […]

¿Qué hay detrás de la tan cacareada Copa del América? La respuesta es simple: especulación salvaje barnizada de deporte y glamour. Este artículo -que apareció en la revista El Ecologista del pasado invierno- pretende desglosar los impactos que está causando y causará la nueva apuesta del PP valenciano.

La Copa del América es una competición náutica nacida a mediados del siglo XIX en la que unos cuantos veleros realizan varias series de regatas. El trofeo es una copa de plata, la Jarra de las Cien Guineas, que va pasando de ganador en ganador. La competición posee un marcado componente elitista debido a la naturaleza de la regata y de sus participantes: el precio de cada velero ronda los veinticuatro millones de euros y su transporte y montaje suponen una espectacular puesta en marcha de medios y seguridad; eso sin olvidar que sus patrones no salen a la mar por menos de un millón de euros. Actualmente la Copa está en manos de una empresa suiza llamada AC Management, que gestiona los cuantiosos beneficios publicitarios y de explotación comercial de la competición.

Según la propia página web de la organización (www.americascup.org), los participantes en la regata son aristócratas, militares, financieros, empresarios, comerciantes e ingenieros. A título de ejemplo, citaremos de este selecto plantel a algunos de los potentados que ya han pasado por Valencia a probar sus embarcaciones, como Ernesto Bertarelli, amigo del rey de España y habitual en la lista de hombres más ricos del mundo de la revista Forbes, con una fortuna estimada en 9.000 millones de euros. También ha visitado el puerto valenciano la décima fortuna mundial, personificada en Larry Elison, director ejecutivo de la firma informática Oracle. La designación de Valencia como sede de la Copa del América en noviembre de 2003 provocó la euforia del sector empresarial valenciano y la aparición de rimbombantes titulares que prometían para Valencia una lluvia de millones y la creación miles de puestos de trabajo. Sin embargo, la Copa de las Cien Guineas esconde más de lo que muestra.

Los impactos de la Copa

Los promotores de la Copa del América, reunidos en torno al Consorcio Valencia 2007, que reúne a las tres administraciones implicadas en el evento, han proyectado la remodelación del puerto, basada en la creación de un canal navegable que conectará la dársena interior del puerto con mar abierto, con el objeto de facilitar la entrada y salida de la veintena de embarcaciones que participarán en la regata. El impacto más destacable de esta actuación será el basculamiento de la playa de la Malvarrosa, que sufrirá una regresión de 20 metros provocada por el dique que permite el adentramiento del citado canal varios cientos de metros en el mar. Para subsanar esta pérdida se propone la regeneración de la playa con una cantidad de 113.000 a 500.000 metros cúbicos de arena durante un periodo que oscila entre los 12 y los 20 años. El dique provocará, además, un gran impacto paisajístico al recortar considerablemente la visión del horizonte desde la Malvarrosa. Otras consecuencias del cambio en la dinámica litoral ocasionado por esta obra será la desaparición de nueve caladeros de pesca y la más que probable afección de las playas situadas más al sur, ya en pleno Parque Natural de La Albufera.

Sin salir del entorno portuario, exactamente entre el muelle de Poniente y el muelle del Turia, hallamos la primera gran maniobra especulativa que esconde este remozamiento del puerto y que contempla la recalificación para uso residencial de varias parcelas de propiedad estatal. Este cambio de uso viene dado por la necesidad de encontrar financiación a las obras derivadas del evento -cuyo coste asciende a unos 900 millones de euros- lo que ha llevado al Consorcio Valencia 2007 a proyectar la venta de suelo portuario después de la celebración del evento deportivo. Este suelo acogerá 4.000 viviendas de alto standing, muchas de ellas con amarres incluidos. Las viviendas se encontrarán situadas junto a la dársena interior, destinada a convertirse en puerto deportivo para embarcaciones de lujo.

Los barrios

El combativo vecindario del barrio del Cabanyal-Canyamelar venía manteniendo una batalla de años con el Ayuntamiento de Valencia para evitar la demolición de 943 viviendas a las que la pala excavadora echaría abajo para conectar el centro de Valencia con el entorno portuario a través de la ampliación de la Avenida Blasco Ibáñez. Este barrio, calificado como Bien de Interés Cultural por su particular trazado y arquitectura, recibió como un jarro de agua fría el fallo del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana que daba vía libre al proyecto municipal, poco tiempo después de que la Jarra de las Cien Guineas llegara a Valencia. A nadie se le escapa el gran movimiento especulativo que recorrerá la elongación de Blasco Ibáñez una vez «saneado» el barrio de buena parte de sus habitantes -en su mayoría personas mayores o de rentas bajas- expulsados bien por la piqueta, bien por el proceso de abandono sufrido por el barrio, eterno olvidado de la administración local.

Si bien El Cabanyal es el más afectado por este terremoto especulador revestido de barniz deportivo, tampoco se librarán los deprimidos poblados marítimos colindantes con el puerto, como la Malvarrosa, Natzaret y las zonas de huerta cercanas; hemos de recordar que el puerto ya experimentó una ampliación considerable -la Zona de Actuación Logística (ZAL)- que supuso la desaparición de valiosas zonas de huerta y parte de sus poblados (La Punta). Incluso el resto de vecinos y vecinas de Valencia se verá perturbado, si damos crédito a lo que se admite en numerosos foros: un importante incremento en los precios de viviendas, alquiler, servicios y transporte público, ligado, claro está, al advenimiento de la Copa.

Este incremento del coste de la vida no irá asociado a una mejora en la calidad de la misma de los ciudadanos y ciudadanas de Valencia a los que apenas se les promete 10.000 puestos de trabajo… de carácter temporal, o al menos así lo reconoce el único estudio de impacto realizado hasta la fecha. Tampoco será muy agradable para numerosos habitantes de la ciudad el incremento de la presión policial vinculada a la seguridad del evento, que ya se ha dejado notar en las perregatas de este octubre pasado impidiendo manifestaciones críticas con el evento. También son previsibles estrategias de «limpieza social» como las realizadas en torno a otros eventos en otros lugares del estado y que en Valencia ya están comenzado con campañas de tolerancia cero en barrios como el de Russafa, caracterizado por su pluralidad étnica .

A todo esto, y también a costa del erario público y del medio ambiente de valencianas y valencianos, hemos de sumar impactantes actuaciones en infraestructuras como la ampliación del aeropuerto y el impulso mediático y político definitivo al AVE, que pese a que su llegada no esta proyectada hasta el 2010, es utilizado continuamente en el conjunto de lugares comunes que componen el discurso acerca de las supuestas bondades de la Copa del América.

Nuevas agresiones al litoral valenciano

El viernes 28 de noviembre de 2003, dos días después de la designación de Valencia como sede de la Copa del América, se aprueba el nuevo Plan de Puertos presentado por la Generalitat, en el que se prevén más de 200 actuaciones, entre ellas, 10.000 nuevos amarres. Curiosamente, a comienzos de esa misma semana, en la localidad alicantina de El Campello, una empresa no identificada compra 1,2 millones de metros cuadrados de suelo no urbanizable en Cala Baeza por un precio veinte veces superior al de salida, justo donde el citado Plan de Puertos, unos días después, contempla un puerto deportivo. Actuaciones similares se llevan a cabo a lo largo de los meses siguientes en numerosas zonas del litoral valenciano (El Puig, Cullera, Gandía…) al calor de un Plan que contempla tres nuevos puertos deportivos, la ampliación de diez más y la actuación en las dársenas interiores de otros muchos. Todo ello anunciado con el halo prometedor de la competición náutica.

Después de más de un lustro de boom urbanístico ininterrumpido en las costas del País Valenciano, parece que el empresariado ligado a la construcción y sus políticos de cabecera quieren apurar hasta las heces la copa de nuestro baqueteado medio ambiente y la paciencia y los recursos públicos de la población valenciana mediante una nueva huída hacia ninguna parte ahora llamada Copa del América. Basar la economía y el desarrollo social de toda una región en certámenes deportivos o culturales esporádicos (Exposiciones Universales, Olimpiadas, Forums, Copas…) no garantiza el desarrollo sostenible de nadie y sólo fomenta estrategias de enriquecimiento rápido -mediante la especulación y la explotación laboral más acusada- de los sectores sociales más favorecidos. Igualmente, se propicia un uso insostenible del territorio y los recursos naturales que, en una comunidad que se ha caracterizado por demandarlos de fuera con insistencia (el agua del Ebro, por ejemplo), sólo supone una muestra más de irresponsabilidad y de escasa visión de futuro.